30 de diciembre de 2020

Gracias, Chopin

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Estaba yo una mañana de esta inacabable pandemia oyendo por la radio las noticias que desgranaban con la acostumbrada frialdad el aumento de las curvas de contagios, de fallecimientos y de ingresos hospitalarios. Al borde de la más imparable depresión cambié de emisora y pude escuchar una música de piano. “Chopin”, me dije. Sus composiciones son inconfundibles, al menos para mí. En efecto, al concluir la pieza, la presentadora del programa de Radio Clásica dijo que acababa de sonar un Nocturno de Frédéric Chopin, no pude distinguir cuál. Al estar yo en la casa madrileña de mi mujer, no disponía de los catorce CD con que cuento en mi domicilio de El Espinar, que contienen interpretaciones de Chopin de pianistas de la categoría de Arthur Rubinstein, Maria João Pires y Vlado Perlmutter. Pero pude encontrar un CD que contenía el Concierto para piano y orquesta n.º 1, cuatro Nocturnos y la Polonesa op. 53 en la bemol mayor, también conocida como la Polonesa Heroica, todas estas obras interpretadas por Arthur Rubinstein.

Hacía mucho que no dedicaba un tiempo largo y sosegado a escuchar música. Los acordes nostálgicos de Chopin me trasladaron a escenas y escenarios felices de mi vida. Horas de amor con la familia y con los amigos. El Campo Grande de mi infancia vallisoletana, con el estanque de majestuosos cisnes. El Canal de Castilla, en el que con mi amigo Jaime Ortiz Aboín hacíamos navegar barquitos que nosotros mismos habíamos construido. Jardines de distintas casas en que viví y aprendí a cultivar y distinguir numerosas variedades de plantas. Pinares y montes de El Espinar, que me abrazan cada vez que vuelvo a este paisaje con serenidad de alma.

Sí, la música de Chopin serena el alma, tan necesitada de gozo y esperanza en estos tiempos aciagos de un virus que se ha adueñado de nuestra alegría de vivir.

Gracias, Chopin, por devolverme la paz interior. Tus dos Conciertos para piano y orquesta, tus Nocturnos, tus Impromptus, tus Baladas, tus Valses, tus Polonesas, tus Estudios, tus Preludios, tus Mazurcas…, constituyen uno de los más excelsos homenajes a la música pianística y una fuente en la que beber y recrearse generaciones de todas las épocas.

Volvía yo de mis estudios de Filosofía en Munich, corría el año 1963, y en la casa de mis padres mi hermana menor Cristina me dio la bienvenida tocando al piano la Fantasía Impromptu de Chopin. Le he pedido en posteriores encuentros que me la volviera a tocar. Pero el pasado es irrepetible. Lo único que nos queda es rememorarlo en nuestro interior.

Yo les deseo a todos ustedes, mis queridos lectores, que tengan un Chopin en sus vidas, a cuya música acudir en busca de consolación y ánimo. 

20 de diciembre de 2020

Dios humano

 Las palabras y la vida 

El primer libro de la Biblia, el Génesis, nos presenta a Dios como creador del universo y, muy en especial, del hombre: “Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y hembra” (Gén 1, 28). En esta versión de la creación del hombre se basa la creencia cristiana en el origen divino del ser humano: los seres humanos, varón y hembra, somos imagen de Dios.

Pero también cabe dar la vuelta a esta afirmación y sostener que en Dios hay una realidad humana. Tal interpretación es la base del antropomorfismo, que el Diccionario de la Real Academia Española define en la segunda acepción como: “Conjunto de creencias o de doctrinas que atribuyen a la divinidad la figura o las cualidades del ser humano”.

En el Credo, la profesión de la fe cristiana, proclamamos los creyentes: “Creo en Dios, Padre todopoderoso”. Es decir, creemos que Dios es padre, padre de su Hijo unigénito, pero también padre nuestro, como nos enseñó a rezar el mismo Jesús. Ahora bien, la paternidad es una cualidad propia de los seres humanos, que compartimos con la mayoría de los animales.

En el citado libro del Génesis, en el capítulo 2, aparece Dios dando a Adán el mandato de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”. Y en el capítulo 3, Yahvé Dios, “que se paseaba por el jardín al fresco de la tarde”, llamó al hombre: “¿Dónde estás?”. O sea, que Dios habla con el hombre y se pasea por el Edén al atardecer. La palabra es una cualidad exclusiva del ser humano. Y pasear también es algo que nos gusta y caracteriza.

Es muy posible que los hombres solo seamos capaces de concebir y representar a la divinidad con propiedades y rasgos humanos. Y si llegamos a atribuir a Dios cualidades como la omnipotencia o la omnisciencia, lo hacemos negando o sublimando las carencias y las debilidades humanas. Dios nunca es el “absolutamente otro”.

Ahora bien, donde culmina esta humanización de Dios es en la creencia sobre la que se basa la celebración cristiana de la Navidad: Dios se hace hombre. En un relato de suma belleza literaria y puesta en escena luminosa, que ha inspirado a pintores como el Giotto y Leonardo da Vinci, el arcángel Gabriel anuncia a María que dará a luz un hijo, que será Hijo del Altísimo. Y Jesús, Hijo de Dios, no solo nace y crece, “en edad, sabiduría y gracia”, sino que como hombre sufre, en la pasión, y muere, en la cruz.

En estos tiempos aciagos de la pandemia que no remite, conmemorar que Jesús, el Hijo de Dios, nació, sufrió y murió por nosotros, pero que, según las Escrituras, también resucitó al tercer día de entre los muertos, alimentará la esperanza de cuantos creemos en su palabra de que superaremos la covid-19.

13 de diciembre de 2020

Celebraciones

 Las palabras y la vida  

Alberto Martín Baró

Aún falta más de una semana para la Navidad y ya estamos “en pie de paz” para celebrar la fiesta sin duda la más universal en Occidente y la más entrañable del año en unión con la Nochebuena.

¿Y qué celebramos? El calendario nos informa de que el 25 de diciembre se conmemora la Natividad del Señor, o sea el nacimiento de Jesucristo, del niño Jesús.

Ya están instalados en muchos lugares los tradicionales nacimientos o belenes, si las autoridades laicas no han tenido a bien suprimirlos. Aunque resulta llamativo que esas mismas autoridades y cuantos no comparten la creencia cristiana en Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, sí participen en la vacación, en los festejos y las celebraciones, en las reuniones familiares o de “allegados”, en las compras y regalos…

Aún sigue habiendo en España más festividades religiosas que civiles: la Epifanía o Reyes Magos el 6 de enero, el Jueves y el Viernes Santo en las fechas en que caigan según el Año Litúrgico, la Asunción de la Virgen el 15 de agosto, Nuestra Señora del Pilar el 12 de octubre, día en que se celebra también la Fiesta Nacional de España, la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y la Navidad el 25 del mismo mes. A estas fiestas habría que añadir todos los domingos, cuyo origen está en el dies dominica, día del Señor. Mientras que las festividades civiles se reducen al Año Nuevo el 1 de enero, al Día del Trabajo el 1 de mayo, aunque este día también está dedicado a San José Obrero, a la ya mencionada Fiesta Nacional, coincidente con la Virgen del Pilar, y al Día de la Constitución el 6 de diciembre. O sea, que incluso dos de las cuatro celebraciones civiles guardan relación con efemérides religiosas.

Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de junio de 2020, un 61 % de la población española se considera católico, pero esta cifra desciende a niveles muy inferiores si se tiene en cuenta la práctica de los deberes religiosos y la asistencia a los actos de culto, así como también las franjas de edad.

A la pasada conmemoración de los 42 años de la Constitución española no asistieron, como ya es costumbre en ellos, los representantes de los partidos políticos que votaron en contra o se abstuvieron en el referéndum para la ratificación de la Constitución el 6 de diciembre de 1978.

¿Quienes no creen en lo que se conmemora en las festividades religiosas deberían esos días trabajar, o bien celebrar, por ejemplo, en vez de la Navidad el 25 de diciembre, el solsticio de invierno el 21 del mismo mes? Por coherencia con nuestras ideas, todos deberíamos estar a las duras, no solo a las maduras.

6 de diciembre de 2020

Libreras y libreros

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

No soy partidario de la explicitación del masculino y femenino al hablar de cualesquiera personas: ciudadanos y ciudadanas, alumnos y alumnas, trabajadores y trabajadoras…, lo cual supone también el problema añadido de a qué género dar la prioridad. Pero tampoco hay que llevar este rechazo al extremo de no reconocer la pertinencia de su uso en algunos casos. El conferenciante que inicia su charla se ha dirigido desde siempre a su auditorio con el saludo “Señoras y señores”.

Al titular este artículo “Libreras y libreros” quiero resaltar el hecho de que, cuando el pasado 1 de diciembre estuve entregando en depósito ejemplares de mi nuevo libro “Las palabras y la vida” en cinco librerías de Segovia: Antares, Cervantes, Diagonal, Entre Libros y Punto y Línea, había en ellas más mujeres que hombres, más libreras que libreros. También es verdad que suele haber más bibliotecarias que bibliotecarios. ¿Son estas ocupaciones más propias de la mujer que del hombre? La consideración de profesiones o trabajos más idóneos para uno u otro sexo ha ido experimentando con el paso del tiempo profundos cambios. Hoy día no hay ningún campo de estudio o desempeño laboral, cultural o deportivo en el que no esté representada la mujer.

