27 de marzo de 2022

Llegaron de noche

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Asisto con mis hermanos Carlos y Cristina, el marido de Cristina Jeromo y mi mujer Angelina al preestreno de la película Llegaron de noche en la Casa de América. El director Imanol Uribe, la protagonista Juana Acosta y los productores María Luisa Gutiérrez y Gerardo Herrero hacen una breve introducción, en la que Imanol se emociona y tiene que ceder la palabra –que después retoma– a Gerardo.

A mí también me embarga la emoción cuando, en el coloquio posterior a la proyección, intervengo, más que nada para agradecer a Imanol Uribe, a Juana Acosta, a los productores y a todo el equipo artístico y técnico este recordatorio impactante de la matanza de seis sacerdotes jesuitas que tuvo lugar en la madrugada del 16 de noviembre de 1989.

Porque uno de esos sacerdotes era nuestro hermano Ignacio Martín Baró, Nacho, el “padre Nachito” para Lucía Barrera de Cerna, la empleada de la limpieza en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador, que fue testigo de los asesinatos. Tenía adoración por los padres. Todavía ahora, al ver la película, sigue repitiendo que “eran maravillosos”. Se trataban de tú a tú. Tenía mucha confianza sobre todo con el padre Nachito.

La película se centra en los interrogatorios a los que autoridades civiles y militares, y agentes del FBI de ambigua postura, someten a Lucía para que cambie su versión de los hechos y acuse al FMLN (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional) de ser el responsable de la matanza.

El propio Uribe declara que la lectura de la novela Noviembre (2016), del escritor salvadoreño Jorge Galán, fue la primera motivación que le llevó a concebir la idea de la película. Ante la amplitud del tema, desistió de hacer una adaptación de la novela. Y entonces descubrió a Lucía Cerna. “En estos tiempos de fake news –contesta Imanol Uribe a María Martínez López en una entrevista publicada en el suplemento de ABC Alfa y Omega de la semana pasada–, su tesón por defender la verdad por encima de todo era un tema de importancia como telón de fondo. Es una mujer que entrega su vida y se la juega, con su familia, por defender la verdad”.

La actriz Juana Acosta da la talla del personaje de Lucía, a la que visitó en su casa en California para conocerla en persona y dar verosimilitud a su interpretación. También resultan verosímiles los actores Karra Errejalde en el papel de Ellacuría, Carmelo Gómez en el del padre Tojeira, por entonces provincial de los jesuitas de El Salvador, Ernesto Collazo en el del padre Nachito y Juan Carlos Martínez en el de Jorge, el marido de Lucía.

He de confesar que tenía algo de prevención ante esta película, por el temor de que removiera recuerdos lacerantes o exagerara la carga emotiva. Las escenas en las que los soldados disparan contra los jesuitas, que quedan tendidos en el césped del jardín de la UCA, tienen la carga precisa de fidelidad a los trágicos hechos históricos.

Queridos Nacho, Ellacu, Segundo, Amando, Juan Ramón y Joaquín, seguís vivos, no solo en mi memoria: vuestra obra de liberación de los oprimidos, de voz de los sin voz, perdura. Vosotros sois la luz que continúa iluminando al mundo, mientras que los que Llegaron de noche se hunden en las tinieblas.

Aún queda pendiente la condena de autores intelectuales y materiales de la matanza. Pero la verdad, como la defendió Lucía, se impondrá y se hará justicia.

 

 

 

 

 

20 de marzo de 2022

Personajes de nuestras vidas

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

Me permitirá la narradora y poeta Angelina Lamelas que parafrasee el título de su libro Personajes de mi vida y titule esta entrada de mi blog “Personajes de nuestras vidas”.

Sí, yo soy un personaje de su vida, como antes lo fue mi padre, al que Angelina dedica el capítulo “El paraguas de Martín Abril” en este su nuevo libro. Cito sus propias palabras: «Es de caña, esbelto y elegante, / y está entre nosotros recordando / la primera vez que dije saludando: / “Francisco Javier Martín Abril, bendita tu palabra”. / Empecé a escribir en el diario Alcázar, / luego como tú en el Ya y con la agencia Logos. / El mismo día que escribí sobre los niños Kennedy, / tú escribías sobre Lola Membrives. / […] Conocí a Alberto Martín Baró / en un recital de poesía en Córdoba. / Salimos juntos del acto / y, al enterarme de que Alberto / había nacido en Valladolid, / le pregunté: “¿No conocerías / a Francisco Javier Martín Abril?” / “Un poco. Era mi padre”. / Así, junto a la muralla árabe y / la estatua de Averroes, nuestras vidas / empezaron a caminar juntas.»

El viernes 18 de febrero se presentó el libro en el Ateneo de Santander. Nuestra común amiga, la periodista y escritora Julia Sáez Angulo, en su blog “La Mirada Actual” del 25 de febrero, se ocupó de Personajes de mi vida en una certera reseña que ha tenido un amplio eco, como todo lo que publica esta incansable polígrafa. «Un precioso volumen –escribe Julia Sáez–, a modo de álbum de fotos, porque lleva ilustraciones, y que la autora divide en cuatro apartados: La familia, Amistades, Escritores y Encuentros. Todo un testimonio de vida, que viene a ser una suerte de memorias sui generis de la autora, narradora y poeta.»

