25 de noviembre de 2018

Independencia del poder judicial y de la educación


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

Todos los partidos políticos, en cuanto alcanzan el poder de gobernar una nación, tratan de poner el sistema público educativo al servicio de sus intereses, no de los intereses de los ciudadanos a los que dicen representar.
La educación corre así el riesgo de convertirse en un medio de adoctrinamiento de los alumnos de acuerdo con la ideología del partido gobernante. ¿Es entonces imposible un pacto por la educación que no estuviera sujeto al vaivén de los cambios de gobierno y que atendiera a los aspectos esenciales que deben configurar el sistema educativo en un país moderno y democrático?
Lo que ha ocurrido esta misma semana con la ruptura del acuerdo alcanzado por el PP y el PSOE para la renovación del Consejo General del Poder Judicial puede arrojar luz sobre la deseada independencia tanto de este órgano como de la educación en España.
En principio, que los partidos políticos que en teoría representan la voluntad popular elijan a los jueces integrantes del órgano que los gobierna no debería atentar contra la independencia del poder judicial. A fin de cuentas, los jueces, magistrados y fiscales en el ejercicio de sus funciones deben aplicar las leyes y esas leyes han emanado del poder legislativo que conforman los parlamentarios elegidos por los ciudadanos.
Pero la separación de poderes necesaria en una democracia está amenazada por dos circunstancias. La primera radica en las propias asociaciones profesionales de la judicatura, que se califican a sí mismas de progresistas o conservadoras. Los jueces, a título privado, son muy libres de tener unas ideas políticas determinadas, de votar a uno u otro partido, pero en el ejercicio de su profesión y a la hora de juzgar y dictar sentencias deben observar una estricta neutralidad. Si ya de entrada están etiquetados como de derechas o de izquierdas, un ciudadano que vota al PP no querrá ser juzgado por un juez afín al PSOE, y viceversa. Y no digamos si se trata de jueces o fiscales que entran a formar parte del gobierno. ¿Sería imparcial el juez Marlasca si tuviera que juzgar a su compañera de gabinete Dolores Delgado? El segundo peligro que corre la independencia judicial reside en los partidos políticos que, de una manera más o menos declarada, tratan de que las causas penales que afectan a sus miembros o a sus intereses partidistas, se resuelvan a su favor. El ya famoso whatsapp del senador popular Ignacio Cosidó, jactándose de controlar la Sala Segunda del Supremo desde detrás, no hace sino poner de manifiesto el afán de control del poder judicial, no solo por el PP, sino por todo partido político.
En la educación sucede algo similar. Según la Constitución Española, “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana” (art. 27.2). Ahora bien, en una sociedad plural como la española en la actualidad, hay diversidad de opiniones sobre en qué consista “el pleno desarrollo de la personalidad humana”. Así, por fijarnos en el ejemplo de la religión en la escuela, siempre objeto de controversia, según los defensores de la enseñanza religiosa esta es imprescindible para tal desarrollo, mientras que otros opinan que la religión no debería ser de oferta obligatoria en los centros educativos públicos. Así, en las Propuestas para la modificación de la Ley Orgánica de Educación avanzadas por el Gobierno socialista de Pedro Sánchez, se deja de considerar la Religión como materia específica en 1.º y 2.º de Bachillerato, mientras que la Educación en valores cívicos y éticos será obligatoria en un curso de Primaria y otro de Secundaria aún por determinar.
Del mismo modo, nuestra Constitución avala el derecho de los padres para dar a sus hijos “la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (art. 27.3). Pero, de nuevo, se entabla la discusión sobre cuáles son las convicciones predominantes de los padres. En el presente curso escolar, alrededor de un 64 % de los alumnos han solicitado la clase de religión. Esta demanda social, en la que se basa la existencia de centros concertados, es eliminada en la propuesta socialista de reforma de la ley de educación.
Como en el caso de los jueces, los profesores, principal pilar en el que se sustenta la educación y que ha sido lamentablemente desatendido en dicha propuesta de reforma, tienen todo el derecho de abrazar una ideología progresista o conservadora, de votar a un partido de izquierdas, de centro o de derechas, pero a la hora de enseñar y formar a los alumnos deberán mostrar una comprendo que difícil imparcialidad.
En la práctica docente intervienen factores técnicos y objetivos, que no deberían ser susceptibles de criterios dispares. Es obvio que existen asignaturas que se prestan más a la interpretación con sesgo ideológico de los hechos y de la realidad, como son la historia y la formación en valores cívicos y éticos.
Una base de acuerdo entre distintas ideologías estriba en los derechos humanos y en las declaraciones universales que los definen. Sobre este fundamento habrá que cimentar una educación que haga posible la convivencia pacífica en medio del pluralismo ideológico.