Pregunto a las libreras y los libreros de las citadas librerías cómo va la venta después del obligado cierre de marzo a mayo a causa del estado de alarma. Me cuentan Blanca, de Antares, y Fuencisla, de Diagonal, que, a juzgar por los libros vendidos, tienen la impresión de que la gente lee más. ¡Algo bueno tendría que traer la covid-19!

No es la primera vez que me encargo de la distribución en mano de un libro mío. ¿No lo hacen mis editores? A menudo se contentan, lo cual no es poco, con editar correctamente mi original. Las grandes editoriales sí cuentan con medios y personal para distribuir y comercializar los libros que publican.

Antes de la pandemia, se vendía casi el total de las pequeñas tiradas de mis libros en las presentaciones de los mismos, en el Centro Cultural o en el salón de plenos del Ayuntamiento de El Espinar, o en la Casa de Segovia en Madrid, o en las tertulias de “El libro del mes” en el restaurante El Espino también en El Espinar. Ahora, como he contado en un artículo anterior, estas tertulias han comenzado a celebrarse de forma virtual por wasap. Confío en la librería Figueredo de El Espinar y en las libreras y los libreros de Segovia para poner en manos de los lectores y de los tertulianos de “El libro del mes” mi selección de artículos publicados en El Adelantado con el título, que es también el de mi sección en el periódico, “Las palabras y la vida”: las palabras y la vida sin pandemia y las palabras y la vida con pandemia.

4 de diciembre de 2020

Tres preguntas y tres respuestas

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

 

El profesor de Religión del primer curso de Bachillerato propone a sus alumnos, para que se las planteen a sus abuelos, estas tres preguntas:
1. ¿Qué es lo que te hace feliz?
2. ¿Por qué y para qué estamos aquí?
3. ¿Qué consejo nos darías para la vida?
Asisto al diálogo en el que una abuela da a su nieto de dieciséis años las siguientes respuestas a esas preguntas:
1. Me hace feliz estar al lado de las personas a las que quiero. Y viajar.
2. Yo creo que, pensando en Dios, estamos aquí para ganarnos la vida eterna.
3. Yo, que soy una persona positiva, aconsejaría afrontar la vida con optimismo.
No puedo por menos de relacionar esas preguntas con los clásicos interrogantes que los hombres nos hemos planteado con recurrente insistencia: ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
En el año 2008 publiqué un libro con el título “Tiempo de respuestas. Sobre el sentido de la vida”. Abría este ensayo con una cita de Robert Louis Stevenson: “Ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser es la única finalidad de la vida”.
Los fines de la vida son mucho más numerosos y complejos de lo que el autor de “La isla del tesoro” resume de una manera tan tajante, y que la abuela católica creyente en Dios cifra en “ganar la vida eterna”.
¿De dónde venimos? Como individuos, tenemos nuestro origen en unos padres que nos dieron el ser. ¿Adónde vamos? El pesimista dirá que nuestro fin es la muerte.
Me vienen a la mente estas reflexiones en unos momentos en los que, como nunca anteriormente en nuestra más o menos larga existencia, nos vemos expuestos a la letal amenaza de un deletéreo virus. La covid-19 ha trastocado nuestros esquemas mentales y nuestras formas de vida.
Si nos hace felices estar con nuestros seres queridos y viajar, como a la mencionada abuela, el coronavirus pone trabas a ambos deseos.
No sé si habrán ganado la vida eterna, pero creo que los cerca de millón y medio de fallecidos en todo el mundo por la covid-19 habrían preferido seguir vivos y sanos. En España, ni siquiera sabemos cuántas muertes ha causado la pandemia.

Y, eso sí, el optimismo nos ayudará a sobrellevar con mejor ánimo las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias y a superar los trastornos psicológicos que el miedo y el confinamiento pueden ocasionarnos.

22 de noviembre de 2020

Rectificar

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

De las diez acepciones que da del verbo ‘rectificar’ el Diccionario de la Real Academia me interesan en este artículo la 2, la 5 y la 10: “2. tr. Modificar la propia opinión que se ha expuesto antes. 5. tr. Corregir las imperfecciones, errores o defectos de algo ya hecho. 10. prnl. Dicho de una persona, enmendar sus actos o su proceder.”
La expresión “errar es humano” cuenta con una larga tradición que se remonta al orador, escritor y político romano del siglo I a. C. Cicerón, quien en una de sus Filípicas (XII, 5), advertía que “Errar es propio de todo hombre, pero solo del ignorante perseverar en el error”. San Agustín, ya en el siglo V d. C., sería más severo con la contumacia en el error: ”Errar ha sido humano, pero es diabólico permanecer en el error por orgullo”. Y al poeta británico del siglo XVIII Alexander Pope debemos la frase: “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”.
Se ha comentado mucho en días pasados la rectificación del Gobierno en dos asuntos de actualidad: la bajada del IVA que gravaba el precio de las mascarillas, a lo que se había negado amparándose en una directiva de la Unión Europea, y la exigencia a los viajeros que entran en España por aeropuertos y puertos de haber pasado una prueba que acredite que están libres del covid-19. Si concedemos que bajar el precio de las mascarillas y asegurar la protección de nuestras fronteras son dos hechos que corrigen anteriores errores, cabe afirmar que el Gobierno ha actuado rectamente y con sabiduría. Pues ese es el sentido etimológico de rectificar, hacer recto algo.
Ahora bien, no siempre al modificar una opinión expresada con anterioridad se acierta. El presidente Pedro Sánchez había manifestado antes de las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019 que sentar en el Consejo de Ministros a miembros de Unidas Podemos le quitaría el sueño, a él y al 95 % de los españoles. Pues ahí tenemos a Pablo Iglesias de vicepresidente y a otros políticos de su partido y de IU ocupando carteras ministeriales.
En repetidas ocasiones también había declarado Sánchez que nunca y bajo ningún concepto pactaría con Bildu. Esta agrupación política, heredera de ETA y que nunca ha condenado las crímenes de la banda terrorista, hoy es admitida por el Gobierno de Sánchez como socio con el que sentarse a negociar los presupuestos. Y ello a pesar de que Bildu solo cuenta en el Parlamento otrora español con cinco escaños.

  Lo que ha hecho Sánchez y sus socios de Gobierno no es rectificar, o sea “corregir imperfecciones, errores o defectos”, sino cambiar de opinión y de proceder, para adoptar otros pareceres y actos erróneos e injustos.

15 de noviembre de 2020

El libro del mes

 

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Un amigo y yo intercambiábamos nuestros pareceres sobre El código Da Vinci en la Biblioteca Pública de San Rafael, en voz más alta de lo debido en tal recinto. La bibliotecaria nos llamó la atención y nos sugirió la posibilidad de reunirnos en aquel mismo lugar con otras personas amantes de la lectura para comentar los libros de nuestra preferencia. El 12 de enero de 2005 celebramos la primera tertulia de “El libro del mes”, que versó sobre La loca de la casa de Rosa Montero.

La dinámica de las reuniones era muy sencilla: proponíamos una lectura y, al mes siguiente, alguno de los tertulianos se encargaba de introducir el libro en cuestión y moderar el coloquio. Las tertulias solían celebrarse los primeros miércoles de mes de octubre a junio. De la Biblioteca de San Rafael pasamos a reunirnos en el restaurante El Espino, que regenta Isabel Codina en El Espinar.

Gracias a los contactos de algunos de los contertulios, y muy en especial de ese experto relaciones públicas que es Javier de la Nava, pudimos contar en nuestras tertulias con la participación de autores de tanto prestigio como Lorenzo Silva, Javier Moro, Carmen Gallardo, Angelina Lamelas, Javier Lostalé, Germán Ubillos, Margarita Hernández Laille, Emilio Pascual, Inma Chacón, Marifé Santiago Bolaños, Alejandro Palomas, Ángeles Blanco, Edurne Portela, María José Garrido, y los segovianos, o afincados en Segovia o en El Espinar, Ignacio Sanz, José Antonio Abella, Juan Andrés Saiz Garrido, Bernardo Souvirón, Luis López, Emilio Miguel López Laorga, etc., etc.

Hablo en pasado, pues la pandemia y las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias desde marzo de 2020 nos han impedido celebrar nuestras tertulias de modo presencial. Para suplir estas carencias, hemos creado un grupo de wasap, llamado también “Libro del mes”, en el que reproducimos con algunos cambios la dinámica de las tertulias presenciales. Se propone el título de un libro para que los participantes lo lean y, al mes siguiente, un tertuliano o el autor, si tenemos la suerte de contar con él, presenta el libro y se abre el turno de preguntas y comentarios. Que pueden hacerse en cualquier momento, sin que quienes intervienen tengan que hacerlo en un día o momento concreto.

Este mes de noviembre hemos propuesto Diario de Lucía Sapiens. Tras los pasos de Charles Darwin por Argentina y Chile, del que es autora Margarita Hernández Laille. La profesora Pilar Antón Puebla y la propia autora introducirán el libro mediante un audio el 2 de diciembre. Así, cuando el covid-19 nos impide o dificulta viajar, podremos acompañar a Lucía-Margarita tras las huellas de Darwin en su viaje a bordo del Beagle.