Con anterioridad, el lunes 31 de enero, abrió el fuego amigo el periodista Guillermo Balbona, en El Diario Montañés, del que es redactor jefe de la sección Cultura, desentrañando con tino y amistad las entretelas de Personajes de mi vida: «Un libro de recuerdos nostálgicos, de infancia recuperada mediante la evocación de vivencias sencillas… Abuelos y nietos, amigos, estudios, puestas de largo, noviazgo, trabajo periodístico, magisterio… huellas de una vida, en fin, que, unida a Santander y su mar con el agarre de una maroma, Lamelas recupera con palabras e imágenes desde la madurez, en pugna contra el olvido.»

En el mismo periódico, con el título de “Personajes de su vida”, el doctor en Historia, profesor de Lengua y Literatura y académico correspondiente de la Real Academia Española Mario Crespo López, publicaba el 18 de febrero un artículo del que transcribo los siguientes párrafos:

«El formato apaisado contribuye a crear la sensación de álbum de proximidades y nostalgias, no exento de informaciones relevantes para quien quiera conocer el contexto familiar y, en fin, biográfico, de la autora, empezando por ese gran profesor de francés que fue Ricardo Olaran Álvarez, su bisabuelo, y ese extraordinario médico, José Antonio Lamelas, que fue su padre. Estas páginas –sigue Mario– se desbordan en su capacidad de observación y de ternura, la mirada bondadosa que encuentra en la anécdota un filón argumental, llevada con una gracia narrativa de impulso lírico.»

En la presentación que la semana pasada, también viernes 18, ha tenido lugar en la Casa de Cantabria en Madrid, ante la ausencia de la vicepresidenta de la institución por encontrarse indispuesta, intervine como moderador, junto a los periodistas Agustín Laguna Mateos y José Antonio Fúster. No en vano Angelina inició su carrera literaria como articulista en distintos periódicos y revistas.

«A Lamelas y Fúster les une el periodismo, la literatura y su predilección por el cuento –se lee en la contraportada del libro A dos manos, publicado por ambos en el año 2003–. Les une también la sangre, porque son madre e hijo. Ella es cuentista avezada y él es un reportero con mirada de narrador.»

Fúster terminó su intervención animando a los asistentes al acto a escribir sobre los personajes de sus vidas. Todos estamos en deuda con familiares, amigos, escritores, profesores y otros personajes que han tenido una profunda significación  e influencia en nuestras vidas. Rescatarlos del olvido es un acto de justicia y gratitud, que además nos hará, como a Angelina Lamelas, llenar el corazón de emociones y recuperar mediante la memoria el sustrato de la infancia feliz.

 

 

 

13 de marzo de 2022

Proyecto de vida

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Todo lo que tienes que saber sobre la vida. ¿No le parece un título demasiado ambicioso para un pequeño libro de 246 páginas en formato de bolsillo, mi admirado doctor y catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas? Pues ahí es nada pretender compendiar, aunque fuera en muchos volúmenes, lo que necesitamos saber sobre la vida.

Tampoco voy a intentar yo, en esta entrada de mi blog, resumir el contenido del libro en cuestión. Me limitaré a hacer unas cuantas reflexiones sobre el apartado que el autor dedica a “Tener un proyecto de vida coherente y realista”. “La vida –cito textualmente– necesita tener un programa integral en donde se hospeden los cuatro grandes argumentos: amor, trabajo, cultura y amistad (la cursiva es del propio Rojas)”.

Andaba yo estos días dándole vueltas a una preocupación sobre el sentido de la vida en la vejez. En mi vejez. Porque, aunque en numerosos aspectos no me sienta viejo, la edad está ahí y no perdona.

Me preguntaba si he aprovechado bien los años vividos y si aún puedo enmendar errores y carencias en los años, que nunca serán muchos, que me quedan por vivir.

Y en estas estaba cuando me salen al paso los cuatro grandes argumentos que Enrique Rojas considera irrenunciables para un programa integral de vida: amor, trabajo, cultura y amistad.

Empiezo por el segundo punto. El trabajo. Durante bastantes años después de jubilarme oficialmente he seguido trabajando en proyectos de edición, con las facilidades que la informática nos proporciona para este tipo de tareas. También he colaborado durante 15 años en El Adelantado de Segovia con un artículo semanal. Hoy, terminada esta colaboración por razones que ya he expuesto en este blog, cuelgo una entrada en el mismo una vez a la semana. Y he publicado diez libros.

En cuanto al punto tercero, la cultura, he mantenido la tertulia “El libro del mes” de modo presencial durante muchos años y a través del wasap el año pasado por la pandemia. Acudo frecuentemente a presentaciones de libros, a obras de teatro y a conciertos, no tanto al cine, del que he sido un adicto entusiasta, por razones varias. Leo con asiduidad, no tanto como quisiera por mi degeneración macular.

