30 de junio de 2017

Los Moscow Virtuosi Principals

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

–Pero ¿no conoces a los Virtuosos de Moscú?
Quien así se extraña de mi ignorancia es Elisabeth Michot, fundadora y presidenta de la ONG “Música para salvar vidas”, que creó y mantiene un orfanato en Kampala, la capital de Uganda, y tiene su sede en El Espinar.
En El Espinar ha actuado más de una vez el conjunto vocal Aba Taano, cuyos magistrales conciertos de negro spirituals y canciones del folclore africano, galardonados en concursos internacionales del máximo prestigio, ayudan a sostener el orfanato.
Al buen hacer profesional de Elisabeth y a sus múltiples contactos con intérpretes y grupos musicales de primera fila se debe la actuación de los Moscow Virtuosi Principals, como ahora se llaman los primeros atriles de la renombrada orquesta los Virtuosos de Moscú, en el Auditorio de la Mutua Madrileña el pasado jueves 22 de junio.
Y a la amistad y generosidad de Elisabeth debemos mi mujer y yo el haber podido asistir al mencionado concierto.
En el programa de mano figuraban dos obras principales: el Trío Elegíaco nº 1 en Sol menor, obra póstuma de Sergei Rachmaninov, y el Quinteto para piano y cuerda en La mayor “La Trucha” de Franz Schubert.
Y digo dos obras principales porque, junto a los cinco intérpretes del quinteto: Sergei Teslya, violín, Igor Suliga, viola, Michail Milman, violonchelo, Zarick Kiurchkan, contrabajo y Larissa Tedtoeva, piano, estaba prevista la intervención de dos artistas invitados: la joven violinista Ana Milman y el niño pianista Emin Kiurchkan, aunque en el programa no se anunciaban las piezas que interpretarían.
Con una gratísima sorpresa para los asistentes: Ana Milman es hija del violonchelista Michail Milman y alumna del violinista Sergei Teslya, y Emin Kiurchkan es hijo del contrabajista Zarick Kiurchkan y de la pianista Larissa Tedtoeva.
Esta segunda generación de los Virtuosi emula la categoría y los currículos de sus antecesores. Mencionar siquiera los premios a que todos ellos han sido acreedores, y las orquestas y los intérpretes con los que han actuado, desbordaría los límites de este artículo.
Después del Trío Elegíaco de Rachmaninov, Ana Milman interpretó el Capricho de Paganini, la Cadenza de Henryk Wieniawsky y una pieza de un compositor polaco contemporáneo cuyo nombre no logro recordar. Decir que su virtuosismo consigue arrancar al violín acordes de una riqueza inaudita es quedarse corto.
Por su parte, Emin Kiurchkan y su madre Larissa Tedtoeva nos deleitaron con una Sonata a cuatro manos de Mozart, y Emin como solista nos obsequió con un Preludio de Rachmaninov. La prodigiosa madurez painística de este niño de 12 años asombró al público, embelesado con su interpretación.
He escuchado repetidas veces obras para piano y cuerda de Rachmaninov. Aún conservo en un disco de vinilo el Concierto para piano y orquesta nº 2 del compositor ruso. Pero es indescriptible el deleite de oír tocar a Rachmaninov a los Moscow Virtuosi Principals.
Como puntualizan las notas al programa de mano: “Para los profesionales de la Escuela Rusa interpretar música es tan vital como vivir y respirar. La comunicación que se establece entre los músicos al actuar es algo más que interpretar, es compartir y sentir lo más preciado por ellos: la música”.
En mi estancia en Alemania, donde cursé estudios de Filosofía en los años sesenta del pasado siglo, yo cantaba en un coro. Una de las canciones que interpretamos estaba basada en el cuarto movimiento de La Trucha de Schubert, que aún soy capaz de tararear.
La música de Schubert, maestro de las variaciones, que van del forte vivace al andante y al allegro giusto, ha vuelto a conmoverme, gracias a la perfección técnica y a la profunda emoción que son capaces de transmitir estos Moscow Virtuosi Principals.

Virtuosos que yo no conocía y que ya nunca olvidaré. 

