Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Todo lo que tienes que saber sobre la
vida. ¿No le parece un título
demasiado ambicioso para un pequeño libro de 246 páginas en formato de bolsillo,
mi admirado doctor y catedrático de Psiquiatría Enrique Rojas? Pues ahí es nada
pretender compendiar, aunque fuera en muchos volúmenes, lo que necesitamos
saber sobre la vida.
Tampoco
voy a intentar yo, en esta entrada de mi blog, resumir el contenido del libro
en cuestión. Me limitaré a hacer unas cuantas reflexiones sobre el apartado que
el autor dedica a “Tener un proyecto de vida coherente y realista”. “La vida
–cito textualmente– necesita tener un programa integral en donde se hospeden
los cuatro grandes argumentos: amor,
trabajo, cultura y amistad (la cursiva es del propio Rojas)”.
Andaba
yo estos días dándole vueltas a una preocupación sobre el sentido de la vida en
la vejez. En mi vejez. Porque, aunque en numerosos aspectos no me sienta viejo,
la edad está ahí y no perdona.
Me
preguntaba si he aprovechado bien los años vividos y si aún puedo enmendar
errores y carencias en los años, que nunca serán muchos, que me quedan por
vivir.
Y
en estas estaba cuando me salen al paso los cuatro grandes argumentos que
Enrique Rojas considera irrenunciables para un programa integral de vida: amor,
trabajo, cultura y amistad.
Empiezo
por el segundo punto. El trabajo. Durante bastantes años después de jubilarme
oficialmente he seguido trabajando en proyectos de edición, con las facilidades
que la informática nos proporciona para este tipo de tareas. También he
colaborado durante 15 años en El
Adelantado de Segovia con un artículo semanal. Hoy, terminada esta
colaboración por razones que ya he expuesto en este blog, cuelgo una entrada en
el mismo una vez a la semana. Y he publicado diez libros.
En
cuanto al punto tercero, la cultura, he mantenido la tertulia “El libro del
mes” de modo presencial durante muchos años y a través del wasap el año pasado
por la pandemia. Acudo frecuentemente a presentaciones de libros, a obras de
teatro y a conciertos, no tanto al cine, del que he sido un adicto entusiasta,
por razones varias. Leo con asiduidad, no tanto como quisiera por mi
degeneración macular.
Y
me permitirá el doctor Rojas que funda en uno sus argumentos primero y cuarto:
el amor y la amistad. Porque la amistad es, en su esencia depurada, la forma
más desinteresada del amor. Entre las preocupaciones que me acechan en el
devenir cotidiano a estas alturas de la vida ocupan un lugar destacado los
amigos perdidos. Que no he sabido mantener y cultivar. Ahí tengo un propósito o
proyecto independiente de la edad: recuperar lazos y anudar otros nuevos.
Como
horizonte cercano está el amor de la familia. De quienes se fueron, que ya no
pueden formar parte de un proyecto de vida, aunque sí de memoria. Mientras que
puedo amar con más entrega y generosidad a los vivos: hermanos, hijos, nietos.
En las horas de desolación su presencia me hace salir de mi soledad.
Soledad
acompañada por la mujer con la que comparto el día tras día. Que ha aportado a
mi existencia su persona y la prolongación de su propia familia. En mi proyecto
de vida siempre cabe incrementar la ilusionada participación en sus planes,
humanos y literarios, en sus sentimientos y emociones.
Nuestro
encuentro en estas calendas ha sido una suerte.
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