29 de agosto de 2021

Enigmas de la memoria

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Solemos quejarnos de que se nos borran los nombres de las personas a las que queremos referirnos en una conversación o en las que estamos pensando por cualquier motivo. Sabemos de quién o de quiénes se trata, incluso les ponemos rostro, pero no somos capaces de recordar cómo se llaman.

Puede que después, pasado algún tiempo, y sin la presión del momento o de la búsqueda en los entresijos de la memoria, nos venga el nombre en cuestión.

Recuerdo que, teniendo yo quince años, en un examen escrito, estaba con el bolígrafo en ristre esperando a que me llegara la inspiración. El profesor jesuita que vigilaba a los alumnos me dijo:

–Déjalo, lo que no sabes, por mucho que te esfuerces, no vas a recordarlo.

Falso. La memoria es un pozo sin fondo del que es posible sacar el agua de los recuerdos de muchas maneras. Una puede ser el esfuerzo por rebuscar en los repliegues de lo vivido o leído. Y otra dejar que las vivencias o los saberes afloren sin forzarlos.

En una temporada de mi vida, hace años, me impedía conciliar el sueño no acordarme del nombre de los protagonistas de la película de 1981 El cartero siempre llama dos veces. Llegué a apuntar en un papel y dejarlo en la mesilla de noche los nombres de Jessica Lange y Jack Nicholson.

Recurrimos a Google en el móvil para hallar el título de una película poniendo el nombre del actor o la actriz que actúan en ella o, a la inversa, nos servimos del título de la película para dar con el de sus protagonistas.

Claro que estos trucos no tienen que ver con la memoria, sino con la búsqueda de datos sirviéndonos de otros que conocemos.

De siempre es sabido el uso de la mnemotecnia, que el Diccionario de la Real Academia define como el “Procedimiento de asociación mental para facilitar el recuerdo de algo”. Asociar lo que se conoce a lo que se quiere averiguar es una técnica válida siempre que no olvidemos el vínculo de asociación.

Yo todavía me acuerdo de unas tiradas de palabras sin sentido del prolífico autor de libros de texto de gramática y ortografía Luis Miranda Podadera (Madrid, 1889 – Pedreña, Santander, 1969): “Tritur nusucuca garver sial ututito raritre gulo ruso la carta rosa tetrace ha he hi ho hu… Malpelprelle de popolproyo dijole en clase con mofa  nenina sal sel sil sol”. Pero me ocurre que ahora no sabría decir para qué servía esa mnemotecnia.

El procedimiento mnemotécnico debe ser más sencillo o igual de simple que el resultado de la asociación mental o verbal.

Estaba yo tratando de dar con el nombre de una de las autoras de novelas o relatos que sirven de asunto a las exitosas películas románticas alemanas que, por ejemplo, programa la 1 de Televisión Española las sobremesas de los fines de semana. Recordaba los nombres de las británicas Rosamunde Pilcher, que suele ambientar sus ficciones en la costa de Cornualles, y Katie Pforde, que lo hace en la costa Este de Estados Unidos. Pues bien, sirviéndome de los dos nombres conocidos pude hallar en Internet el de la alemana Inga Lindström.

Una pregunta más. ¿Por qué no recordamos, por lo común, nuestra primera infancia? Los expertos en estas cuestiones dan distintas explicaciones. Una de ellas se centra en la actividad neuronal y cerebral del hipocampo, que es muy alta en los primeros cinco años de vida, y en que ese dinamismo impide que los recuerdos queden almacenados de una forma estable. Otra explicación remite a que con el paso de los años se acumulan nuevos recuerdos que ocupan más espacio y desalojan a los antiguos.

O sea que, según algunos investigadores, el saber sí ocupa lugar, contra lo que reza el dicho común.

A veces, esto lo añado yo de mi experiencia, creemos recordar pasajes de nuestra infancia, pero ello se debe a haber visto fotografías u oído relatos sobre esos hechos. Lo que sí parece demostrado es que las fotos y los relatos afianzan episodios de nuestro pasado.

¿De verdad hemos vivido tales recuerdos o nos los hemos apropiado al haberlos visto u oído contar?

Enigmas de la memoria… y de la vida.

 

22 de agosto de 2021

Solo pasear, pasear solo

 Las palabras y la vida

Alberto Martín Baró

De las restricciones que el primer estado de alarma nos impuso desde el 14 de marzo de 2020 la que peor llevé fue la prohibición de salir a pasear. El confinamiento nos permitía únicamente ir a la farmacia, a la compra y al Banco. A buenas horas el inoperante Tribunal Constitucional ha declarado inconstitucional la limitación de derechos fundamentales que acarreó dicho estado de alarma.

