25 de diciembre de 2022

El Mesías

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Entre las formas de celebrar la Navidad, o sea, la natividad, el nacimiento de Jesús, la música ha sido siempre una de mis preferidas: asistir a conciertos, cantar villancicos en familia, escuchar en viejos vinilos o CD algunas de las obras maestras que los grandes compositores de todos los tiempos han dedicado al misterio de Belén. Pero de no haber sido por una circunstancia fortuita –la indisposición de la nuera de mi mujer, que nos cedió sus entradas– no habría elegido El Mesías de Händel como vehículo para la celebración de la venida del Salvador este año de gracia de 2022.

Mi sensibilidad musical está más cercana al Clasicismo y al Romanticismo que al Barroco, época en la que se enmarca el compositor de origen alemán, más tarde nacionalizado inglés, Georg Friedrich Händel (1685-1759). No negaré que la extremada duración de la obra –alrededor de dos horas y media– ha influido también en mi prevención hacia la misma.

Prevención que ha sido superada por mi asistencia en el Auditorio Nacional de Música de Madrid a la espléndida interpretación de este famoso oratorio. La escasa iluminación de la sala y mi vista deficiente me impide seguir el texto inglés de los recitativos, las arias y los coros que nos entrega una azafata en un cuadernillo. Lo leo al escribir estos apuntes en mi blog.

Me llama la atención en este concierto participativo precisamente la participación de una parte numerosa de los asistentes, que con anterioridad han sido preparados por profesionales y se ponen en pie a la vez que los coros.

En la liturgia católica estamos más acostumbrados a que los distintos episodios que rodean el anuncio del nacimiento de Cristo, la llegada del Mesías al mundo, la pasión de Cristo y su muerte en la cruz, su resurrección y ascensión a los cielos sean conmemorados con textos tomados principalmente de los Evangelios. Mientras que en El Mesías de Händel, como buen luterano, predominan las referencias al Antiguo Testamento, a profetas como Isaías, Malaquías, Zacarías y Jeremías, y a numerosos Salmos.

Reconozco que hay pasajes impactantes de Isaías y de los Salmos, que la música grandiosa de Händel nos acerca para vibrar con el sufrimiento de Cristo en la Pasión. Como vibramos con el consuelo que el anuncio y la llegada del Mesías proporciona al mundo.

El profeta Isaías y el evangelista Mateo se dan la mano en el recitativo que desvela el misterio de la llegada del Mesías: nacerá de una virgen en Belén y será llamado Emmanuel, que significa Jesús está con nosotros.

Y es el también evangelista Lucas el que presta sus palabras a la soprano y al coro en el “gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, que consoló a los pastores en Belén y nos consuela a nosotros en la actualidad azarosa.

El célebre Aleluya con que culmina la segunda parte de la obra está tomado del último libro de la Biblia, que en inglés se denomina Revelation y en español Apocalipsis. Es un himno de alabanza al Mesías para celebrar su victoria ante la rebelión de sus enemigos. Somos los creyentes católicos más dados a la oración de súplica, a la petición, para que Dios atienda y ponga remedio a nuestras necesidades, mientras que los cantos de alabanza suelen apagarse con celeridad.

El coro con que se cierran los textos de El Mesías ensalza al Cordero de Dios, que con su muerte ha redimido a la humanidad. Así nacimiento y muerte se dan la mano y el triunfo de Cristo se sella con un solemne Amén, Así sea. Es la corroboración y el reconocimiento de todo lo que hemos oído y cantado: Cristo, el Mesías, ha triunfado, y con él todos los hombres hemos vencido a la muerte.

Hermosa esperanza con la que la música de Händel nos emociona.

 

 

 

 

 

 

18 de diciembre de 2022

Suavemente alrededor de tu cabeza dormida

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

La primera impresión que producen los dibujos de mi hijo Guillermo Martín Bermejo expuestos en la Galería James Freeman de Londres, desde el 1 al 23 de diciembre de 2022, es de luminosa libertad, ocupando un mínimo espacio en las blancas paredes de las distintas salas. En palabras del propio Guillermo, quiere que sus obras enmarcadas “respiren”.

Es su tercera exposición individual en esta galería londinense. La anterior tuvo lugar del 3 al 24 de diciembre de 2020. La actual lleva el sugestivo título de Softly Round Your Sleeping Head, “Suavemente alrededor de tu cabeza dormida”, tomado de un poema de W. H. Auden (1907-1973).

Así, abre el rico catálogo de la muestra un detalle del dibujo Alice Asleep, “Alicia dormida”, que está hecho a lápiz sobre papel de libro antiguo, como las obras de esta exposición, excepto la “Reescritura de la predela de Fra Angelico del retablo mayor de San Domenico de Fiesole”, que está dibujada sobre el lado posterior de un póster viejo.

Si alguien se ha compenetrado con los dibujos de Guillermo, ese alguien es el galerista James Freeman, a quien mi mujer y yo hemos tenido la suerte de conocer en persona, que habla un fluido castellano y que ha escrito una inspirada introducción al mencionado catálogo.

Tomo del primer párrafo de esa introducción la siguiente cita, que es una espléndida síntesis de lo que significa la exposición: “Los dibujos a lápiz de Guillermo reimaginan fuentes literarias y artísticas, así como episodios de su propia narrativa personal, trazados sobre papel rescatado de libros antiguos, como si salvaran los viajes imaginarios que esas páginas incitaron”.

De esa reinterpretación de una obra artística llevada al terreno personal es un buen ejemplo “Del Bautismo de Piero al arroyo del Boquerón”. El propio Guillermo explica que el Bautismo de Cristo de Piero della Francesca “es uno de esos cuadros en los que me gustaría vivir […] y lo que en Piero son castillos y almenas en la campiña italiana, en mi dibujo-experiencia se transforma en un pueblo castellano de la sierra de Guadarrama. Y no, no me fijo en las figuras principales, sino en ese joven que se desnuda en la parte del fondo en la derecha de la pintura”.

El arroyo del Boquerón, que los espinariegos y quienes amamos El Espinar conocemos bien, es también protagonista del dibujo “En la cascada del Boquerón”.

El dibujo de mayor tamaño, el ya citado “Reescritura de la predela de Fra Angelico del retablo mayor de San Domenico de Fiesole”, es de nuevo una visión personal de Guillermo sobre el mundo de Fra Angelico, sin olvidar la carga religiosa que conlleva, y le da un enfoque en el que la luz emana de los cuerpos de los ángeles, de los apóstoles, de los mártires, de los confesores, y entra “como en una vidriera de una catedral gótica”.

Todo un trabajo de investigación histórica y artística se refleja asimismo en el dibujo “Lanzas y naranjas” sobre La batalla de San Romano, de Paolo Uccello, que se exhibe en la National Gallery de Londres. Para Guillermo, los yelmos y las corazas son “casi bodegones, floreros en los que este chico [Orlando] podría plantar los naranjos. Las lanzas se transforman en ramas de las que cuelgan las naranjas”.

Días calurosos en paseos de Guillermo por el verano londinense, por los jardines de Kensington y su encuentro con la estatua de Peter Pan, el niño que nunca crece. Una mariposa junto al rostro de un joven, un insecto palo, juegos de mayo y tardes de viernes, en referencia a la colección de canciones de Benjamin Britten y en nostálgica recreación del retrato de una escuela.

En un nuevo recorrido por la exposición me dejo atrapar más por la serenidad de los rostros, el don perdido de la ternura, la dulce timidez, y de nuevo por los paisajes de nuestras amadas montañas de la sierra de Guadarrama, con viento o saca de pinos, y la iglesia de San Eutropio de El Espinar al fondo como una figura de nacimiento.

