31 de marzo de 2019

Cúpulas verdes


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

He estado paseando estos días soleados bajo poéticas cúpulas verdes. Cúpulas verdes y… es el título de un precioso libro de la arqueóloga, poeta y escritora May Gracia, en el que canta en breves poemas a unos cien árboles y arbustos.
Ya es un acierto denominar a los árboles “cúpulas verdes”. Cúpula nos trae resonancias de templo, de plegaria, de protección espiritual. Y verde es el color de la serenidad y la esperanza. En los árboles, en la mayoría de las plantas, predominan las mil tonalidades del verdor que sosiega nuestra vista y nuestro ánimo.
May Gracia ha acertado también al elegir el haiku, la estrofa tradicional de la métrica japonesa, con diecisiete sílabas distribuidas en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, para retratar en sugerentes flashes a árboles y arbustos.
En el primer haiku que abre el libro pinta así a los árboles en general: “Dádiva verde / sobre tronco gallardo / pulcra armonía”. Después, en orden alfabético que no siempre respeta, va desgranando en pinceladas poéticas, botánicas, populares, mitológicas y hasta culinarias los versos encabezados por los nombres de árboles y arbustos, unos más conocidos que otros: abedul, abeto, acebo, acerolo, agracejo, albaricoquero…
Hubo un momento en mi vida en el que, avergonzado por no conocer los nombres de tantos árboles, me hice con un buen surtido de libros que me ayudaran a paliar mi ignorancia. Pero de los casi cien árboles y arbustos que poetiza May Gracia todavía hay más de una veintena de los que ignoraba hasta el nombre: annona, boldo, cambará, cascalote, coihue, criptomería…
En la presentación del libro, que tuvo lugar hace un par de semanas en la sede madrileña de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE), le pregunto a la autora si ella conoce “de visu”, por haberlos visto con sus propios ojos, todos los árboles a los que canta. Ella, muy viajada, con una sonrisa me contesta que sí. Claro que, si tenemos en cuenta, como nos ilustra en la presentación la también poeta y narradora Julia Sáez-Angulo, que hay en todo el mundo más de sesenta mil variedades de árboles, las casi cien de Cúpulas verdes y… ya no me resultan tan numerosas.
Pero no importa el número. En palabras de Emilio Porta, secretario de la AEAE, en su introducción al acto: “El tema de los árboles es todo un referente de los libros sagrados fundacionales y de la literatura en general. May Gracia se inscribe en esta saga con su nuevo libro ‘Cúpulas verdes y…’.”
