25 de febrero de 2024

El lenguaje oficial

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Los medios de comunicación han dado recientemente la noticia de que, con la nueva normativa de la Ley de familias, se considerará familia numerosa a “la familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza de categoría especial”.

No voy a entrar en la polémica de si el número de hijos debe ser de 3 o de 2 para considerar numerosa a una familia. Lo que me interesa destacar, en este y otros ejemplos, es lo enrevesado y confuso del lenguaje.

Como la neolengua de la que habla George Orwell en un apéndice de su obra 1984, se trata de que el ciudadano normal no entienda lo que un gobierno dictatorial dicta o establece.

A este respecto me han llamado la atención algunas denominaciones de los Ministerios del actual Gobierno de Pedro Sánchez.

Frente a los nombres de un solo término a los que estábamos acostumbrados, como Ministerio de Hacienda, Ministerio de Defensa, Ministerio de Interior y Ministerio de Cultura, y de los que, con mayor o menor claridad, entendemos cuáles son sus funciones, están otros nombres de más de un término, oscuros y rebuscados.

Un caso claro, a mi juicio, de este rebuscamiento y complejidad es el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. A ver, inteligente ministra y vicepresidenta tercera Teresa Ribera, ¿qué es eso de ‘transición ecológica’? Transición, según el Diccionario de la Real Academia Española, es “Acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”. ¿De qué modo de ser o estar a otro distinto se pasa en este caso? El calificativo de ‘ecológica’ no nos aclara nada, pues ecológico es algo que este gobierno progresista aplica a toda su actuación. En la página oficial del Ministerio encuentro la siguiente explicación: “’Transición ecológica’ es un concepto amplio y difícil de definir. Pero, a grandes rasgos, podríamos decir que es el proceso de cambio o transformación hacia un modelo productivo y de consumo sostenible (La negrita está en el propio texto oficial)”. O sea, que el redactor ministerial reconoce que ‘transición ecológica’ es “un concepto amplio y complejo de definir”. Pues ahí está, como nombre oficial de este Ministerio. Y no aparece en el mismo el término ‘energía’, que es una de sus principales competencias.

Otro ejemplo de terminología que nada aclara es la de ‘inclusión’ en el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. También aquí el término ‘inclusión’ necesita ser aclarado, pues se debería precisar a quién o quiénes se incluye y con qué fin.

Al Ministerio de Transportes se le ha añadido “y Movilidad Sostenible”. ¿Movilidad que no se detenga, que se sostenga ella sola?

El Ministerio de la Vivienda lleva además la denominación “y Agenda Urbana”. ¿De qué se ocupa esa agenda urbana?

No podía faltar un Ministerio que, además de los Derechos Sociales y el Consumo, tratara la tan traída y llevada Agenda 2030. Pregunten a la gente si sabe en qué consiste esa Agenda 2030.

Hay en el lenguaje oficial y políticamente correcto una serie de comodines que a Pedro Sánchez, a sus ministros y a los miembros del PSOE no se les caen de la boca. A lo ecológico, sostenible e inclusivo, habría que añadir progresismo, resiliencia, innovación, convivencia, transparencia…, que a fuer de repetidos ya nada significan.

Veo el eslogan en una sala de la sede del PSOE en Ferraz: “Impulso de país”, con el añadido “España avanza”. Y uno se pregunta: ¿Impulso de quién y para qué? ¿Es el país el que se impulsa, y hacia dónde? Y España avanza, ¿hacia un futuro mejor o peor?

              

 

 

18 de febrero de 2024

Patricia, un amor

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

Me comunica por wasap desde Barcelona mi sobrino Javier el pasado 10 de febrero que ha fallecido su hermana Patricia. Ella y él, hijos de mi hermano Javier, que murió hace siete años.

Vivimos rodeados de muertes de seres queridos, sobre todo quienes hemos llegado a una edad avanzada. Somos supervivientes, porque siempre se mueren los otros. Asistimos con el corazón encogido a sus funerales. El dolor es tan hondo que a mí se me saltan las lágrimas, cuando no me echo a llorar abiertamente, como me ha ocurrido, y lo he escrito en este blog, cuando la hija y la mujer de mi amigo del alma José Antonio Matute me dicen por teléfono que su padre y marido ha muerto.

Sí, nos duele la muerte de nuestros coetáneos. Pero si quien deja este mundo es una mujer de 57 años como mi sobrina Patricia, no acertamos, al menos yo no acierto, a comprender y asimilar su partida.

Mientras escribo estas líneas apesadumbrado, y para confirmar mis anteriores palabras, me interrumpe mi mujer para decirme que acaba de morir un familiar suyo de la rama de los Osorio, y se celebra una misa córpore in sepulto en la capilla del tanatorio de La Paz en Tres Cantos esta tarde a las 8, a la que tenemos que asistir.

