28 de septiembre de 2020

Pilarín

 Las palabras y la vida 

Pilarín

Alberto Martín Baró

Tenía un año más que yo, pero siempre fue Pilarín para su familia y sus amistades. El diminutivo cariñoso no le venía por ser la menor de cuatro hermanos, pues a la mayor, que felizmente aún vive, hasta sus hijos la llaman Marisina. Era su espíritu de inocencia, en el sentido evangélico en que Jesús primaba a los niños, el que la hizo acreedora del nombre infantil.

Su hija María José nos tenía al corriente a sus familiares y amistades a través del wasap de la evolución de su enfermedad: un ictus que se le declaró a finales de mayo y que, con altibajos, parecía haber superado. Una recaída el primero de septiembre nos hizo temer el fatal desenlace.

Cuando en la mañana del 4 de septiembre me llama por teléfono María José para comunicarme que su madre ha fallecido, los dos nos echamos a llorar y no somos capaces de seguir hablando.

Porque Pilarín era para mí, más que una prima, una hermana. Cercana, con un sincero interés por todo lo mío. Nos acompañó a El Salvador al cumplirse el año de la matanza de nuestro hermano Nacho. Su vitalidad y su alegría eran contagiosas. Cuando pasaba algún tiempo sin vernos, no faltaba su llamada telefónica en la que nos poníamos al corriente de nuestras vidas.

En El principito, Saint-Exupéry describe la amistad del protagonista con un zorro con las palabras “créer des liens”, crear lazos. Pilarín, por dondequiera que iba, creaba lazos de amistad, de cariño. No solo de ella con los demás, sino de los demás entre ellos. Tenía el don de hacer que quienes la habíamos conocido y la queríamos nos tratáramos y quisiéramos unos a otros. Su casa y su corazón estaban abiertos a cuantos tuvimos la dicha de coincidir con ella en nuestro periplo vital.

La amplitud de las salas y de la capilla del tanatorio de San Isidro de Madrid nos ha permitido, cumpliendo con las normas de seguridad y distancia social, despedir presencialmente a Pilarín. Sus hijos Pilar, María José, Nana, Pablo y María nos emocionan y hacen reír al evocar facetas y anécdotas de su madre en la misa que concelebra Juan, sacerdote sobrino de Pilarín.

Pilarín, hermana del alma, gracias por el amor que nos has dado a manos llenas. Ayúdanos desde tu privilegiada atalaya a comunicarlo a cuantos nos rodean.

20 de septiembre de 2020

Una ley oportuna y necesaria

 Las palabras y la vida 

Una ley oportuna y necesaria

A

Cuando ya hemos vencido al coronavirus, como anunció el presidente del Gobierno al dar por concluido el estado de alarma, es el momento indicado para volver a plantear el Anteproyecto de la Ley de Memoria Democrática, que ya presentó el PSOE en el Congreso en enero de 2020. Así, el Consejo de Ministros ha aprobado el martes 15 de septiembre dicho Anteproyecto.

Ha sido la vicepresidenta primera del Gobierno Carmen Calvo quien, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, ha expuesto el significado de esta ley, que supone “el reconocimiento, reparación y dignificación de las víctimas del fascismo”, de “los desaparecidos” y de “los exiliados durante la Guerra Civil y la Dictadura”, para que la historia no se construya “desde el odio y el silenciamiento de los vencidos”.

Este país, en palabras de la vicepresidenta Calvo, “no se podía permitir ni un día más” sin esta ley, “un esfuerzo por homologar nuestra democracia en el mundo”. Habrá quien objete que, si nuestra democracia no está homologada en el mundo, el Gobierno en pleno debería dimitir al no haber sido elegido democráticamente. Pues no, esta contradicción solo la aprecian los que siguen la versión de los vencedores.

Todos hemos podido escuchar el clamor de las víctimas de los juicios del franquismo. Y es una ignominia que los seguidores de Franco se manifiesten un día sí y otro también multitudinariamente en nuestras calles y plazas. Por ello se prohíben en la nueva ley las actividades de exaltación y enaltecimiento de la dictadura.

La ardua y meritoria labor del Gobierno de Sánchez e Iglesias al desenterrar discretamente a Franco del Valle de los Caídos solo se verá completada cuando los monjes benedictinos sean expulsados de la basílica de Cuelgamuros y el templo religioso se convierta en un cementerio civil. También afirmó Calvo que “se reflexionará” sobre el derribo de la cruz que corona el templo y que, como todo el mundo sabe, es símbolo del nacionalcatolicismo, no del cristianismo universal.

Pero lo más importante y urgente de esta ley es que nuestros jóvenes y sus maestros podrán conocer la verdad histórica sobre la Guerra Civil y el franquismo. Por fin en España va a imperar una sola verdad bajo la vigilancia del Gran Hermano.

La reconciliación de los dos bandos de la Guerra Civil que se logró en la Transición fue solo un espejismo. La Ley de Memoria Democrática conseguirá la feliz convivencia entre españoles de distintas ideologías y creencias. Pues estas desaparecerán, o no podrán expresarse, acabando con la perniciosa libertad de pensamiento y expresión.

