Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
La
tarde noche segoviana del pasado miércoles 16 de noviembre podríamos haberla
dedicado a otras actividades, pero el grupo de unas cincuenta personas que nos
congregamos en la librería Intempestivos habíamos elegido este cálido templo de
los libros para asistir a la presentación de Reflexiones a la orilla del tiempo: Algunos tés imprescindibles, de
Marifé Santiago Bolaños, quien estuvo acompañada por el periodista cultural y
escritor José Antonio G. Municio y por Mercedes Gómez Blesa, catedrática de
Filosofía y ensayista.
Me
gusta, de entrada, el acierto de Marifé para titular sus obras. Rememoro
algunos títulos con que nos deleitó a los contertulios de “El libro del mes” en
el restaurante El Espino, regentado por la incomparable Isabel Codina en El
Espinar: El jardín de las favoritas
olvidadas, el 2 de noviembre de 2005; La
canción de Ruth y El tiempo de las
lluvias, el 5 de abril de 2011; Nos
mira la piedad desde las alambradas, el 7 de mayo de 2014; El país de los pequeños placeres, el 22
de abril de 2015; Cuadernos de la niña
escondida, el 28 de febrero de 2017; Teoría
de los matices, el 2 de octubre de 2019. Luego vino la pandemia del covid.
Después
de las palabras de saludo y agradecimiento de Marifé a los presentes, abre la
reunión del 16 de noviembre Municio –me parece oír que Marifé y Mercedes le
llaman “Muni”– leyendo un texto en el que yo no sabría distinguir las citas
literales de la obra de Marifé que nos ocupa de sus propias palabras: hasta tal
punto se identifica Municio con el pensamiento y el estilo de Marifé.
A continuación Marifé y Mercedes van desgranando en diálogo esclarecedor los capítulos que
integran las Reflexiones a la orilla del
tiempo. En esta ocasión, por razones obvias, sin los imprescindibles tés
con que concluyen estos escritos, en algunos casos tés añadidos a lo ya
publicado en distintos medios.
Como
recalca la misma Marifé, esos tés son la oportunidad de encontrarte y conversar
con personas queridas y admiradas, encuentros que jalonan una década de la vida
de la autora y que ella ha querido reunir con “momentos en marcha” y los
recuerdos En busca del tiempo perdido.
“Una pérdida –escribe Marifé– que no supone abandono o descuido, sino el dejar
inevitable que va construyendo la partitura de nuestra existencia”.
Me
confirman las Reflexiones a la orilla del
tiempo algo que vengo experimentando en mis lecturas desde hace muchos
años: los géneros literarios son un artificio inventado por los teóricos de la
literatura, que en realidad se funden en prosa o verso, en narración o poesía,
en teatro o historia, en ensayo o cuento… Son estas Reflexiones un libro de apuntes biográficos y viajes, de
conversaciones y sueños, de diarios y testimonios.
Sobrevuelan
toda la obra de Marifé las alas inspiradoras de María Zambrano. Sí, había que
poner por escrito lo que no se podía nombrar.
La
biblioteca sin libros de los padres de la autora fue el comienzo de su propia
colección de libros, que hay que ordenar todos los diciembres.
Cuando
Marifé habla del exilio y de los exiliados, con Antonio Machado, su madre, su
hermano José, su cuñada y sus sobrinas a la cabeza, o de aquella madre que se
desmaya al cruzar la frontera con su hija en brazos, quiere defender la
esperanza en una vida con libertad, con escuelas para las niñas y los niños,
que nadie tenga que “servir” o que abandonar las raíces maragatas, los pueblos
sin maestras.
Del
repertorio de nombres que jalonan estas Reflexiones,
querría destacar como colofón de este comentario a la ya mencionada
omnipresente María Zambrano, a Victoria Subirana maestra esencial, a la
compositora musical segoviana María de Pablos, a la que yo, amante de la
música, no conocía en laguna imperdonable, y al señor de Morriondo, con su
jardín de pinos, porque plantar un árbol (y yo he plantado varios en mi antigua casa de
Las Rozas, donde vivió María Moliner, y en la actual de El Espinar) es abrirse a la
vida bajo la sombra protectora del amor.
Gracias,
Marifé, por tus palabras, tus escritos y tu vida, que compartes generosamente
con quienes tenemos la fortuna de conocerte.
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