27 de noviembre de 2022

Guillermo en Londres

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

Mañana, 28 de noviembre, viajo a Londres con Angelina, mi mujer. Aunque sería más apropiado decir que Angelina viaja conmigo, pues ella es la viajera, que tiene a gala haber visitado 34 países, y algunos más de una vez, incluso ocho veces en el caso de Argentina.

El objetivo principal de nuestro viaje a Londres es asistir a la inauguración de la exposición de mi hijo Guillermo en la James Freeman Gallery. Ya en diciembre de 2020 expuso Guillermo en esta galería una colección de dibujos con el título The Draughtman’s Song, “La canción del dibujante”, que agrupaba retratos de músicos como Tchaikovsky, Prokofiev y Rachmaninov; escritores como Gore Vidal, Evelyn Vaugh, Bertold Brecht y Ramón del Valle Inclán, y poetas como W. H. Auden, George Trakl y Rainer Maria Rilke, junto a composiciones y retablos alegóricos como “Las conversaciones entre San Francisco y sus compañeros en el Monte La Verna” y “Los cuentos de Canterbury”.

Estos dibujos, de una técnica depurada y trabajada perfección de los trazos, están realizados sobre páginas de libros viejos.

Rememoro la polifacética trayectoria de Guillermo Martín Bermejo, después de su formación en la Academia Peña de Madrid, que fue pasando por el diseño gráfico, el dibujo naif, el óleo sobre tabla, lienzo y otros soportes, para centrarse últimamente con exclusividad en el dibujo a lápiz y con preferencia en el retrato, incluido el autorretrato.

¡Qué tiempos, querido hijo –tú te diriges a mí como “pater”–, en que yo te acompañaba a las exposiciones, en Caja España de Valladolid, en la Casa de la Cultura de Las Rozas y en la Fundación Santiago y Segundo Montes de Valladolid!

Después expondrías, por citar solo algunas de las exposiciones más importantes, en el Museo Carmen Thyssen de Málaga (2017), en la Real Academia de San Fernando, Madrid (2018) y en el Museo Lázaro Galdiano, Madrid (2019-2020). El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid adquirió en 2020 una serie de dibujos tuyos para su colección.

A mí me gustan especialmente aquellos dibujos tuyos en los que los personajes retratados aparecen en un fondo de paisajes con árboles, casas y pájaros entre el realismo poético y la evocación onírica.

Si de tu madre, a la que adorabas, heredaste el don para el dibujo, quiero pensar que algo de tus dotes literarias te ha llegado de mis genes y los de tu abuelo, mi padre, Francisco Javier Martín Abril. A tu primer libro de memorias Viaje de invierno (2016) –sí, hay que recordar a Schubert–, siguió en 2021 Línea imagen, donde te revelas como singular poeta.

La exposición del día 1 al 23 de diciembre ha prometido visitarla el director de la National Gallery de Londres, Gabriele Finaldi, quien en carta a Guillermo le da la enhorabuena por sus “dibujos elegantes y hechos con una atención cuidadosa y una sensibilidad especial”.

Le exposición lleva el sugerente título de Softly Round Your Sleeping Head, “Suavemente alrededor de tu cabeza dormida”, tomado de un poema de Auden.

 

 

 

 

 

 

 

20 de noviembre de 2022

A la orilla del tiempo con Marifé

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

La tarde noche segoviana del pasado miércoles 16 de noviembre podríamos haberla dedicado a otras actividades, pero el grupo de unas cincuenta personas que nos congregamos en la librería Intempestivos habíamos elegido este cálido templo de los libros para asistir a la presentación de Reflexiones a la orilla del tiempo: Algunos tés imprescindibles, de Marifé Santiago Bolaños, quien estuvo acompañada por el periodista cultural y escritor José Antonio G. Municio y por Mercedes Gómez Blesa, catedrática de Filosofía y ensayista.

Me gusta, de entrada, el acierto de Marifé para titular sus obras. Rememoro algunos títulos con que nos deleitó a los contertulios de “El libro del mes” en el restaurante El Espino, regentado por la incomparable Isabel Codina en El Espinar: El jardín de las favoritas olvidadas, el 2 de noviembre de 2005; La canción de Ruth y El tiempo de las lluvias, el 5 de abril de 2011; Nos mira la piedad desde las alambradas, el 7 de mayo de 2014; El país de los pequeños placeres, el 22 de abril de 2015; Cuadernos de la niña escondida, el 28 de febrero de 2017; Teoría de los matices, el 2 de octubre de 2019. Luego vino la pandemia del covid.

Después de las palabras de saludo y agradecimiento de Marifé a los presentes, abre la reunión del 16 de noviembre Municio –me parece oír que Marifé y Mercedes le llaman “Muni”– leyendo un texto en el que yo no sabría distinguir las citas literales de la obra de Marifé que nos ocupa de sus propias palabras: hasta tal punto se identifica Municio con el pensamiento y el estilo de Marifé.