13 de septiembre de 2020

¿Y el futuro?

LAS PALABRAS Y LA VIDA

Alberto Martín Baró

En la indagación que vengo realizando en mis tres últimos artículos sobre el tiempo como duración dividida en presente, pasado y futuro, me he ocupado del presente y del pasado. Me queda por responder a la pregunta sobre el futuro en nuestra vida.

Si atendemos al consejo de Horacio, deberíamos “aferrarnos .al día de hoy, sin fiarnos para nada del mañana”. Sin embargo, el mismo Horacio es consciente de que, “mientras hablamos, se habrá fugado el tiempo celoso” O sea, el presente es fugaz y, como ya advirtiera el filósofo griego Heráclito (hacia 594 – 480 a. C.), todo fluye y está en perpetuo movimiento. Luego hay algo que nos remite de modo ineludible a esa fluidez venidera.

El futuro, es decir, lo que está por llegar, ¿tiene alguna significación en nuestra vida?

Hay un futuro, que yo calificaría “de andar por casa”, que se asoma casi indefectiblemente a lo que estamos haciendo. Me estoy duchando, u ocupándome de cualquiera de las rutinas diarias que no requieren toda mi atención, y estoy pensando en lo que a continuación o más tarde tengo que hacer. Esta proyección de lo venidero en el ahora puede distraernos de la tarea que tenemos entre manos, pero también es necesaria cuando queremos planear lo que hemos de llevar a cabo. Llamamos “agenda” (del latín agenda, cosas que se han de hacer) a la relación de las actividades sucesivas que han de ejecutarse, y al libro o cuaderno en que se apuntan.

Una repercusión más significativa del futuro en nuestra vida podría formularse como aquello a lo que aspiramos a ser o a realizar, humana y profesionalmente, el día de mañana. Como hemos visto, la educación recibida en el pasado influye en lo que somos en la actualidad. De ahí la importancia de nuestras aspiraciones en la configuración de nuestra realidad presente.

Decimos que, sin la formación y los estudios pertinentes, los niños y los jóvenes “no tienen futuro”. Y que su futuro, personal y laboral, será tanto más pleno cuanto mayor grado de preparación educativa hayan alcanzado.

Hay un futuro que acontecerá de manera ineludible, como que la noche sucederá al día. Pero, en otro orden de cosas intangible, existe para el creyente religioso el horizonte de otra vida más allá de la muerte, en el que se basa la esperanza.

Sin embargo, en estos tiempos aciagos del covid-19, la esperanza de la humanidad no está puesta en el cielo, sino en algo a ras de suelo: una vacuna eficaz que nos defienda del dañino coronavirus.

6 de septiembre de 2020

La historia

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Decíamos ayer… Bueno, decía yo en mi artículo de esta sección hace dos semanas que no tenemos otra cosa que el presente, que el pasado ya no es, y que el futuro no sabemos cómo será, incluso si llegará a ser.

En mi artículo de la semana pasada me ocupé de matizar tan tajante afirmación, describiendo el papel que desempeña el pasado en la vida de los individuos.

Hoy me propongo hablar de la significación del pasado en la vida colectiva de los pueblos. O sea de la historia, entendida domo el conjunto de los hechos que han ocurrido y de los personajes que han vivido en el tiempo hasta el día de hoy. Esos hechos y esos personajes configuran, en un determinado espacio geográfico, junto a características como el clima, la vegetación, el relieve entre otros factores, el carácter y la forma de vida de un pueblo.

Y ello es así, como en el caso de los individuos, aunque dicho pueblo y sus integrantes desconozcan o hayan olvidado tales acontecimientos y personajes.

He estado rememorando, en un ejercicio de sencilla anamnesis sinóptica, algunos de los hitos a mi entender más significativos que jalonan la historia de nuestro pueblo, que para mí sigue siendo y llamándose España.

Es muy triste que, desde el poder de un determinado Gobierno, en este caso el del entonces presidente Rodríguez Zapatero, se intente imponernos una Ley de Memoria Histórica, concebida desde unos criterios partidistas y sesgados.

La memoria histórica del pueblo español debería incluir tres rasgos fundamentales:

1. Una visión de los hechos y de los personajes enmarcada en la época en la que ocurrieron y vivieron, con sus peculiaridades propias, sin influencia de ideas o formas de sentir actuales.

2. Una exposición lo más completa posible, sin lagunas o saltos en el tiempo.

3. La aceptación de las luces y las sombras que todo devenir histórico presenta, sintiendo el legítimo orgullo de los logros, sin dejarse influir por “leyendas negras” elaboradas por la enemistad o la envidia de otros pueblos, y sabiendo a la vez reconocer los errores y los fallos, para no volver a incurrir en ellos en el presente.

No comparto la cita, atribuida erróneamente al filósofo Santayana (1863-1952), que dice así: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Ya he dicho que la influencia de la historia en un pueblo existe, aunque los integrantes de ese pueblo desconozcan su historia. Y la historia, mal que les pese a Hegel y a Marx, nunca se repite, ni como tragedia ni como farsa.