Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Nunca
me ha caído bien Donald Trump. Ni me hacen gracia la gorra y el ridículo
bailecito con que adorna algunas de sus apariciones públicas.
Pero
esto carecería de importancia frente a su trayectoria de delitos que culminaron
en el asalto al Capitolio con que espoleó a sus seguidores al no aceptar la
victoria en las urnas de su adversario demócrata Joe Biden.
Ha
tenido que acudir en su auxilio el pueblo norteamericano con una aplastante
mayoría en las últimas elecciones para que el puesto de presidente de los
Estados Unidos permita a Trump hacer tabula rasa de su carrera criminal y la de
algún cercano pariente.
Tanto
sus primeras declaraciones como las decisiones que ha tomado al llegar a la
Casa Blanca trastocan, a mi juicio, la postura tradicional de Estados Unidos en
sus relaciones internacionales, y muy en especial con respecto a Europa y a la
Unión Europea, que deja de estar amparada por la protección del “amigo
norteamericano”, el principal miembro de la OTAN.
Con
un vocabulario que para sí quisiera el protagonista de un western, ha reclamado
el dominio de Groenlandia, desdeñando al Gobierno danés, anexionarse Canadá
como un Estado más de los Estados Unidos y hacer efectiva la propiedad del
Canal de Panamá.
Una
de sus promesas electorales más reiteradas ha sido la de acabar con la guerra
de Ucrania, propósito laudable si no fuera por ir envuelto en una serie de
mentiras o desinformaciones y, lo que es más grave, por dejar fuera de las
negociaciones de paz al presidente Zelenski y tratar directamente con Putin las
condiciones de una paz que convierte al agresor e invasor en principal
pacificador.
La
sonrisa de Putin se extiende de oreja a oreja. Quienes creíamos que era un
dictador y el responsable de la invasión de Ucrania tendremos que tragar con
las ruedas de molino que estos dos fautores del nuevo orden mundial, Donald
Trump y Vladimir Putin, nos imponen.
¿Y
los países de Unión Europea qué hacen frente a esta coalición de los dos
líderes más poderosos del mundo y la amenaza de Trump de gravar con aranceles
las exportaciones de Europa a Estados Unidos?
Pues
poner los tapones pegados a las botellas de plástico para que no se caigan al
suelo y lo contaminen.