Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Tengo
en una estantería delante de mi mesa de trabajo la vigésima primera edición en
papel del Diccionario de la Real Academia
Española (DRAE), que data del año 1992 y en la que no aparece la locución
“violencia de género” ni en la entrada de “género” ni en la de “violencia”.
Detecto
esta misma ausencia en otros dos diccionarios de gran prestigio que consulto:
el Diccionario de uso del español, de
la ilustre lexicógrafa María Moliner, que también data del año 1992, y el Diccionario del español actual, de
Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, cuya segunda edición actualizada se
remonta al año 2011.
O
sea, que ni siquiera en la década de dos mil diez, ya bien entrado el siglo
XXI, un diccionario que se autodenomina “del español actual” recoge la
expresión “violencia de género”.
No
será hasta el año 2026 cuando el Diccionario
de la lengua española (DLE) incluya en su edición vigésima cuarta el
concepto “violencia de género”.
Sin embargo, ya con anterioridad, en el año 2023, el Diccionario panhispánico de dudas explicaba así la ampliación del concepto de “género”: “en los años setenta del siglo xx, con el auge de los estudios feministas, se comenzó a utilizar en el mundo anglosajón el término género (ingl. gender) con un sentido técnico específico, que se ha extendido a otras lenguas, entre ellas el español. Así pues, en la teoría feminista, mientras con la voz sexo se designa una categoría meramente orgánica, biológica, con el término género se alude a una categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole social, económica, política, laboral, etc. Es en este sentido en el que cabe interpretar expresiones como estudios de género, discriminación de género, violencia de género, etc.”
En el mismo lema, este Diccionario
de 2023 añade que “ para
las expresiones discriminación de género y violencia de género existen alternativas
como discriminación o violencia por razón de sexo, discriminación o violencia contra las mujeres,
violencia doméstica, violencia de pareja o similares”.
Si la propia RAE propone como alternativas a violencia de género, violencia doméstica o
violencia de pareja, ¿por qué se han lanzado los guardianes de la ortodoxia
políticamente correcta contra Vox por preferir la expresión violencia intrafamiliar?
De ningún modo, niega Vox, o su candidato Carlos Flores a
presidir la Comunidad Valenciana, además Catedrático de Derecho Constitucional de
la Universidad de Valencia, o
el mismo Santiago Abascal, que exista violencia contra la mujer. Lo que sí
hacen, y a justo título en mi opinión, es ampliar esa violencia a otras
personas de la familia más débiles, como los niños y los ancianos. Y opinan que
la expresión violencia de género
tiene una carga ideológica, dentro de un feminismo radical de la
ultraizquierda.
Esta izquierda no ha conseguido, a pesar de los millones de
euros invertidos en el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, erradicar, o
siquiera disminuir, el número de agresiones físicas o psíquicas a la mujer por
su pareja masculina.
Lo que sí ha conseguido este feminismo radical es
criminalizar al varón, al que, por el mero hecho de serlo, considera culpable
en potencia de ejercer violencia contra su mujer, pareja o expareja,
suprimiendo la presunción de inocencia y cargando sobre el hombre la prueba de
su no culpabilidad.
En cambio, sí ha conseguido el feminismo radical de Irene
Montero con la ley del “sólo sí es sí” rebajar las penas a más de 1000
agresores sexuales y dejar en libertad a más de 100.
Pero de esta ley, aprobada por el Consejo de Ministros
presidido por Pedro Sánchez y votada por la mayoría de los diputados del
Parlamento Español, ahora no se hace responsable nadie. Por supuesto, el
primero que se desmarca de ella es el presidente del Gobierno, el mismo que
aspira a volver a revalidar mandato en las elecciones del 23J.
¿Entrevistará Pedro Sánchez, convertido en presentador de
televisión, a la aún ministra de su Gobierno Irene Montero y pedirá para ella
un aplauso?