Los mismos nombres de árboles: limonero, laurel, granado, ginko…, parecen poemas, porque las palabras resuenan y enamoran, como recuerda Julia Sáez-Angulo que le sucedía al poeta chileno Nicanor Parra.
La brevedad de los haikus en castellano está acompañada en este libro por su traducción libre en pictogramas japoneses, obra del poeta y pintor nipón Yurihito Otsuki.
No se arredra May Gracia al pintar a árboles cantados por excelsos poetas de nuestra literatura. Antonio Machado nos hacía vibrar de dolor y esperanza ante el olmo hendido por el rayo. El llanto de May Gracia es por otra causa, esta irremediable: “Lloro tu muerte / maldigo la grafiosis / perversa plaga”.
Y si Machado veía a orillas del Duero: “Álamos del amor que ayer tuvisteis / de ruiseñores vuestras ramas llenas; / álamos que seréis mañana liras / del viento perfumado en primavera”, May Gracia se inspira asimismo en la música de estos árboles: “Voz en tus ramas / plateado donaire / mimo de nana”.
En la memoria de todos resuenan los versos de Gerardo Diego al ciprés de Silos: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el cielo con tu lanza”. May Gracia interpela así al ciprés: “Vives sagrado / conectas cielo y tierra / inmortal sueño”.
La mimosa anunciaba a Giuseppe Ungaretti en El cuaderno del viejo la llegada de la primavera. El haiku de May Gracia al aromo o mimosa lo versifica con estas palabras: “Brotas como oro / henchido de fragancia / fin del invierno”.
La inspiración de May Gracia se remonta en ocasiones a la mitología grecolatina, como en el haiku al laurel: “Dafne protege / la sibila de Delfos / en el oráculo”; o a la higuera: “Rómulo y Remo / la loba los lactó / bajo su sombra”.
La periodista y poeta Carmen Silva evoca en la contraportada del libro a la catalpa que tuvo en el pequeño jardín de su desaparecido chalé. May Gracia la describe así: “Hermosa copa / te llaman la sombrilla / de los jardines”.
Todos, creo yo, tenemos un árbol o varios de nuestra predilección. Uno de los míos es el pino silvestre. Desde la ventana del cuarto de estar de mi casa de El Espinar contemplo la ladera del monte de Peña la Casa, verde de pinos verdes. Concluyo este paseo con el haiku al pino: “Longeva vida / catadura de fuerza, / de Pitis lema”.
Porque los árboles nos sobreviven a los hombres. Y yo me iré y los pinos seguirán cubriendo con sus cúpulas verdes la ladera de Peña la Casa.