En cambio, y por muchos impedimentos, no podemos ir a Barcelona a despedir a Patricia. Hablo por teléfono con Lula, la segunda mujer de mi hermano Javier, que quería a mi sobrina como a una hija. Se querían, pues Patricia también quería a Lula, madre de Javier y Álvaro. Las dos, Lula y Patricia, se volcaron en cuidar a mi hermano mayor en sus últimos años.

Te veo, Patricia, de niña jugando con mi madre, tu abuela Alicia, y con tu hermano Alberto –al que tus padres pusieron este nombre por mí y al que, años más tarde, hiciste lo imposible por ayudar en sus problemas con la droga– en nuestra casa de la calle López Gómez de Valladolid. Eras una niña preciosa, como luego fuiste una guapa mujer.

Y eras todo corazón y fortaleza. Derramabas cariño a tu alrededor. Recuerdo que, hace un montón de años, nos convocaste a mí y a mis hermanos a reunirnos en Madrid, porque nos veíamos poco, al vivir tú y tu marido, también de nombre Javier, en Barcelona.

Y, para alegría de mi mujer Angelina y mía, veníais a vernos en el Café Pombo de Santander desde el pueblo cántabro en el que veraneabais. Lo que ya no pudiste hacer en los últimos años, luchando contra la enfermedad.

Patricia, mi querida sobrina, estoy seguro de que ya te habrás reunido con tu padre, pues en la casa del Padre con mayúscula hay muchas moradas, y Jesús fue a prepararnos un lugar.

A tus hijos, Sergio y Mónica, apenas los he conocido. Desde estas líneas les acompaño en su dolor. Pero si han heredado aunque sólo sea una parte de tus genes, serán unas personas llenas de bondad y entereza.

 

 

              

 

11 de febrero de 2024

Recuerdos y presencias

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Así se titula el nuevo poemario de Angelina Lamelas. Ha confiado la edición de este libro al gran editor, además de eximio poeta y comunicador Emilio Porta, quien ya se ocupó en 2019 de editar Mujer en vela, en la misma colección Mirador de las Ediciones de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE). Estas dos obras recientes se unen a tres publicaciones en verso: Recital de lluvia en 1992, El cuarto de jugar, en 1997, y El arco del violín, en 2000.

Cinco libros de poesía en un total de 21 publicados, de ellos seis dirigidos a un público infantil, validan la aserción de que Angelina Lamelas ha cultivado sobre todo la narración, llámese relato breve o cuento. Y es su obra narrativa la que ha cosechado importantes galardones, entre los que destacan el Premio Hucha de Oro en 1971, ganado ex aequo con Medardo Fraile, entre 2.389 autores; el Premio Clarín de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en 1991; el Premio UNED de Cuentos en el mismo año1991; y el Premio de Relato Breve Alfonso Martínez Mena en 2002.

Ello no obsta que Angelina Lamelas sienta desde niña el deseo de expresar sus más íntimas vivencias en verso y darlas a la luz en libros como Recuerdos y presencias Puedo atestiguar en mi vida compartida con Angelina que ella está dotada de una memoria prodigiosa. Recuerda, y cuenta con toda suerte de detalles, hechos acaecidos a lo largo de su fecunda vida. Como apunta en la contracubierta Emilio Porta: “Este libro es memoria. En él se recogen las huellas del trayecto, desde la infancia y la adolescencia en su Santander natal, esa maravillosa ciudad que ella lleva tan dentro, hasta nuestros días”.

En estos Recuerdos y presencias evoca episodios de su vida en cuatro apartados: “Infancia y adolescencia”, “Santander ayer y hoy”, “La familia siempre”, “Viajes” –suele presumir de haber visitado 36 países– y “Del pasado al presente”, donde la memoria se hace presencia.

Santander y otras ciudades que Angelina ha conocido ocupan un lugar en el apartado “Viajes”, pero son las personas, empezando por su familia, sus padres, sus nueve hermanos, sus hijos y nietos, a las que ama y recuerda, tanto en prosa –destaca a este respecto el precioso álbum con fotografías Personajes de mi vida, publicado en 2021–, como en verso.

A su gran amigo Pepe Hierro, dedica el poema “El cuento que escribí para Hierro”, escrito en tono festivo.

En el poema “De vientos lejanos y hojas secas” aúna la ciudad de Santander con otro gran amigo suyo, el autor de inolvidables cuentos Medardo Fraile.

Como muestra de la herencia literaria de la que hacen gala muchos miembros de la familia Lamelas Olaran, valgan los versos de la “Carta rimada de Ricardo Olaran Osorio a sus sobrinas María Luisa y Angelina”, que pasaron un verano en las ursulinas de Pau; la misma carta la había enviado a sus hermanas Mariuca y Angelina, que habían pasado dos años en Pau.

