Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
No
habían caído en la cuenta, hasta el último ensayo general, de que el leitmotiv
de casi todas las letras de las canciones del concierto que preparaban era… el
amor. Hablo de las sopranos Maristela Gruber y Lana Siloci y del pianista
Alexander Alcântara. Y del concierto “Puramente líricas”, que tuvo lugar el
pasado domingo 21 de octubre en el Espacio Ronda Madrid. Todas las veladas
musicales en las que interviene, con los citados u otros intérpretes, la cantante
brasileña Maristela Gruber son una incomparable fiesta para quienes tenemos el
privilegio de asistir a ellas.
Escuché
por primera vez a Maristela el 14 de noviembre de 2015 en el Auditorio Menéndez
Pidal de El Espinar, en una actuación del Marambaia Bossa-Jazz Group. Aún está
viva en mi memoria la impresión que me produjo el canto de Maristela en una
vibrante fusión de bossa nova y jazz, en canciones tan famosas como La chica de
Ipanema, Felicidad y Mañana de Carnaval, impresión que me llevó a escribir en
esta misma sección de El Adelantado: “Maristela es un ciclón que arrebata y nos
transporta a la región donde los más altos sentimientos nos confortan para
hacer frente a lo negativo de nuestro mundo y superarlo”.
Desde
entonces son muchos e irrepetibles los conciertos en los que he disfrutado del
arte único de Maristela, que demuestra su maestría interpretando, por ejemplo
bajo la denominación genérica de ¡Latinos! en San Rafael, un repertorio de
canciones de los años ochenta, como El día que me quieras, de Carlos Gardel,
Historia de un amor, de Carlos Eleta Almarán, La flor de la canela, de Chabuca
Grande, y Gracias a la vida, de Violeta Parra.
De
la versatilidad de la prodigiosa voz de Maristela da fe su interpretación de
las Canciones de amor, de Johannes
Brahms, en las que nuestra intérprete canta y actúa, enardecida unas veces,
tierna otras, desbordando la partitura con su mirada, su ritmo y su entusiasmo.
Del
amor y de sus múltiples facetas tratan también, como he dicho al principio, las
arias, las romanzas y las demás canciones del concierto “Puramente líricas”, en
el que la ópera se daba la mano con la zarzuela, y pudimos deleitarnos con
obras de grandes autores como Heitor Villa-Lobos, Jacques Offenbach, Georges
BIzet, Camille Saint-Säens, Federico Moreno Torroba, Pablo Sorozábal, Gaetano
Donizzetti, Wolfgang Amadeus Mozart y Giacomo Puccini.
Maristela
acostumbra a introducir cada interpretación con unas palabras en las que
comenta y, si es preciso, traduce la letra de las canciones, a la par que las
dedica a los músicos, cantantes, alumnos y amigos que llenan la sala, creando
un ambiente de celebración encendida y de fusión amorosa. Gracias, Maristela,
por recordarnos a Angelina y a mí.
Después
del sugerente solo de piano de Alex Alcântara, Confidências, vals de Ernesto Nazareth, ya en el “Lundú da marquesa
de Santos”, de Heitor Villa-Lobos, Maristela recrea el tormento que supone para
el amante la partida de la amada: “Minha flor idolatrada / tudo em min é negro
e triste / vive minh’alma arrasada O’Titilha / desde o dia en que partiste”.
A continuación, Lana, con acento de terciopelo, nos
invita en Plaisir d’amour de Jean
Paul Martini a gozar de los placeres del amor, que solo duran un momento: “Plaisir d'amour ne
dure qu'un moment / Chagrin d'amour dure toute la vie. / Tu m'as quitté pour la
belle Sylvie / Elle te quitte pour un autre amant”.
En
la Barcarola de Los cuentos de Hoffman,
de Jacques Offenbach, cantan a dúo Maristela y Lana, y nos hacen sentirnos
románticos en la bella noche de amor: “Belle
nuit, ô nuit d’amour, / souris à nos ivresses, / nuit plus douce que le jour, /
ô belle nuit d’amour!”.
De nuevo, el solo de Maristela en la
Habanera de la ópera Carmen de
Georges Bizet nos avisa que el amor es un pájaro rebelde que nadie puede domar:
“L'amour
est un oiseau rebelle / Que nul ne peut apprivoiser […] / L'amour! L'amour!
L'amour! L'amour!”.
Maristela no solo goza con la compañía de
quienes la quieren y admiran, sino que también llora por los que se han ido.
Así rindió improvisado y cálido homenaje a su gran amigo chileno, Luis
Gallardo, músico y ajedrecista, fallecido recientemente a los 57 años de edad,
dedicándole el aria O mio babbino caro, de la ópera de Puccini Gianni Schichi.
En un audio que Maristela me envía por
whatsapp el día siguiente al concierto me pide que haga la crítica de lo que no
me haya parecido bien, para que eso le ayude a mejorar. No puedo por menos de
apreciar su deseo de avanzar en su técnica y su interpretación pero, desde mi
apreciación de amante apasionado de la música, solo puedo constatar que su arte
se ha ido depurando de día en día, llegando a una madurez y perfección que, aun
sin mi crítica, seguro que crecerán. Afán de superación que además transmite a
sus alumnos, en unión de los cuales dedico a Maristela, a Lana y a Alexander desde
estas líneas un emocionado aplauso.