25 de marzo de 2019

Elecciones


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Las elecciones son una mina para articulistas y tertulianos de los medios de comunicación. Cuando se les acaba el tema casi inagotable del independentismo catalán, ahora actualizado por el juicio en el Supremo a los golpistas, pueden echar mano de la convocatoria electoral del 28 de abril.
Todos los comentaristas políticos creen estar en posesión de las claves que explican lo que está pasando en la precampaña y pasará en la campaña y en las propias elecciones. Y tienen sobrado material para echar su cuarto a espadas, en tono de humor, en serio o con tintes apocalípticos, acerca de la elaboración de las listas de candidatos, los fichajes de personajes más o menos célebres ajenos al mundo de la política oficial, las alianzas entre partidos y las encuestas sobre los posibles resultados electorales y pactos postelectorales.
Hay hasta quienes en sus columnas o comentarios se permiten aconsejar a los jefes de los partidos o a los cabezas de lista. Y, según la adscripción ideológica de cada cual, se lanzan a la yugular del que no piensa como ellos, descalificándolo, tachándolo de extrema derecha o extrema izquierda, o haciendo circular, en especial por las redes sociales, bulos y noticias falsas –por favor, ¿qué necesidad tenemos del anglicismo fake news?– que, aunque después se demuestre su falsedad, causan desprestigio y daño moral a los afectados.
Otra cosa es opinar sobre lo que ha ocurrido, está ocurriendo o tal vez ocurra. Yo me permito hacerlo en mis artículos, que El Adelantado tiene a bien publicar en sus páginas de Opinión. Y siempre procuro documentarme a fondo y estoy dispuesto a rectificar si yo mismo u otro detectamos un error.
A quienes, desde la oposición o desde otras instancias, reclamaban elecciones, cabría decirles: “Ya tenéis elecciones. ¿Y ahora qué?”
Bien es verdad que el presidente Sánchez las ha convocado forzado por la necesidad al no ser aprobados sus presupuestos generales. Pero, en cualquier caso, ya están convocadas. Y, para satisfacción de propios y disgusto de extraños, las encuestas de distintos medios le dan al PSOE de Sánchez una clara mayoría de escaños. Mayoría que quizá no le permitiría gobernar en solitario, pero sí repetir su gobierno con el apoyo de Podemos y nacionalismos varios, ya sean independentistas declarados o solapados.
En el campo del centro-derecha, no está claro que los votos sumados del PP, de Ciudadanos y de Vox, en el supuesto de que los tres partidos se pusieran de acuerdo, posibilitaran reeditar el pacto de gobierno alcanzado en la Comunidad de Andalucía, que desalojó de la Junta al PSOE después de más de 38 años en el poder.
En cambio, no hay duda de que Sánchez, para seguir en el flamante “colchón” de la Moncloa, se aliaría con las mismas formaciones que le apoyaron en la moción de censura de 2018. Por parte de estos grupos, tal vez le pudieran fallar los independentistas catalanes, pero no sería muy difícil atraerlos con promesas de indultos a los que fueran condenados por el Supremo –si es que finalmente lo son–, o con otras cesiones y claudicaciones del Estado, como aceptar el diálogo sobre la autodeterminación.
Me pregunto en qué ha cambiado Pedro Sánchez para, después de menos de dos años y medio de ser desalojado de la Secretaría General del PSOE, en el partido no se alzan voces que pongan en tela de juicio la actuación del hoy secretario general socialista y expresidente del Gobierno. El cual, en la última reunión de la Ejecutiva, ha fulminado cualquier intento de crítica u oposición interna y ha desbancado de las listas electorales a cuantos se enfrentaron a él o contribuyeron a su defenestración.
Las medidas económicas “sociales” tomadas por el gabinete de Sánchez en sus algo más de nueve meses de Gobierno, como la subida del salario mínimo interprofesional, el ajuste de las pensiones de acuerdo con el IPC y la subvención a parados de más de 55 años, es posible, como dictaminan diversos expertos y organismos, que repercutan en un menor crecimiento económico y en un aumento del paro. Lo que ya está claro es que la deuda pública y el déficit del Estado se han disparado.
Pero estos baremos, con ser graves, no son a mi juicio tan determinantes para rechazar una repetición de Pedro Sánchez en el Gobierno de la Nación, como su falta de ética, puesta de manifiesto de manera indudable en los múltiples plagios de su tesis doctoral, en el uso de bienes públicos para fines privados, en la ocupación de las direcciones de empresas estatales por amigos y afines, y en la colocación de su mujer al frente del Instituto de Empresa, con un sueldo que no debe de ser escaso al no haberse dado a conocer.
Una militante socialista que apoyó a Pedro Sánchez en su regreso a la Secretaría General del partido, ha abandonado hace unos días el PSOE y la explicación que ha dado es: “El dedazo de Sánchez”.

