25 de marzo de 2018

Paternidad y maternidad


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Tengo la impresión de que la paternidad está en baja. El último Día del Padre, celebrado hace menos de una semana, me parece a mí que ha pasado sin pena ni gloria.
Me felicitaron mis hijos, sí, y les agradecí que se hubieran acordado de mí. Pero no he visto el despliegue informativo, publicitario y comercial que otras efemérides suscitan, y que ocasionaba esta misma conmemoración otros años.
Ni color, en cualquier caso, con el reciente Día Internacional de la Mujer, que sacó a la calle a miles de mujeres –muchas de las cuales secundaron la huelga laboral convocada, no tanto para pedir la igualdad entre sexos, cuanto para protestar por las más variopintas cuestiones– y que llenó páginas enteras en la prensa escrita e innumerables programas de radio y televisión.
Para colmo, el día de San José, santo patrono de los padres, ni siquiera es ya festivo en España, aunque la Iglesia mantenga que es de precepto asistir a misa en tal fecha.
Si ser padre hoy no cotiza al alza, nos estaría bien empleado a los hombres, tras siglos de patriarcado preeminente y opresor. Qué digo siglos, milenios, una larguísima historia, y más larga aún prehistoria, en que la mujer era “relegada” a ser madre, al cuidado de los hijos y a las labores del hogar.
Y nos estaría bien empleado, porque durante siglos, qué digo siglos, milenios, no hemos atendido a los hijos en plano de igualdad con sus madres, las mujeres. Aun hoy día los hombres nos resistimos a compartir con nuestras mujeres la atención y la educación de la prole, por otro lado cada vez más escasa.
Si no está de moda ser padre, quizá no lo ha estado nunca. Entre las prioridades del varón, ¿se ha contado alguna vez la paternidad?
Para los judíos del Antiguo Testamento sí era una bendición de Dios tener una larga y nutrida descendencia. Pero conforme transcurría el devenir de la historia, al menos en la civilización occidental, una fecunda paternidad fue dejando de ser una meta y una esperanza de los varones.
¿Y la maternidad? ¿Está hoy también en declive ser madre? ¿Se celebrará el próximo Día de la Madre con la misma intensidad que, por ejemplo, el Día de la Mujer Trabajadora?
Leo la entrevista con la socióloga israelí Orna Donath que recoge Gonzalo Ayuso en El Adelantado del 19 de marzo. Donath publicó en 2016 el libro Madres arrepentidas, en el que daba voz a 23 mujeres que aseguraron arrepentirse de haber tenido hijos.
“Es muy común –afirma esta socióloga– que se diga que los que no tienen hijos se arrepentirán en algún momento, pero nadie habla de las personas que se arrepienten de haberlos tenido”.
Esta investigadora de la maternidad niega que el instinto maternal sea un “componente biológico” de la mujer, para ella es más bien una construcción cultural, puesto que la maternidad ha estado ligada a las expectativas que la sociedad patriarcal pone en las mujeres.
Según Donath, no se trata de una cuestión de clase o condición social, “es simplemente que no todas las mujeres deseamos ser madres”.
Considera Donath que “hay que dejar de ver ese tipo de madre mítica, casi superhumana, y ver a la mujer como un ser normal, permitir un rango de emociones más amplio”. Este cambio de enfoque, difícil en la tradición judía, también lo es en la cristiana, donde la Madre de Dios es el modelo “per se” de madre.
¿Está esta mujer, de la que ignoro si es madre, en contra de la maternidad y de la paternidad, como se la ha acusado en Israel? Ella lo niega: “No es así, no estoy en contra de las madres, ni de los hijos, ni de dar a luz a tus hijos. Si fuera así, estaría en el mismo nivel que la sociedad patriarcal que yo critico, no quiero imponer nada, no puedo saber lo que cada mujer, cada hombre, quieren; se trata de dibujar un mapa más completo de posibilidades para todas las mujeres”.
¿Hay muchas mujeres, me pregunto yo, arrepentidas de haber sido madres? ¿Es científico sacar conclusiones de las declaraciones de 23 mujeres entrevistadas y de algunos otros testimonios que la autora del libro dice haber recogido en sus presentaciones y charlas?
¿Está en baja, no solo la paternidad, el ser padre, sino también la maternidad, el modelo de mujer madre?
Si así fuera, no me extraña que la natalidad en España y en otros países europeos, ya de por sí dificultada por numerosas razones laborales y económicas, esté bajo mínimos.