“Luz, más luz”, dicen que decía Goethe moribundo. Luz y más luz emanan los dibujos de Guillermo, mientras cae la tarde en la galería londinense.

 

 

 

 

  

11 de diciembre de 2022

La sanidad pública, un ejemplo

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

La oftalmóloga se llama Julia. Y ha estudiado la carrera de Medicina en Murcia. No he podido por menos de preguntárselo ante la concienzuda profesionalidad y dedicación con que ha tratado a mi mujer.

El día de la Inmaculada habíamos ido a urgencias de Oftalmología del Hospital de La Princesa de Madrid, pues mi mujer había sufrido tres días antes una pérdida repentina de la visión del ojo derecho, el mismo en el que desde hace unos diez años le ponen una vez al mes una inyección intravítrea para combatir la degeneración macular húmeda. O sea, el pinchazo, como todos lo llamamos vulgarmente.

Por esa resistencia que, en mayor o menor grado, todos tenemos a acudir al médico, y más a un hospital, habíamos esperado tres días con la esperanza de que el ojo afectado recuperara la visión. Lo cual no ocurrió.

Ignorantes del procedimiento de admisión en urgencias, perdimos un tiempo precioso en la sala de espera de Oftalmología y Otorrinolaringología, hasta que una amable celadora de pelo azul nos informó de los trámites por los que teníamos que pasar.

Al cabo de dos horas, oímos por fin que la doctora llama a Angelina. Yo puedo pasar con ella a la consulta, lo que en otros casos no se me permite. Y le exponemos lo ocurrido. La médica –la RAE aconseja usar el femenino– pregunta por los antecedentes de enfermedades, no solo relativas a la vista, sino a todo el historial de la paciente. Después le examina los dos ojos en un aparato cuya finalidad ignoramos, aplicándole unas gotas, supongo que para dilatar la pupila, y nos pide que salgamos y esperemos a que nos vuelva a llamar.

Esta operación se repite tres veces, mientras pasan los restantes pacientes, hasta que solo quedamos otro matrimonio y nosotros.

Nos pide que la acompañemos al departamento de Oftalmología, en cuyo pasillo, ese día festivo a oscuras y solitario, ya habíamos esperado varias veces en las revisiones periódicas de la evolución de la degeneración macular de Angelina.

A todo esto serían las tres de la tarde –habíamos ingresado en urgencias a las diez– y aún la doctora Julia –ya le había preguntado yo su nombre– examinó a Angelina en toda una serie de aparatos.

Nos entregó un informe, lleno de términos técnicos ininteligibles para nosotros, y prescribió un tratamiento con Pred forte colirio, pomada Dexamentasona y colirio atropina.

Sí entendimos que una inflamación del tejido intermedio de la úvea, o uveítis, impedía observar el fondo del ojo. Por lo que, provistos del informe en cuestión, debíamos volver a urgencias de Oftalmología el próximo lunes para que examinara el ojo un experto en uveítis.

Y que, anteriormente, el viernes se hiciese Angelina unos análisis que ya la doctora había solicitado.

Nuestra experiencia con la sanidad pública, no solo en esta ocasión con la competente oftalmóloga murciana, es inmejorable.

Recientemente, el centro de salud que le corresponde a Angelina y que estaba situado en la avenida de Baviera 11, ha sido trasladado a un moderno edificio de tres plantas en la calle Pintor Moreno Carbonero. Y se ha cambiado el final de la línea 74 de autobuses de la EMT para que llegue a dicho centro.

Claro que los profesionales médicos, y no solo los de atención primaria, tienen derecho a reclamar mejoras laborales y salariales. Pero no me parece de recibo que en la huelga en defensa de esas mejoras de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid, participen personajes que son usuarios de la sanidad privada.

 

 

 

 

 

 

 

 

  

6 de diciembre de 2022

Cara y cruz de Londres

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

O lo que es lo mismo, aspectos positivos y negativos de Londres, claro está a juicio del autor de este blog, mal viajero y peor turista.

Creo que el viajar está sobrevalorado. Comprendo que nos hayan vendido las excelencias de visitar países distintos del nuestro, de aquel en el que vivimos habitualmente, pues estos viajes aportan a las arcas de las naciones, ciudades o lugares receptores de turistas unos ingresos no generados por otras fuentes de riqueza.

Londres es el ejemplo paradigmático de capital polo de atracción no solo para el turismo internacional, sino para inmigrantes procedentes de los más distintos y distantes puntos del mundo.

Me llama la atención desde nuestra llegada al aeropuerto de Gatwick la ingente variedad de razas y colores de las personas con las que nos cruzamos o que desempeñan las distintas funciones y tareas de la terminal. Espectáculo que se repite en las calles, en los comercios, en los cafés y restaurantes de esta urbe cosmopolita.

Los recepcionistas del hotel en el que nos alojamos mi mujer y yo, a mi pregunta acerca de su procedencia responde uno de ellos que de Bangla Desh y el otro que de la India, sin especificar más. El dueño o encargado de la cafetería en la que desayunamos me informa de que es argelino, pero que lleva viviendo en Londres la friolera de ¡35 años!

Algo positivo tendrá Londres cuando tanta gente oriunda de los más variados países del mundo ha encontrado acogida y trabajo en esta urbe que a mí se me antoja descomunal y caótica.

Todos estos inmigrantes hablan en inglés, no soy capaz de juzgar con qué grado de corrección, pero que les permite bandearse con mucha más soltura que a mí el académico y poco práctico conocimiento de la lengua de Shakespeare adquirido en los libros.

Visitamos mi mujer y yo en los seis días de nuestra estancia londinense, mezclados con las riadas de turistas, los centros de atracción típicos y tópicos, desde el Covent Garden, ya ataviado con la iluminación y los adornos navideños, que nos hace evocar a Audrey Hepburn, Eliza Doolittle, la vendedora de My Fair Lady, apoyada en una columna y hablando cockney, cuando la aborda el profesor Henry Higgins, o sea Rex Harrison, que se compromete a convertirla en una dama enseñándole a hablar la lengua de la alta sociedad.

Esta evocación de la deliciosa película me lleva a referirme al musical Mary Popppins, cuyas espléndidas coreografías disfrutamos en el regio Prince Edward Theatre, lleno a rebosar.

La estrella de los museos londinenses, que son gratuitos, es la National Gallery, a la que dedicamos una mañana, pero necesitaríamos al menos un mes para hacernos siquiera una somera idea de la excepcional riqueza pictórica que alberga.

Como nos habría hecho falta mucho más tiempo que las dos horas que deambulamos por el interior de la Abadía de Westminster para admirar su nave central, su coro, su altar mayor, sus capillas, claustros y transeptos.

En un autobús sightseeing recorrimos la city, Westminster, los alrededores de esa filigrana gótica que es el Parlamento, Hyde Park, el palacio de Buckingham, el barrio de los financieros, las calles que alojan a los hoteles de lujo… En el puente de Londres, ya a pie, nos llamaron la atención los trileros embaucando con su habilidad a incautos viandantes.

No puedo por menos de consignar, entre los aspectos negativos de Londres, la caótica mezcla de edificios clásicos, más o menos respetados o restaurados, con las modernas y elevadas construcciones de cristal y acero, el estado deteriorado y vetusto del metro, el tráfico con constantes atascos por calles estrechas cuando cometimos el error de coger un taxi.

El principal aspecto positivo de Londres ha sido para mí acoger en la James Freeman Gallery la exposición de dibujos de mi hijo Guillermo Martín Bermejo, a la que dedicaré una próxima entrada de este blog. Y que estará abierta al público hasta el próximo día 23 de diciembre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

27 de noviembre de 2022

Guillermo en Londres

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

Mañana, 28 de noviembre, viajo a Londres con Angelina, mi mujer. Aunque sería más apropiado decir que Angelina viaja conmigo, pues ella es la viajera, que tiene a gala haber visitado 34 países, y algunos más de una vez, incluso ocho veces en el caso de Argentina.