22 de junio de 2017

La política convertida en espectáculo

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

En la moción de censura promovida por Podemos contra el Gobierno presidido por Mariano Rajoy han primado motivaciones y objetivos que nada tienen que ver con la finalidad de tal iniciativa parlamentaria, que es presentar un programa y un candidato alternativos a los existentes.
Como se sabía de antemano que la moción no contaba con los votos suficientes para prosperar y conseguir un cambio de Gobierno, sus promotores apuntaron a otros fines, como el de desgastar la imagen del Ejecutivo, ya inmensamente degradada por los casos de corrupción del Partido Popular, y al mismo tiempo volver a ocupar ellos los primeros planos de los telediarios y los titulares en la prensa y demás medios de comunicación.
Así se explican las aproximadamente dos horas del mitin de la portavoz de Podemos, Irene Montero, para que la intervención del líder de su formación, Pablo Iglesias, tuviera lugar en un tiempo más avanzado de la mañana, en el que la audiencia fuera mayor… y sus señorías no estuvieran aún dormidos, o leyendo, o atendiendo a sus móviles.
¿Han conseguido los podemitas copar los platós y las tertulias de televisión que tan importante papel desempeñaron en su irrupción como tercer partido político en España?
La respuesta a esta pregunta puede ser afirmativa. Pero no en el sentido de que aparecieran en la escena de nuestra deteriorada y repetitiva vida política ideas nuevas o dignas de mención. Las interminables intervenciones de Montero e Iglesias, que nada tuvieron que envidiar a los plúmbeos discursos de Fidel Castro o de Hugo Chávez, lograron aburrir aun a los más fieles de sus partidarios. Y al final de tanta acusación contra la corrupción del PP por parte de la portavoz de Podemos y de tanta impostura de supuesta fraternidad por parte del candidato, ¿qué es lo que ha quedado de un pobrísimo debate, más rifirrafe que intercambio de pareceres? Pues la interesantísima y apasionante discusión sobre quién de los protagonistas y replicantes de la moción de censura es más machista. Las propuestas enumeradas por el líder de Podemos, que sí las hubo, quedaron sepultadas por la bronca parlamentaria del “Y tú más”, y de los recursos a las actuaciones y expresiones machistas, que por cierto abundan en el historial de Pablo Iglesias.
Apenas han tenido eco en los medios, y menos aún en las redes sociales, las medidas económicas anunciadas por Pablo Iglesias, muchas de ellas de un tinte socialdemócrata alejado del radicalismo comunista que es el verdadero propósito de Podemos: el aumento del salario mínimo interprofesional; reducir la jornada laboral a 35 horas semanales; ligar el crecimiento de las pensiones a la evolución del IPC; una reforma fiscal que incremente la progresividad de los impuestos y potencie la lucha contra el fraude…
Junto a medidas concretas, la mayoría inviables o que dispararían aún más la deuda y el gasto públicos, sin duda el principal problema de nuestra economía, otras propuestas no pasan de ser meras proclamas de deseos y aspiraciones, como frenar la precariedad laboral y la pobreza salarial, hacer efectiva la igualdad entre hombres y mujeres, recuperar el mundo rural, conseguir una radio y una televisión públicas de calidad…
Pero ¿todo ello ha tenido alguna resonancia en los comentarios y en los artículos de opinión, fuera de algunas publicaciones especializadas y de un público minoritario?
Este es el peligro de convertir las sesiones del Parlamento, incluida la moción de censura, en juegos y fuegos de artificio, en pirotecnia vocinglera, en espectáculo banal.
La altura intelectual y humana de nuestros representantes en las Cortes se ha mostrado una vez más bajo mínimos.
Mientras tanto, las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos no son tomadas en consideración por quienes viven de nuestros impuestos, sin que a ellos se les pida rendir cuentas, salvo en las elecciones. Algo es algo.

Y si la política se convierte en espectáculo, lo menos que se puede pedir a sus actores es… que no aburran al respetable.