18 de marzo de 2018

Brechas


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Hará unos diez años se comenzó a utilizar la palabra ‘brecha’ con el sentido de desigualdad, muy alejado del significado de herida, y especialmente herida en la cabeza, que tiene para la gran mayoría de los hablantes en español.
Se traducía con brecha el término inglés ‘gap’ y, acompañada del calificativo digital, se usaba –y se usa– para designar la diferencia que separa a los nativos digitales, los jóvenes que han crecido entre ordenadores, móviles y tabletas de todo tipo, y los inmigrantes digitales, los adultos que, a una edad más o menos avanzada, hemos tenido que aprender a manejar los inventos tecnológicos.
A la brecha digital se fueron uniendo otras brechas: la brecha socioeconómica entre personas de entornos desfavorecidos y las de entornos favorecidos; la brecha generacional, las diferencias que distancian a las generaciones mayores de las de los hijos; la brecha entre el PIB de los países ricos y el de los países pobres…
Pero de un tiempo a esta parte todas esas brechas han quedado eclipsadas por la brecha salarial que separa a las mujeres de los hombres.
Tales desigualdades han constituido uno de los principales motivos que movieron a miles de mujeres a participar en la huelga y en las manifestaciones del pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Aunque, según el Manifiesto hecho público por las asociaciones feministas y los sindicatos convocantes, se incitaba a las mujeres a protestar, no solo contra la discriminación de su sexo, sino también contra el capitalismo, contra el heteropatriarcado, contra la violencia mal llamada de género, y hasta contra el cambio climático… Así se mezclaban churras con merinas y se desvirtuaba la legitimidad de un llamamiento en pro de la igualdad de hombres y mujeres en todos los ámbitos, legales, sociales, laborales y educacionales.
La brecha salarial existe, aunque no sea tan elevada como se afirma desde algunas instancias. Según los últimos informes disponibles de Eurostat, que corresponden al año 2015, las mujeres en España cobran un 14,2 % menos por hora trabajada que los hombres, porcentaje inferior a la media del 16,2 % de la Unión Europea, y de países como Dinamarca (15,1 %), Francia (15,3 %), Holanda (16,2 %), Finlandia (17,6 %), Reino Unido (21 %) y Alemania (22 %). No debe consolarnos el hecho de que nuestra brecha salarial esté por debajo de la de otros países europeos. Pero, si analizamos algunos factores que la condicionan, nos encontramos con una mayor presencia de mujeres trabajadoras en sectores peor retribuidos, o que cuentan con menor antigüedad laboral, o que desempeñan cargos de menor responsabilidad. Estas rémoras están condicionadas en gran parte por la maternidad.
Cuando más del 66 % de las jóvenes españolas cursan o han cursado estudios universitarios de grado, licenciatura, máster o doctorado, frente al 52,7 % de hombres jóvenes, ¿a qué se debe que la mujer esté menos representada en puestos directivos de empresas e instituciones? ¿Serán los empresarios, en general, machistas y no contratan a mujeres, o no permiten que desempeñen cargos de más alto nivel, simplemente por ser mujeres, aunque ellas cobren menos o estén mejor preparadas que los hombres? Tontos serían. Ocurre que la maternidad induce a las mujeres que desean ser madres a optar por la reducción de jornada, o por trabajos de menor dedicación, para poder atender a los hijos.
Con lo que las mujeres que prefieren promocionarse en su carrera profesional renuncian a ser madres. Y, en consecuencia, la natalidad desciende a niveles inferiores al reemplazo generacional, lo que a su vez se traduce en menos trabajadores que en un futuro coticen a la Seguridad Social y hagan posible el Estado de bienestar, las pensiones, la sanidad y la educación gratuitas.
La conciliación familia-trabajo afecta hoy por hoy más a la mujer. Este es un campo en el que es preciso avanzar, por medio de políticas más favorecedoras de la familia y con una incorporación del hombre al cuidado y la educación de los hijos y a las tareas domésticas en un plano de igualdad con la mujer.
Y una precisión en defensa de las denostadas labores del hogar. ¿Realiza más a la mujer como persona trabajar de cajera en un supermercado que ocuparse de sus hijos en casa? ¿Es el hombre más feliz pasando a diario largas horas en una oficina con un trabajo a menudo monótono y tedioso, que atendiendo a sus hijos?
Claro que de nuevo surge un obstáculo, insalvable en las condiciones actuales: sea el hombre o sea la mujer quien renuncia, aunque sea temporalmente, a su trabajo profesional para dedicarse a la prole y a la casa, con los salarios hoy existentes, salvo en contados casos de ingresos unipersonales superiores a los corrientes, no hay forma de mantener a una familia.
Más sangrantes que la diferencia salarial entre hombres y mujeres son las desiguales condiciones laborales entre los funcionarios y los empleados de las empresas privadas. Y no digamos ya entre estos y los parados. Pues eso, brechas.