El objetivo principal de nuestro viaje a Londres es asistir a la inauguración de la exposición de mi hijo Guillermo en la James Freeman Gallery. Ya en diciembre de 2020 expuso Guillermo en esta galería una colección de dibujos con el título The Draughtman’s Song, “La canción del dibujante”, que agrupaba retratos de músicos como Tchaikovsky, Prokofiev y Rachmaninov; escritores como Gore Vidal, Evelyn Vaugh, Bertold Brecht y Ramón del Valle Inclán, y poetas como W. H. Auden, George Trakl y Rainer Maria Rilke, junto a composiciones y retablos alegóricos como “Las conversaciones entre San Francisco y sus compañeros en el Monte La Verna” y “Los cuentos de Canterbury”.

Estos dibujos, de una técnica depurada y trabajada perfección de los trazos, están realizados sobre páginas de libros viejos.

Rememoro la polifacética trayectoria de Guillermo Martín Bermejo, después de su formación en la Academia Peña de Madrid, que fue pasando por el diseño gráfico, el dibujo naif, el óleo sobre tabla, lienzo y otros soportes, para centrarse últimamente con exclusividad en el dibujo a lápiz y con preferencia en el retrato, incluido el autorretrato.

¡Qué tiempos, querido hijo –tú te diriges a mí como “pater”–, en que yo te acompañaba a las exposiciones, en Caja España de Valladolid, en la Casa de la Cultura de Las Rozas y en la Fundación Santiago y Segundo Montes de Valladolid!

Después expondrías, por citar solo algunas de las exposiciones más importantes, en el Museo Carmen Thyssen de Málaga (2017), en la Real Academia de San Fernando, Madrid (2018) y en el Museo Lázaro Galdiano, Madrid (2019-2020). El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid adquirió en 2020 una serie de dibujos tuyos para su colección.

A mí me gustan especialmente aquellos dibujos tuyos en los que los personajes retratados aparecen en un fondo de paisajes con árboles, casas y pájaros entre el realismo poético y la evocación onírica.

Si de tu madre, a la que adorabas, heredaste el don para el dibujo, quiero pensar que algo de tus dotes literarias te ha llegado de mis genes y los de tu abuelo, mi padre, Francisco Javier Martín Abril. A tu primer libro de memorias Viaje de invierno (2016) –sí, hay que recordar a Schubert–, siguió en 2021 Línea imagen, donde te revelas como singular poeta.

La exposición del día 1 al 23 de diciembre ha prometido visitarla el director de la National Gallery de Londres, Gabriele Finaldi, quien en carta a Guillermo le da la enhorabuena por sus “dibujos elegantes y hechos con una atención cuidadosa y una sensibilidad especial”.

Le exposición lleva el sugerente título de Softly Round Your Sleeping Head, “Suavemente alrededor de tu cabeza dormida”, tomado de un poema de Auden.

 

 

 

 

 

 

 

20 de noviembre de 2022

A la orilla del tiempo con Marifé

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

La tarde noche segoviana del pasado miércoles 16 de noviembre podríamos haberla dedicado a otras actividades, pero el grupo de unas cincuenta personas que nos congregamos en la librería Intempestivos habíamos elegido este cálido templo de los libros para asistir a la presentación de Reflexiones a la orilla del tiempo: Algunos tés imprescindibles, de Marifé Santiago Bolaños, quien estuvo acompañada por el periodista cultural y escritor José Antonio G. Municio y por Mercedes Gómez Blesa, catedrática de Filosofía y ensayista.

Me gusta, de entrada, el acierto de Marifé para titular sus obras. Rememoro algunos títulos con que nos deleitó a los contertulios de “El libro del mes” en el restaurante El Espino, regentado por la incomparable Isabel Codina en El Espinar: El jardín de las favoritas olvidadas, el 2 de noviembre de 2005; La canción de Ruth y El tiempo de las lluvias, el 5 de abril de 2011; Nos mira la piedad desde las alambradas, el 7 de mayo de 2014; El país de los pequeños placeres, el 22 de abril de 2015; Cuadernos de la niña escondida, el 28 de febrero de 2017; Teoría de los matices, el 2 de octubre de 2019. Luego vino la pandemia del covid.

Después de las palabras de saludo y agradecimiento de Marifé a los presentes, abre la reunión del 16 de noviembre Municio –me parece oír que Marifé y Mercedes le llaman “Muni”– leyendo un texto en el que yo no sabría distinguir las citas literales de la obra de Marifé que nos ocupa de sus propias palabras: hasta tal punto se identifica Municio con el pensamiento y el estilo de Marifé.

A continuación Marifé y Mercedes van desgranando en diálogo esclarecedor los capítulos que integran las Reflexiones a la orilla del tiempo. En esta ocasión, por razones obvias, sin los imprescindibles tés con que concluyen estos escritos, en algunos casos tés añadidos a lo ya publicado en distintos medios.

Como recalca la misma Marifé, esos tés son la oportunidad de encontrarte y conversar con personas queridas y admiradas, encuentros que jalonan una década de la vida de la autora y que ella ha querido reunir con “momentos en marcha” y los recuerdos En busca del tiempo perdido. “Una pérdida –escribe Marifé– que no supone abandono o descuido, sino el dejar inevitable que va construyendo la partitura de nuestra existencia”.

Me confirman las Reflexiones a la orilla del tiempo algo que vengo experimentando en mis lecturas desde hace muchos años: los géneros literarios son un artificio inventado por los teóricos de la literatura, que en realidad se funden en prosa o verso, en narración o poesía, en teatro o historia, en ensayo o cuento… Son estas Reflexiones un libro de apuntes biográficos y viajes, de conversaciones y sueños, de diarios y testimonios.

Sobrevuelan toda la obra de Marifé las alas inspiradoras de María Zambrano. Sí, había que poner por escrito lo que no se podía nombrar.

La biblioteca sin libros de los padres de la autora fue el comienzo de su propia colección de libros, que hay que ordenar todos los diciembres.

Cuando Marifé habla del exilio y de los exiliados, con Antonio Machado, su madre, su hermano José, su cuñada y sus sobrinas a la cabeza, o de aquella madre que se desmaya al cruzar la frontera con su hija en brazos, quiere defender la esperanza en una vida con libertad, con escuelas para las niñas y los niños, que nadie tenga que “servir” o que abandonar las raíces maragatas, los pueblos sin maestras.

Del repertorio de nombres que jalonan estas Reflexiones, querría destacar como colofón de este comentario a la ya mencionada omnipresente María Zambrano, a Victoria Subirana maestra esencial, a la compositora musical segoviana María de Pablos, a la que yo, amante de la música, no conocía en laguna imperdonable, y al señor de Morriondo, con su jardín de pinos, porque plantar un árbol (y yo he plantado varios en mi antigua casa de Las Rozas, donde vivió María Moliner, y en la actual de El Espinar) es abrirse a la vida bajo la sombra protectora del amor.

Gracias, Marifé, por tus palabras, tus escritos y tu vida, que compartes generosamente con quienes tenemos la fortuna de conocerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

13 de noviembre de 2022

Cuanto sé de mí

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Varias instituciones españolas, entre ellas el Ministerio de Cultura y Deporte, el Gobierno de Cantabria, la Comunidad de Madrid y la Biblioteca Nacional de España, se han unido para patrocinar y promover en dicha Biblioteca una magna exposición sobre la vida y la obra de José Hierro con el título de “Cuanto sé de mí”, que es también el título de un libro de poemas del poeta publicado por primera vez en el año 1957 en edición de Ágora.