8 de noviembre de 2020

Apostar por la cultura

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

¿Se puede ser optimista cuando todas las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación son malas? Según el Diccionario de la Real Academia Española, el optimismo es “La propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. ¿Hay algún aspecto favorable en la situación sanitaria, económica y social, no solo de España, sino de toda Europa y, prácticamente, del mundo entero? Se pueden contar con los dedos de una mano los países que han logrado domeñar el covid-19. Nueva Zelanda es, al parecer, la nación donde el coronavirus ha causado menos estragos. China, donde se originó el coronavirus, difunde imágenes de normalidad, aunque siempre cabe la duda de que respondan a la realidad, habida cuenta de la opacidad del régimen comunista. Taiwán y Corea del Sur también pueden incluirse entre los territorios con datos positivos en la lucha contra el virus.

Todos estos ejemplos caen muy lejos de España, mientras que nuestro entorno europeo ofrece cifras alarmantes de contagios, hospitalizaciones y muertes. Y lo más desesperante es que las medidas tomadas por las autoridades sanitarias y políticas no son capaces de doblegar las curvas crecientes de la pandemia, como se dice en un lenguaje aséptico para ocultar que se trata de tragedias humanas.

El psiquiatra Enrique Rojas nos aconseja “apostar por el optimismo”: “La felicidad –escribe– no depende de la realidad, sino de la interpretación de la realidad que uno hace. […] Donde otros ven sombras y malos presagios, yo veo oportunidades y retos por cumplir”.

Yo quiero, dentro de esta óptica positiva, apostar por la cultura. Me llena de ánimo observar cómo, en medio de enormes dificultades, los artistas, los cantantes, los músicos, el mundo todo del espectáculo, montan obras de teatro, sacan discos, organizan conciertos; los escritores publicamos y presentamos libros… Han proliferado en la televisión concursos como Pasapalabra, El Cazador, ¡Boom!, siguiendo la huella del veterano Cifras y Letras, donde se ponen a prueba los conocimientos de todo tipo de los concursantes. España es una potencia en la creación de series televisivas. Contra viento y marea se han celebrado el Festival de Cine de San Sebastián y la Seminci de Valladolid… Otro día les hablaré de la tertulia literaria “Libro del mes” que hemos montado por wasap un grupo de amigos de El Espinar.

¿Que refugiarnos en la cultura, la lectura y el entretenimiento puede ser una forma de escapismo, de huir de la realidad? No. Es la mejor manera de interpretar la realidad para ser felices o, por lo menos, un poco menos desgraciados.

2 de noviembre de 2020

No hemos aprendido

LAS PALABRAS Y LA VIDA
Alberto Martín Baró 

¿Habrán leído los gobernantes de España en estos tiempos aciagos la Constitución? Les recuerdo el artículo 116.2: “El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo”. 
No hace falta ser un docto constitucionalista para entender que los seis meses establecidos por el Gobierno de Pedro Sánchez para el estado de alarma supera con mucho “el plazo máximo de quince días” que fija la Constitución. 
Pero no solo incurre en flagrante inconstitucionalidad el presidente del Gobierno, sino también el líder de la oposición al proponer para el estado de alarma ocho semanas en vez de seis meses.
 Que Pedro Sánchez no desconocía la letra de la Constitución lo prueba el hecho de que, en la anterior ola de la pandemia, decretó el estado de alarma por un plazo de quince días, cuya prórroga fue solicitando al Congreso en sucesivos plenos. 
Afirma el presidente del Gobierno que todos, él incluido, hemos aprendido mucho de la experiencia vivida en la lucha contra el covid-19 durante la primera ola. 
Falso. Seguimos, gobernantes y gobernados, y casi me atrevería a decir que también los expertos, dando los mismos palos de ciego contra el coronavirus. Hay comentaristas que, en tono coloquial, llaman “bicho” a un virus que no es ni será un ser vivo. Al que, por tanto, no es posible matar, sino solo destruir disolviendo con la espuma de un jabón, con hidrogeles o con alcohol de más del 65 % la capa de grasa que lo recubre. 
 Pero este remedio lo hemos conocido, o podido conocer, desde el comienzo de la pandemia. Como desde esos inicios hemos aprendido a protegernos con mascarillas y guardar la distancia de seguridad. Y sabíamos que el tiempo de desintegración del virus depende del la temperatura y humedad, y que las moléculas del virus se conservan muy estables en ambientes fríos y húmedos. De ahí que se nos previniera con razón de que la llegada del otoño y más aún del invierno sería muy favorable a la persistencia y propagación del virus. 
¿Y qué se nos propone para librarnos de los contagios y daños producidos por el virus? Confinarnos o, al menos, limitar nuestros movimientos y contactos. O sea, lo mismo que, a escala nacional, supuso el estado de alarma del 14 de marzo. Con la agravante de dejar que cada comunidad autónoma concrete las medidas para responder a esa alarma, ese “a las armas” de un llamamiento a la guerra sin mando, ni coordinación, ni armas eficaces contra el enemigo. 
No, no hemos aprendido.

28 de octubre de 2020

Más censura que moción

 Las palabras y la vida Alberto Martín Baró  

Se han esgrimido tres razones contra la moción de censura de Vox ya antes de producirse. La principal ha sido que no contaba con los apoyos necesarios para prosperar, o sea, que de entrada estaba condenada al fracaso por la composición de la Cámara y la férrea disciplina de voto de los partidos que la integran. De llevar al extremo esta razón, lo mejor sería cerrar el Parlamento y retirar el sueldo a los parlamentarios, porque cualquier propuesta de la oposición no tendría prácticamente ninguna posibilidad de ser aceptada por la suma del PSOE, Unidas Podemos y toda la parafernalia nacionalista, separatista y filoterrorista movida por intereses ajenos al bien común.

La segunda razón que se ha expuesto contra la moción de censura ha sido su inoportunidad, en un momento en que la segunda ola de la pandemia registra niveles de contagios, hospitalizaciones y muertes que amenazan con superar a los de la primera ola. Esta razón es fácil de desmontar si tenemos en cuenta que el Gobierno de Sánchez e Iglesias es, después del virus, el principal causante de la crisis sanitaria y económica que padecemos.

La tercera razón contra la moción de censura reside en que esta no debe limitarse a censurar al presidente, sino ser constructiva y presentar una alternativa de gobierno y un candidato a la presidencia. A posteriori cabe afirmar que tanto la intervención de Ignacio Garriga como la primera de Santiago Abascal insistieron más en la crítica al Gobierno y a Pedro Sánchez, muy bien fundada, que en la presentación de un programa capaz de sacar a España del actual desastre sanitario y económico. Sí que enumeró Abascal, y mejor Iván Espinosa de los Monteros, propuestas concretas de actuación en los distintos frentes, en la agricultura, en la industria, en el mercado laboral, en el saneamiento de la economía, en la educación, en la política fiscal…

Me negué a escuchar a Sánchez, pues en un discurso puede decir una cosa y en el siguiente, o a veces en el mismo párrafo, la contraria.

Sí escuché el no de Inés Arrimadas y el no, mucho más contundente y agresivo, de Pablo Casado. Mientras el PP, Vox y Ciudadanos se desgarren entre sí, no habrá alternativa al Gobierno Frankenstein, ni esperanza para millones de españoles que sufren en sus vidas, en su salud, en su trabajo y en su convivencia la peor gestión y más sectaria de los cuarenta años de democracia en España.

18 de octubre de 2020

Jueces y magistrados

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró         

Los jueces y magistrados españoles, como cualquier ciudadano en la España actual, son muy libres de profesar las ideas políticas que prefieran. Pero lo que les está prohibido expresamente por la Constitución de 1978 en su Artículo 127 es, mientras estén en activo, pertenecer a partidos políticos y sindicatos. Sí pueden asociarse a cualquiera de las asociaciones judiciales, como la Asociación Profesional de la Magistratura, la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, Juezas y Jueces para la Democracia y el Foro Judicial Independiente.

Las asociaciones judiciales tienen como finalidad principal defender los derechos de sus afiliados, a la vez que velan por la salvaguarda del Artículo 117 de la Constitución que establece: “La justicia emana del pueblo y es administrada en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley”.

Esto no impide que las mencionadas asociaciones tengan un marchamo político conservador o progresista. Lo cual no debería ser óbice para que sus miembros, en el ejercicio de sus funciones, fueran independientes y se guiaran únicamente por el “imperio de la Ley”.

La nueva proposición de ley presentada el pasado 13 de octubre por los grupos parlamentarios del PSOE y Unidas Podemos pretende que vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) puedan ser nombrados por mayoría absoluta de las Cámaras, frente a la mayoría de tres quintos en vigor actualmente. Asimismo, que los miembros no renovados del CGPJ no puedan nombrar jueces para altos puestos de la magistratura.

Se ha calificado esta proposición de ley de ataque a la justicia y de asalto del Poder Judicial por parte del Gobierno socialista podemita. Yo no dudo de que el propósito de Sánchez e Iglesias sea controlar a jueces y magistrados. Ahora bien, este intento de control es la mayor descalificación de jueces y magistrados por el ejecutivo, que supone que, al depender su nombramiento del Gobierno, se plegarán a sus consignas y no administrarán justicia con independencia y rigor jurídico.