17 de marzo de 2019

Feminismo


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

¿Qué pienso del feminismo? Me hago esta pregunta para aclararme a mí mismo, y ante el lector, cuál es mi postura sobre un movimiento que, el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, suscitó manifestaciones multitudinarias y hasta un paro de mujeres en toda España.
Pero, antes de responder a la pregunta, tendré que precisar cuál es el significado de este término. Para ello recurro al Diccionario de uso del español de María Moliner, lexicógrafa que se distinguió por su decidida defensa del papel de la mujer en la sociedad de su tiempo. En su léxico define el feminismo como “Doctrina que considera justa la igualdad de derechos entre hombres y mujeres”, y “Movimiento encaminado a conseguir esta igualdad”.
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) también recogía estas dos acepciones de ‘doctrina’ y ‘movimiento’: “m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. 2. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres”. Ahora bien, en la última actualización habla de ‘principio’ en vez de ‘doctrina’, quizá por considerar el vocablo ‘doctrina’ anticuado y con resonancias religiosas: “m. Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. 2. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo”.
La anterior definición del DRAE hacía alusión a “derechos reservados antes a los hombres”, es decir, que durante largos siglos las mujeres no habían disfrutado de los mismos derechos que los hombres. Es importante, si se quiere comprender el feminismo, tener en cuenta de dónde venimos: de una situación en que las mujeres carecían del derecho al voto, no podían firmar una escritura de compraventa, ni abrir una cuenta en un Banco, entre otras desigualdades que las relegaban a una posición subordinada al hombre. Cuando hoy día, en los países democráticos entre los que se cuenta España, los derechos fundamentales les han sido reconocidos a las mujeres, la lucha del feminismo se ha ampliado a otros campos.
Así, una de las batallas que en la actualidad entabla el feminismo trata de suprimir la que se ha dado en llamar “brecha salarial”, a saber, la diferencia entre el salario que perciben una mujer y un hombre por el mismo trabajo. Si una mujer, con la misma cualificación profesional que un hombre y realizando la misma tarea durante el mismo número de horas que un hombre, percibiera una retribución inferior, no habría paro femenino, pues las empresas contratarían a mujeres que les resultarían más económicas que los hombres. En las diferencias salariales entre mujeres y hombres influye el número de horas trabajadas: hay mujeres que optan por una reducción de jornada para conciliar su actividad laboral con la maternidad, la crianza y el cuidado de los hijos. Esta conciliación sí es un problema al que aún no se ha dado solución. A solucionarlo contribuiría una participación del hombre en la atención a los hijos y en las labores del hogar igual a la de la mujer.
Otra de las denuncias que plantea hoy el feminismo se refiere a la menor presencia de la mujer en puestos directivos de las empresas. Para paliar ese déficit se propone y hasta se exige a las empresas unas cuotas que beneficien a la mujer. Esta imposición oculta una desconfianza larvada en la mujer, que necesitaría de una discriminación positiva para alcanzar puestos de alta dirección.
Sobre la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, en especial el acceso a una educación superior, que es clave para la obtención de trabajos de mayor cualificación y remuneración, las trabas a la consecución de una titulación universitaria, de un máster y de un doctorado no radican en la condición femenina –en la actualidad hay más mujeres que hombres en la mayor parte de las facultades, incluidas las técnicas–, sino en la capacidad económica de los padres para pagar los estudios de los hijos. Los sistemas de becas y ayudas a los estudiantes con menos recursos económicos pueden paliar, pero no resolver totalmente, esta diferencia, que no tiene que ver con la condición de hombre o mujer, sino con los ingresos de las familias. En el paro femenino del día 8 de marzo participaron predominantemente estudiantes universitarias, mientras que limpiadoras y mujeres con empleos similares no pudieron permitirse semejante privilegio.
A la pregunta: ¿Qué pienso del feminismo?, tengo que puntualizar que no existe un solo feminismo, sino diferentes principios y movimientos feministas. Por supuesto, abogo por la total igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Y ya he dejado claro que defiendo una igual participación del hombre y la mujer en el cuidado de los hijos y en las tareas del hogar. No estoy, en cambio, a favor de la discriminación positiva ni de la imposición de cuotas en favor de la mujer.
Una última consideración: no son la calle ni las manifestaciones callejeras los medios más adecuados para una reflexión serena sobre los problemas que sigue planteando la igualdad real y efectiva de hombres y mujeres. Fomentar, como propugnan ciertos intereses partidistas, la oposición entre los sexos hace un flaco servicio a la legítima lucha por la plena igualdad de hombres y mujeres.