Es esta exposición, junto con el Catálogo que la acompaña, el mejor homenaje que podía rendirse a José Hierro en el centenario de su nacimiento (1922-2022). Agradezco a la Asociación Plaza Porticada, a su presidenta Elena G. Botín y a su secretaria Pilar de la Torre, la oportunidad de visitar la exposición bajo la guía magistral del periodista y profesor Eduardo Ruiz-Ocaña. Me ha producido gran satisfacción coincidir en la visita con varios grupos de colegiales que seguían con interés y seriedad los pasillos de la exposición.

La muestra recorre la trayectoria vital del poeta al hilo de sus publicaciones, cuyas distintas ediciones se exponen en vitrinas, de sus pinturas, dibujos y collages, y de sus premios literarios y galardones, cuya mera enumeración ocupa toda una pared.

Se ilustran las etapas de la vida de Hierro con numerosas fotografías, en las que aparece con familiares, con los principales poetas y escritores de la época y con artistas y pintores de diversa adscripción.

Él se consideraba deudor de Juan Ramón Jiménez, de los poetas de la Generación del 27, de los “septentrionales”, al frente de los cuales se sitúa Gerardo Diego, de Rafael Alberti, como él también pintor, Pedro Salinas, Rubén Darío y Antonio Machado. Otras lecturas que influirán en su formación son obras de Baudelaire, Dickens, Dostoievski y Proust, sin olvidar a Baroja, Miró y Ortega.

Pero la poesía de Hierro muestra un sello inconfundible, desde los primeros poemarios Tierra sin nosotros y Alegría (1947) hasta su Cuaderno de Nueva York, ciudad a la que viajó en tres ocasiones, publicado por primera vez en 1998.

Su visión es introspectiva, pero de ese yo de Cuanto sé de mí, yo que se manifiesta en sus numerosos autorretratos, el poeta se abre a los demás hombres, sus hermanos.

 

Había leído Hierro con especial interés a Lope de Vega y Calderón, y pueden rastrearse en su poesía citas literales de ambos autores. Se le califica a Hierro, además de como poeta, de dramaturgo y cuentista, aunque en estos campos su producción es escasa.

Entre los premios con los que fue galardonado suele destacarse el prestigioso Adonais de poesía, que le concedió en el año 1947 por su obra Alegría un jurado compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Enrique Azoaga y José Luis Cano. A este premio se unirían más tarde el Príncipe de Asturias de las Letras (1981), el Nacional de las Letras (1990) y el Cervantes (1999), entre otros muchos.

Por su cercanía a mí, quiero acabar esta semblanza de José Hierro con unos versos de Angelina Lamelas, que en su libro Personajes de mi vida (2021) recuerda los talleres de poesía que hizo con él en el palacio de La Magdalena:

 

DESPUÉS DE HIERRO

Había que volver y era difícil

Porque tú no estabas.

Todo sonaba a Hierro.

Las olas iban y venían

llenándose de versos consumados.

[…]

La eternidad te sentaba muy bien

porque, de pronto, dejaste de toser

y sonó tu voz camino del Palacio,

tu voz entre los pinos y las rocas,

como si respiraras a pleno pulmón

y para siempre.

 

Un poeta, José Hierro –y esto lo añado yo– que, más allá de los versos, supo tallar la belleza inconfundible y eterna de la palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6 de noviembre de 2022

El libro del mes presencial y virtual

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

El pasado miércoles 2 de noviembre hemos reanudado de manera presencial la tertulia El libro del mes, en el acogedor marco de El Espino, restaurante que regenta con buen hacer y amor Isabel Codina.

Durante algún tiempo en la pandemia mantuvimos las tertulias por wasap. Pero es evidente que el calor de la presencia física y de la palabra comunicada en vivo no puede compararse con ningún otro medio informático o digital.

Aunque el dicho latino sostiene que “Verba volant, scripta autem manent”, o sea, que “Las palabras vuelan, mientras que los escritos permanecen”, lo hablado en una reunión presencial nos llega al corazón y a la mente de forma inmediata, mientras que la escritura no goza de esta cálida virtud.

A la primera tertulia presencial asistieron diecisiete contertulios, que evidenciaron su contento de volverse a encontrar. Pero como mantenemos el grupo de wasap, yo, como organizador de estas reuniones, he tenido la satisfacción de comprobar que otros muchos asiduos a las tertulias que por diversas causas no pudieron asistir a la primera cita se apuntaron a hablarnos en el grupo virtual del libro o los libros que más les habían gustado durante la pandemia. Hasta cincuenta participantes digitales demostraron que la lectura nos une y enriquece.

En los títulos recomendados por los asistentes físicos y virtuales hay una riquísima variedad de registros, desde clásicos imperecederos, como De rerum natura, de Lucrecio, a los más recientes La peste, de Albert Camus, y el Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Varios tertulianos coincidieron en El infinito en un junco, de Irene Vallejo, y en las obras de la premio Nobel Annie Ernoux, como La place No faltaron las recomendaciones de Coser y contar y Voces remotas, de Ignacio Sanz, y Angus diaboli, de José Antonio Abella, autores que tan buenos ratos nos han hecho pasar en pasadas tertulias.

A riesgo de dejarme en el tintero alguna recomendación, enumero La novela posible, de José María Merino; Dignos de ser humanos, de Rutger Bregman; El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl; Sapiens, de Yuval Noah Harari; La vida (y la muerte) contada por un sapiens a un neandertal, por Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga; Pequeña historia de ayer, de Mercedes Formica; Corazón herido, de Almudena Grandes; las trilogías Africanus, de Santiago Posteguillo, y Terra alta, Independencia y El castillo medieval, de Javier Cercas; El iris silvestre, de Louise Glück; Personas decentes, de Leonardo Padura; El adversario, de Emmanuel Carrere; Hammet, de Maggie O’Farrel; los discursos Silencio y Razón de teatro, de Juan Mayorga; Emocionarte, de Carlos Amor; Será larga la noche, de Santiago Gamboa; La resolana y Larguero, de Emilio Miguel López Laorga; La solución de los telómeros, de Elizabeth Blackburn; Adiós a los bancos, de Ángel Fernández Ordóñez; y la novela gráfica Pinturas de guerra, de Ángel de la Calle.

Imposible que, en tal variedad de títulos y géneros, el lector de este blog no encuentre alguno que le satisfaga y participe así a distancia de la tertulia El libro del mes.

 Y a la vista de varias coincidencias, habrá que declarar “Libro del año”, como hacíamos en las tertulias colectivas del mes de enero, al maravilloso El infinito en un junco, de Irene Vallejo, cuyo discurso en la Feria del Libro de Frankfurt sobre la traducción y los traductores no puedo por menos de recomendaros.

 

 

 

 

 

 

 

30 de octubre de 2022

La Ley Trans

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

La Ley Trans es como se conoce abreviadamente la “Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI”.

O sea, que en las informaciones y en los debates que han llegado al público se pone el acento en lo concerniente a las personas trans, mientras que se pasan por alto o se dan por supuestos los derechos de las personas LGTBI.

No tengo muy claro que la mayoría de la gente sepa lo que significa la sigla LGTBI. Esta sigla comenzó siendo LGTB, o sea, lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. Pero se alzaron protestas de quienes no se consideraban representados por ninguna de estas categorías y se propuso ampliar la sigla con las letras I, intersexual, o sea, que presenta conjuntamente caracteres sexuales masculinos y femeninos, Q, queer, de género no definido, y A, asexual.