Quiero confiar en que un juez o magistrado, ya sea de ideología progresista o conservadora, no se deje influir por sus preferencias ideológicas, sino que se rija por el “imperio de la Ley”.

14 de octubre de 2020

La separación de poderes

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Desde distintos ámbitos políticos y jurídicos se acusa al Gobierno de Pedro Sánchez de querer acabar con la división de poderes en España.

La división o separación de los tres poderes clásicos, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, es uno de los principios fundamentales de la democracia.

En la Constitución española de 1978 no se formula explícitamente la separación de poderes, pero se deduce del Título III, De las Cortes Generales; del Título IV: Del Gobierno y de la Administración; y del Título VI: Del Poder Judicial. Así, en el Artículo 66, 2, se establece: “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban los presupuestos y controlan la acción del Gobierno”. El Artículo 97 reza como sigue: “El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes”. Y el Artículo 117, 1 determina: “La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley”.

¿En qué sentido se sostiene desde ciertos ámbitos que el Gobierno de Sánchez pretende socavar la independencia del poder legislativo y del judicial? Se aduce que, en la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, su anteproyecto ha sido elaborado y presentado por el Ministerio de Igualdad, dependiente del Gobierno. Y que el anteproyecto de la Ley de Memoria Democrática ha sido aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 15 de septiembre. Los expertos que han elaborado estas leyes ¿son técnicos adscritos a los ministerios que dependen del Ejecutivo? Eso parece.

En cuanto a la independencia del poder judicial, hay dos hechos que la cuestionan. El primero consiste en que los jueces y magistrados deben regirse en sus juicios por las leyes emanadas del legislativo, que a su vez puede estar supeditado al ejecutivo. El segundo se refiere al nombramiento por el poder político de los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

No es de extrañar que el Gobierno de Sánchez, ocupado en intentar controlar el poder legislativo y el poder judicial, descuide la gestión de las funciones que, estas sí, tiene expresamente asignadas por la Constitución.

11 de octubre de 2020

Caballero castellano y señora de rojo sobre fondo gris

 

Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró  

Es espléndida la exposición sobre Miguel Delibes Setién que, para celebrar el centenario de su nacimiento, han montado en la Biblioteca Nacional de Madrid la propia Biblioteca y la Fundación Miguel Delibes, y cuyo comisario ha sido el escritor y periodista madrileño Jesús Marchamalo, que en 1999 ganó el Premio Miguel Delibes de Periodismo. La exposición fue inaugurada el 18 de septiembre y estará abierta al público hasta el 15 de noviembre de 2020.

Me precio de haber conocido personalmente a Miguel Delibes y, a través de la amistad que le unió a mi padre Francisco Javier Martín Abril, Paco, o Pacorris, como Miguel le llamaba, yo también me considero su amigo.

La foto a gran tamaño de Miguel y Ángeles, los dos riendo abiertamente, que puede verse en la exposición en el apartado “Miguel Delibes familiar”, es la única que yo conozco con esa amplia risa, pues la mayoría de los retratos nos muestran a un Miguel serio y pensativo. Se expone la máquina de escribir que Ángeles regaló a Miguel, aunque este siempre prefirió escribir a mano.

Yo ya sabía que Delibes comenzó su andadura en El Norte de Castilla publicando unas caricaturas de personajes famosos, de las que la exposición recoge las hechas a varios artistas del cine de Hollywood. Con los años Miguel llegaría a ser director de dicho diario.

Es hermoso el dato de que los años de nacimiento de sus siete hijos coincidieron con la publicación de algunas de sus obras más importantes. Su hija menor lleva el nombre de Camino por el título del libro homónimo.

Castilla, sus gentes, sus campos, sus problemas, fueron temas recurrentes en su obra. Su libro preferido, como también lo es para mí, era Viejas historias de Castilla la Vieja, que tuvo una primera edición con el título de Castilla.

También dedica la exposición un amplio apartado a la relación de Miguel Delibes con el teatro y el cine. Cinco horas con Mario, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris son algunos de sus libros que fueron llevados con gran éxito a la escena o a la gran pantalla.

Cuando murió su mujer, Miguel quedó sumido en una profunda depresión, pues Ángeles, como Ana, la protagonista de Señora de rojo sobre fondo gris, era “una mujer que con su sola presencia aligeraba la pesadumbre de vivir”, de este caballero enamorado y defensor de Castilla y de sus gentes.

28 de septiembre de 2020

Pilarín

 Las palabras y la vida 

Pilarín

Alberto Martín Baró

Tenía un año más que yo, pero siempre fue Pilarín para su familia y sus amistades. El diminutivo cariñoso no le venía por ser la menor de cuatro hermanos, pues a la mayor, que felizmente aún vive, hasta sus hijos la llaman Marisina. Era su espíritu de inocencia, en el sentido evangélico en que Jesús primaba a los niños, el que la hizo acreedora del nombre infantil.

Su hija María José nos tenía al corriente a sus familiares y amistades a través del wasap de la evolución de su enfermedad: un ictus que se le declaró a finales de mayo y que, con altibajos, parecía haber superado. Una recaída el primero de septiembre nos hizo temer el fatal desenlace.

Cuando en la mañana del 4 de septiembre me llama por teléfono María José para comunicarme que su madre ha fallecido, los dos nos echamos a llorar y no somos capaces de seguir hablando.

Porque Pilarín era para mí, más que una prima, una hermana. Cercana, con un sincero interés por todo lo mío. Nos acompañó a El Salvador al cumplirse el año de la matanza de nuestro hermano Nacho. Su vitalidad y su alegría eran contagiosas. Cuando pasaba algún tiempo sin vernos, no faltaba su llamada telefónica en la que nos poníamos al corriente de nuestras vidas.

En El principito, Saint-Exupéry describe la amistad del protagonista con un zorro con las palabras “créer des liens”, crear lazos. Pilarín, por dondequiera que iba, creaba lazos de amistad, de cariño. No solo de ella con los demás, sino de los demás entre ellos. Tenía el don de hacer que quienes la habíamos conocido y la queríamos nos tratáramos y quisiéramos unos a otros. Su casa y su corazón estaban abiertos a cuantos tuvimos la dicha de coincidir con ella en nuestro periplo vital.

La amplitud de las salas y de la capilla del tanatorio de San Isidro de Madrid nos ha permitido, cumpliendo con las normas de seguridad y distancia social, despedir presencialmente a Pilarín. Sus hijos Pilar, María José, Nana, Pablo y María nos emocionan y hacen reír al evocar facetas y anécdotas de su madre en la misa que concelebra Juan, sacerdote sobrino de Pilarín.

Pilarín, hermana del alma, gracias por el amor que nos has dado a manos llenas. Ayúdanos desde tu privilegiada atalaya a comunicarlo a cuantos nos rodean.

20 de septiembre de 2020

Una ley oportuna y necesaria

 Las palabras y la vida 

Una ley oportuna y necesaria

A

Cuando ya hemos vencido al coronavirus, como anunció el presidente del Gobierno al dar por concluido el estado de alarma, es el momento indicado para volver a plantear el Anteproyecto de la Ley de Memoria Democrática, que ya presentó el PSOE en el Congreso en enero de 2020. Así, el Consejo de Ministros ha aprobado el martes 15 de septiembre dicho Anteproyecto.

Ha sido la vicepresidenta primera del Gobierno Carmen Calvo quien, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, ha expuesto el significado de esta ley, que supone “el reconocimiento, reparación y dignificación de las víctimas del fascismo”, de “los desaparecidos” y de “los exiliados durante la Guerra Civil y la Dictadura”, para que la historia no se construya “desde el odio y el silenciamiento de los vencidos”.

Este país, en palabras de la vicepresidenta Calvo, “no se podía permitir ni un día más” sin esta ley, “un esfuerzo por homologar nuestra democracia en el mundo”. Habrá quien objete que, si nuestra democracia no está homologada en el mundo, el Gobierno en pleno debería dimitir al no haber sido elegido democráticamente. Pues no, esta contradicción solo la aprecian los que siguen la versión de los vencedores.

Todos hemos podido escuchar el clamor de las víctimas de los juicios del franquismo. Y es una ignominia que los seguidores de Franco se manifiesten un día sí y otro también multitudinariamente en nuestras calles y plazas. Por ello se prohíben en la nueva ley las actividades de exaltación y enaltecimiento de la dictadura.

La ardua y meritoria labor del Gobierno de Sánchez e Iglesias al desenterrar discretamente a Franco del Valle de los Caídos solo se verá completada cuando los monjes benedictinos sean expulsados de la basílica de Cuelgamuros y el templo religioso se convierta en un cementerio civil. También afirmó Calvo que “se reflexionará” sobre el derribo de la cruz que corona el templo y que, como todo el mundo sabe, es símbolo del nacionalcatolicismo, no del cristianismo universal.

Pero lo más importante y urgente de esta ley es que nuestros jóvenes y sus maestros podrán conocer la verdad histórica sobre la Guerra Civil y el franquismo. Por fin en España va a imperar una sola verdad bajo la vigilancia del Gran Hermano.

La reconciliación de los dos bandos de la Guerra Civil que se logró en la Transición fue solo un espejismo. La Ley de Memoria Democrática conseguirá la feliz convivencia entre españoles de distintas ideologías y creencias. Pues estas desaparecerán, o no podrán expresarse, acabando con la perniciosa libertad de pensamiento y expresión.

