Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Hay
quienes sostienen que Putin está loco. Y basan su afirmación en la amenaza del
presidente ruso de utilizar armas nucleares contra Ucrania como respuesta al
uso de Zelenski de misiles estadounidenses y británicos capaces de alcanzar
suelo de Rusia.
Sin
descartar en el autócrata ruso algún tipo de demencia, yo me inclino a
considerarlo sobre todo como un personaje malvado, capaz de las mayores
atrocidades sin que se le mueva un pelo de su ridícula persianilla capilar.
No
hay más que recorrer su trayectoria asesina desde que el 24 de febrero de 2022
decidió invadir Ucrania bajo el falso nombre de “operación militar especial”.
Sus crímenes de guerra, y muy en especial la deportación ilegal de niños ucranianos
a Rusia, han sido condenados por la Corte Penal Internacional de La Haya, que
mantiene contra él una orden de arresto. Lo que no impide al exagente, por lo
demás mediocre, de la KGB moverse libremente por el mundo de los llamados
BRICS, formados por Brasil, India, China y Sudáfrica.
Si
la Primera Guerra Mundial se decidió sobre todo en el barro de las trincheras,
la Segunda asistió a un predominio de los combates aéreos. A la vista del
intercambio de misiles hipersónicos entre Rusia y Ucrania, lanzados sin ningún
miramiento contra la población civil e instalaciones no militares, me inclinaba
yo a pensar que una tercera conflagración mundial se libraría por medio de todo
tipo de cohetes y drones, descartados los enfrentamientos de soldados de a pie.
Si
en el ámbito nacional ruso, Putin no ha dudado en deshacerse de sus opositores
mediante asesinatos, destierros y supuestos suicidios, a la vista del escaso
entusiasmo bélico de la población civil ha recurrido a tropas mercenarias, con
el resultado adverso de todos conocido. ¿Dónde está ese ejército reluciente de
las paradas militares en la plaza del Kremlin?
Y
para colmo de la vergüenza de la milicia rusa y de su máximo jerarca, ha tenido
que acudir en ayuda de Rusia un contingente de 10.000 soldados de Corea del
Norte, entre los cuales no faltan ya desertores.
¿No
se les cae la cara de vergüenza a Putin, a su ministro de Defensa y a todo el
estamento militar ruso?
Veo
en los medios de comunicación fotos de civiles ucranianos refugiados en el
metro de Kiev.
¿Habrá
búnker capaz de resguardar a los humanos de los letales efectos de las armas
nucleares? ¿Se creerá a salvo de su mortífero poder el siniestro y quizá
trastornado máximo dirigente ruso Vladimir Putin?