10 de marzo de 2019

Hablando de escribir


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

En la tertulia de “El libro del mes” que celebramos el pasado miércoles 6 de marzo, dialogamos sobre la obra de Haruki Murakami De qué hablo cuando hablo de escribir. Como el autor tuvo dificultades para desplazarse a El Espinar, en su nombre moderó el debate y atendió a las preguntas de los asistentes nuestro tertuliano Daniel Ferrera López, experto licenciado y doctorando en Comunicación Audiovisual.
A mí siempre me ha intrigado, y así se lo he planteado a los ya numerosos escritores que han pasado en persona por nuestra tertulia, cómo es el proceso de creación de una novela. Me vienen a la memoria, a riesgo de dejar a alguno en el tintero, Ignacio Sanz, León Arsenal, Lorenzo Silva, Marifé Santiago Bolaños, Javier Moro, Inma Chacón, José Antonio Abella, Carmen Gallardo, Angelina Lamelas, Alejandro Palomas, Edurne Portela…
Y preciso “de una novela”, porque yo me considero muy capaz de escribir un artículo, prueba de ello son los 665 que llevo publicados solo en El Adelantado. Otra cosa, sobre la que se podría discutir, sería la calidad de los mismos.
También me he aventurado en el ensayo y en el relato corto, modalidades de escritura en las que suelo echar mano de la primera persona y de las vivencias que he almacenado en mi prolongada vida.
Pero, amigos, una novela, y una novela larga, es una proeza creativa que cae fuera del alcance de mis dotes de escritor. Y es, en cambio, el género en el que se mueve como pez en el agua Murakami.
En De qué hablo cuando hablo de escribir nos desvela en un estilo directo, sin pretensiones de sentar cátedra, cuál ha sido la experiencia vital que le ha llevado, y le sigue llevando, a escribir, desde hace treinta y cinco años. Y aunque en el título solo se habla de “escribir”, a lo largo de los 11 capítulos y un epílogo que componen este ensayo autobiográfico queda claro que nuestro autor, nacido en Kioto en 1949, de lo que habla predominantemente es de cómo se enfrenta a la ardua tarea de escribir una novela, y una novela larga, que suele llevarle como mínimo un año, o dos e incluso tres, con una dedicación diaria de cinco o seis horas. Más el tiempo nada escaso que dedica a revisar, a corregir y a reescribir lo ya escrito.
Así nada tiene de extraño que, en el capítulo 7: “Una infinita vida física e individual”, haga una encendida defensa de la necesidad de una fuerza y resistencia corporal, que él considera imprescindible para su trabajo y que procura alcanzar y mantener corriendo o nadando al menos una hora cada día.
Después de haber regentado durante varios años un bar en el que actuaban músicos de jazz, un buen día, presenciando un partido de béisbol, tuvo una especie de iluminación, de revelación, sin conexión aparente con el espectáculo deportivo: “Eso es. Quizás yo también pueda escribir una novela”. Y aquella misma noche comenzó a escribir su primera novela, a mano, ideograma tras ideograma, sentado a la mesa de la cocina.
Con una sinceridad y una humildad poco frecuentes cuenta Marukami cómo se enfrenta al arduo oficio de contar una historia.
Así nos revela cómo crea sus personajes. Primero aparece el contexto en el que se moverán y después empiezan a cobrar vida propia. Son ellos los que a menudo sostienen y dirigen la trama, llevando de la mano al autor. Cuando esos personajes se multiplican, se vio en la necesidad de ponerles nombres, para que la complejidad de la trama no confundiese al lector.
Dentro de esta creación de personajes, ha ido variando Murakami el punto de vista del narrador, en primera o tercera persona.
Es muy interesante descubrir cómo recurre Murakami a detalles que ha ido almacenando en las múltiples taquillas de la memoria y que le sirven para describir escenas y escenarios, paisajes y caracteres.
Y un aspecto muy importante para Murakami escritor, en el que insiste en repetidos pasajes del libro: “Si uno se dedica a algo que le parece importante, pero no encuentra diversión, si su corazón no palpita de emoción, es muy probable que albergue en alguna parte una equivocación, cierta discordia”.
Sin este disfrute, a juicio de Murakami, no será capaz el novelista de trasladar al lector la emoción sin la cual toda historia contada con palabras carece de vida. Él confiesa que, mientras escribe, se divierte y al mismo tiempo se siente libre. Una alegría espontánea y abundante debería ser, a su juicio, la base no solo de toda novela, sino de cualquier tipo de expresión artística.
“Si vis me flere –esto lo añado yo, valiéndome de un consejo del gran poeta latino  Horacio (Ad pisones, 102-103)–, dolendum est primum ipsi tibi”, que podría traducirse al español del modo siguiente: “Si quieres que yo llore, primero es menester que tú te duelas”.
Lloraremos al leer, si el autor ha experimentado antes el dolor. Y reiremos y gozaremos con la lectura, si el escritor ha disfrutado primero escribiéndolo.

