Las palabras y la vida
Pilarín
Alberto Martín Baró
Tenía un año más que yo, pero siempre fue Pilarín para su familia y sus amistades. El diminutivo cariñoso no le venía por ser la menor de cuatro hermanos, pues a la mayor, que felizmente aún vive, hasta sus hijos la llaman Marisina. Era su espíritu de inocencia, en el sentido evangélico en que Jesús primaba a los niños, el que la hizo acreedora del nombre infantil.
Su hija María José nos tenía al corriente a sus familiares y amistades a través del wasap de la evolución de su enfermedad: un ictus que se le declaró a finales de mayo y que, con altibajos, parecía haber superado. Una recaída el primero de septiembre nos hizo temer el fatal desenlace.
Cuando en la mañana del 4 de septiembre me llama por teléfono María José para comunicarme que su madre ha fallecido, los dos nos echamos a llorar y no somos capaces de seguir hablando.
Porque Pilarín era para mí, más que una prima, una hermana. Cercana, con un sincero interés por todo lo mío. Nos acompañó a El Salvador al cumplirse el año de la matanza de nuestro hermano Nacho. Su vitalidad y su alegría eran contagiosas. Cuando pasaba algún tiempo sin vernos, no faltaba su llamada telefónica en la que nos poníamos al corriente de nuestras vidas.
En El principito, Saint-Exupéry describe la amistad del protagonista con un zorro con las palabras “créer des liens”, crear lazos. Pilarín, por dondequiera que iba, creaba lazos de amistad, de cariño. No solo de ella con los demás, sino de los demás entre ellos. Tenía el don de hacer que quienes la habíamos conocido y la queríamos nos tratáramos y quisiéramos unos a otros. Su casa y su corazón estaban abiertos a cuantos tuvimos la dicha de coincidir con ella en nuestro periplo vital.
La amplitud de las salas y de la capilla del tanatorio de San Isidro de Madrid nos ha permitido, cumpliendo con las normas de seguridad y distancia social, despedir presencialmente a Pilarín. Sus hijos Pilar, María José, Nana, Pablo y María nos emocionan y hacen reír al evocar facetas y anécdotas de su madre en la misa que concelebra Juan, sacerdote sobrino de Pilarín.
Pilarín, hermana del alma, gracias por el amor que nos has dado a manos llenas. Ayúdanos desde tu privilegiada atalaya a comunicarlo a cuantos nos rodean.