15 de junio de 2017

Las noticias de cada día

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Me pone mal cuerpo ver las noticias por la televisión. Y si el cuerpo está mal, el ánimo, y no digamos el espíritu, caen por los suelos. Y digo por la televisión, pues aunque la prensa escrita y la radio abunden en los mismos temas, las imágenes siempre impactan más que las palabras escritas u oídas, sobre todo si estas van acompañadas de juicios evaluadores.
Ante el panorama ciertamente desolador que nos ofrece el mundo que nos rodea apenas hay lugar para la esperanza, para el pensamiento positivo y optimista que escritores bienintencionados se esfuerzan por inculcarnos. Como Celestina Santos Duque, quien en la pasada tertulia de El libro del mes en El Espinar nos hablaba de su novela “Paseando por la vida” y de su colección de cuentos y reflexiones “Sammasati”. En ambas obras, y amparándose en citas de grandes autores, nos reitera las dos máximas que encabezan el primero de sus libros:
“Cada ser humano puede ser su propia obra maestra” (Henry Thoreau).
“Hay una cosa que provoca en los seres humanos una amargura profunda e intensa, y es haberse sumido en una vida sin significado” (Dr. Wayne W. Dyer, “El cambio”).
Palabras como positividad, interiorización, trabajo, amor, amistad, fe, superación personal, dejan de ser en los escritos de Celestina meros deseos voluntariosos para convertirse en acicate de la andadura vital de cada uno de nosotros.
Pero no somos islas, no podemos instalarnos en nuestra torre de marfil atentos a la construcción de la obra maestra de nuestra propia existencia. Vivimos en una sociedad convulsa, tanto a nivel internacional como nacional. Se nos brindan escasos motivos para la autorrealización personal. Atentados terroristas siembran el pánico en nombre de Alá, de una religión, el islam, concebida por muchos de sus creyentes como una incitación al exterminio del infiel, es decir, de todos los que no compartimos su credo de odio y fanatismo. Cómo mantener la paz interior, la serenidad espiritual, la reflexión profunda, si por doquier nos vemos inmersos en una actualidad de muertes, o de corrupción, o de lucha política movida por intereses bastardos y mezquinos; o de falsos mesías que, en aras de una regeneración impostada, prometen al pueblo lo que ni ellos pueden darle, ni están dispuestos a preceder con el ejemplo; violencia en las formas, en las acciones y en las expresiones.
De ahí que, cuando en este páramo de desolación brilla un acto heroico como el del joven del monopatín, Ignacio Echeverría, vilmente asesinado por la espalda cuando trataba de defender a un semejante atacado, suscite una reacción unánime de aplauso a la valentía y a la generosidad. Nos reconciliamos con el ser humano encarnado en Ignacio. Pasemos, como él, de los discursos vacíos y falaces, a los hechos, sin pensar en nuestra propia conveniencia y comodidad.
Sin llegar al heroísmo, muchas conductas de nuestros contemporáneos son positivas y meritorias, aunque no sean noticiables y no merezcan los primeros planos de los telediarios o los titulares de la prensa. Gentes que cumplen asiduamente con su trabajo, que educan a sus hijos en los valores humanos, que ayudan a sus vecinos, que no defraudan al Fisco, sino que contribuyen con su esfuerzo a sostener el Estado del bienestar del que los mismos terroristas islámicos se benefician.
No, claro, estos ciudadanos anónimos no son noticia. No es noticia, como se ilustraba gráficamente en las lecciones de periodismo, que un perro muerda a un hombre, sí lo es que un hombre muerda a un perro.
Así nos va, que los programas de actualidad den un protagonismo desmedido a los actos de violencia doméstica, de acoso escolar o sexual, amén de los inacabables casos de corrupción de los políticos.

Si conseguimos que nuestras vidas, las vidas de la mayoría de las personas honradas y buenas –sí, no tengamos reparo en utilizar este calificativo hoy tan frecuentemente devaluado–, cobren sentido, esta marea de bondad acabará limpiando las playas y expulsando la maldad. No solo de las noticias de cada día, sino de la realidad de la que las noticias dan cuenta.

8 de junio de 2017

Dos libros de Celestina Santos Duque

TERTULIA ‘EL LIBRO DEL MES’, EL ESPINAR
7 JUNIO 2017 Restaurante El Espino

Autora: Celestina Santos Duque (Fuencaliente, Ciudad Real).
Obras: Paseando por la vida, novela, y Sammasati. Elegir, caminar y llegar, antología de cuentos.

