13 de noviembre de 2022

Cuanto sé de mí

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Varias instituciones españolas, entre ellas el Ministerio de Cultura y Deporte, el Gobierno de Cantabria, la Comunidad de Madrid y la Biblioteca Nacional de España, se han unido para patrocinar y promover en dicha Biblioteca una magna exposición sobre la vida y la obra de José Hierro con el título de “Cuanto sé de mí”, que es también el título de un libro de poemas del poeta publicado por primera vez en el año 1957 en edición de Ágora.

Es esta exposición, junto con el Catálogo que la acompaña, el mejor homenaje que podía rendirse a José Hierro en el centenario de su nacimiento (1922-2022). Agradezco a la Asociación Plaza Porticada, a su presidenta Elena G. Botín y a su secretaria Pilar de la Torre, la oportunidad de visitar la exposición bajo la guía magistral del periodista y profesor Eduardo Ruiz-Ocaña. Me ha producido gran satisfacción coincidir en la visita con varios grupos de colegiales que seguían con interés y seriedad los pasillos de la exposición.

La muestra recorre la trayectoria vital del poeta al hilo de sus publicaciones, cuyas distintas ediciones se exponen en vitrinas, de sus pinturas, dibujos y collages, y de sus premios literarios y galardones, cuya mera enumeración ocupa toda una pared.

Se ilustran las etapas de la vida de Hierro con numerosas fotografías, en las que aparece con familiares, con los principales poetas y escritores de la época y con artistas y pintores de diversa adscripción.

Él se consideraba deudor de Juan Ramón Jiménez, de los poetas de la Generación del 27, de los “septentrionales”, al frente de los cuales se sitúa Gerardo Diego, de Rafael Alberti, como él también pintor, Pedro Salinas, Rubén Darío y Antonio Machado. Otras lecturas que influirán en su formación son obras de Baudelaire, Dickens, Dostoievski y Proust, sin olvidar a Baroja, Miró y Ortega.

Pero la poesía de Hierro muestra un sello inconfundible, desde los primeros poemarios Tierra sin nosotros y Alegría (1947) hasta su Cuaderno de Nueva York, ciudad a la que viajó en tres ocasiones, publicado por primera vez en 1998.

Su visión es introspectiva, pero de ese yo de Cuanto sé de mí, yo que se manifiesta en sus numerosos autorretratos, el poeta se abre a los demás hombres, sus hermanos.

 

Había leído Hierro con especial interés a Lope de Vega y Calderón, y pueden rastrearse en su poesía citas literales de ambos autores. Se le califica a Hierro, además de como poeta, de dramaturgo y cuentista, aunque en estos campos su producción es escasa.

Entre los premios con los que fue galardonado suele destacarse el prestigioso Adonais de poesía, que le concedió en el año 1947 por su obra Alegría un jurado compuesto por Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Enrique Azoaga y José Luis Cano. A este premio se unirían más tarde el Príncipe de Asturias de las Letras (1981), el Nacional de las Letras (1990) y el Cervantes (1999), entre otros muchos.

Por su cercanía a mí, quiero acabar esta semblanza de José Hierro con unos versos de Angelina Lamelas, que en su libro Personajes de mi vida (2021) recuerda los talleres de poesía que hizo con él en el palacio de La Magdalena:

 

DESPUÉS DE HIERRO

Había que volver y era difícil

Porque tú no estabas.

Todo sonaba a Hierro.

Las olas iban y venían

llenándose de versos consumados.

[…]

La eternidad te sentaba muy bien

porque, de pronto, dejaste de toser

y sonó tu voz camino del Palacio,

tu voz entre los pinos y las rocas,

como si respiraras a pleno pulmón

y para siempre.

 

Un poeta, José Hierro –y esto lo añado yo– que, más allá de los versos, supo tallar la belleza inconfundible y eterna de la palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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