Y me permitirá el doctor Rojas que funda en uno sus argumentos primero y cuarto: el amor y la amistad. Porque la amistad es, en su esencia depurada, la forma más desinteresada del amor. Entre las preocupaciones que me acechan en el devenir cotidiano a estas alturas de la vida ocupan un lugar destacado los amigos perdidos. Que no he sabido mantener y cultivar. Ahí tengo un propósito o proyecto independiente de la edad: recuperar lazos y anudar otros nuevos.

Como horizonte cercano está el amor de la familia. De quienes se fueron, que ya no pueden formar parte de un proyecto de vida, aunque sí de memoria. Mientras que puedo amar con más entrega y generosidad a los vivos: hermanos, hijos, nietos. En las horas de desolación su presencia me hace salir de mi soledad.

Soledad acompañada por la mujer con la que comparto el día tras día. Que ha aportado a mi existencia su persona y la prolongación de su propia familia. En mi proyecto de vida siempre cabe incrementar la ilusionada participación en sus planes, humanos y literarios, en sus sentimientos y emociones.

Nuestro encuentro en estas calendas ha sido una suerte.

 

 

 

 

 

 

6 de marzo de 2022

Después de la invasión

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Me había hecho el propósito, después de leer el libro de Rutger Bregman Dignos de ser humanos. Una nueva perspectiva histórica de la humanidad, de seguir su consejo de no ser esclavo de las noticias con las que a diario nos bombardean los medios de comunicación.

Nuestra visión de la realidad, a juicio de Bregman, está distorsionada por el énfasis que los periodistas ponen en lo negativo, en lo escandaloso, en los sucesos, en los crímenes, en todo lo que se sale de la bendita normalidad.

Sabido es –esto no lo dice el historiador holandés– que la noticia no está en que un perro muerda a un hombre, sino en que un hombre muerda a un perro. El accidente de un tren de viajeros con centenares de muertos ocupa los titulares de los periódicos, mientras que pasan desapercibidos y no son objeto de interés los trenes que circulan sin percances.

Nos habíamos acostumbrado a dedicar nuestra atención a la crisis interna del Partido Popular, a los datos sobre la evolución de la covid 19, a los rifirrafes entre los parlamentarios de las distintas formaciones políticas en las sesiones del Congreso, a la subida del recibo de la luz y del precio de los carburantes, cuando de pronto esos y otros problemas de la actualidad política, sanitaria y económica pasan a un segundo plano relegados por el estallido de la guerra en la frontera misma de Europa.

¿Seguirá manteniendo el autor del libro Dignos de ser humanos, y yo con él, que la mayoría de las personas son buenas y solidarias?

A la lista de los Lenin, Hitler, Stalin, Mao y Pol Pot, y de los sátrapas, dictadores y genocidas de todos los tiempos, se une ahora el nombre del presidente ruso Vladimir Putin, que ha violado todos los principios del derecho internacional y al que no le importan las muertes y los sufrimientos de los ucranianos, ni las muertes y los sufrimientos de su propio pueblo, empezando por los soldados a los que ha lanzado a una invasión que nadie, ni siquiera su propio Estado Mayor, sabe cómo acabará.

¿Se dan cuenta los estrategas militares rusos de que cuanta mayor destrucción causen sus tropas, carros blindados, misiles, aviones y helicópteros en las ciudades y en el campo de Ucrania, mayores serán las dificultades a las que se enfrentarán las fuerzas invasoras y el hipotético gobierno de ocupación?

Demos por hecho –lo que tampoco está asegurado– que el invasor ruso ha logrado dominar toda Ucrania, a la que ha declarado parte de la Federación Rusa. La historia está llena de ejemplos, y el cine nos los ha acercado en imágenes impactantes, de pueblos sometidos que se rebelan contra sus dominadores: resistencia, guerra de guerrillas, sabotajes…

Y, en un aspecto de orden práctico, ¿ha previsto el Alto Mando ruso la logística para alojar y mantener a las propias fuerzas de ocupación? ¿Y qué hará con la población civil que no haya conseguido escapar de la guerra y no haya muerto víctima de los bombardeos indiscriminados de la aviación rusa? ¿La dejará morir de hambre, de frío, de enfermedades que unas instalaciones sanitarias desmanteladas no son capaces de atajar?

Si ya en las propias ciudades de Rusia las dificultades y los problemas a los que se enfrenta la población son ingentes, cuanto más lo serán en un país en el que las infraestructuras, las carreteras, los medios de transporte, las viviendas, los hospitales, las instalaciones de calefacción, las oficinas, los centros de producción, los supermercados, las escuelas, los medios de comunicación, han sido destruidos o dañados.

Parafraseando a Tácito en su obra Agricola, en la que acuñó la sentencia “Ubi solitudinem faciunt, pacem appellant”, “Donde imponen soledad, lo llaman paz”, yo diría: “Donde imponen devastación, lo llaman conquista”.