Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Después de las olas de calor que hemos pasado en el mes de agosto, han llegado las DANA en septiembre. Y una de ellas ha tenido efectos catastróficos en El Espinar y San Rafael, sobre todo en forma de inundaciones de sótanos y garajes.
Recuerdo que, antes de que se pusiera de moda el término DANA, solía hablarse de “gota fría”, fenómeno que el diccionario de la Real Academia Española define como “Masa de aire que se desprende de una corriente muy fría y que desciende sobre otra de aire caliente produciendo grandes perturbaciones atmosféricas acompañadas de precipitaciones muy intensas”.
Hacia mediados de los años ochenta, la expresión gota fría comenzó a ser sustituida por el acrónimo más apropiado de DANA, que según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), es una “depresión aislada en niveles altos”. La precisión de “niveles altos” se utiliza para diferenciar las DANA de otro tipo de depresiones, como las de origen térmico que se dan en la península Ibérica durante los meses cálidos en capas bajas.
Sea lo que fuere de estas precisiones de los meteorólogos, lo que nos interesa a los que sufrimos una DANA es cómo defendernos de sus desastrosos efectos.
Hemos cubierto las ciudades, las calles, las carreteras, de asfalto, de cemento, de enlosados, de edificaciones de todo tipo, y cuando las precipitaciones de lluvia se acumulan en cantidades anormales por metro cuadrado, el agua no tiene por donde salir y se producen inundaciones.
Mi calle en El Espinar se llama del Prado, porque en efecto nuestra urbanización era antes una extensa pradera. Mi garaje no se ha inundado, pero sí lo han hecho otros de mis vecinos.
Cuando me dirijo en coche por la carretera de Ávila a mi casa, observo a ambos lados zonas de tierra o hierba, que pueden absorber el agua de la lluvia. Pero en zonas en pendiente, la tierra invade el asfalto. Las llamadas “zonas verdes”, los parques y jardines, los alcorques de los árboles, los arriates tienen entre otras virtudes la de filtrar las precipitaciones.
Han sufrido los mayores daños las calles del Arroyo Merlero –eufemismo por Merdero, porque el tal arroyo recogía en tiempos las aguas fecales– y Yecla, por el reventón de la canalización del arroyo.
En muchos lugares de España se ha construido en ramblas o cauces de corrientes fluviales. ¿Y nos quejamos cuando esas corrientes reclaman su derecho de paso?
Otra queja habitual de los afectados por las riadas es la falta de limpieza o dragado de los ríos y arroyos. Más de una vez he denunciado en mis escritos la suciedad de las márgenes del arroyo del Boquerón, por poner sólo un ejemplo.
En las pasadas fiestas del Cristo del Caloco, cuando crucé la carretera de La Coruña para dirigirme con mis hijos y nietos a la ermita, me asomé al arroyo de la Soledad y vi que corría con dificultad entre ramajes y matojos. ¿Qué ocurre cuando se produce una tromba de agua? El agua se desborda y arrastra cuanto encuentra a su paso.
También observé que se había derrumbado la pared trasera del cementerio. Me dicen que causó la muerte de dos caballos.
Las inundaciones, como los incendios, se evitan antes de producirse. No culpemos a la DANA ni al socorrido cambio climático. Lo que tenemos que cambiar son nuestros hábitos.