11 de marzo de 2018

Sobre "¡Afirmo!"


Comentario de Germán Ubillos sobre "¡Afirmo!"

Gran artículo, "¡Afirmo!",  querido Alberto, personalísimo, emocionante y patético en determinados momentos, casi hablado más que escrito, de recuerdos tuyos íntimos y personales, pero que constituyen la historia y el sentir de España, bueno de una parte de España, la que yo considero buena y ejemplar. Un abrazo fuerte.
Germán.

Sobre Cómo hablamos y escribimos


Carta de Francesc Celma sobre mi libro Cómo hablamos y escribimos

¡Hola, sabio!
Es un sincero placer, además de un honor, contactar contigo. Hace mucho que quiero escribirte, pero la enfermedad del tiempo me lleva ganada la partida en los últimos meses. Finalmente, y para enfrentarme a ella con valentía, justo te escribo antes de salir hacia el curso de M3 al que nuestra amiga Gema también va. El caso es que empecé el libro Cómo hablamos y escribimos al poco de que me lo dieras, me gustó, avancé en su lectura, pero no mucho, porque tuve, mejor, como dice un amigo mío, escogí libremente, empezar otro para apoyarme en un artículo que deseaba escribir, eso, ya sabes, me llevó a otro y luego a otro, en fin, que tu libro quedó en la parte media de la columna titubeante que decora mi mesita de noche, y que casi consigue tapar la más grande de nuestras lámparas.
No sé muy bien por qué razón un día pensé de nuevo en él, posiblemente llevado por el recuerdo de alguna de nuestras escasas conversaciones, pero que disfruté tantísimo. Lo tomé donde lo dejé, pues bien, y ese es el motivo de este mail, me ha parecido maravilloso, he gozado de su calidad y me lo he bebido de un trago. De verdad, qué calidad, qué sencillez, qué profundidad, me ha impresionado. Además, claro, una de tus menciones, me ha llevado al libro de Enrique Vila-Matas Bartleby y compañía, que ha sido el remate total. Ese libro me ha devuelto a mi juventud, así escrito ha sonado como algo nostálgico, pero no lo es, en la que con 18 años visité a Emil Cioran en París, ese olor nihilista del libro me ha devuelto muchos recuerdos, otro sabio.
La medida de mi interés por los libros viene dada por unos marcadores de colores que yo encuentro geniales, me permiten señalar los puntos que sé que, en algún momento, volveré a buscar porque me han parecido valiosos. Bien, tu libro se asemeja a una bandera de oración budista.
No olvido tu ofrecimiento, si antes lo tenía claro, ahora es irrenunciable para mí. Honor y privilegio. Intento mejorar poco a poco, pero sé que únicamente prestando atención a tus correcciones daré un salto importante, es lo que tiene relacionarse con un sabio. 
 Muchas gracias de todo corazón, sabio.

Francesc Celma Girón
Director de Fosfenismo 
España e Iberoamérica,
Dr. Lefebure Methods
fosfenismo@fosfenismo.org


