30 de junio de 2017

Los Moscow Virtuosi Principals

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

–Pero ¿no conoces a los Virtuosos de Moscú?
Quien así se extraña de mi ignorancia es Elisabeth Michot, fundadora y presidenta de la ONG “Música para salvar vidas”, que creó y mantiene un orfanato en Kampala, la capital de Uganda, y tiene su sede en El Espinar.
En El Espinar ha actuado más de una vez el conjunto vocal Aba Taano, cuyos magistrales conciertos de negro spirituals y canciones del folclore africano, galardonados en concursos internacionales del máximo prestigio, ayudan a sostener el orfanato.
Al buen hacer profesional de Elisabeth y a sus múltiples contactos con intérpretes y grupos musicales de primera fila se debe la actuación de los Moscow Virtuosi Principals, como ahora se llaman los primeros atriles de la renombrada orquesta los Virtuosos de Moscú, en el Auditorio de la Mutua Madrileña el pasado jueves 22 de junio.
Y a la amistad y generosidad de Elisabeth debemos mi mujer y yo el haber podido asistir al mencionado concierto.
En el programa de mano figuraban dos obras principales: el Trío Elegíaco nº 1 en Sol menor, obra póstuma de Sergei Rachmaninov, y el Quinteto para piano y cuerda en La mayor “La Trucha” de Franz Schubert.
Y digo dos obras principales porque, junto a los cinco intérpretes del quinteto: Sergei Teslya, violín, Igor Suliga, viola, Michail Milman, violonchelo, Zarick Kiurchkan, contrabajo y Larissa Tedtoeva, piano, estaba prevista la intervención de dos artistas invitados: la joven violinista Ana Milman y el niño pianista Emin Kiurchkan, aunque en el programa no se anunciaban las piezas que interpretarían.
Con una gratísima sorpresa para los asistentes: Ana Milman es hija del violonchelista Michail Milman y alumna del violinista Sergei Teslya, y Emin Kiurchkan es hijo del contrabajista Zarick Kiurchkan y de la pianista Larissa Tedtoeva.
Esta segunda generación de los Virtuosi emula la categoría y los currículos de sus antecesores. Mencionar siquiera los premios a que todos ellos han sido acreedores, y las orquestas y los intérpretes con los que han actuado, desbordaría los límites de este artículo.
Después del Trío Elegíaco de Rachmaninov, Ana Milman interpretó el Capricho de Paganini, la Cadenza de Henryk Wieniawsky y una pieza de un compositor polaco contemporáneo cuyo nombre no logro recordar. Decir que su virtuosismo consigue arrancar al violín acordes de una riqueza inaudita es quedarse corto.
Por su parte, Emin Kiurchkan y su madre Larissa Tedtoeva nos deleitaron con una Sonata a cuatro manos de Mozart, y Emin como solista nos obsequió con un Preludio de Rachmaninov. La prodigiosa madurez painística de este niño de 12 años asombró al público, embelesado con su interpretación.
He escuchado repetidas veces obras para piano y cuerda de Rachmaninov. Aún conservo en un disco de vinilo el Concierto para piano y orquesta nº 2 del compositor ruso. Pero es indescriptible el deleite de oír tocar a Rachmaninov a los Moscow Virtuosi Principals.
Como puntualizan las notas al programa de mano: “Para los profesionales de la Escuela Rusa interpretar música es tan vital como vivir y respirar. La comunicación que se establece entre los músicos al actuar es algo más que interpretar, es compartir y sentir lo más preciado por ellos: la música”.
En mi estancia en Alemania, donde cursé estudios de Filosofía en los años sesenta del pasado siglo, yo cantaba en un coro. Una de las canciones que interpretamos estaba basada en el cuarto movimiento de La Trucha de Schubert, que aún soy capaz de tararear.
La música de Schubert, maestro de las variaciones, que van del forte vivace al andante y al allegro giusto, ha vuelto a conmoverme, gracias a la perfección técnica y a la profunda emoción que son capaces de transmitir estos Moscow Virtuosi Principals.

Virtuosos que yo no conocía y que ya nunca olvidaré. 

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