13 de septiembre de 2020

¿Y el futuro?

LAS PALABRAS Y LA VIDA

Alberto Martín Baró

En la indagación que vengo realizando en mis tres últimos artículos sobre el tiempo como duración dividida en presente, pasado y futuro, me he ocupado del presente y del pasado. Me queda por responder a la pregunta sobre el futuro en nuestra vida.

Si atendemos al consejo de Horacio, deberíamos “aferrarnos .al día de hoy, sin fiarnos para nada del mañana”. Sin embargo, el mismo Horacio es consciente de que, “mientras hablamos, se habrá fugado el tiempo celoso” O sea, el presente es fugaz y, como ya advirtiera el filósofo griego Heráclito (hacia 594 – 480 a. C.), todo fluye y está en perpetuo movimiento. Luego hay algo que nos remite de modo ineludible a esa fluidez venidera.

El futuro, es decir, lo que está por llegar, ¿tiene alguna significación en nuestra vida?

Hay un futuro, que yo calificaría “de andar por casa”, que se asoma casi indefectiblemente a lo que estamos haciendo. Me estoy duchando, u ocupándome de cualquiera de las rutinas diarias que no requieren toda mi atención, y estoy pensando en lo que a continuación o más tarde tengo que hacer. Esta proyección de lo venidero en el ahora puede distraernos de la tarea que tenemos entre manos, pero también es necesaria cuando queremos planear lo que hemos de llevar a cabo. Llamamos “agenda” (del latín agenda, cosas que se han de hacer) a la relación de las actividades sucesivas que han de ejecutarse, y al libro o cuaderno en que se apuntan.

Una repercusión más significativa del futuro en nuestra vida podría formularse como aquello a lo que aspiramos a ser o a realizar, humana y profesionalmente, el día de mañana. Como hemos visto, la educación recibida en el pasado influye en lo que somos en la actualidad. De ahí la importancia de nuestras aspiraciones en la configuración de nuestra realidad presente.

Decimos que, sin la formación y los estudios pertinentes, los niños y los jóvenes “no tienen futuro”. Y que su futuro, personal y laboral, será tanto más pleno cuanto mayor grado de preparación educativa hayan alcanzado.

Hay un futuro que acontecerá de manera ineludible, como que la noche sucederá al día. Pero, en otro orden de cosas intangible, existe para el creyente religioso el horizonte de otra vida más allá de la muerte, en el que se basa la esperanza.

Sin embargo, en estos tiempos aciagos del covid-19, la esperanza de la humanidad no está puesta en el cielo, sino en algo a ras de suelo: una vacuna eficaz que nos defienda del dañino coronavirus.

6 de septiembre de 2020

La historia

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

Decíamos ayer… Bueno, decía yo en mi artículo de esta sección hace dos semanas que no tenemos otra cosa que el presente, que el pasado ya no es, y que el futuro no sabemos cómo será, incluso si llegará a ser.

En mi artículo de la semana pasada me ocupé de matizar tan tajante afirmación, describiendo el papel que desempeña el pasado en la vida de los individuos.

Hoy me propongo hablar de la significación del pasado en la vida colectiva de los pueblos. O sea de la historia, entendida domo el conjunto de los hechos que han ocurrido y de los personajes que han vivido en el tiempo hasta el día de hoy. Esos hechos y esos personajes configuran, en un determinado espacio geográfico, junto a características como el clima, la vegetación, el relieve entre otros factores, el carácter y la forma de vida de un pueblo.

Y ello es así, como en el caso de los individuos, aunque dicho pueblo y sus integrantes desconozcan o hayan olvidado tales acontecimientos y personajes.

He estado rememorando, en un ejercicio de sencilla anamnesis sinóptica, algunos de los hitos a mi entender más significativos que jalonan la historia de nuestro pueblo, que para mí sigue siendo y llamándose España.

Es muy triste que, desde el poder de un determinado Gobierno, en este caso el del entonces presidente Rodríguez Zapatero, se intente imponernos una Ley de Memoria Histórica, concebida desde unos criterios partidistas y sesgados.

La memoria histórica del pueblo español debería incluir tres rasgos fundamentales:

1. Una visión de los hechos y de los personajes enmarcada en la época en la que ocurrieron y vivieron, con sus peculiaridades propias, sin influencia de ideas o formas de sentir actuales.

2. Una exposición lo más completa posible, sin lagunas o saltos en el tiempo.

3. La aceptación de las luces y las sombras que todo devenir histórico presenta, sintiendo el legítimo orgullo de los logros, sin dejarse influir por “leyendas negras” elaboradas por la enemistad o la envidia de otros pueblos, y sabiendo a la vez reconocer los errores y los fallos, para no volver a incurrir en ellos en el presente.

No comparto la cita, atribuida erróneamente al filósofo Santayana (1863-1952), que dice así: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Ya he dicho que la influencia de la historia en un pueblo existe, aunque los integrantes de ese pueblo desconozcan su historia. Y la historia, mal que les pese a Hegel y a Marx, nunca se repite, ni como tragedia ni como farsa.

30 de agosto de 2020

El presente y el pasado

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Afirmaba yo en mi artículo de la semana pasada que “No tenemos otra cosa que el presente. El pasado ya no es. Y el futuro no sabemos cómo será, incluso si llegará a ser”.

Como toda afirmación tajante, necesita matizarse. Empezando por el papel que desempeña el pasado, tanto en la vida individual como en la colectiva.

Somos lo que somos en el presente como consecuencia de lo que hemos sido en el pasado. El pasado está presente en nuestra vida, fundamentalmente de dos formas: una, mediante la configuración que ha moldeado nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestros conocimientos, nuestros sentimientos; y otra, mediante los recuerdos.

Aun en el supuesto improbable de que hubiéramos olvidado todo nuestro pasado, ese pasado ya es parte de lo que hoy somos, para bien o para mal.

En el prólogo al libro de la gran cuentista Angelina Lamelas Cuentos de la vida casi entera, el maestro del relato Medardo Fraile escribe: “Saber que hemos nacido por amor y que recibimos todos por igual, sin preferencias o excesos irresponsables, educación y cuidados con amor, no solo garantiza el futuro de un niño, sino que agranda su corazón, lo hace más rico y sabio, más humano, y le convence de que donde falta amor se ven puñales”.

Angelina Lamelas, además de conservar, para asombro de propios y extraños, un caudaloso río de recuerdos de su infancia, adolescencia, juventud y madurez, recibió de sus mayores esa impronta de educación y cuidados con amor de la que habla Medardo Fraile. Y de tal río caudaloso brotan su vida y sus cuentos de la vida.

En la otra cara de la significación del pasado en la vida individual están “los puñales”, los trastornos actuales de aquellas personas que han carecido del amor de sus padres, de una educación y de unos cuidados amorosos. Vidas truncadas que se reflejan, como lamenta Medardo, en “tanta literatura de psicópatas, pirados, terroristas, violadores, caníbales y demás ralea de esa especie”.

Por supuesto que se puede superar un pasado de desamor. Pero para hacerle frente hay que reconocer su existencia y su influencia en el presente. Las técnicas curativas del psicoanálisis se basan, en gran medida, en el reconocimiento y la indagación de carencias y traumas agazapados en el subconsciente.

De la significación del pasado, o sea de la historia, en la vida colectiva de los pueblos hablaré en el próximo artículo.

23 de agosto de 2020

El presente

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

No tenemos otra cosa que el presente. El pasado ya no es. Y el futuro no sabemos cómo será, incluso si llegará a ser.

Por eso, el poeta latino Horacio (65 a.C. – 8 a.C.) nos aconseja en la Oda 1, 11: “Carpe diem, quam minimum credula postero”. Que en román paladino podría traducirse: “Aprovecha el día de hoy, sin fiarte para nada del mañana”. Y en versos anteriores de la misma oda asegura: “Dum loquimur, fugerit invida aetas”. “Mientras hablamos, se habrá fugado el tiempo celoso”.

Con palabras similares registra el también poeta latino Virgilio (70 a.C. – 19 a.C.) en las Geórgicas (III, 284) esta condición ineludible del tiempo: “Et fugit interea irreparabile tempus”. “Y se escapa entretanto el tiempo irreparable”.

Ha sido un tópico de la antigüedad grecorromana, acentuado en la Edad Media, la fugacidad del tiempo que, aplicada a cada uno de los mortales, nos avisa de lo corta que es nuestra vida.

Los hedonistas sacan de esta premisa innegable la conclusión de que hemos de disfrutar del presente.

Mas qué hacer si el presente, tanto el individual como el colectivo, está marcado por la desgracia y la infelicidad. La actualidad de España y de los españoles, al igual que la del mundo entero, está lastrada por el azote del covid-19 que ha generado una crisis sanitaria, económica y laboral sin precedentes. Situación agudizada en nuestro país por una funesta gestión gubernamental y autonómica de la pandemia.

En estas circunstancias podemos adoptar tres posturas: negar la realidad del coronavirus y sus consecuencias; defendernos del virus y atacarlo; o confiar en un futuro más halagüeño.

Está claro lo que nos aconsejaría Horacio: no nos fiemos para nada del futuro. Y ya que tampoco es sensato cerrar los ojos a los contagios y las muertes causadas por el covid-19, no queda otra opción que la defensa y el combate frente al mortal coronavirus.