Alberto agradece a Celestina su presencia en la tertulia, pues ha tenido que venir desde Madrid pese a sus múltiples ocupaciones.
No es lo habitual presentar dos libros en la tertulia, pero en este caso se trata de dos obras complementarias, un libro preludia al otro.
Celestina Santos Duque, manchega de nacimiento, tiene estrecha relación con San Rafael y El Espinar, lo cual queda reflejado en Paseando por la vida: en la obra aparecen datos sobre Rafael Alberti y su paso por San Rafael, la marcha del Arcipreste, algunos datos autobiográficos, etc. A la protagonista le gustaría tener casa en San Rafael.
La autora es licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid, y posteriormente hizo un Máster de Formación del Profesorado en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad trabaja como profesora de Formación Profesional en Madrid.
Celestina propone la lectura de un cuento de Sammasati —de una extensión de una página cada uno— cada noche, antes de ir a la cama.
También desarrolla actividades culturales. Ha presentado Sammasati en unas jornadas en el Instituto Cervantes de Lisboa. Forma, además, parte de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha.
Como reflexionaba Isabel Allende en una entrevista de prensa, las novelas actuales tienden a ser más breves que las voluminosas obras de los autores del boom latinoamericano.
Hay que destacar la postura optimista de la autora ante la vida.
En Paseando por la vida, Chris, la protagonista, está asfixiada por un rutinario desánimo, y se propone dar un giro a su vida y reinventarse. El hilo narrativo se interrumpe con reflexiones —de Ramiro Calle, de Paulo Coelho, de Rojas Marcos— y con citas —de Plutarco, de Mario Benedetti, de Antonio Machado—. Las citas vienen al hilo de la positividad y el optimismo que impregna la obra.
Sammasati fue la última palabra que pronunció Buda, y etimológicamente significa “recuerda”.

Celestina agradece a Alberto el interés mostrado por sus libros y la invitación a nuestra tertulia mensual.
Indica que Paseando por la vida es ‘cuando el lenguaje se hace amor’. Los pilares básicos de la novela son la positividad y el optimismo. La positividad te da energía.
A la protagonista de la novela, Chris, no le gusta su vida y quiere cambiarla. Es un tónico para la vida. Chris realiza un viaje a Egipto, envuelto en calma y reflexión, y regresa planteándose un cambio en su evolución personal, y positiva.
La obra arranca con dos citas:
"Cada ser humano puede ser su propia obra maestra" (Henry Thoreau).
"Hay una cosa que provoca en los seres humanos una amargura profunda e intensa, y es haberse sumido en una vida sin significado" (Dr. Wayne W. Dyer, El cambio).
La protagonista decide cambiar su vida y cómo asimilar el cambio. Se puede extrapolar esto a cualquier tema de la vida. Es un tema de siempre y para siempre.
La novela se ha convertido, casi sin querer, en un libro de autoayuda y de superación personal, por su positividad y optimismo, pues la personalidad de la autora se plasma en la obra. Es ‘una celebración de la vida’.
En una persona positiva la salud se ve influida por esa positividad, pues cuerpo y alma van unidos.
La novela es fácil de leer, con lenguaje de la calle. Pero está cargada de significado y propósito.
Contiene citas de autores conocidos encajadas e interrelacionadas con el contexto, y siempre con espíritu positivo. El objeto es reflexionar sobre lo que se acaba de leer a partir del pensamiento de un filósofo reconocido.
Las épocas de crisis siempre han existido, y es fructífero tener ‘libros de cabecera’ en la mesilla de noche ‘que te salvan.
Quiere trasmitir tranquilidad en el alma. Es "un canto a la vida, a la esperanza y a la reconciliación".
La autora ha disfrutado mucho escribiendo el libro, e indica que, si la gente disfruta leyéndolo, cumplirá su objetivo. Le ha salido del corazón.
En el transcurso de la novela, la protagonista hace listas de actividades en varias ocasiones.
En un momento del libro se dice: “(…) no podemos tener al mismo tiempo pensamientos positivos y pensamientos negativos. Si habitan en nosotros los pensamientos positivos, no hay lugar para la negatividad. Al igual que la luz y la oscuridad” (pág. 71).
En la obra también existe una bonita historia de amor (Manuel), no muy desarrollada.
Sammasati ofrece una selección de cuentos que la autora quiere compartir. Se trata de mensajes de personas que han pasado por ella, de maestros, etc., es ‘escuchar el silencio’.
En este libro se trata de transmitir sencillas enseñanzas a través de breves textos. Transmitir, enseñar, ‘reconciliarnos con nosotros mismos’. Hay mezcla de sentimientos porque hay mezcla de cuentos.

Se procede a la lectura de varios de los textos del libro, y un par de citas de Gandhi y de Machado.
Entre ellas, se lee el siguiente texto:
"Un antiguo proverbio chino dice:
Para que tú puedas beber vino en una copa llena de té, es necesario primero tirar el té, y entonces podrás servir y beber el vino.
Limpia tu vida, comienza por las gavetas, armarios, hasta llegar a aquellas personas del pasado que  no tienen más sentido que seguir ocupando un espacio en tu mente. Exígete a ti mismo lo que te gustaría exigir a los demás, y a los demás déjalos tranquilos sin esperar nada de ellos; así te ahorrarás disgustos. No te quejes a tu Dios diciéndole que tienes un gran problema; dile a tu problema que tienes un gran dios, y ese dios eres tú".