En cualquier caso, la Ley Trans se limita a las “Políticas públicas para personas LGTBI”, como reza el Capítulo II del Título I de la Ley. A las personas Q, de género no definido, y A, asexuales, la Ley no las tiene en cuenta. El Título II está dedicado a las “Medidas para la igualdad real y efectiva de las personas trans”.

Yo, qué quieren que les diga, soy más de defender los sexos tradicionales, hombre y mujer, reservando el género a las categorías gramaticales, masculino, femenino y neutro.

Por mi formación clásica, sé que el término lesbianas proviene de Lesbos, en la antigua Grecia, donde ya hubo mujeres atraídas sexual o afectivamente por otras mujeres. Y, aunque no se llamaran gays, la predilección de varones griegos y romanos por efebos está asimismo atestiguada al menos desde aquellos tiempos. Otras variantes de la “identidad de género” son más recientes, o al menos han salido a la luz en tiempos modernos.

La Ley sostiene las políticas públicas para promover la igualdad efectiva de las personas LGTBI y las medidas para la igualdad real y efectiva de las personas trans, basándose en numerosas legislaciones internacionales y nacionales.

Pero la medida que más polémica ha suscitado, incluso entre partidarios del PSOE, ha sido la norma que avala el cambio de sexo en el registro civil sin informes médicos ni tratamientos, a saber, la llamada “autodeterminación de género”. Un sector feminista teme que la autodeterminación de género puede suponer “un borrado de las mujeres” y dañar la lucha por la igualdad. Entre las socialistas más críticas con esta medida se encuentra la exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo.

Otra norma de la Ley Trans que también ha suscitado rechazo en amplios sectores, no solo del centroderecha, sino también de la izquierda, es el cambio de sexo en el registro de forma autónoma desde los 16 años y de los menores entre los 14 y los 16 años asistidos por sus padres o tutores legales, mientras que los menores de 12 y 13 años necesitarán autorización judicial para el cambio.

Hay una tendencia en toda esta legislación de la Ley Trans, que provoca rechazo en amplias capas de la población, y es la postergación de la naturaleza biológica en favor de la propia voluntad y decisión, a menudo mal informada.

Quienes defienden lo natural en el medio ambiente, lo que debe ser aplaudido, relegan hasta extremos inauditos los caracteres de la sexualidad biológica. Y no tienen en cuenta que la mayor diferencia entre hombres y mujeres es su sentido de la identidad sexual, que a su vez se relaciona con mecanismos neurológicos que dan lugar a comportamientos distintos en los dos sexos.

Pues ¡que viva la diferencia!

 

 

 

 

 

 

 

23 de octubre de 2022

Porcentajes, millones y siglas

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Con motivo de la inflación, que padecemos, y de los Presupuestos Generales del Estado, que padeceremos, el Gobierno, los políticos y los medios de información se empeñan en hablarnos en porcentajes, millones y siglas.

La inflación, o sea, según el Diccionario de la Real Academia, la “Elevación del nivel general de precios”, ha intensificado la costumbre, que viene de atrás, de expresar en porcentajes o tantos por ciento esa subida de precios, y muy en particular del índice de precios al consumo, a saber del IPC. Lo ven, una sigla. Y si me pilla distraído y el informador de turno no se toma el trabajo de desglosarla, pues que no me entero.

Como no me entero cuando me dicen que el IPC ha subido en septiembre de 2022 un 9,0% de acuerdo con el indicador elaborado por el INE. La información de donde tomo este dato da por supuesto que todos sabemos así de pronto que las siglas INE corresponden al Instituto Nacional de Estadística. Y tampoco yo averiguo por esa noticia de si la subida del 9,0% es muy elevada, o normal, y cuánto representa en cifras absolutas.

Con frecuencia datos de este tipo se acompañan de unas gráficas que muestran la evolución en meses y años anteriores de la subida en cuestión, pero de nuevo en porcentajes. ¿Acabarán de una vez diciéndonos a cuánto asciende en números absolutos tal elevación?

A mí me gustaría saber cuánto me cuesta en septiembre de 2022 media docena de huevos, que es la cantidad que suelo comprar, en comparación con lo que me costaba el mes o los meses anteriores. Me dirán que eso ya lo sé por propia experiencia sin que me lo digan los estadísticos. Vale. Pero entonces sus informes no me sirven de nada, si no me permiten comparar lo que yo experimento con lo que experimenta la gente a nivel nacional.

Si me interesa saber a cuántas personas ha llegado el IMV en determinada fecha, no me basta con que me digan que se ha beneficiado de él tal porcentaje de hogares o personas, sino a cuántos hogares y a cuántas personas. Y eso después de aclararme que IMV son las siglas del ingreso mínimo vital, una prestación del INSS, o sea, del Instituto Nacional de la Seguridad Social.

Vayamos ahora a los millones. En los Presupuestos Generales del Estado se barajan cifras millonarias que al ciudadano corriente como yo le dejan frío. Si ya me cuesta saber qué significa en comparación con mi exigua economía la cantidad pongamos de 750.000 euros, los cientos o miles de millones, por ejemplo, de los fondos europeos, o de lo que prevé recaudar el Estado a golpe de impuestos, no tienen comparación posible con los números que manejamos el común de los mortales.

Lo que sí tiene experimentado cualquier ama o amo de casa es que, si los gastos superan a los ingresos, la ruina está garantizada. Por eso, la descomunal deuda pública del Estado español, aunque el dato de que alcanzó en el primer trimestre de 2022 un 117,4% del PIB (por favor, producto interior bruto) no nos diga gran cosa, como tampoco las cifras absolutas de 1.491.447 millones de euros, nos dejan claro que España está en quiebra.

A ver cuál es el Gobierno guapo que le pone el cascabel al gato.

 

 

 

 

 

 

16 de octubre de 2022

Independencia del poder judicial

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Estamos acostumbrados a que, cuando se habla de jueces y magistrados, se les adscriba a alguna de las asociaciones judiciales existentes, como la Asociación Profesional de la Magistratura, la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, Juezas y Jueces para la Democracia y el Foro Judicial Independiente.

Las asociaciones mayoritarias, y los jueces y magistrados que a ellas pertenecen, suelen tener un carácter conservador o progresista. Nada impide a los miembros del poder judicial pertenecer a una de tales asociaciones, mientras que el Artículo 127 de la Constitución prohíbe expresamente a jueces y magistrados, mientras estén en activo, ingresar en partidos políticos y sindicatos.

Todos conocemos a jueces y magistrados de ideas socialistas o de derechas, por usar una terminología que necesitaría ser matizada, pero que a grandes trazos me sirve para lo que quiero expresar. Y es que, como cualquier ciudadano, un juez y un magistrado son muy libres de profesar las ideas políticas que mejor cuadren con sus principios y mentalidad, siempre y cuando respeten el Artículo 117 de la Constitución, que reza así:

“La justicia emana del pueblo y es administrada en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley”.

Ahora bien, difícilmente podrán jueces y magistrados ser “independientes” y “sometidos únicamente al imperio de la Ley”, si su nombramiento y promoción dependen de uno u otro de los partidos políticos mayoritarios.

¿Por qué muestran los líderes de dichos partidos políticos, y muy especialmente cuando han alcanzado el poder al frente del Gobierno de la nación, un tan manifiesto interés en que los nombramientos de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo sean de su atribución? Si tuvieran la convicción y la experiencia de que ningún juez, magistrado o fiscal se presta a las injerencias y presiones del poder ejecutivo, del legislativo o de la oposición, dejarían, como ha demandado la Unión Europea, que fueran los propios jueces los que eligieran y nombraran a los integrantes de las altas instituciones de la judicatura, guiados por criterios de valía profesional.

