Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Me parece una feliz idea la iniciativa de la Unión Europea de
organizar debates sobre el futuro de Europa en municipios españoles de menos de
30.000 habitantes. Así, el pasado martes 26 de febrero se celebró a las 7 de la
tarde en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Espinar un encuentro
presidido por la jefa de Comunicación de la Comisión Europea en España, Teresa
Frontán, y la alcaldesa de El Espinar, Alicia Palomo. Por la mañana había
tenido lugar otro debate con alumnos del instituto espinariego María Zambrano,
igualmente moderado por Teresa Frontán y Alicia Palomo. En ambos casos no había
un programa predeterminado, sino que se trataba de dar la palabra a jóvenes y
ciudadanos para que formularan propuestas, ideas, inquietudes y preguntas sobre
el futuro de Europa.
En la sesión de la tarde nos congregamos unas treinta personas. En
nuestras intervenciones afloraron muy variadas opiniones y cuestiones pero, si
hubiera que destacar alguna, yo me inclinaría por la falta de comunicación de
las instituciones comunitarias con los ciudadanos de los países miembros. Lo
cual lleva a una extendida ignorancia entre los votantes a la hora de depositar
su voto en las Elecciones al Parlamento Europeo, desconocimiento más acusado si
cabe entre los jóvenes que participan por primera vez en tales citas
electorales.
Estos encuentros para debatir sobre el futuro de Europa en los que
los jóvenes y los ciudadanos podamos expresar nuestras preocupaciones y aspiraciones
sobre lo que es y debería ser la Unión Europea son un buen camino para paliar
la falta de comunicación e información de unos organismos a los que vemos muy
lejanos y ocupados a menudo de complejas cuestiones técnicas.
Junto a problemas o fallos concretos, como la falta de presupuesto
de la Unión para traducir al español ciertos documentos de la política
comunitaria, se plantearon en la reunión en el Ayuntamiento cuestiones de mayor
calado, como la defensa y promoción del legado cultural que constituye las
raíces de la civilización europea, a saber, la herencia de la filosofía griega,
el derecho romano y las religiones bíblicas, tres pilares a los que algunos
pensadores añaden la ciencia moderna, el Estado de derecho con su sistema de
libertades y la institución universitaria.
El sábado 23 de febrero, la plataforma independiente “One of Us”,
integrada por pensadores y políticos al frente de los cuales figuran el
filósofo francés Remi Brague y el dirigente español Jaime Mayor Oreja, presentó
en el Senado francés un manifiesto cuyo objetivo es contribuir a que Europa
recupere los valores y principios que la forjaron como una civilización
defensora de los derechos del individuo y de la igualdad de todas las personas,
independientemente de su raza, su sexo y su condición social. Harán bien los
representantes de las instituciones de la Unión Europea en tener en cuenta las
propuestas de este tipo de organizaciones.
La Unión Europea tuvo su origen en la Comunidad Europea del Carbón
y del Acero (CECA), fundada en 1951 por Francia, República Federal de Alemania,
Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo e Italia, cuyo objetivo fue eliminar los
aranceles sobre estos dos productos entre los países miembros. Este organismo
sirvió de base para la posterior creación de la Comunidad Económica Europea
(CEE). La CEE, conocida también como Mercado Común, arrancó a partir del
tratado de Roma, firmado en 1957 por Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo,
Francia, República Federal de Alemania e Italia, al que en años siguientes se
fueron adhiriendo otros países europeos, entre ellos España. Su finalidad era
crear un mercado común entre los países miembros, fomentar el desarrollo
económico y aumentar el nivel de vida de sus habitantes. En años sucesivos se
implantarían el libre tránsito de mercancías, capitales y personas, y otras
medidas fiscales y monetarias. Con el tratado de Maastricht (1991) se
establecieron las bases para la unidad monetaria, la cohesión social y una
política exterior y de defensa común de los países miembros.
La Unión Europea, que comenzó siendo una organización con fines
predominantemente comerciales y económicos, ha ido ampliando su campo de acción
a proyectos y objetivos políticos, culturales y sociales a nivel internacional.
Conviene tener presentes estos principios fundacionales en unos momentos en que
las crisis económicas, los populismos, las diferencias entre los Estados
miembros, la inmigración descontrolada y la negociación para la salida del
Reino Unido amenazan con socavar los cimientos y el funcionamiento de la Unión
Europea. La solidaridad entre los países más y menos prósperos de la Unión, así
como ante los inmigrantes, deberá seguir siendo uno de sus caracteres
distintivos. La Unión Europea, recalcó Teresa Frontán, es el organismo que más
contribuye económicamente al desarrollo de otros países. Pero se plantea, más
que dar subvenciones a fondo perdido, promover empresas que se instalen en esos
países con la consiguiente creación de riqueza y puestos de trabajo, pero que
también obtengan beneficios sin los cuales no prosperarían.
No olvidemos que los países comunitarios son foco de atracción, no
solo por su bienestar material, sino por la defensa de los derechos de todas las
personas.
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