En esta defensa desempeñan un papel importante el uso de la mascarilla, la observancia de la distancia de seguridad y la desinfección con geles hidroalcohólicos. En el combate contra el virus es crucial la desinfección de locales y hasta de vías y espacios públicos, así como la detección y el aislamiento de los contagiados. Y fortalecer nuestro sistema autoinmune: a él se debe que el covid-19 no haga mella en nosotros. En nuestro presente, que es lo único que tenemos.

16 de agosto de 2020

Santander en tiempos de pandemia

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Cuando estoy fuera de El Espinar, añoro sus montes y pinares. Cuando estoy fuera de Santander, añoro sus playas y el mar. Santander sigue siendo, como cantara el inolvidable Jorge Sepúlveda, la “novia del mar”. Sin que la maldición del covid-19, pasado el estado de alarma, impida a los santanderinos y a los visitantes, disfrutar de su dorada concatenación de playas, los Peligros, La Magdalena, Bikini, el Camello, la Concha, la primera y la segunda del Sardinero… Estas dos últimas son las preferidas por mí, para pasear por ellas dejando que el agua y la arena de la orilla activen la circulación de las plantas de los pies, hasta que me decido a adentrarme en el abrazo del oleaje y la espuma del mar abierto.

No desdeño la Bahía, tan querida por propios y extraños, ni el Puntal, ni las Quebrantas, a cuyas dunas aún no nos hemos acercado a bordo de la lancha de los Diez Hermanos. Pero cuando el autobús supera la península de La Magdalena y se abre ante mis ojos, valga la redundancia, el mar abierto, abrazado por el Cabo Menor y el Cabo Mayor, mi vista y mi espíritu se dilatan.

Este año, por razones conocidas, no se ven extranjeros en la ciudad, o yo no los he visto, pero es notable la afluencia de nacionales, a los que el calor sofocante del centro y sur de la Península ha empujado hacia el norte.

Quiero consignar la disciplina de esta población, con la que me cruzo por el Muelle o el Paseo Marítimo: todos vamos provistos de las preceptivas, e incómodas, mascarillas, de las que nos despojamos para tomar algo en las terrazas, si tenemos la suerte de encontrar una mesa libre. Quizá por ello el número de contagios por el coronavirus en Cantabria sea de los menores de España.

En mi artículo El amor en tiempos de pandemia ya tocaba tangencialmente el tema de la familia, y vuelvo a hacerlo ahora, al observar a las personas que caminan por las playas o por las calles de la capital cántabra. Son minoría los paseantes solitarios. Predominan las parejas, no solo de matrimonios, sino también de madre anciana o mayor e hija de menor edad que la ayuda a caminar, o de amigas jóvenes o provectas. Me consuela la presencia de familias con hijos pequeños que juegan con la arena o las suaves olas que arriban a las orillas.

Por si no estuviera ya convencido del valor de la familia o de la amistad, la actual pandemia me ha confirmado la consolación, además de la que encuentro en Dios y en la naturaleza, la de los seres queridos que gozan y sufren a mi lado. Incluidos aquellos que nos dejaron, pero siguen confortándonos con su compañía.

9 de agosto de 2020

Por sus hechos los conoceréis

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

¿De qué se le acusa en resumidas cuentas al rey emérito don Juan Carlos? Pues, hoy por hoy, judicialmente de nada. No hay ninguna causa incoada por la Fiscalía o por algún juez contra él. Luego es merecedor de la presunción de inocencia.

¿Reconoce implícitamente el anterior rey de España su culpabilidad al ceder a las presiones que desde numerosas instancias se le han hecho para abandonar el país del que ha sido Jefe del Estado hasta su abdicación en su hijo Felipe en 2014?

Tanto el padre como el hijo, en sus respectivos escritos, aducen el servicio a la Corona y a España en la decisión de don Juan Carlos de emprender un exilio voluntario, sin que ello suponga un reconocimiento de hechos delictivos.

Como en cualquier investigación de un acto sujeto a sospecha, cabe hacerse la típica pregunta “Cui prodest?”. ¿A quién beneficia la salida de España del rey emérito? ¿Al actual rey Felipe VI? ¿A los enemigos de la Monarquía y de España?

A mi juicio, a Felipe VI ni le beneficia ni le perjudica el abandono de su padre, que ya no desempeñaba ningún papel institucional, al que su hijo había retirado la asignación oficial y a cuya herencia había renunciado.

Los enemigos de la Monarquía encarnada en el rey emérito y en Felipe VI ahora pretextan no estar al tanto de la salida de don Juan Carlos y que para ellos significa una huida de la justicia. Lo que demuestra que la verdadera pieza que quieren abatir no es don Juan Carlos, sino Felipe VI, y con él el régimen democrático de 1978.

Por sus hechos los conoceréis, frase evangélica que permite conocer la verdadera talla o catadura de las personas. El balance de la actuación política del rey emérito a lo largo de su reinado es muy positivo, como defensor de la concordia entre los españoles y de una Constitución que implantó en España la democracia.

¿Qué hechos avalan la trayectoria política y humana de los miembros de Unidas Podemos, de los independentistas catalanes, de los nacionalistas vascos y de los herederos y defensores de ETA? No digo ya en beneficio de España, lo que está descartado de sus intenciones, sino de la prosperidad de sus propios pueblos.

Y mientras el rey Felipe VI ha recorrido España para estar en contacto con la gente e interesarse por su situación, Pedro Sánchez no ha visitado un solo hospital y sus únicas apariciones han sido en la televisión a mayor gloria de… Pedro Sánchez.

Más de 50.000 fallecidos por el covid-19 hablan por sí solos de la calamitosa gestión de la pandemia por el ejecutivo de Sánchez e Iglesias.

Por sus hechos los conoceréis.

2 de agosto de 2020

La consolación en tiempos de rebrotes


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Cuando pensábamos que lo peor de la pandemia del coronavirus había pasado, los rebrotes de los contagios y de los fallecimientos causados por el covid-19 han vuelto a afligirnos. Es esta una aflicción acentuada por el temor a volver a experimentar la angustia que ya creíamos superada. El temor a un enemigo mortal que sigue amenazándonos por más mascarillas que nos pongamos y por más geles hidroalcohólicos con los que nos lavemos las manos. Es, en resumidas cuentas, el miedo a la enfermedad y a la muerte, las nuestras y las de nuestros seres queridos.
Libramos una batalla desigual, puesto que desconocemos cómo acabar con el enemigo. La vacuna que en algún momento llegará nos defenderá de los ataques del virus, pero no lo destruirá. El punto débil del coronavirus es la capa lipídea que lo recubre y que la espuma del jabón y los hidroalcoholes disuelven. Habría que armar con estos y otros desinfectantes a ejércitos enteros que llevaran a la extinción a un virus que, además, experimenta continuas mutaciones.
He estado leyendo estos días La consolación de la filosofía, del pensador romano Severino Boecio (Roma hacia 480 – Pavía 524), con la ilusión de encontrar en sus páginas el consuelo que la amenaza del covid-19 me niega. Insiste el autor, que sufrió el destierro y la pérdida de todos sus bienes para acabar siendo ejecutado a palos –sí, como lo leen–, que la fortuna es mudable y que no podemos poner nuestra esperanza ni en las riquezas, ni en los placeres corporales, ni en el poder. ¿En qué entonces? En una vida moral recta y, en último término, en Dios, nuestro creador, autor del orden que brilla en la naturaleza y fuente de toda felicidad.
Otra lectura en la que he buscado consuelo es Naturaleza, del poeta y filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson (Boston 1803 – Concord 1882). Estoy de acuerdo con Emerson en que la naturaleza nos consuela con su belleza y con su protección. “En los bosques recobramos la razón y la fe. En ellos me parece que nada malo puede sucederme en la vida, ninguna desgracia, ninguna calamidad (mientras conserve los ojos) que la naturaleza no pueda reparar”.
Salgamos al campo, a los montes, a las praderas. En ellos, como canta san Juan de la Cruz en su Cántico espiritual, está Dios. “Mi Amado las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos”.
Así que, de un modo o de otro, acabamos en Dios. En la naturaleza trascendida de Dios hallo la consolación que la ciencia de los sedicentes expertos no me concede.