Una isla para disfrutar

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

 “Que disfrutéis”. “Disfrutad”. “A disfrutar”. Nos desean familiares y amigos cuando les comunicamos nuestro viaje a Menorca. En la bolsa de una tienda “duty free” del aeropuerto de Mahón, que a nuestro regreso aparece entre el equipaje, leo: “Elige. Saborea. Disfruta”.
Es unánime el uso del verbo “disfrutar”, que los diccionarios siguen definiendo en una primera y ya poco usada acepción como “recoger los frutos y utilidades de algo”. El mismo Diccionario de la Real Academia relega a una cuarta acepción el significado hoy más usual de “gozar, sentir placer”.
El turismo y las ofertas más frecuentes de los operadores tienden a unificar las fuentes de disfrute. Por fas o por nefas, lo quieras o no, debe gustarte la visita y la contemplación de los monumentos u obras de arte incluidos en los circuitos turísticos.
No se impaciente, apreciado lector, que aterrizo en Menorca. La estancia de mi mujer y mía en esta isla, que es un tópico certero calificar de paradisiaca, ha estado colmada de todo tipo de placeres para los sentidos. Que, según me suele repetir mi admirada amiga, la herbolaria y experta en múltiples terapias alternativas Genma García, son muchos más que los cinco oficialmente admitidos. Porque hay gran variedad de formas de disfrutar, por ejemplo, con la vista. Ya, no bien entrar en el apartamento que unos sobrinos de Angelina, mi mujer, nos han dejado en Son Parc, los ojos se recrean en la contemplación de la cala del Arenal de Son Saura, a través de unos amplios ventanales que nos hacen sentir que navegamos en un barco alado. Gracias, Javier y Margui.
Las costas de Menorca son una gozosa sucesión de playas, de rocas y acantilados, de puertos pesqueros y deportivos, con naves de todo tipo ancladas en sus muelles, como los de Mahón, Ciudadela, Fornells y Addaia.
A pesar de que actualmente el sol tiene mala prensa, y son continuas las campañas que nos previenen de los peligros de exponernos a sus rayos sin protección, pues con esta nos tumbamos sobre las doradas arenas y nos bañamos en las límpidas aguas verdiazules. Así es el sentido del tacto el que goza de la caricia del sol y del mar, mientras el oído, con el arrullo del suave oleaje, nos adormece.
En los numerosos parajes que visitamos reina un insólito silencio. Como el del Parque Natural de la Albufera del Grau. Los silenciosos y solitarios alrededores del faro que se alza en el Cap de Favàritx muestran un suelo pizarroso de aspecto lunar o volcánico, del que emana una energía acentuada por la puesta de sol que mi mujer capta en una espectacular fotografía.
No me olvido del gusto. Otros visitantes harán los elogios de la caldereta de langosta o de la sobrasada menorquina. Nosotros comemos en un restaurante, Pino Mar, platos caseros servidos por Antonio, el amable dueño del establecimiento, y su hija Laura, y lo más importante, cocinados por su mujer María quien, como nos cuenta al despedirnos, escribe relatos en verso sobre su vida cotidiana. La terraza en la que nos sentamos está rodeada de moreras y aspidistras, lo que aporta una sensación de grata sombra. Y me lleva a recalcar la pródiga vegetación de la isla, sobre todo de pinos, encinas y olivos silvestres, con apenas unas pocas llanuras de pasto para el ganado, entre elevaciones no muy pronunciadas y frondosas.
Para el olfato, aromas de las innumerables flores que adornan los bordes de los caminos y las blancas urbanizaciones: estepas blancas, buganvillas, adelfas, ásteres, orquídeas, cuernecillos de mar… Se están regenerando las zonas de dunas con plantas como el cardo y el nardo marinos, la ruda, la motxa, el carrizo y la sabina.
A los placeres de los sentidos habría que añadir el disfrute intelectual o espiritual que entraña la visita de monumentos, los restos prehistóricos, abundantes en Menorca y que estudiábamos en los libros de texto: las taulas, las navetas y los talayotes, o edificios históricos como los palacios y la catedral de Nuestra Señora del Rosario en Ciudadela, o el castillo en ruinas restauradas de Fornells.

Todo está muy cuidado y limpio en Menorca, todo al servicio de visitantes y turistas. Como aún no es temporada alta, no hay aglomeraciones. La temperatura es suave. Y una brisa del norte nos despide cuando cogemos el autobús, amarillo y rojo, al aeropuerto de Mahón.

