28 de septiembre de 2017

Lo que importa

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Lo que nos importa. Procuro estar atento a lo que importa a las personas que me rodean, comenzando por mi familia, mis amigos, y siguiendo por convecinos y conciudadanos, hasta abarcar a cualesquiera contemporáneos con los que me ha tocado vivir una época marcada por determinados problemas y soluciones, retrocesos y avances en la evolución del ser humano.
La cultura, el cultivo de la literatura, de la filosofía, de las artes plásticas, de la música y de la contemplación estética de la naturaleza, comienza cuando las necesidades materiales más perentorias están cubiertas.
Me considero un privilegiado por poder dedicar gran parte de mi tiempo al ocio atento. Comprendo a quienes el trabajo se les niega o que, cuando lo consiguen, temen perderlo. Y está el mundo de los desheredados de la fortuna, de los mendigos que piden limosna en las calles, en el metro o a la puerta de las iglesias.
En este panorama de circunstancias muy diferentes, favorables o adversas, ocupan hoy un lugar destacado, sobre todo en los medios de comunicación, las posturas ideológicas y políticas, y muy en particular en la España actual, las referentes a los nacionalismos con afanes independentistas. Me cuesta entender que haya personas inteligentes y cultas cuya principal o muy importante dedicación personal sea separarse de España para tener su propia nación y su propio Estado independiente. Importante, o sea que les importa. Habiendo, como he dicho, todo un mundo cultural, filosófico y artístico que, satisfechos los requerimientos materiales, nos convoca a participar en su goce.
He asistido recientemente a la presentación del primer libro de un autor grecolibanés, Wangeli Chaarahui, titulado “Diario de un autodidacta”. Un hombre, en palabras de nuestro común amigo Germán Ubillos, “que se ha hecho a sí mismo […]. Un hombre con una generosidad como nadie imagina, de un corazón de oro, apasionado por la vida, y que optó por luchar”. En el capítulo 5 de esta singular autobiografía, Wangeli nos descubre “los tres grandes secretos de la vida”, que para él son Dios, uno mismo y el amor.
Pero es que estos tres secretos, que Wangeli desarrolla por separado con profunda emoción, son a mi juicio un único y gran misterio. Porque Dios está fundamentalmente en el interior del hombre, de cada uno de nosotros. Cuando los filósofos grecolatinos, y en su seguimiento los pensadores cristianos, nos exhortan: “Gnosce te ipsum”, “Conócete a ti mismo”, al mismo tiempo nos están animando a descubrir en lo más hondo de nosotros a Dios. Y, siguiendo con el pensamiento cristiano y el núcleo del mensaje evangélico, el Dios al que se nos manda amar quiere que tal amor se dirija asimismo al prójimo.
Dios, uno mismo y el amor, una tríada que configura al ser humano en su realidad más íntima. Esta sería la faceta filosófica y religiosa de la dimensión cultural cuya importancia estoy resaltando en este artículo.
Como muestras de un arte por el que siempre he sentido una especial atracción, quiero mencionar dos conciertos que he escuchado en estos días. El primero, una actuación del grupo Aba Taano en la iglesia de los carmelitas descalzos de Madrid. Al cuarteto vocal ugandés se unió en esta ocasión la espléndida voz de la soprano brasileña Maristela Gruber, y al repertorio habitual de góspel y folclore africano del grupo de la ONG “Música para salvar vidas” se incorporaron arreglos musicales sobre textos de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa de Jesús, y el Ave María de Schubert en magnífica interpretación de Maristela. El segundo fue un programa de canciones francesas de taberna del siglo XVI a cargo del conjunto Jachet de Mantoue en el salón de la Fundación Mutua Madrileña. Sobre esta actuación apuntaré dos notas. La música del compositor Clément Janequin (c.1485-1558), al que principalmente estuvo consagrada la velada, lo mismo se cantaba en ámbitos profanos que, cambiando la letra, en iglesias. La polifonía del grupo Jachet de Mantoue, acompañada por instrumentos de época, a pesar de la distancia temporal que nos separa, hizo vibrar al público que llenaba la sala. No es frecuente en los conciertos de repertorio presentar un elenco tan original.
Desde luego que quienes podemos disfrutar de estas manifestaciones culturales, filosóficas y artísticas somos unos afortunados.

¿Perder el tiempo en falsos y espurios intereses, alimentados en la gente por políticos irresponsables e ineptos? 

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