La libre circulación es, no lo dudo, un derecho fundamental de las personas. Pero yo quiero romper una lanza en favor del paseo sin un destino fijo y sin una finalidad fuera del placer de caminar.

El año 2006 publiqué en la Colección Etnográfica de Segovia Sur Apuntes al oeste de Guadarrama, un libro de experiencias, invenciones y ficciones por los parajes de mi querida sierra guadarrameña. Escribía yo en la contracubierta de este libro: “Convivimos con ellos. Están ahí al lado, testigos mudos de nuestro quehacer cotidiano. Son los montes y los valles, los prados, los bosques y las tierras de labor, los ríos y los arroyos, las cañadas, veredas y demás caminos de nuestros pueblos, que a menudo sus habitantes ignoramos, cuando no, lo que es peor, contaminamos y deterioramos”.

Unas líneas más adelante yo mismo me corregía: “¿Testigos mudos? Será porque no los escuchamos, porque no les dirigimos la palabra y la mirada”.

Años después, en 2012, el Ayuntamiento de El Espinar editó Paseos y excursiones por El Espinar, una guía con 43 itinerarios por nuestro municipio, para la que conté con la colaboración de grandes conocedores de los caminos espinariegos. Estos paseos y excursiones tenían unas metas definidas. Se trataba de llegar a un destino fijado, sin desdeñar por supuesto la contemplación y el disfrute de la fauna y la flora de los parajes por los que transcurría nuestro caminar.

He dicho que en esta entrada me propongo defender la maravilla que supone el andar sin rumbo fijo y sin ánimo de hacer más descubrimiento que el de nuestro propio interior en contacto con la naturaleza que nos rodea, sin excluir tampoco el deambular por calles y avenidas de ciudades poco transitadas.

Los franceses disponen de un término, flâneur, que significa “caminante”, “paseante”, “callejero”, persona que vaga sin objetivo fijo, bien sea por el campo o por la ciudad.

A menudo, estos vagabundos pretenden llevar a cabo algún descubrimiento, describir pensamientos, meditar sobre las sensaciones e incluso los ensueños que el paseo suscita en ellos. Bien está. Pero dejémonos llevar del encanto de “solo pasear”, de solamente pasear, nada más que pasear.

No pretendo meditar sobre verdades filosóficas o espirituales. Quiero dejarme invadir por el silencio. Realizar una cura de ocio, de no hacer nada.

Más de una vez he citado pasajes de la obra del filósofo Jean-Jacques Rousseau Ensoñaciones de un paseante solitario.

Pasear en compañía depara, no lo dudo, satisfacciones que yo he experimentado con frecuencia. Pero, insisto, hoy quiero sumergirme en la soledad de mi yo en contacto con el entorno rural o urbano. “Pasear solo”, sin que nadie me acompañe.

Sé que es peligroso salir a pasear en solitario por sitios abruptos. Cualquier percance puede poner en riesgo nuestra andadura y nuestra integridad física. Dejaré aviso a mis allegados del lugar, no muy lejano, de mi abandono andante.

No tengo prisa.

    A mis soledades voy,

    de mis soledades vengo.

Pero, a diferencia de Lope de Vega, no quiero que mis pensamientos me impidan estar conmigo a solas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15 de agosto de 2021

Narices

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Las normas sanitarias de la autonomía cántabra nos permiten pasear por la playa del Sardinero sin mascarilla. Despojados de este aditamento que casi se había convertido en parte consustancial de nuestro rostro, tengo de pronto la impresión de que a quienes se cruzan conmigo les han crecido las narices. Como si este apéndice tapado durante largo tiempo hubiera reclamado de pronto un protagonismo que la pandemia le había negado.

Proa de nuestra cara con la que navegamos por el mar de las relaciones humanas, no me parece que, en general y salvo excepciones, sea un bello saliente de nuestro rostro.

Los poetas han dedicado elogios a los ojos, a los labios, incluso a la frente y a los pómulos, pero no conozco requiebros poéticos o prosaicos a la nariz.

Todo lo contrario. Las narices han sido con frecuencia objeto de burla y escarnio.

Recordemos los versos de Quevedo parodiando la nariz de Góngora: “Érase un hombre a una nariz pegado, / érase una nariz superlativa, / érase una nariz sayón y escriba, / érase un pez espada muy barbado”.

Cuando estaba dándole vueltas a estas consideraciones nasales, programaron en la Segunda de Televisión Española la película Cyrano de Bergerac. Una nariz de tamaño descomunal acompleja al por lo demás aguerrido e inspirado héroe, que únicamente se atreve a dirigir apasionados requiebros a su adorada prima a través de un soso enamorado interpuesto. Solo al final de la obra de Edmond Rostand cae en la cuenta la hermosa Roxana del amor de Cyrano.