Hay otra cuestión respecto a la independencia de jueces y magistrados, que quizá sea de carácter más teórico. Le planteaba yo a un magistrado que fue del Tribunal Supremo la siguiente pregunta: ¿Cómo puede ser independiente el poder judicial si jueces y magistrados tienen que aplicar las leyes emanadas del poder legislativo?

A lo que mi interlocutor me contestó que toda ley se presta a una interpretación que depende del buen juicio y de la talla intelectual y moral del jurista en cuestión.

O sea que, a fin de cuentas, la independencia del poder judicial frente al legislativo se basa en la valía ética y profesional de las personas que ostentan ese poder.

Lo cual podría ampliarse a la famosa separación de los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, base según Montesquieu del Estado de derecho y de la democracia: esta separación funcionará si quienes ejercen tales poderes demuestran independencia y honestidad en el ejercicio de sus funciones.

 

 

 

 

 

 

9 de octubre de 2022

Mi nómina incompleta de periódicos y periodistas

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Comienzo esta entrada de mi blog sin saber a ciencia cierta sobre qué escribir. He leído, como todos los días, el periódico en papel ABC a ver si alguna noticia o algún artículo me inspiraba.

Vengo advirtiendo desde hace tiempo que muchos columnistas compiten en un denodado esfuerzo por ser originales, por dar a su escritura un aura de esoterismo, o manejar claves que al lector corriente como yo le son desconocidas. Con lo cual he dejado de leer a bastantes articulistas a los que no entiendo. Es posible que la causa esté en mi ignorancia o desinformación. Pero ¿por qué no informan previamente de lo que luego comentan? Dan por supuesto que todos estamos enterados de ciertos entresijos y personajes de la actualidad.

Autores que antes colaboraban con ABC dejaron de hacerlo, por causas que no siempre han aclarado, y actualmente firman artículos de opinión en El Debate, diario digital que dirige quien fuera director de ABC, el periodista gallego Bieito Rubido. Entre estas firmas suelo leer con aprovechamiento y deleite a Alfonso Ussía, Luis Ventoso y Ramón Pérez-Maura.

En ABC siguen contando con mi lectura más o menos asidua Ignacio Camacho, José María Carrascal, Isabel San Sebastián, Pedro G. Cuartango y Gabriel Albiac.

También frecuento otro periódico, Libertad Digital, que, como su nombre indica, no se edita en papel. En su nómina de articulistas más o menos habituales suelo leer a Emilio Campmany, José García Domínguez, Cristina Losada, Pablo Planas, Pablo Molina, Carmelo Jordá, Cayetano González, Zoé Valdés y Jesús Laínz.

Mientras escribía esta relación incompleta de periodistas y periódicos que leo, me llega la noticia del fallecimiento de Juan Jesús María, al que todos conocíamos como Chuso, editor del Periódico de El Espinar desde hace 26 años. Estaba yo a punto de mandarle mi habitual colaboración para dicho periódico, cuando mi yerno me comunica la muerte de este incansable y entusiasta promotor de la cultura en El Espinar. Formaba parte de El Puntillo Canalla, era el alma del Festival de Música en la Calle, FEMUKA, y colaboraba con el Centro de Iniciativas Turísticas, entre otras múltiples actividades.

Me llama desolada Elisabet Michot, fundadora y presidenta de Música para Salvar Vidas, que tenía en Chuso a un colaborador todo terreno para su obra en favor de los huérfanos de Uganda, y muy en especial en lo relacionado con las actuaciones del conjunto vocal Aba Taano.

Y tanto ella como todos los que le conocimos y trabajamos con él le apreciábamos como amigo.

Querido Chuso, ya te echamos de menos. Descansa en paz.

 

 

 

 

2 de octubre de 2022

Palabras, palabras, palabras

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Tanto en mis artículos para la prensa, como en mis libros publicados y en las entradas de mi blog, me he interesado por las palabras, por sus significados y por el uso que hacemos de ellas.

De 2012 data la edición de Cómo hablamos y escribimos, libro en el que trato de los usos del lenguaje, o sea de las palabras, y de su evolución. Y el último de mis libros, que vio la luz en el año 2020, lleva por título Las palabras y la vida, que era también como se llamaba mi sección semanal en las páginas de Opinión de El Adelantado de Segovia durante más de 15 años.

A mi afición por los crucigramas, que sigo cultivando, se ha unido recientemente un nuevo juego, que me descubrió mi dentista y al que se accede por internet con el nombre de “Wordle español hoy”. Se puede jugar en cuatro modalidades: normal, modo tildes, modo científico y modo contrarreloj. En cualquiera de ellas hay que acertar con la palabra propuesta llenando con letras los recuadros en blanco del puzle sin sobrepasar el número de líneas de cada modalidad. Cuando aciertas una letra, esta aparece en amarillo si no está en su sitio y en verde si lo está. Las letras que aparecen en gris oscuro no pertenecen a la palabra que hay que acertar, por lo que deben descartarse.

Jugar con las palabras es, según los especialistas, una buena forma de mantener, e incluso de aumentar, la agilidad mental, la memoria, la capacidad de prestar atención y el conocimiento del vocabulario y del lenguaje.

Las palabras tienen una triple función principal: nombrar seres animados o inanimados, ser vehículo de todo tipo de significados y comunicarnos las personas.

En un hermoso capítulo del Génesis (2, 18-20), Dios Creador concede al primer hombre el don de poner nombre a todos los animales.

Más de una vez, al leer en los prospectos o escuchar en anuncios de la televisión, los nombres de medicamentos que muchos tomamos o usamos, desde los antiguos Aspirina, Optalidón, Primperán, Orfidal, Serc…, hasta otros más recientes, Paracetamol, Ibuprofeno, Omeprazol, Enalapril, Anlodipino, Bisoprolol, Trajenta, Arimidex, Lorazepán, Voltarén…, me he preguntado si tienen algún significado.

En mi ignorancia, le hice esta pregunta a una farmacéutica amiga.

–No significan nada. Les ponen esos nombres en los laboratorios o en las empresas farmacéuticas.

En cambio, los productos de herbolario, que yo prefiero a las medicinas, sí llevan los nombres de las sustancias que contienen: Propóleo, Equinácea, Melatonina, Maca, Luteína…

Pero la verdad es que, en resumidas cuentas, todos los nombres son arbitrarios. ¿Por qué llamamos perro al perro, águila al águila y rana a la rana?

Y, si en muchos casos los nombres tienen su origen en el griego o en el latín, al final también esas palabras griegas o latinas fueron asignadas de forma arbitraria a los seres o realidades que designan. ¿Por qué los romanos llamaron ‘aquila’ a esta majestuosa rapaz?

Se me ocurre, a manera de excepción, el nombre de mi pájaro preferido, el petirrojo, que sí responde a una característica de esta preciosa y sociable avecilla, el pecho rojo. Pero, de nuevo, ¿por qué llamamos rojo a este color de la escala cromática?

Así que, al final, todos los nombres son arbitrarios. Palabras, palabras, palabras.

 

25 de septiembre de 2022

Del deporte de competición al sano ejercicio físico

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

–Mira, Paco, estas manos llenas de artrosis después de toda una vida dedicada al tenis.

Quien así hablaba a Paco, o sea a mi padre, el escritor y poeta Francisco Javier Martín Abril, era su amigo Federico Couder Grijuela, que había disputado treinta campeonatos de España en treinta y ocho años de dedicación al tenis profesional. Su hijo, Juan Manuel Couder Sánchez, abrió la puerta a toda una generación de brillantes tenistas, como Andrés Gimeno, Manolo Santana, José Luis Arilla, Juan Gisbert y Manolo Orantes, entre otros que ahora no me vienen a la memoria.