3 de marzo de 2019

El futuro de Europa


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

Me parece una feliz idea la iniciativa de la Unión Europea de organizar debates sobre el futuro de Europa en municipios españoles de menos de 30.000 habitantes. Así, el pasado martes 26 de febrero se celebró a las 7 de la tarde en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Espinar un encuentro presidido por la jefa de Comunicación de la Comisión Europea en España, Teresa Frontán, y la alcaldesa de El Espinar, Alicia Palomo. Por la mañana había tenido lugar otro debate con alumnos del instituto espinariego María Zambrano, igualmente moderado por Teresa Frontán y Alicia Palomo. En ambos casos no había un programa predeterminado, sino que se trataba de dar la palabra a jóvenes y ciudadanos para que formularan propuestas, ideas, inquietudes y preguntas sobre el futuro de Europa.
En la sesión de la tarde nos congregamos unas treinta personas. En nuestras intervenciones afloraron muy variadas opiniones y cuestiones pero, si hubiera que destacar alguna, yo me inclinaría por la falta de comunicación de las instituciones comunitarias con los ciudadanos de los países miembros. Lo cual lleva a una extendida ignorancia entre los votantes a la hora de depositar su voto en las Elecciones al Parlamento Europeo, desconocimiento más acusado si cabe entre los jóvenes que participan por primera vez en tales citas electorales.
Estos encuentros para debatir sobre el futuro de Europa en los que los jóvenes y los ciudadanos podamos expresar nuestras preocupaciones y aspiraciones sobre lo que es y debería ser la Unión Europea son un buen camino para paliar la falta de comunicación e información de unos organismos a los que vemos muy lejanos y ocupados a menudo de complejas cuestiones técnicas.
Junto a problemas o fallos concretos, como la falta de presupuesto de la Unión para traducir al español ciertos documentos de la política comunitaria, se plantearon en la reunión en el Ayuntamiento cuestiones de mayor calado, como la defensa y promoción del legado cultural que constituye las raíces de la civilización europea, a saber, la herencia de la filosofía griega, el derecho romano y las religiones bíblicas, tres pilares a los que algunos pensadores añaden la ciencia moderna, el Estado de derecho con su sistema de libertades y la institución universitaria.
El sábado 23 de febrero, la plataforma independiente “One of Us”, integrada por pensadores y políticos al frente de los cuales figuran el filósofo francés Remi Brague y el dirigente español Jaime Mayor Oreja, presentó en el Senado francés un manifiesto cuyo objetivo es contribuir a que Europa recupere los valores y principios que la forjaron como una civilización defensora de los derechos del individuo y de la igualdad de todas las personas, independientemente de su raza, su sexo y su condición social. Harán bien los representantes de las instituciones de la Unión Europea en tener en cuenta las propuestas de este tipo de organizaciones.
La Unión Europea tuvo su origen en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), fundada en 1951 por Francia, República Federal de Alemania, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo e Italia, cuyo objetivo fue eliminar los aranceles sobre estos dos productos entre los países miembros. Este organismo sirvió de base para la posterior creación de la Comunidad Económica Europea (CEE). La CEE, conocida también como Mercado Común, arrancó a partir del tratado de Roma, firmado en 1957 por Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Francia, República Federal de Alemania e Italia, al que en años siguientes se fueron adhiriendo otros países europeos, entre ellos España. Su finalidad era crear un mercado común entre los países miembros, fomentar el desarrollo económico y aumentar el nivel de vida de sus habitantes. En años sucesivos se implantarían el libre tránsito de mercancías, capitales y personas, y otras medidas fiscales y monetarias. Con el tratado de Maastricht (1991) se establecieron las bases para la unidad monetaria, la cohesión social y una política exterior y de defensa común de los países miembros.
La Unión Europea, que comenzó siendo una organización con fines predominantemente comerciales y económicos, ha ido ampliando su campo de acción a proyectos y objetivos políticos, culturales y sociales a nivel internacional. Conviene tener presentes estos principios fundacionales en unos momentos en que las crisis económicas, los populismos, las diferencias entre los Estados miembros, la inmigración descontrolada y la negociación para la salida del Reino Unido amenazan con socavar los cimientos y el funcionamiento de la Unión Europea. La solidaridad entre los países más y menos prósperos de la Unión, así como ante los inmigrantes, deberá seguir siendo uno de sus caracteres distintivos. La Unión Europea, recalcó Teresa Frontán, es el organismo que más contribuye económicamente al desarrollo de otros países. Pero se plantea, más que dar subvenciones a fondo perdido, promover empresas que se instalen en esos países con la consiguiente creación de riqueza y puestos de trabajo, pero que también obtengan beneficios sin los cuales no prosperarían.
No olvidemos que los países comunitarios son foco de atracción, no solo por su bienestar material, sino por la defensa de los derechos de todas las personas.