A continuación Marifé y Mercedes van desgranando en diálogo esclarecedor los capítulos que integran las Reflexiones a la orilla del tiempo. En esta ocasión, por razones obvias, sin los imprescindibles tés con que concluyen estos escritos, en algunos casos tés añadidos a lo ya publicado en distintos medios.

Como recalca la misma Marifé, esos tés son la oportunidad de encontrarte y conversar con personas queridas y admiradas, encuentros que jalonan una década de la vida de la autora y que ella ha querido reunir con “momentos en marcha” y los recuerdos En busca del tiempo perdido. “Una pérdida –escribe Marifé– que no supone abandono o descuido, sino el dejar inevitable que va construyendo la partitura de nuestra existencia”.

Me confirman las Reflexiones a la orilla del tiempo algo que vengo experimentando en mis lecturas desde hace muchos años: los géneros literarios son un artificio inventado por los teóricos de la literatura, que en realidad se funden en prosa o verso, en narración o poesía, en teatro o historia, en ensayo o cuento… Son estas Reflexiones un libro de apuntes biográficos y viajes, de conversaciones y sueños, de diarios y testimonios.

Sobrevuelan toda la obra de Marifé las alas inspiradoras de María Zambrano. Sí, había que poner por escrito lo que no se podía nombrar.

La biblioteca sin libros de los padres de la autora fue el comienzo de su propia colección de libros, que hay que ordenar todos los diciembres.

Cuando Marifé habla del exilio y de los exiliados, con Antonio Machado, su madre, su hermano José, su cuñada y sus sobrinas a la cabeza, o de aquella madre que se desmaya al cruzar la frontera con su hija en brazos, quiere defender la esperanza en una vida con libertad, con escuelas para las niñas y los niños, que nadie tenga que “servir” o que abandonar las raíces maragatas, los pueblos sin maestras.

Del repertorio de nombres que jalonan estas Reflexiones, querría destacar como colofón de este comentario a la ya mencionada omnipresente María Zambrano, a Victoria Subirana maestra esencial, a la compositora musical segoviana María de Pablos, a la que yo, amante de la música, no conocía en laguna imperdonable, y al señor de Morriondo, con su jardín de pinos, porque plantar un árbol (y yo he plantado varios en mi antigua casa de Las Rozas, donde vivió María Moliner, y en la actual de El Espinar) es abrirse a la vida bajo la sombra protectora del amor.

Gracias, Marifé, por tus palabras, tus escritos y tu vida, que compartes generosamente con quienes tenemos la fortuna de conocerte.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

13 de noviembre de 2022

Cuanto sé de mí

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Varias instituciones españolas, entre ellas el Ministerio de Cultura y Deporte, el Gobierno de Cantabria, la Comunidad de Madrid y la Biblioteca Nacional de España, se han unido para patrocinar y promover en dicha Biblioteca una magna exposición sobre la vida y la obra de José Hierro con el título de “Cuanto sé de mí”, que es también el título de un libro de poemas del poeta publicado por primera vez en el año 1957 en edición de Ágora.

Es esta exposición, junto con el Catálogo que la acompaña, el mejor homenaje que podía rendirse a José Hierro en el centenario de su nacimiento (1922-2022). Agradezco a la Asociación Plaza Porticada, a su presidenta Elena G. Botín y a su secretaria Pilar de la Torre, la oportunidad de visitar la exposición bajo la guía magistral del periodista y profesor Eduardo Ruiz-Ocaña. Me ha producido gran satisfacción coincidir en la visita con varios grupos de colegiales que seguían con interés y seriedad los pasillos de la exposición.

La muestra recorre la trayectoria vital del poeta al hilo de sus publicaciones, cuyas distintas ediciones se exponen en vitrinas, de sus pinturas, dibujos y collages, y de sus premios literarios y galardones, cuya mera enumeración ocupa toda una pared.

Se ilustran las etapas de la vida de Hierro con numerosas fotografías, en las que aparece con familiares, con los principales poetas y escritores de la época y con artistas y pintores de diversa adscripción.

Él se consideraba deudor de Juan Ramón Jiménez, de los poetas de la Generación del 27, de los “septentrionales”, al frente de los cuales se sitúa Gerardo Diego, de Rafael Alberti, como él también pintor, Pedro Salinas, Rubén Darío y Antonio Machado. Otras lecturas que influirán en su formación son obras de Baudelaire, Dickens, Dostoievski y Proust, sin olvidar a Baroja, Miró y Ortega.

Pero la poesía de Hierro muestra un sello inconfundible, desde los primeros poemarios Tierra sin nosotros y Alegría (1947) hasta su Cuaderno de Nueva York, ciudad a la que viajó en tres ocasiones, publicado por primera vez en 1998.

Su visión es introspectiva, pero de ese yo de Cuanto sé de mí, yo que se manifiesta en sus numerosos autorretratos, el poeta se abre a los demás hombres, sus hermanos.