El monte de los gabarreros... y de todos


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Doy por supuesto que la mayoría de mis lectores, por no decir todos, en especial los que viven en El Espinar, en pueblos del entorno serrano y en la misma Segovia capital, saben de sobra que gabarrero, además de conductor y cargador o descargador de gabarras, es el que saca leña del monte y la transporta para venderla.
Un buen día, corría el año 1996, mi querido amigo y colega Juan Andrés Saiz Garrido daba a la estampa el libro “Los gabarreros de El Espinar”, en el que, con testimonios de los protagonistas de sus historias, contaba la vida y milagros de unos trabajadores del monte que, en tiempos de arduas penurias, se echaban de buena mañana al pinar para cargar en caballerías leñas muertas y llevarlas al pueblo para después venderlas. “Vida y milagros”, nunca mejor dicho, pues este duro oficio apenas daba para mantener a una familia.
Dos años después, y como consecuencia muy señalada del libro de Juan Andrés, comenzó a celebrarse en El Espinar a principios del mes de marzo la Fiesta de los Gabarreros, en la que con exhibiciones de carga y acarreo de leña y de corta de troncos se recordaba y celebraba a estos esforzados leñadores. A las actividades más directamente relacionadas con la gabarrería hay que añadir las Jornadas Gastronómicas, los espectáculos de música y danza a cargo de la Banda de Música y del Grupo de Danzas de El Espinar y de la Escuela de Dulzaina de San Rafael, y otros muchos actos, como los celebrados en los colegios para mostrar a sus alumnos los oficios del monte.
Esta semana, la XX Edición de la Fiesta de los Gabarreros se ha inaugurado con la presentación, en el salón de plenos del Ayuntamiento de la villa, de una nueva edición, “corregida y aumentada” como suele decirse, de “Los gabarreros de El Espinar”. Junto al autor, Cipriano Dorrego, agente forestal, aunque a él sigue gustándole la denominación de “guardabosque”, y Hermenegildo Herrero “Mene”, cortador y profesor de cortadores, se turnaron en hablarnos de los entresijos de la obra de Juan Andrés y de la gabarrería en general. En la presidencia de honor se sentaban gabarreros con muchos años de oficio a sus espaldas: Benedicto Muñoz, Hipólito Herranz “Polín”, Pablo González, Mariano de Benito y Tomás García –este acompañado de su hijo Tomasín y de su nieto Álvaro–, y cortadores y arrastradores que han cogido el relevo de los anteriores y participan en la fiesta o la hacen posible, como Jorge Bunes, José Muñoz “Geñete”, Juan Rodríguez, padre e hijo, José Luis González, y los miembros del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT). El actual presidente del CIT es Juan Andrés Saiz Lobo, Juanan, hijo de Juan Andrés Saiz Garrido, a cuyos ánimos, según confesión de su padre, se debe que esta segunda edición del libro se haya escrito y visto la luz.
Edición que se ha enriquecido con nuevos textos de Juan Andrés, con numerosas entrevistas y con una amplísima colección de fotografías de gabarreros y de las sucesivas celebraciones de la fiesta.
Como ya quedaba patente en el libro de 1996, la gabarrería era y es a juicio de Juan Andrés, no un mero trabajo de supervivencia, con su dureza y su picaresca, sino toda una cultura, la cultura del monte, con el que los gabarreros y los habitantes de los pueblos de la sierra de Guadarrama viven, vivimos, amancebados.
Una frase de Pablo González, gabarrero jubilado hace más de veinte años, resume profundamente la relación de amor y odio entre el gabarrero y el monte: “¡Cuánto me hizo sufrir y cuánto le quiero!”. De ahí que, como cuenta Juan Andrés, la mayor alegría de Pablo sea perderse por el monte de San Rafael y, cuando es menester, bajar algo de leña en su coche para la calefacción de su casa.
¿Tiene sentido toda esta insistencia literaria y festiva en la gabarrería, un oficio que desapareció, iba a decir felizmente, hace décadas? Sí, tiene todo el sentido del mundo, el sentido de no olvidar que pertenecemos a la tierra, en nuestro caso, al monte, al pinar, y que la tierra, el monte, el pinar nos pertenece, es nuestra mayor riqueza y fuente de vida.
Los gabarreros, se ha dicho muchas veces, contribuían a conservar y preservar el monte, aunque muchas veces fuera por egoísmo, eran ecologistas “avant la lettre”, cuando aún no se hablaba de ecología.
Tampoco dejemos a un lado el valor de nuestros montes y de la Fiesta de los Gabarreros como atractivo para el turismo, según señaló en la presentación del libro de Juan Andrés la alcaldesa de El Espinar Alicia Palomo, de la que a mí me gusta resaltar que es periodista, y se le nota para bien.
Cuando recibo a visitantes que no conocen El Espinar, les llevo a pasear por cualesquiera de los caminos, cañadas, veredas, coladas y cordeles que surcan como venas vivificadoras nuestros montes y praderas. Y siempre quieren volver.

4 de marzo de 2018

¡Afirmo!