26 de julio de 2020

Monarquía o república


Las palabras y la vida 
Alberto Martín Baró

Cada cierto tiempo, con ocasión o sin ella, salta a un primer plano de la actualidad la discusión sobre la conveniencia de instaurar en España una república. Y ello con independencia de las posibilidades reales de reformar la Constitución de 1978, en cuyo artículo 1, apartado 3, se establece: “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”.
Tengo buenos, inteligentes y cultos amigos que se declaran entusiastas defensores de la forma de Estado republicana y, sin haber vivido los tiempos de la II República española, ensalzan los logros culturales, políticos y sociales de aquella época. Existe toda una literatura, un cine, un teatro y un arte que sustentan tal entusiasmo republicano, sin que lo enturbie el hecho de que tres de los principales intelectuales que apoyaron la instauración de la II República, Pérez de Ayala, Marañón y Ortega y Gasset, quedaran decepcionados de su realidad y, de un modo u otro, secundaran la exclamación de Ortega: “No es esto, no es esto”.
Yo no soy monárquico ni republicano. En un plano teórico, me inclinaría por una república en la que su máxima autoridad es elegida por los ciudadanos, frente a las monarquías hereditarias, en las que el poder pasa de padres a hijos.
En un plano práctico, y atendiendo a la historia de España de los últimos siglos, no puedo por menos de reconocer que la Constitución monárquica de 1978 trajo a nuestro país, desangrado por una ignominiosa Guerra Civil y sometido por casi cuarenta años de dictadura, la democracia y la superación de los odios y revanchas cainitas.
En esta implantación de la democracia y superación de rencores desempeñó un papel innegable el rey emérito don Juan Carlos. Esta será una aportación indiscutible a la concordia democrática de los españoles de un personaje al que una campaña de determinadas fuerzas políticas y mediáticas, y los propios errores del exmonarca, están tratando de desprestigiar y, de paso, demoler también la figura del actual rey Felipe VI. Don Juan Carlos tuvo el acierto, u obligado por la necesidad, de abdicar en 2014 en su hijo Felipe. Hoy por hoy no hay abierta ninguna causa penal en contra del rey emérito y es merecedor de la presunción de inocencia, en España tantas veces sustituida por la “pena de telediario”. No pocos de los que hoy atacan en España la monarquía no buscan sustituirla por una república democrática, sino por un régimen populista bolivariano, o abiertamente comunista.
¿Monarquía o república? Con todos sus defectos, democracia.

19 de julio de 2020

Auge de los nacionalismos


Las palabras y la vida 
Alberto Martín Baró

Si algo ha quedado claro en las elecciones autonómicas del pasado 12 de julio es la victoria de los nacionalismos. En Galicia ha triunfado con mayoría absoluta Alberto Núñez Feijoo y en el País Vasco ha afianzado su liderazgo el lehendakari Íñigo Urkullu.
Con tres diferencias notables entre los dos líderes vencedores. La primera consiste en que Feijoo no necesita ningún apoyo externo para gobernar, mientras que Urkullu tendrá que buscar fuera del PNV los votos que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta, cifrada en 38 escaños.
La segunda diferencia estriba en el papel que en un caso y en otro desempeña el partido bajo cuyas siglas militan Feijoo y Urkullu. El PNV es hegemónico en la comunidad vasca y habría ganado las elecciones con otro candidato distinto a Urkullu. En cambio yo no me atrevería a asegurar que el PP hubiera obtenido el mismo resultado sin Feijoo.
Hay una tercera diferencia que se refiere al nacionalismo que representan Feijoo y Urkullu. Uno y otro profesan ese sentimiento de pertenencia a su nación y de identificación con su realidad y su historia. Pero en Feijoo no existe la aspiración a conseguir para Galicia un Estado propio e independiente de España. Esta aspiración sí existe en Urkullu y en el PNV, aunque no con la contundencia de los independentistas catalanes. Saben los nacionalistas vascos que su talante “moderado” les reporta hoy por hoy más beneficios políticos que un desafío abierto al ordenamiento de la Constitución española de 1978.
El nacionalismo más radical, secesionista y xenófobo está representado en Galicia por el BNG, que ha pasado a ser la segunda fuerza más votada. Este papel, con tintes si cabe más excluyentes, lo desempeña en Euskadi Bildu, el partido heredero de ETA, que nunca ha condenado los crímenes de la organización terrorista.
Los defensores de la Constitución del consenso están prácticamente desaparecidos en el País Vasco, con la derrota de PP y Cs. El PSE hace tiempo que se dedicó a blanquear los nacionalismos y dejó de ser constitucionalista.
Dudo mucho que Galicia, a pesar del rotundo triunfo de Feijoo, militante no demasiado entusiasta del PP, pueda y quiera contribuir a la unidad de la nación española y a la consolidación de un Estado español que hace aguas sin que los españoles de cualquier rincón de España nos decidamos a salvar la nave.
Así nos va en el exterior.

12 de julio de 2020

Añoranza de El Espinar


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

La declaración del estado de alarma por el covid-19 nos cogió a mi mujer y a mí en Madrid, y en Madrid hemos pasado el confinamiento al que las autoridades sanitarias sometieron a la población para intentar preservarla del contagio por el funesto coronavirus.
Hablo en pretérito, pero el causante de la pandemia, de los cientos de miles de infectados y de los fallecimientos cuyo número los responsables del Ministerio de Sanidad aún se resisten a reconocer, sigue activo entre nosotros.
Me cuentan que, la noche en que iban a levantarse las restricciones a la circulación entre distintas comunidades autónomas, el aparcamiento del Alto del León estaba abarrotado de coches que, al dar las doce, salieron de estampía hacia San Rafael y El Espinar. Por circunstancias ajenas a las medidas de prevención del covid-19, mi mujer y yo no hemos podido trasladarnos a nuestra residencia espinariega hasta el viernes de la semana pasada. Conduje con mayor precaución que la habitual, por la falta de práctica al volante debida a la obligada inmovilidad. No veíamos el momento de sentir el abrazo de los añorados montes y pinares.
Desde mi infancia y adolescencia, la espera de los veraneos en el pueblo serrano que inauguraran para la familia mis abuelos maternos Fernando Baró y Luisa Morón inundaba de luz y de ilusión las invernales jornadas vallisoletanas.
Una vez afincado en El Espinar, el retorno a esta villa, aunque solo sea tras cortas ausencias, siempre me ha producido y todavía produce honda emoción. La vuelta a su aire puro, a sus cielos azules, a los perfiles circundantes de montes tantas veces contemplados y recorridos, después de la forzada reclusión en Madrid, ha sido la mejor cura de los posibles estragos de la pandemia.
En San Rafael y El Espinar residen mis hijos y nietos, a los que aún no he podido abrazar, pero sí visitar y estar y comer con ellos.
Estoy escribiendo estas líneas sentado en el jardín de mi casa. Los arces, más frondosos que nunca, me impiden contemplar el Caloco. “Santo Cristo del Caloco / de El Espinar tan querido…”. Querido pueblo y queridos vecinos, con los que me paro a conversar a través de las incómodas y necesarias mascarillas que a veces me impiden o dificultan reconocer a mis interlocutores.
Somos supervivientes, pero no olvidamos a quienes nos han dejado. Los fallecidos han transitado a una nueva dimensión; a los que quedamos nos espera una vida que ya no podrá ser como la que llevábamos antes de la pandemia.

5 de julio de 2020

Los ex-


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
A todos, en algún momento de nuestra vida, se nos puede aplicar el prefijo ex- para indicar que hemos dejado de ser lo que significa el nombre o el adjetivo al que se antepone dicho prefijo: exnovio, exministra, ex alumno de secundaria
Según la Real Academia Española (RAE), el prefijo ex- se escribe unido a la palabra a la que precede: expresidente, pero separado si va delante de una expresión formada por varias palabras: ex alto ejecutivo. La norma de la RAE es que ex- no debe escribirse con guion, como se acostumbraba no hace mucho tiempo: es incorrecto ex-marido. Lo cual me lleva a concluir que a menudo quedamos marcados por la condición que expresa el término al que va antepuesto el prefijo ex-.
Ex puede funcionar también como sustantivo y designar a la persona que ha dejado de ser cónyuge o pareja sentimental de otra: Este fin de semana nuestros hijos lo pasan con mi ex. Yo creo que esta acepción y este funcionamiento de ex como sustantivo son relativamente recientes, debido a la proliferación actual de separaciones y divorcios que en el Valladolid de mi adolescencia podían contarse con los dedos de una mano. Por cierto, que los divorcios se han incrementado en el confinamiento por el covid-19: hay parejas que, lejos de aprovechar la más continua convivencia para conocerse mejor y estrechar lazos de amor, han acabado tirándose los trastos a la cabeza y han decidido divorciarse.
Días pasados han ocupado un primer plano de la actualidad algunos ex-, como los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y el rey emérito don Juan Carlos –aquí no se antepone el prefijo ex- a la palabra rey–. Para González y don Juan Carlos, sin tener en cuenta los muchos méritos que ambos han contraído con España, Unidas Podemos y otras fuerzas de la izquierda radical han pedido a las Cortes comisiones de investigación por los GAL, en el caso de González, y por las comisiones cobradas de Arabia Saudí por la concesión del tren de alta velocidad, en el caso de don Juan Carlos.
Rodríguez Zapatero, valedor de Maduro y del chavismo venezolano, ha llegado a proponer como solución al “problema” catalán la inclusión de independentistas enemigos de España en el Consejo de Ministros del Gobierno de España.
No se resignan muchos ex- a vegetar en el Consejo de Estado. Les corroe el gusanillo del poder que tuvieron. Piensen el presidente Sánchez y sus ministros que a no tardar serán ex- y aprovechen su paso por el Gobierno para trabajar por el bien común de los españoles.

