Las palabras y
la vida
Alberto Martín
Baró
–Pero ¿no conoces a los Virtuosos de
Moscú?
Quien así se extraña de mi ignorancia es
Elisabeth Michot, fundadora y presidenta de la ONG “Música para salvar vidas”,
que creó y mantiene un orfanato en Kampala, la capital de Uganda, y tiene su
sede en El Espinar.
En El Espinar ha actuado más de una vez
el conjunto vocal Aba Taano, cuyos magistrales conciertos de negro spirituals y
canciones del folclore africano, galardonados en concursos internacionales del
máximo prestigio, ayudan a sostener el orfanato.
Al buen hacer profesional de Elisabeth y
a sus múltiples contactos con intérpretes y grupos musicales de primera fila se
debe la actuación de los Moscow Virtuosi Principals, como ahora se llaman los
primeros atriles de la renombrada orquesta los Virtuosos de Moscú, en el Auditorio
de la Mutua Madrileña el pasado jueves 22 de junio.
Y a la amistad y generosidad de
Elisabeth debemos mi mujer y yo el haber podido asistir al mencionado
concierto.
En el programa de mano figuraban dos
obras principales: el Trío Elegíaco nº 1 en Sol menor, obra póstuma de Sergei
Rachmaninov, y el Quinteto para piano y cuerda en La mayor “La Trucha” de Franz
Schubert.
Y digo dos obras principales porque,
junto a los cinco intérpretes del quinteto: Sergei Teslya, violín, Igor Suliga,
viola, Michail Milman, violonchelo, Zarick Kiurchkan, contrabajo y Larissa
Tedtoeva, piano, estaba prevista la intervención de dos artistas invitados: la
joven violinista Ana Milman y el niño pianista Emin Kiurchkan, aunque en el
programa no se anunciaban las piezas que interpretarían.
Con una gratísima sorpresa para los
asistentes: Ana Milman es hija del violonchelista Michail Milman y alumna del
violinista Sergei Teslya, y Emin Kiurchkan es hijo del contrabajista Zarick
Kiurchkan y de la pianista Larissa Tedtoeva.
Esta segunda generación de los Virtuosi
emula la categoría y los currículos de sus antecesores. Mencionar siquiera los
premios a que todos ellos han sido acreedores, y las orquestas y los
intérpretes con los que han actuado, desbordaría los límites de este artículo.
Después del Trío Elegíaco de
Rachmaninov, Ana Milman interpretó el Capricho de Paganini, la Cadenza de
Henryk Wieniawsky y una pieza de un compositor polaco contemporáneo cuyo nombre
no logro recordar. Decir que su virtuosismo consigue arrancar al violín acordes
de una riqueza inaudita es quedarse corto.
Por su parte, Emin Kiurchkan y su madre
Larissa Tedtoeva nos deleitaron con una Sonata a cuatro manos de Mozart, y Emin
como solista nos obsequió con un Preludio de Rachmaninov. La prodigiosa madurez
painística de este niño de 12 años asombró al público, embelesado con su
interpretación.
He escuchado repetidas veces obras para
piano y cuerda de Rachmaninov. Aún conservo en un disco de vinilo el Concierto
para piano y orquesta nº 2 del compositor ruso. Pero es indescriptible el
deleite de oír tocar a Rachmaninov a los Moscow Virtuosi Principals.
Como puntualizan las notas al programa
de mano: “Para los profesionales de la Escuela Rusa interpretar música es tan
vital como vivir y respirar. La comunicación que se establece entre los músicos
al actuar es algo más que interpretar, es compartir y sentir lo más preciado
por ellos: la música”.
En mi estancia en Alemania, donde cursé
estudios de Filosofía en los años sesenta del pasado siglo, yo cantaba en un coro.
Una de las canciones que interpretamos estaba basada en el cuarto movimiento de
La Trucha de Schubert, que aún soy capaz de tararear.
La música de Schubert, maestro de las
variaciones, que van del forte vivace al andante y al allegro giusto, ha vuelto
a conmoverme, gracias a la perfección técnica y a la profunda emoción que son
capaces de transmitir estos Moscow Virtuosi Principals.
Virtuosos que yo no conocía y que ya
nunca olvidaré.
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