Mi padre, que todo el deporte que había practicado en su vida se limitaba a unos paseos en bici por el Pinar de Antequera con algunos de sus hijos adolescentes, conservó hasta el final de sus días unas manos finas y elegantes, cuyo único ejercicio fue teclear en la máquina de escribir el artículo diario que luego enviaría al Ya, a La Gaceta del Norte, a la Agencia Logos o a El Norte de Castilla.

Me ha impresionado un dibujo publicado recientemente en el diario ABC, con las lesiones de Rafa Nadal localizadas en distintas zonas de su cuerpo. De las 14 reseñadas, me limito a mencionar las que me parecen más graves: fisura en el tercer arco costal izquierdo, desgarro abdominal, tendinitis y fractura en ambas rodillas, artroscopia en el tobillo derecho y síndrome de Müler-Weiss en el pie izquierdo.

El constante dolor causado por algunas de estas lesiones no ha impedido a Nadal ganar 90 títulos, de ellos 21 de Grand Slam, lograr 972 victorias y vencer en 63 campeonatos en tierra batida, entre los que sobresalen los de Roland Garros.

Hace unos días anunciaba su retirada del tenis de competición el suizo Roger Federer, que ya llevaba años ausente de los grandes torneos y que ha atribuido su retirada a la importancia de la paternidad, pero en esa decisión ha influido sobre todo su lesión del menisco derecho que degeneró en necrosis ósea. Ha jugado el viernes pasado su último partido en la Laver Cup, formando pareja con su rival y amigo Rafa Nadal frente a Sock y Tiafoe. Y aunque ha perdido, ha mostrado una vez más su tenis elegante, armonioso y eficaz.

La gran centrocampista del fútbol femenino Alexia Putellas estará durante un año alejada de los campos de juego tras ser operada de la rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda.

Otro destacado campeón que ha sufrido el calvario de las lesiones es el piloto de motociclismo Mark Márquez, que el pasado domingo 18 de septiembre solo pudo completar una vuelta y media en el circuito MotorLand Aragón.

A estos ejemplos, conocedores del deporte de élite más versados que yo podrían añadir sin duda otros muchos, que ponen de manifiesto los estragos que los durísimos entrenamientos y las no menos duras competiciones causan en la salud, la anatomía y la fisiología de los grandes campeones.

Mientras tanto los aficionados a los distintos deportes disfrutan con el espectáculo del “citius, altius, fortius”, con el “más rápido, más alto, más fuerte”, como reza el lema de los Juegos Olímpicos, sin cuidarse lo más mínimo de la tragedia de los ídolos caídos.

Ídolos que, mientras están en la cima, se preocupan, o deberían preocuparse, de invertir bien el dinero ganado y conseguir alguna ocupación o trabajo para hacer frente a un futuro menos glorioso.

Los médicos suelen recomendarnos a sus pacientes sedentarios que hagamos ejercicio y muy especialmente que caminemos.

Al escritor se le solía aconsejar “nulla dies sine linea”, ningún día sin escribir aunque solo sea una línea, siguiendo al pintor griego Apeles de Colofón, el cual, según Plinio el Viejo, no pasaba ningún día sin pintar al menos una línea.

Yo me digo a mí mismo que no deje pasar un día sin andar al menos una hora. Pero con harta frecuencia no cumplo tan sensato propósito.

 

 

 

 

18 de septiembre de 2022

Orden y TOC

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Sabía yo del amor de mi hijo Guillermo por el orden. Pero no conocía que un psiquiatra le diagnosticó, hace ya unos cuantos años, un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) que, según ese doctor, le habría provocado su empeño por tener todo ordenado, todo en su sitio.

He convivido a menudo con Guillermo y puedo dar fe de que esta convivencia es sumamente grata.

–Claro –me dirá quien nos conoce bien a ambos–, se junta el hambre con las ganas de comer, sois tal para cual.

Reconozco que me siento identificado con mi hijo en su afán por el orden, la limpieza y la organización.

Entre las obsesiones más comunes que caracterizan el TOC sí figura, aunque en un puesto poco relevante, el deseo de tener las cosas simétricas y en perfecto orden. Pero ni a mi hijo ni a mí este deseo nos ha provocado ansiedad o trastorno alguno.

Cuando mi mujer y yo vamos a pasar unos días a nuestra casa de El Espinar, en la que habitualmente vive Guillermo, nos la encontramos limpia y ordenada. Y, si Guillermo está, él se encarga de hacer la compra, la comida y, lo que es más encomiable, de recoger.

En las ventajas del orden para saber dónde están las cosas, por ejemplo los libros, y encontrarlas cuando las necesitamos, no necesito hacer demasiado hincapié, pues caen de su peso. De las posibles formas de ordenar una biblioteca he escrito en la entrada “Orden” de este blog.

Y algo muy importante para la convivencia pacífica de las personas ordenadas con las que no lo son tanto: los amantes del orden no imponemos, o nos esforzamos por no imponer, nuestras pautas de conducta a los que no tienen esta virtud.

Porque, sí, nadie nos convencerá de que no se trata de una virtud. Y, por supuesto, no es un TOC.

 

 

 

 

 

11 de septiembre de 2022

Santo Cristo del Caloco

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

 

He subido a tu ermita, Santo Cristo,

al pie del monte del Caloco.

Mis hijos y mis nietos me acompañan

en la mañana azul y transparente.

 

Después de años de pandemia,

el pueblo está anhelante

por venerar tu sacra imagen.

 

Grupos de todas las edades,

abuelos,  padres, madres,

y jóvenes y niños ya caminan

bajo frondosos álamos.

 

Descenso, mas después

hay que ascender, como tú

subiste con la cruz a cuestas.

 

Recuerdos de mi infancia,

montados en borricos de Domingo

de Ramos, que son fiestas.

 

Acógenos, Jesús, en la explanada

ante la ermita centenaria

en vuelo de campanas.

 

Preparado el altar del sacrificio,

los panes que multiplicaste,

y yo estoy a tus pies.

 

Bajo a buscar a mi mujer,

un regalo de luz

de tu Padre

en mis años longevos.

 

No cesan de subir más convecinos,

yo voy contracorriente,

y me abrazan los montes

grises y verdes,

rocas y pinos bajo el cielo azul.

 

Ya junto a mi mujer,

presencio, Santo Cristo, tu llegada

al pueblo. Me emocionan

los acordes solemnes de la banda.

 

Cae la tarde 

y la iglesia se llena

de fieles y de flores.


 

 

 

 

 

4 de septiembre de 2022

El mapa de la URSS, Gorbachov y Putin

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

De su época de profesora conserva mi mujer un mapa de Europa del tamaño de un mural, que en la actualidad cuelga de la pared a la entrada de la cocina. Según reza en la esquina inferior izquierda, está editado en Barcelona por la Editorial Vicens Vives y el Depósito Legal data del año 1988.

Con cierta frecuencia me quedo mirándolo y, desde la invasión de Ucrania por el ejército ruso, me he preguntado cómo contemplará un mapa similar el dictador Vladimir Putin y qué sentimientos despertará en él observar la enorme extensión que abarcaba todavía en aquel año la U.R.S.S. (así escrita esta sigla en el mapa en cuestión, con puntos entre las letras, cuando hoy la Real Academia Española aconseja su escritura sin puntos).

Lindaban por entonces con la URSS, de norte a sur, en Europa, Noruega, Finlandia, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y Turquía. Los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania–, Bielorrusia, Moldavia, Ucrania, Georgia, Armenia y Azerbaiyán pertenecían a la URSS, además de las repúblicas asiáticas que no aparecen en el mapa que me ocupa.

