Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Una amplísima mayoría de los
ciudadanos españoles piensa que la concesión del indulto por el Gobierno de
Sánchez a los golpistas catalanes obedece a la necesidad que el presidente
tiene del apoyo de ERC y otras fuerzas nacionalistas para mantenerse en el
poder.
Solo Sánchez, el jefe del
Gabinete de la Presidencia del Gobierno Iván Redondo y los miembros del Consejo
de Ministros, órgano al que corresponde conceder el indulto, amén de algunos
medios de comunicación sanchistas, comparten la tesis del presidente de que
indultar a los sediciosos catalanes traerá la "concordia” a Cataluña, mientras
que negar esa medida de gracia representa una “revancha” y una “venganza”.
Olvidan, o simulan ignorar,
Sánchez y sus corifeos los siguientes hechos indiscutibles.
En primer lugar, los
independentistas condenados por el Tribunal Supremo por sedición, malversación
y desobediencia rechazan el indulto, o sea, una medida de gracia por la que se
dispone la remisión de todas o de alguna de las penas impuestas al condenado
por sentencia judicial firme. Los secesionistas solo aceptan la amnistía, es
decir, la derogación retroactiva de la consideración de un acto como delito,
que conlleva la anulación de la correspondiente pena.
En segundo lugar, los
implicados en el procès han
manifestado en repetidas ocasiones y con meridiana claridad que lo volverán a
hacer. Y aunque el arrepentimiento no es condición indispensable para la
concesión del indulto, sí invalida la pretendida solución del “conflicto”
independentista y la concordia que el indulto aportaría a la dividida y
enfrentada sociedad catalana, entre los propios catalanes y con el resto de
españoles.
En tercer lugar, no cabe más
que en la mente desvariada de Sánchez y compañía dar a entender que el fallo
del Supremo y, en general, la justicia española se guían o dejan llevar por la
“revancha” y la “venganza”.
Todas las cesiones que se han
hecho por parte de los Gobiernos centrales españoles a los independentistas catalanes
únicamente han conducido a que los mismos sigan recalcitrantes en exigir una
mesa de diálogo y un referéndum de autodeterminación y en sus pretensiones de
proclamar una República catalana independiente.
No obstante todo lo dicho, yo
tengo la secreta sospecha de que los golpistas o sediciosos catalanes en
realidad no quieren la independencia. Si este deseo fuera sincero, ¿cómo se
explica que el 27 de septiembre de 2017 el entonces presidente de la
Generalidad proclamara solemnemente en el Parlament la República catalana para
unos segundos después dejar en suspenso dicha proclamación? Y acto seguido puso
pies en polvorosa y escapó con nocturnidad y alevosía al extranjero, donde
sigue huido de la justicia española.
A los líderes
independentistas les va muy bien con su juego de reclamar la mesa de diálogo y
la autodeterminación, para tener contenta a su parroquia y simular que trabajan
por la causa de la República catalana independiente, mientras Cataluña recibe
cuantiosas ayudas económicas y prebendas de todo tipo de la represiva,
vengativa y revanchista España, y ellos mismos viven cómodamente instalados en
el poder.
Y miran de reojo a sus
colegas presos, cuidándose mucho de no incurrir en los delitos por los que los
tales golpistas, sediciosos y malversadores fueron condenados. Una de las finalidades de
la justicia es escarmentar, en cabeza del penado o ajena, para evitar la
repetición o la comisión del crimen. Finalidad que el indulto de Sánchez
pretende socavar.