A su padre y su madre, de su mismo nombre, y a sus nueve hermanos, glosa en el poema “Angelina Lamelas en Valparaíso evoca a sus padres y hermanos”.

Del capítulo “Viajes”, tiene especial encanto el poema “A París con el premio de la Alianza Francesa”.

En el apartado que cierra el libro, los recuerdos se convierten en presencias. Como escribe Emilio Porta en la contracubierta: “Un libro que le pone cubierta e interior a una vida intensa de la que Angelina Lamelas ha elegido unos pasajes. No todo el trayecto, pero sí estancias importantes, estancias de su pensamiento y de su alma. Recuerdos y presencias es un pequeño y gran legado para los que la admiramos y queremos. Su familia, sus amigos y todos los que, a lo largo del tiempo, la hemos conocido como escritora y como persona. Escritora y persona que siempre ha tenido, en su actitud y obra, la esperanza de que el mundo preste un poco más de atención a lo mejor del ser humano: mirar la vida con el corazón”.

 

 

 

 

              

 

4 de febrero de 2024

José Antonio, amigo del alma

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Cuando Queca, la mayor de las hijas de José Antonio Matute, e Inés, su mujer, me comunican por teléfono que su padre y marido se está muriendo, no es que se me salten las lágrimas, es que directamente me echo a llorar y el llanto me impide hablar.

Pero ¿qué derecho tengo yo a llorar por la inminente muerte de un amigo ante su hija y su mujer, mientras ellas mantienen la entereza, transmitida por la energía y la serenidad de José Antonio, que dispuso con aplomo cómo quería morir?

Eso sí, tanto ellas como los demás familiares y amigos a los que participo el fallecimiento de José Antonio reconocen la amistad que nos unía. Amistad extensiva a los hermanos Matute Butragueño. Fui primero amigo de Luis, más cercano a mí por edad y cuyo corazón de deportista, a fin de cuentas un músculo, era tan poderoso que la aguja del cirujano no consiguió penetrar en él y hacer su labor salvadora. Fernando, algo más joven que yo y el único de los hermanos que sobrevive, es hoy mi consuegro, padre de mi yerno Gonzalo. También con Fernando he compartido paseos por El Espinar.

Y digo también porque, durante los primeros años 2000, fue José Antonio el compañero asiduo de mis caminatas y descubrimientos espinariegos, como reflejo en mi libro Apuntes al oeste de Guadarrama, que se inicia con la siguiente dedicatoria: “A José Antonio, sin cuya amistad y compañía, amén de su ‘trabajo sucio’, este libro no habría sido posible”. El trabajo sucio era, en terminología del propio José Antonio, “la exploración previa en busca de un paraje, una fuente, un collado, un pico o, como hoy, las ruinas de un molino de agua”, como se lee en la página 10 de Apuntes.

 El Espinar, desde que el patriarca de los Matute, don Mateo, empezara a veranear por estos pagos, es el escenario imprescindible de la relación amistosa entre nuestras familias. Mi nieto, hijo de mi hija Gabriela y de mi yerno Gonzalo, lleva el nombre de su bisabuelo Mateo.

Fueron José Antonio e Inés quienes nos descubrieron a Ana, mi primera mujer ya fallecida, y a mí lugares tan emblemáticos de El Espinar como la senda de la Dehesa, o la cantera de Navalvillar, o la Mata de Santo Domingo.

Decía José Antonio que la subida a Cabeza Renales tiene primer plato, segundo plato y postre. Grandes peñas de formas caprichosas marcan el primero y el segundo plato. “Desde estas atalayas –puntualizo en el libro de Apuntes– volver la vista atrás para divisar el pueblo allá abajo y a lo lejos las montañas azules del tan conocido cordal divisorio entre Segovia y Madrid merece el esfuerzo realizado”.

La sierra de Quintanar, que se contempla desde ese mirador entre otros montes, era uno de los preferidos de José Antonio.

José Antonio, sabio amigo del alma, eras tan generoso que me dejabas jugar al frontenis como pareja tuya, a pesar de mi manifiesta inferioridad. Con quien formabas un tándem invencible era con tu hermano Luis.

Con tu peculiar sentido del humor decías que me llevabas “siete años y dos prótesis de cadera”. Prótesis que no te impedían caminar por las cañadas y ascender a los collados con ligereza y seguridad.

No puedo imaginar que ya no habites en tu querida casa de la calle Barquillo con vistas por un lado a la Plaza del Rey y por otro al Cuartel General del Ejército, cuyos jardines son como vuestro propio parque.

Los amigos te queremos, José Antonio, y sobre todo te quiere tu numerosa familia, a la que abrazo en el tanatorio de la M-30 de nuevo entre lágrimas.