Ya en tiempos modernos, al muñeco Pinocho le crece la nariz cada vez que miente. Menos mal que el inveterado hábito de mentir no ha alterado las facciones del bello Pedro Sánchez, que a falta de otras cualidades ha podido lucir palmito en televisiones de Estados Unidos durante su reciente gira de promoción de sí mismo, que no de España ni de nuestra economía.

El plural ‘narices’ es utilizado en lenguaje coloquial para mostrar extrañeza, sorpresa, disgusto, o también admiración: “¡Narices, cómo corre ese jugador!”. Denota asimismo algo muy grande: “Hace un calor de narices”, o un estado de cansancio o hartura: “Me tiene hasta las narices”.

O sea, que la mayor parte de las veces el nombre de este apéndice facial se usa en el lenguaje en sentido peyorativo.

¡Pobre nariz tan denostada!

Los especialistas del aparato respiratorio suelen aconsejar respirar por la nariz. Yo he padecido durante años rinitis vasomotora, que alteraba mi sueño y me provocaba insomnio, con “ansiedad, angustia y desesperación”. De un tiempo a esta parte, y sin tratamiento médico, consigo inspirar a través de las fosas nasales, con lo que duermo mejor.

No quiero acabar esta entrada de mi blog sin añadir en desagravio de un órgano tan imprescindible los placenteros momentos que nos brinda: así cuando respiramos la brisa del mar, o cuando olemos el aroma de los pinos, o cuando nos llegan a la pituitaria los vahos de un sabroso asado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7 de agosto de 2021

Música y palabras

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Cuando El Espinar arde en acontecimientos culturales y festejos durante el mes de agosto, yo estoy en Santander. Así que me perderé el Festival de Narradores Orales, la presentación del libro Descubriendo nuestras fuentes de Javier Sanz Pérez, o de La última reina de Carmen Gallardo, a cuya obra La reina de las lavanderas dedicamos una tertulia de “El libro del mes” con presencia de la autora. Actos musicales como el XX Concierto de las Teas “México Lindo Sinfónico” con Nuria Fergó, en la plaza de toros; o la interpretación por Gaspar Payá y Cristina Angulo de canciones de Norah Jones, Kiko Veneno y Dolly Parton, entre otros, en “Despacito”, en la Corredera; o el Concierto de Pasodobles de la Banda Municipal de Música de El Espinar en la Plaza de la Constitución, tendrán lugar sin mi asistencia.

Pero la música viene en mi auxilio en el Festival Internacional de Santander. Los meses de agosto desde hace cinco años me revisto de “melómano”, no en el sentido de entendido en música, sino en el más humilde de amante de la música.

El martes 3 de agosto, la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, bajo la dirección del maestro valenciano Gustavo Gimeno, nos ofreció el Concierto rumano de György Ligeti, el Concierto n.º 1 de Franz Liszt, con Yuja Wang al piano, y la Sinfonía n.º 8 de Antonin Dvorak. Por mi deformación profesional como escritor, no puedo prescindir de las palabras. Y así me atrevo a destacar en el Concierto rumano la “sonoridad”, en el Concierto n.º 1 de Liszt el “lirismo” y en la Sinfonía n.º 8 la “riqueza instrumental”.

La misma Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, también con el director Gustavo Gimeno, nos brindó el miércoles 4 de agosto el Concierto para violín de Felix Mendelssohn, con el violinista Julian Rachlin, y la Sinfonía n.º 5 de Ludwig van Beethoven. Siguiendo con mi ocurrencia de la anterior audición de sintetizar en un apelativo la impresión que me producía cada obra, me viene a las mientes atribuir el calificativo de “delicadeza” al Concierto para violín de Mendelssohn. Del mismo modo que a la Sinfonía n.º 3 de Beethoven se la conoce con el sobrenombre de Heroica y a la n.º 8 con el de Patética, a la n.º 5, una de las más interpretadas del repertorio clásico, se la ha solido designar como Sinfonía del Destino, por la creencia de los artistas del Romanticismo en la fuerza del sino. ¿Cómo resumir en una palabra o expresión la Quinta Sinfonía beethoveniana? Como en mis anteriores designaciones, reconozco que intentarlo es algo subjetivo. Pero mientras escuchaba los continuos “tutti” que se sucedían en la interpretación de la Filarmónica de Luxemburgo no pude sustraerme al epíteto de “grandiosa” para esta maravilla de la inspiración y la composición del genio de Bonn.

De los profesores luxemburgueses pasamos el jueves 5 de agosto a la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española bajo la batuta de Pablo González. Se abrió la velada con el Concierto para piano y orquesta n.º 2 de Frédéric Chopin y la actuación solista de Dmytro Choni, último ganador del Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea. Mi hermana Alicia, profesora de música durante toda su vida, caracterizaba la obra pianística del compositor polaco con el término “sentimiento”. Yo, llevado de las escalas cromáticas que abundan en esta composición, me atrevo a añadir “virtuosismo”.