28 de junio de 2020

Primera semana sin estado de alarma


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Me resisto a utilizar el término “desescalada”, un desafortunado calco del inglés, para designar el final del estado de alarma. Si escalada denota ascenso o subida, su antónimo significará descenso o bajada, que podría aplicarse al número de contagios y muertes por el covid-19, pero no a la relajación de las medidas de confinamiento que esta semana hemos venido a disfrutar por gracia de las autoridades sanitarias.
Dos diarios nacionales, el ABC y El Mundo, daban a conocer el lunes 22 de junio los resultados de sendas encuestas realizadas entre los ciudadanos españoles sobre lo que opinan acerca de diversas cuestiones de actualidad.
Así, el barómetro de GAD3 para ABC destacaba en titulares que ocho de cada diez encuestados piden a PP y PSOE un “pacto de reconstrucción”.
El sondeo de Sigma Dos para El Mundo registra un fuerte ascenso del PP en intención de voto, que se pondría a menos de tres puntos del PSOE, castigando a Sánchez por la gestión de la pandemia. Como no estamos ante unas próximas elecciones generales, este dato es un brindis al sol, aunque puede animar al partido que lidera Casado a continuar con su labor de oposición.
Un resultado de la encuesta de GAD3 es demoledor para el Gobierno: el presidente y todos los ministros suspenden. En una valoración del 0 al 10, Sánchez obtiene la “mejor” nota con un 4,3, empatado con Margarita Robles, quien a mi juicio merecería por lo menos un notable. Los suspensos más bajos se los llevan Pablo Iglesias e Irene Montero con 3,0. No se les ha preguntado a los ciudadanos en este barómetro por la valoración de los líderes de los partidos, mientras que sí la recoge Sigma Dos. No se froten las manos ni el PP, ni Cs, ni Vox con el suspenso del Gobierno, pues tanto Casado con un 3,45, como Arrimadas con un 3,92 y Abascal con un 2,55 suspenden por detrás de Pedro Sánchez, que merece un 4,21.
Por aquello de que “en el país de los ciegos el tuerto es el rey”, Sánchez podría sacar pecho, pero desde luego sus notas, a juicio de los entrevistados, están muy lejos del sobresaliente que él mismo se ha otorgado en sus autocomplacientes comparecencias televisivas.
Es decir, todos los políticos sin excepción no llegan ni siquiera a un mísero aprobado. Con estos mimbres hay que tejer los acuerdos que demanda una gran mayoría de españoles para superar la crisis económica y laboral que ya se deja sentir en España según las cifras de déficit, de deuda pública, de caída del PIB y de paro que recogen todos los organismos nacionales e internacionales.
Un 79 % de los preguntados por Sigma Dos temen rebrotes del covid-19. Ante las imágenes que hemos podido contemplar por televisión de playas abarrotadas, de muchedumbres congregadas en manifestaciones, fiestas y botellones en que los participantes ni llevaban mascarillas ni guardaban las distancias de seguridad, no solo en España, sino también en Francia, Bélgica y otros países europeos, se me han abierto las carnes.
Este temor se ha visto irónicamente reforzado por las declaraciones del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, sí, el doctor experto en epidemias que aseguró al comienzo de la pandemia que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”. La deficiente sintaxis, marca de la casa, no impide entender el alcance de tal pronóstico. Pues bien, el mismo certero augur declaraba el lunes 22 de junio: “Aunque se produzcan brotes en España, es difícil que la transmisión sea la misma que al principio”. Y concluía sin que le temblara la cascada voz: “Todo está bajo control”.
¿Y qué dice el Gobierno ante estos temidos rebrotes? Pues, mientras la vicepresidenta Carmen Calvo manifestaba que, si fuera necesario, se volvería a implantar el estado de alarma, la ministra portavoz María Jesús Montero descartaba que el Ejecutivo se hubiera planteado esa posibilidad. Menos mal que eran dos miembros distintos del gabinete de Sánchez, no el mismo presidente del Gobierno en las contradicciones a que nos tiene acostumbrados.
Si los ingenuos ciudadanos pedían mayoritariamente un pacto PSOE-PP por la reconstrucción de España, en el debate sobre el Estado de la Nación y en la sesión de control al Gobierno, ha quedado clara la voluntad de Sánchez de negarse a cualquier acuerdo con el PP, al que ha acusado de deslealtad, de falta de sentido de Estado y hasta de ser responsable de las muertes por el covid-19, mientras que él se jacta de haber salvado 450.000 vidas.
A pesar de todos los ataques del presidente y de sus ministros al principal partido de la oposición, el PP, que ya había votado a favor de la declaración del estado de alarma y de su prórroga tres veces, ha apoyado con su voto el Decreto sobre la Nueva Normalidad y la candidatura de Nadia Calviño a la presidencia del Eurogrupo.
¿Seguirá Sánchez prefiriendo el apoyo de ERC y de Bildu, que le han acusado de pactar con la derecha reaccionaria y antidemocrática, ellos acreditados demócratas de toda la vida?

21 de junio de 2020

La muerte en tiempos de pandemia


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

En artículos anteriores he escrito sobre la oración, el amor, el lenguaje, los expertos, el trabajo y la unidad en tiempos de pandemia.
Hoy quiero dedicar un emocionado recuerdo a los fallecidos por el covid-19 en España y en todo el mundo.
Cuando en nuestro país parece que la cifra de muertes ha descendido hasta no registrarse ningún fallecimiento en el día anterior a aquel en el que Sanidad comunica este dato, y cuando estamos saliendo del confinamiento en el que nos tenía recluidos el estado de alarma, en otras muchas regiones de América, Asia y África aún hace estragos el letal virus en la salud y en la vida de millares de personas.
Nos hemos dejado enredar en la discusión sobre el número de muertos, utilizándolos como un ariete en la lucha partidista y olvidando que se trata de seres humanos a los que el covid-19 ha despojado de lo más preciado con que contamos: la existencia.
Se nos había dicho al comienzo de la pandemia que el coronavirus tenía una gran capacidad de propagarse y de contagiar, especialmente mediante el contacto corporal entre personas, pero que, salvo excepciones, sus daños eran leves. Dios santo, si llegan a ser graves, qué trágica mortandad habría ocurrido, muy superior a la que hemos padecido.
De la espeluznante visión global de los efectos mortales de la pandemia, quiero descender a los casos concretos e individuales que a todos, en mayor o menor grado de cercanía, nos han afectado.
El virus exterminador se ha llevado a un compañero mío de colegio, Juan Ignacio Izuzquiza González, y a dos escritores del grupo literario Troquel, al que yo también pertenezco, Francisco de la Torre y Díaz-Palacios y Ramón Lázaro Fernández y Suárez. Los consigno así, con sus nombres y apellidos, no como unos dígitos que añadir al cómputo del obituario. Seres queridos que han dejado llorando a familiares y amigos.
Nunca es buen momento para morir, pero fallecer en medio de una pandemia y de una deletérea gestión de la misma por parte de gobernantes incompetentes y mendaces ha impedido que los difuntos contaran con las honras fúnebres que desde siempre los que quedamos en este valle de lágrimas les hemos brindado.
Triste es que quienes han contraído matrimonio en estos tiempos aciagos apenas hayan podido celebrar su boda con un par de testigos. Pero mucho más desolador es que no hayamos podido despedir como merecen a los deudos que nos han dejado. Se han ocultado los féretros, se ha postergado meses el luto oficial por las víctimas del covid-19 e, insisto, se las ha despersonalizado en unas frías curvas, picos y escaladas o desescaladas estadísticas que maquillan el lúgubre rostro individualizado de los muertos.
 “Cerraron sus ojos, / que aún tenía abiertos, / taparon su cara / con un blanco lienzo; / y unos sollozando, / otros en silencio, / de la triste alcoba / todos se salieron. / […] Ante aquel contraste / de vida y misterios, / de luz y tinieblas, / yo pensé un momento: / ¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!”
Sí, Gustavo Adolfo, qué solos se quedan los muertos. Pero ellos ya han dejado de sufrir, somos nosotros a quienes no se ha permitido llevar el debido luto.
Decía Jesús Burgaleta, un sacerdote sui generis, profesor del Instituto de Pastoral León XIII, con quien tuve la fortuna de participar en las eucaristías que él dirigía y en las que hablaba de Dios y de Jesús de Nazaret como si tuviera línea directa con ellos, digo que Burgaleta decía que lo peor no es la muerte, sino la enfermedad. Enfermedad que él sobrellevó durante años y que le obligaba a penosas transfusiones de sangre.
Caer enfermo, contagiado por el coronavirus, y tener que ser ingresado en un hospital desbordado, atendido por unos médicos y sanitarios que se juegan literalmente la vida sin equipos de protección adecuados, cuando además la enfermedad del covid-19 carece de un tratamiento específico, me viene a confirmar las palabras de mi querido e inolvidable Jesús Burgaleta.
El filósofo griego Epicuro (341-270 a.C.) afirma en su Epístola a Meneceo que la muerte es nada para nosotros y que resulta absurdo temerla, pues mientras nosotros existimos ella no está, y cuando ella llega nosotros ya no estamos.
Con permiso de Epicuro, yo y muchos como yo tememos a la muerte. Y más a una muerte anónima en tiempos de pandemia.
Pero convengo con Jesús Burgaleta en que más me aterra una larga y penosa enfermedad, antesala de la muerte, que nos va privando poco a poco de nuestras facultades, de la alegría de vivir y de amar.
Una plegaria del devocionario católico reza así: “A subitanea et improvisa morte libera nos, Domine”, “De una muerte súbita e imprevista líbranos, Señor”.
Pues no sé, qué quieren que les diga, yo daría la bienvenida a una tal Parca.