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Mi contacto personal con Antonio Fraguas se remonta a la década de los cincuenta del siglo pasado en los veranos de El Espinar. Cuando este pueblo de la sierra de Guadarrama era para mí, chico de ciudad, la quintaesencia de la vida en el campo. Cuando su paisaje, sus prados, sus montes y sus gentes, se adentraron de tal manera en mi alma que desde entonces han formado parte inseparable de mi manera de pensar, de sentir y de ser.
Yo era algo más de dos años mayor que Antonio. Y sigo siéndolo, claro, aunque su reloj terrenal se haya detenido el 22 de febrero de 2018. Dos años en la adolescencia representan una gran diferencia temporal y podían marcar distancias que, después, con el transcurso del tiempo se van acortando.
Contemplo en blanco y negro unas fotos en las que, correría ya la década de los sesenta, aparecemos en la Peña del Coche Antonio, la que años más tarde sería su mujer, Pilar Garrido, mi hermano Carlos, mis hoy consuegros Fernando Matute y Chari Baena, y yo.
Antonio era coetáneo de Nacho, mi otro hermano menor, nacidos ambos en 1942. Y siempre conservó el recuerdo de los juegos y diversiones que los dos compartieron en los veraneos espinariegos.
“Nacho era muy divertido, muy ‘echao p’alante’ y muy inteligente. Además tenía una especial habilidad en torcerse los tobillos al hacer ‘saltos gimnásticos en pradera’, modalidad no olímpica que nosotros inventamos entre chotos y vacas”, declararía Antonio en una entrevista que le hizo en noviembre de 2009 la periodista Teresa Lapuerta, con ocasión del vigésimo aniversario de la matanza en El Salvador de los seis jesuitas de la Universidad Centroamericana entre los que se encontraba mi hermano Nacho.
Un día después de su muerte, Antonio Fraguas, ya devenido en Forges, publicaba una viñeta transida de emoción, en la que se leía: “Ignacio Martín Baró. Jesuita español, asesinado a los 47 años en El Salvador por dedicar su vida a los pobres y a los humildes. El sacrificio de tu vida es el ejemplo para los de tu generación sumidos en el poder y el bienestar olvidándose de la justicia social”.
También dibujó Forges una caricatura de la cara de un Nacho niño para el colegio de Valladolid que lleva su nombre: Ignacio Martín Baró.
Me sirve esta vinculación de Forges con mi hermano para resaltar una de las cualidades que más me han impresionado a lo largo de toda la carrera de este grandísimo humorista gráfico: su capacidad para entablar estrechas relaciones de amistad con innumerables personas de toda condición. Un ejemplo cercano de integrante de esta red de amigos es mi querido colega Juan Andrés Saiz Garrido, quien dedica a Toño una preciosa semblanza en El Adelantado del pasado día 24.
Pegada a la puerta del frigorífico en la casa madrileña de mi mujer hay una felicitación de Forges que, en una cartela sostenida por un ángel, reza así: “Paz en la Tierra a las Anas Lamelas de excelente voluntad. Feliz 2013 y sucesivos. Pilar y Antonio. ¡Afirmo!”. Ana Lamelas es hermana de Angelina, mi mujer, y durante años colaboró en la organización de Mesas Redondas en el Colegio Mayor Alcor: en la de Humoristas participó con su habitual entrega y entusiasmo Forges.
A pesar de ejercer con valentía la denuncia social y la crítica a políticos y otros profesionales de conductas poco éticas, Forges nunca se granjeó enemigos ni dejó que su lucha por la justicia degenerara en amarga violencia.
Mi primo Carlos Baró, también amigo de Antonio desde la adolescencia, le decía: “Antonio, pero ¿adónde vas con esos dibujos?”. No tuvo buen ojo mi primo, mientras que sí supo apreciar el valor de esas figuras extravagantes, acompañadas de originales textos, ricos en juegos y creaciones de palabras, el periodista Jesús Hermida, quien lanzó la carrera de Forges ayudándole a publicar en 1964 en el diario “Pueblo” su primera viñeta. Desde entonces, juntamente con Mingote, sus chistes han marcado con su impronta la labor de cuantos en España se han dedicado al humor gráfico.
He despedido a Antonio Fraguas en el tanatorio de la M-30, abrazando a su hermano José María, “Pirracas”, y a su viuda Pilar. En la mañana del 22 de febrero me llega por whatsapp el dibujo de Forges con la imagen de la iglesia de San Eutropio y el siguiente dialoguillo: “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero… ¡Que en El espinar me quedo! Sí. Pues eso”. Y abajo, como colofón del cartel: “Vivir (¡y respirar!) sólo en EL ESPINAR”.
Yo, desde el año 2002, he seguido el consejo de Forges y me “he quedado” a vivir ¡y respirar! en El Espinar. ¡Afirmo!