Si me considero bastante conocedor y admirador de la música de Chopin, no puedo afirmar lo mismo de la obra de Dimitri Shostakovich, incluida la Sinfonía n.º 9 que completaba el programa del 5 de agosto. Pues bien, mi prevención ante la música del compositor de San Petersburgo se volvió en cálido entusiasmo al escuchar esta Sinfonía. Y no me contenté con aplicarle un calificativo, sino que la comparé tanto con el oleaje del mar como con la galopada de briosos corceles.

No recomiendo a mis lectores este ejercicio de designar con palabras una composición musical. La música debe escucharse con el corazón, en silencio de todo ruido verbal, para que el ritmo, los acordes, las melodías y los timbres de los distintos instrumentos penetren hasta lo más íntimo de nuestras almas.

 

 

 

 

 

 

1 de agosto de 2021

Los milagros de Aba Taano

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Desde aquella primera gira que realizó por España en noviembre de 2005 el coro de niños que sería el germen de Aba Taano, no han cesado de producirse los milagros que han hecho posible el concierto que se ha celebrado en la basílica parroquia de la Virgen Milagrosa de Madrid el pasado 30 de julio.

Elisabeth Michot, presidenta de “Música para salvar vidas”, nos da cuenta en la presentación del acto de las dificultades que ha tenido que superar para sacar de Uganda y traer a España a “sus chicos”, como ella los llama, de Aba Taano. Si ya resulta problemático desplazarte a algún país de Europa en estos tiempos de pandemia, obtener los certificados de vacunación y los visados de estos músicos residentes en Uganda, país que no cuenta con embajada española, ha sido una hazaña verdaderamente milagrosa.

Antes de comenzar el concierto, entro en la sacristía de la parroquia y abrazo a Elisabeth y a mis queridos amigos Derrick, Kimeze, Kamoga, Nabbaale y Mayanja. Me emociona que se acuerden de mí después de más de un año en que el único contacto con ellos ha sido a través de sus discos y de un cuadernillo, Los chicos de Ganda, en el que Elisabeth cuenta los orígenes del orfanato Kireka de “Música para salvar vidas” y que ya va por la segunda edición. Conozco en ese momento al párroco Juanjo de la iglesia de la Milagrosa, que tanto ha hecho por Aba Taano y al que hoy despiden los fieles por haber sido destinado a Sevilla.

Estamos sentados mi mujer y yo en el segundo banco de la iglesia de la Milagrosa. En lo alto del retablo se halla la imagen de la Virgen de cuyas manos salen rayos. Rayos que llegan a los componentes de Aba Taano, que ya están delante del altar, y a quienes llenamos el aforo permitido del templo.

Comienza la actuación del conjunto con un agudo de Kimeze que resuena, iba a decir que casi retumba, en el sagrado recinto.

Se suceden los góspel y los cantos étnicos, al ritmo de los movimientos acompasados de estos cantantes que a la vez bailan. Las voces altas se elevan al cielo en plegaria y las bajas forman el sustrato de la tierra nutricia.

Los asistentes, emocionados y enardecidos, no cesamos en nuestros aplausos entre cántico y cántico.

Unos jóvenes del público que están de pie en un lateral bailan al compás de los músicos.

Distingo una maravillosa versión del Amazing Grace, que suele atribuirse a Elvis Presley, pero es mucho más antigua y que yo he escuchado sobre todo a Mahalia Jackson. Gracia sorprendente y asombrosa que se desprende de todas las canciones de nuestro grupo, que al final nos regalan con un toque de humor y piezas latinas tan conocidas como Guantanamera y La wamba.

Pienso en las horas de ensayo que han necesitado las coreografías y la conjunción de las voces de los cantantes bailarines. Otro milagro. Sin que les afecte el cansancio de los traslados. Vienen de actuar el 29 de julio en la iglesia Andrea Mari de Ondarroa (Guipuzcoa), el 31 de julio lo harán en Santa María de Axpe, Busturia, el 2 de agosto en la iglesia de San Bartolomé, en Fompedraza (Valladolid), el 6 de agosto en Nuestra Señora del Manto en Riaza (Segovia) y el 7 de agosto en la iglesia de San Miguel en Ayllón (Segovia).

Si de algo vale mi recomendación, y tienen oportunidad de asistir a alguno de estos conciertos, no dejen de hacerlo, no se arrepentirán.

Con su aportación económica estarán colaborando a que otros niños huérfanos de Uganda superen las tremendas dificultades de todo tipo a las que se enfrentan y logren labrarse un futuro. Tal vez emulen un día los éxitos internacionales, los milagros de Aba Taano.