1 de junio de 2017

Las mil caras del turismo

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Del último viaje que mi añorado amigo, el arquitecto y pintor Juan Carlos Martín de Vidales, realizó a Venecia, se trajo una colección de apuntes a la acuarela con el propósito de que le sirvieran de base para grandes cuadros al óleo. Uno de los muchos proyectos que este incansable artista abrigaba cuando la muerte dejó sin su renacentista presencia el estudio en la Garganta de la Estación de Espinar. Así que Canaletto se quedó sin competencia en sus archifamosas vistas de la Ciudad de los Canales.
Cuando hablo con amigos y lectores de mi reciente viaje a Italia, nadie discute el atractivo de los lugares por mí visitados. Las preferencias de unos se inclinarán por Florencia, las de otros, como es mi caso, por Pisa y Asís, sin olvidar Padua y Siena, y todos se rendirán ante la multisecular oferta artística e histórica de la Ciudad Eterna. Riqueza que da por bien empleado el esfuerzo, a menudo agotador, del turista de a pie. Mientras que el presidente estadounidense Trump y su esposa pueden visitar en solitario la Capilla Sixtina, como dan fe las imágenes difundidas por la televisión y la prensa.
Escribo estas líneas desde la terraza del apartamento que nos han prestado unos sobrinos de mi mujer en Menorca, en la localidad de Son Parc. La isla de Menorca goza, como las ciudades italianas antes citadas, de una unánime predilección, al menos entre mis interlocutores, muchos de los cuales la prefieren a su hermana mayor, que por eso se llama Mallorca.
En un estudio que acaba de publicarse con el título de “Monitor de la competitividad turística de los destinos urbanos españoles 2016”, conocido como Urbantur, se analizan los atractivos de 22 ciudades españolas para el turismo. Pues bien, en séptima posición figura Palma de Mallorca, y Barcelona y Madrid encabezan la clasificación, en la que se tienen en cuenta factores como la capacidad de atracción de la oferta de productos de ocio y de negocios, la accesibilidad y movilidad, y los resultados económicos y sociales.
Por supuesto, los responsables del turismo en cualquier ciudad y pueblo de España trabajan por mejorar el atractivo de su jurisdicción para los visitantes, explotando –ellos y otros muchos dirán, siguiendo la poco atinada moda lingüística, “poniendo en valor”– sus recursos artísticos, naturales, hoteleros y, cada vez más, también gastronómicos.
Segovia, con su riquísimo patrimonio histórico, no es analizada en Urbantur, a pesar de cada año y cada fin de semana se batan records de ocupación de hoteles y hostales, con los consiguientes beneficios económicos y laborales para su población.
Junto a los que pudiéramos llamar atractivos estáticos, como iglesias, palacios y otros monumentos, que son perennes –claro está, siempre que se los mantenga convenientemente–, están las actividades y los eventos transitorios, como Titirimundi y Hay Festival en Segovia, o el Festival de Música en la Calle (Femuka) y la fiesta de los Gabarreros en El Espinar. También atraen a numerosos visitantes los concursos de tapas, o los conciertos en auditorios y espacios abiertos.
Yo, sin menospreciar cualquier acción encaminada a potenciar la llegada de visitantes a nuestros pueblos y ciudades –aprovecho esta oportunidad para felicitar y prestar todo mi apoyo a los miembros del Centro de Iniciativas Turísticas de El Espinar–, soy denodado defensor del valor turístico del medio ambiente. El Ayuntamiento de El Espinar, en colaboración con Parques Nacionales, va a reeditar mi guía “Paseos y excursiones por El Espinar”, que contiene detallados itinerarios para todos los gustos y capacidades.
De las mil caras del turismo, insisto, yo valoro más la paz y las maravillas que nos brinda la naturaleza. Como las de la cala menorquina en la que se recrea mi vista en estos momentos, a la espera de que me sumerja en sus límpidas aguas y pasee por su dorada playa.
Me viene a la memoria la preciosa canción de Harry Belafonte “Island in the sun”: “Oh, island in the sun / Willed to me by my father's hand. / All my days I will sing in praise / Of your forest, waters, your shining sand”. Que, en español, podría traducirse como “Oh, isla bajo el sol, / construida para mí por la mano de mi padre. / Todos los días cantaré en alabanza / de tu bosque, de tus aguas y de tu brillante arena”.

Pero el mágico encanto de las islas será el tema de otro artículo.