Las
palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Lo que nos importa.
Procuro estar atento a lo que importa a las personas que me rodean, comenzando
por mi familia, mis amigos, y siguiendo por convecinos y conciudadanos, hasta
abarcar a cualesquiera contemporáneos con los que me ha tocado vivir una época
marcada por determinados problemas y soluciones, retrocesos y avances en la
evolución del ser humano.
La cultura, el
cultivo de la literatura, de la filosofía, de las artes plásticas, de la música
y de la contemplación estética de la naturaleza, comienza cuando las
necesidades materiales más perentorias están cubiertas.
Me considero un
privilegiado por poder dedicar gran parte de mi tiempo al ocio atento.
Comprendo a quienes el trabajo se les niega o que, cuando lo consiguen, temen
perderlo. Y está el mundo de los desheredados de la fortuna, de los mendigos
que piden limosna en las calles, en el metro o a la puerta de las iglesias.
En este panorama de
circunstancias muy diferentes, favorables o adversas, ocupan hoy un lugar
destacado, sobre todo en los medios de comunicación, las posturas ideológicas y
políticas, y muy en particular en la España actual, las referentes a los
nacionalismos con afanes independentistas. Me cuesta entender que haya personas
inteligentes y cultas cuya principal o muy importante dedicación personal sea
separarse de España para tener su propia nación y su propio Estado
independiente. Importante, o sea que les importa. Habiendo, como he dicho, todo
un mundo cultural, filosófico y artístico que, satisfechos los requerimientos
materiales, nos convoca a participar en su goce.
He asistido
recientemente a la presentación del primer libro de un autor grecolibanés,
Wangeli Chaarahui, titulado “Diario de un autodidacta”. Un hombre, en palabras
de nuestro común amigo Germán Ubillos, “que se ha hecho a sí mismo […]. Un
hombre con una generosidad como nadie imagina, de un corazón de oro, apasionado
por la vida, y que optó por luchar”. En el capítulo 5 de esta singular autobiografía,
Wangeli nos descubre “los tres grandes secretos de la vida”, que para él son
Dios, uno mismo y el amor.
Pero es que estos
tres secretos, que Wangeli desarrolla por separado con profunda emoción, son a
mi juicio un único y gran misterio. Porque Dios está fundamentalmente en el
interior del hombre, de cada uno de nosotros. Cuando los filósofos
grecolatinos, y en su seguimiento los pensadores cristianos, nos exhortan:
“Gnosce te ipsum”, “Conócete a ti mismo”, al mismo tiempo nos están animando a
descubrir en lo más hondo de nosotros a Dios. Y, siguiendo con el pensamiento
cristiano y el núcleo del mensaje evangélico, el Dios al que se nos manda amar
quiere que tal amor se dirija asimismo al prójimo.
Dios, uno mismo y el
amor, una tríada que configura al ser humano en su realidad más íntima. Esta
sería la faceta filosófica y religiosa de la dimensión cultural cuya
importancia estoy resaltando en este artículo.
Como muestras de un
arte por el que siempre he sentido una especial atracción, quiero mencionar dos
conciertos que he escuchado en estos días. El primero, una actuación del grupo
Aba Taano en la iglesia de los carmelitas descalzos de Madrid. Al cuarteto
vocal ugandés se unió en esta ocasión la espléndida voz de la soprano brasileña
Maristela Gruber, y al repertorio habitual de góspel y folclore africano del
grupo de la ONG “Música para salvar vidas” se incorporaron arreglos musicales
sobre textos de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús, y el Ave María
de Schubert en magnífica interpretación de Maristela. El segundo fue un
programa de canciones francesas de taberna del siglo XVI a cargo del conjunto
Jachet de Mantoue en el salón de la Fundación Mutua Madrileña. Sobre esta
actuación apuntaré dos notas. La música del compositor Clément Janequin
(c.1485-1558), al que principalmente estuvo consagrada la velada, lo mismo se
cantaba en ámbitos profanos que, cambiando la letra, en iglesias. La polifonía
del grupo Jachet de Mantoue, acompañada por instrumentos de época, a pesar de
la distancia temporal que nos separa, hizo vibrar al público que llenaba la
sala. No es frecuente en los conciertos de repertorio presentar un elenco tan
original.
Desde luego que
quienes podemos disfrutar de estas manifestaciones culturales, filosóficas y
artísticas somos unos afortunados.
¿Perder el tiempo en
falsos y espurios intereses, alimentados en la gente por políticos
irresponsables e ineptos?