Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
He estado paseando estos días soleados bajo poéticas cúpulas
verdes. Cúpulas verdes y… es el título de un precioso libro de la arqueóloga,
poeta y escritora May Gracia, en el que canta en breves poemas a unos cien
árboles y arbustos.
Ya es un acierto denominar a los árboles “cúpulas verdes”.
Cúpula nos trae resonancias de templo, de plegaria, de protección espiritual. Y
verde es el color de la serenidad y la esperanza. En los árboles, en la mayoría
de las plantas, predominan las mil tonalidades del verdor que sosiega nuestra
vista y nuestro ánimo.
May Gracia ha acertado también al elegir el haiku, la
estrofa tradicional de la métrica japonesa, con diecisiete sílabas distribuidas
en tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, para retratar en sugerentes
flashes a árboles y arbustos.
En el primer haiku que abre el libro pinta así a los árboles
en general: “Dádiva verde / sobre tronco gallardo / pulcra armonía”. Después,
en orden alfabético que no siempre respeta, va desgranando en pinceladas
poéticas, botánicas, populares, mitológicas y hasta culinarias los versos
encabezados por los nombres de árboles y arbustos, unos más conocidos que
otros: abedul, abeto, acebo, acerolo, agracejo, albaricoquero…
Hubo un momento en mi vida en el que, avergonzado por no
conocer los nombres de tantos árboles, me hice con un buen surtido de libros
que me ayudaran a paliar mi ignorancia. Pero de los casi cien árboles y
arbustos que poetiza May Gracia todavía hay más de una veintena de los que
ignoraba hasta el nombre: annona, boldo, cambará, cascalote, coihue,
criptomería…
En la presentación del libro, que tuvo lugar hace un par de
semanas en la sede madrileña de la Asociación de Escritores y Artistas
Españoles (AEAE), le pregunto a la autora si ella conoce “de visu”, por
haberlos visto con sus propios ojos, todos los árboles a los que canta. Ella,
muy viajada, con una sonrisa me contesta que sí. Claro que, si tenemos en
cuenta, como nos ilustra en la presentación la también poeta y narradora Julia
Sáez-Angulo, que hay en todo el mundo más de sesenta mil variedades de árboles,
las casi cien de Cúpulas verdes y… ya no me resultan tan numerosas.
Pero no importa el número. En palabras de Emilio Porta,
secretario de la AEAE, en su introducción al acto: “El tema de los árboles es
todo un referente de los libros sagrados fundacionales y de la literatura en
general. May Gracia se inscribe en esta saga con su nuevo libro ‘Cúpulas verdes
y…’.”
Los mismos nombres de árboles: limonero, laurel, granado,
ginko…, parecen poemas, porque las palabras resuenan y enamoran, como recuerda
Julia Sáez-Angulo que le sucedía al poeta chileno Nicanor Parra.
La brevedad de los haikus en castellano está acompañada en
este libro por su traducción libre en pictogramas japoneses, obra del poeta y
pintor nipón Yurihito Otsuki.
No se arredra May Gracia al pintar a árboles cantados por
excelsos poetas de nuestra literatura. Antonio Machado nos hacía vibrar de
dolor y esperanza ante el olmo hendido por el rayo. El llanto de May Gracia es
por otra causa, esta irremediable: “Lloro tu muerte / maldigo la grafiosis /
perversa plaga”.
Y si Machado veía a orillas del Duero: “Álamos del amor que
ayer tuvisteis / de ruiseñores vuestras ramas llenas; / álamos que seréis
mañana liras / del viento perfumado en primavera”, May Gracia se inspira
asimismo en la música de estos árboles: “Voz en tus ramas / plateado donaire /
mimo de nana”.
En la memoria de todos resuenan los versos de Gerardo Diego
al ciprés de Silos: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el
cielo con tu lanza”. May Gracia interpela así al ciprés: “Vives sagrado /
conectas cielo y tierra / inmortal sueño”.
La mimosa anunciaba a Giuseppe Ungaretti en El cuaderno del
viejo la llegada de la primavera. El haiku de May Gracia al aromo o mimosa lo
versifica con estas palabras: “Brotas como oro / henchido de fragancia / fin
del invierno”.
La inspiración de May Gracia se remonta en ocasiones a la
mitología grecolatina, como en el haiku al laurel: “Dafne protege / la sibila
de Delfos / en el oráculo”; o a la higuera: “Rómulo y Remo / la loba los lactó
/ bajo su sombra”.
La periodista y poeta Carmen Silva evoca en la contraportada
del libro a la catalpa que tuvo en el pequeño jardín de su desaparecido chalé.
May Gracia la describe así: “Hermosa copa / te llaman la sombrilla / de los
jardines”.
Todos, creo yo, tenemos un árbol o varios de nuestra
predilección. Uno de los míos es el pino silvestre. Desde la ventana del cuarto
de estar de mi casa de El Espinar contemplo la ladera del monte de Peña la Casa,
verde de pinos verdes. Concluyo este paseo con el haiku al pino: “Longeva vida
/ catadura de fuerza, / de Pitis lema”.
Porque los árboles nos sobreviven a los hombres. Y yo me iré
y los pinos seguirán cubriendo con sus cúpulas verdes la ladera de Peña la Casa.