 

Había leído Hierro con especial interés a Lope de Vega y Calderón, y pueden rastrearse en su poesía citas literales de ambos autores. Se le califica a Hierro, además de como poeta, de dramaturgo y cuentista, aunque en estos campos su producción es escasa.

Entre los premios con los que fue galardonado suele destacarse el prestigioso Adonais de poesía, que le concedió en el año 1947 por su obra Alegría un jurado compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Enrique Azoaga y José Luis Cano. A este premio se unirían más tarde el Príncipe de Asturias de las Letras (1981), el Nacional de las Letras (1990) y el Cervantes (1999), entre otros muchos.

Por su cercanía a mí, quiero acabar esta semblanza de José Hierro con unos versos de Angelina Lamelas, que en su libro Personajes de mi vida (2021) recuerda los talleres de poesía que hizo con él en el palacio de La Magdalena:

 

DESPUÉS DE HIERRO

Había que volver y era difícil

Porque tú no estabas.

Todo sonaba a Hierro.

Las olas iban y venían

llenándose de versos consumados.

[…]

La eternidad te sentaba muy bien

porque, de pronto, dejaste de toser

y sonó tu voz camino del Palacio,

tu voz entre los pinos y las rocas,

como si respiraras a pleno pulmón

y para siempre.

 

Un poeta, José Hierro –y esto lo añado yo– que, más allá de los versos, supo tallar la belleza inconfundible y eterna de la palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6 de noviembre de 2022

El libro del mes presencial y virtual

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

El pasado miércoles 2 de noviembre hemos reanudado de manera presencial la tertulia El libro del mes, en el acogedor marco de El Espino, restaurante que regenta con buen hacer y amor Isabel Codina.

Durante algún tiempo en la pandemia mantuvimos las tertulias por wasap. Pero es evidente que el calor de la presencia física y de la palabra comunicada en vivo no puede compararse con ningún otro medio informático o digital.

Aunque el dicho latino sostiene que “Verba volant, scripta autem manent”, o sea, que “Las palabras vuelan, mientras que los escritos permanecen”, lo hablado en una reunión presencial nos llega al corazón y a la mente de forma inmediata, mientras que la escritura no goza de esta cálida virtud.

A la primera tertulia presencial asistieron diecisiete contertulios, que evidenciaron su contento de volverse a encontrar. Pero como mantenemos el grupo de wasap, yo, como organizador de estas reuniones, he tenido la satisfacción de comprobar que otros muchos asiduos a las tertulias que por diversas causas no pudieron asistir a la primera cita se apuntaron a hablarnos en el grupo virtual del libro o los libros que más les habían gustado durante la pandemia. Hasta cincuenta participantes digitales demostraron que la lectura nos une y enriquece.

En los títulos recomendados por los asistentes físicos y virtuales hay una riquísima variedad de registros, desde clásicos imperecederos, como De rerum natura, de Lucrecio, a los más recientes La peste, de Albert Camus, y el Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Varios tertulianos coincidieron en El infinito en un junco, de Irene Vallejo, y en las obras de la premio Nobel Annie Ernoux, como La place No faltaron las recomendaciones de Coser y contar y Voces remotas, de Ignacio Sanz, y Angus diaboli, de José Antonio Abella, autores que tan buenos ratos nos han hecho pasar en pasadas tertulias.

A riesgo de dejarme en el tintero alguna recomendación, enumero La novela posible, de José María Merino; Dignos de ser humanos, de Rutger Bregman; El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl; Sapiens, de Yuval Noah Harari; La vida (y la muerte) contada por un sapiens a un neandertal, por Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga; Pequeña historia de ayer, de Mercedes Formica; Corazón herido, de Almudena Grandes; las trilogías Africanus, de Santiago Posteguillo, y Terra alta, Independencia y El castillo medieval, de Javier Cercas; El iris silvestre, de Louise Glück; Personas decentes, de Leonardo Padura; El adversario, de Emmanuel Carrere; Hammet, de Maggie O’Farrel; los discursos Silencio y Razón de teatro, de Juan Mayorga; Emocionarte, de Carlos Amor; Será larga la noche, de Santiago Gamboa; La resolana y Larguero, de Emilio Miguel López Laorga; La solución de los telómeros, de Elizabeth Blackburn; Adiós a los bancos, de Ángel Fernández Ordóñez; y la novela gráfica Pinturas de guerra, de Ángel de la Calle.

Imposible que, en tal variedad de títulos y géneros, el lector de este blog no encuentre alguno que le satisfaga y participe así a distancia de la tertulia El libro del mes.

 Y a la vista de varias coincidencias, habrá que declarar “Libro del año”, como hacíamos en las tertulias colectivas del mes de enero, al maravilloso El infinito en un junco, de Irene Vallejo, cuyo discurso en la Feria del Libro de Frankfurt sobre la traducción y los traductores no puedo por menos de recomendaros.