Sin estas coordenadas geográficas y sin la nostalgia de pasadas grandezas, no entenderemos la invasión de Ucrania, que Putin llama “operación militar especial” y que en cualquier momento puede extenderse a otros países que se independizaron en 1991, a raíz del referéndum convocado por el entonces presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, en el que Moscú preguntó a los electores si aprobaban el mantenimiento de la URSS como una “federación renovada”. “De las 15 repúblicas que formaban la URSS, seis (las bálticas, Moldavia, Georgia y Armenia) lo boicotearon y el 78 % contestó afirmativamente, pero no sirvió de nada” (Pedro Fernández Barbadillo, “Gorbachov: el hombre que mostró el fracaso del comunismo”, artículo publicado en Libertad Digital el 31/8/2022, cuya lectura recomiendo).

Como sigue refiriendo Fernández Barbadillo, el 21 de diciembre de ese año, 12 de las repúblicas soviéticas (todas salvo Georgia y las tres bálticas) suscribieron el Acuerdo de Almá-Atá), que ordenaba la desaparición de la URSS. Rusia sucedía a esta.

Gorbachov, al que con ocasión de su muerte numerosos líderes mundiales elogian por la renovación que implantó en la URSS, no era un socialdemócrata al estilo occidental, sino un comunista convencido que, eso sí, quería modernizar el país y salvarlo de su hundimiento económico. Fracasó en ambos intentos.

¿Cómo no entender la frialdad con la que el actual autócrata ruso ha despedido al presidente que en 1991 acabó con la grandeza, aunque solo fuera en extensión territorial, de la URSS?

Mientras algún mapa como el de 1988 que cuelga en la cocina de la casa de mi mujer recuerde a Vladimir Putin el poderío geográfico de la URSS no cejará en su empeño de recuperar países como Ucrania que se independizaron y hoy aspiran a formar parte de la Unión Europea.

 

 

28 de agosto de 2022

El cielo azul de Santander

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

El cielo azul de Santander, como la lluvia en Sevilla, es una maravilla.

El dicho de la lluvia en Sevilla se lo hacía repetir, en la versión española de My fair lady, el profesor de inglés Henry Higgins, o sea Rex Harrison, a la vendedora Eliza Doolittle, o sea Audrey Hepburn, para que mejorara su lenguaje y así pudiera convertirse en una dama.

Pero ¿por qué el cielo azul de Santander y la lluvia en Sevilla son una maravilla?

Pues por su carácter excepcional. Ya lo avisa el refrán: “Todos los días gallina amarga la cocina”.

Si en Santander luciera el cielo azul con mayor frecuencia, dejaría de fascinarnos, o al menos fascinarme a mí, como estos días pasados del mes de agosto. Lo habitual en Santander son los días nublados, o con neblina, o con celaje, fenómenos atmosféricos en los que influyen la proximidad del mar y la Bahía.

¡Ah, pero esperen ustedes a que el cielo copie del mar en calma su nitidez azul! ¿O es a la inversa? ¿Es el mar el que se torna azul por la nitidez del cielo sin nubes?

En mi paseo por la playa del Sardinero me he detenido a contemplar el mar, que rivaliza con el cielo en límpido azul y el alma me serena.

O también desde la playa de la Magdalena, con quietud de la Bahía sin olas para que los niños se bañen sin los riesgos de la cercana playa de los Peligros, se puede distinguir con plena claridad Peña Cabarga y el Pico de Solares, normalmente envueltos en bruma.

Los habitantes del norte cántabro bajaban –¿o subían?– a Castilla, a la meseta, para secar el pulmón.

Del poeta santanderino Gerardo Diego todos recordamos el soneto “Al ciprés de Silos”. Menos conocido, creo yo, es su Manual de espumas, obra ultraísta de 1924, en la que está presente el mar Cantábrico, como en toda su vida, “mi cántabro mar maestro”, envuelto en sus grises acostumbrados.

Por eso, ya digo, el mar y el cielo azul de estos días pasados luce más por su excepcionalidad. Amamos más lo poco usual que lo corriente, que “ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul”, verso del poeta clásico Lupercio Leonardo de Argensola, que lo remata así: “¡Lástima que no sea verdad tanta belleza!”.

No sé si los científicos, con Argensola, dudarán de la existencia del cielo azul.

A mí me ha iluminado el dolorido sentir, a punto ya este verano de decir adiós a Santander.

 

21 de agosto de 2022

La sexta hermana

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Hace algo más de cinco años y medio uní mi vida a la de la escritora santanderina Angelina Lamelas. Angelina ha publicado hasta el día de hoy 19 libros, el más reciente de los cuales es un precioso álbum con numerosas fotos que en cuatro apartados trata de La familia, Amistades, Escritores y Encuentros.

En este libro y en otros escritos, Angelina habla de sus nueve hermanos. Yo, como el doctor don Gregorio Marañón, que tan importante papel desempeñó en la vida de José Antonio Lamelas González, eximio cardiólogo y padre de once hijos, aprendí a nombrar por su orden a estos vástagos: María Luisa, Angelina, José Antonio, Teresa, Ana, Ricardo, Diego, Carmen, Elena, Javier y Marta, que solo vivió dos días.

He tenido la suerte de conocer y tratar a siete de estos hermanos de Angelina: María Luisa, Tere, Ana, Ricardo, Diego, Carmen y Javier. José Antonio había fallecido cuando yo entré a formar parte de la familia Lamelas Olaran.

¿Y a Elena, la sexta hermana? Pues no la he conocido más que por fotos hasta hace cinco días, porque reside en Benicassim. Más de una vez nos hemos propuesto Angelina y yo viajar a Benicassim, pero por unas causas u otras no hemos llegado a realizar este viaje.

Así que ha sido ella, la menor de las hermanas Lamelas Olaran, la que ha venido a Santander, acompañada de su hija Helena, su marido y su hijo Ramón, o sea el yerno y el nieto de Elena, su otra hija Belén con su marido Víctor y sus hijos Álvaro y Víctor, o sea el otro yerno y los otros dos nietos de Elena.

Mientras escribía estas líneas se me ocurría pensar en la importancia que en todas las familias, y más en las numerosas, tiene un árbol genealógico, como el que en su día confeccionaron e hicieron imprimir de la familia Lamelas Olaran Angelina y su hijo José Antonio Fúster Lamelas. Árbol que se ha quedado obsoleto por los nuevos descendientes que han ido naciendo en fechas posteriores.

No tengo más remedio que ponderar la simpatía y la belleza de Elena, la sexta hermana, cuando la contemplo al natural en casa de Tere, donde se aloja estos días. Sí, como dice Angelina de ella en Personajes de mi vida, “salió guapa y resultona”. Y para su satisfacción, en Benicassim y en el Grao de Castellón residen también sus hijos y nietos.

Es Elena muy buena conversadora y relata con acierto las peripecias de su vida, captando el interés de su interlocutor, que en este caso soy yo. Se sobrepone sonriente a los trances amargos que, junto a muchos felices, han jalonado su existencia.

Asiste junto a Tere, Carmen, Ana, Angelina, María Luisa, Javier, Gonzalo, hijo de Tere, y sus ya mencionados hijos y nietos, a la misa que todos los veranos por estas fechas celebra Ángel Camino, sacerdote agustino, primo de los Lamelas Olaran, por los difuntos de la familia.

A mí me invita Ángel Camino a leer la epístola, la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, de la festividad del santo del día, el agustino recoleto San Ezequiel Moreno. No puedo por menos de recordar que años anteriores hacía esta lectura el marido de Tere, el magistrado Javier Sánchez Pego, al que Ángel Camino dedica un sentido y merecido elogio.

Nos despedimos de Elena Angelina y yo asegurándole que la visitaremos en Benicassim. Elena nos promete una paella.