18 de noviembre de 2018

Leyes de educación en la España democrática


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

No parece que la actual situación del Parlamento español sea idónea para abordar la reforma de la ley educativa en vigor, LOMCE, conocida como ley Wert.
En primer lugar, el Gobierno constituido después de la moción de censura de los pasados 31 de mayo y 1 de junio cuenta solo con 84 diputados y con el apoyo de partidos que únicamente buscan sus intereses particulares, no los de todos los ciudadanos. Así, los nacionalistas e independentistas tratan únicamente de sacar réditos para sus planes de secesión y ventajas de todo tipo para sus comunidades autónomas que ellos desean, de una manera más o menos declarada, convertir en Estados soberanos independientes de España. En cuanto al principal aliado del Gobierno, Podemos, su objetivo, disimulado por demagógicas proclamas sociales, es derrocar el vigente sistema de libertades y derechos amparados por la Constitución Española para implantar un régimen de inspiración comunista bolivariana.
En segundo lugar, el enfrentamiento entre las distintas fuerzas parlamentarias supera en la actualidad las normales diferencias entre el partido que sustenta el Gobierno y la oposición, que se acusan mutuamente de generar la manifiesta crispación reinante.
Con este panorama, la tramitación en las cámaras legislativas de la modificación de la Ley Orgánica de Educación tiene toda la probabilidad de convertirse en una carrera de obstáculos, semejante a la que se está produciendo para la aprobación de los presupuestos generales del Estado.
Se me objetará que este clima enrarecido y crispado no ha sido óbice para que los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, hayan llegado a un acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Cierto, como también lo es que semejante acuerdo no ha satisfecho ni a los jueces, ni a muchos ciudadanos que asisten asombrados a un reparto de cargos entre conservadores y progresistas en el que ha primado la adscripción ideológica de los propuestos sobre su competencia profesional como juristas.
Un pacto por la educación, en el caso improbable de alcanzarse con la presente correlación de fuerzas políticas, estaría viciado de origen y dejaría sin dar satisfacción a las justas demandas de la comunidad educativa, tanto de profesores, alumnos y padres, como de las distintas organizaciones del sector.
Ya el simple anuncio de las propuestas para la reforma educativa por la ministra de Educación, Isabel Celaá, ha provocado tal polémica y confrontación sobre las diferentes opciones en aspectos esenciales de la educación, que prácticamente imposibilitan un debate sereno sobre las cuestiones planteadas: conciertos y sistema de admisión de alumnos, equidad e inclusión, enseñanza de la religión, autonomía y dirección de los centros, evaluación y reválidas, etapas formativas y distribución de competencias entre el Estado y las autonomías.
Se suele afirmar que, con cada cambio de Gobierno, no solo cambian los ministros de los distintos departamentos, sino también toda una serie de responsables de empresas e instituciones estatales, muy en especial de la televisión pública por su innegable influencia en amplios sectores de la población. Y cambian también leyes, ordenanzas y reglamentos que afectan a la vida política, social, económica… ¿y educativa?
Veamos. Esta práctica habitual de cambios con la alternancia de los partidos en el Gobierno de la nación como consecuencia de los resultados de elecciones generales no se cumple con las leyes orgánicas de educación. Desde la implantación en España de la democracia, basada en la Constitución refrendada por una amplia mayoría de los españoles, ha habido ocho leyes de educación, si contamos la Ley General de Educación Villar Palasí de 1970, que se aplicó durante los primeros años de la transición hasta 1980. Estas leyes son las siguientes: Ley Orgánica por la que se regula el Estatuto de Centros Escolares (LOECE), promulgada en 1980 por el Gobierno de la UCD y que tuvo una vigencia efímera, pues fue revocada por un decreto de 1981 estando en el poder el PSOE. Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación (LODE), de 1985, también del PSOE. Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España (LOGSE), de 1990, igualmente debida al PSOE. Ley Orgánica de la Participación, la Evaluación y el Gobierno (LOPEG), de 1995, asimismo obra del PSOE. Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), de 2002, bajo el mandato de Aznar, que no llegó a aplicarse por la llegada al poder del socialista Zapatero en 2004. Ley Orgánica de Educación (LOE), de 2006, ya en la legislatura de Zapatero. Y Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), de 2013, que entró en vigor en el curso 2014-2015, avalada por el PP y que es la que ahora el Ministerio de Celaá se plantea reformar. Así que la educación actual en España es atribuible principalmente a leyes del PSOE. ¿No está de acuerdo Sánchez con lo propiciado por sus antecesores socialistas en el Gobierno de España?

11 de noviembre de 2018

¿Se vive bien en España?


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

Hecha así la pregunta, con ese verbo impersonal, resulta muy difícil de responder. Y la respuesta tampoco es sencilla si preguntamos cómo viven los españoles hoy día.
Hace menos de un mes, el 19 de octubre de este año, publicaba el diario británico The Guardian una crónica en la que, según un informe de Deloitte y Social Progress Imperative, se afirmaba que España es el mejor país en el que nacer, dentro de un conjunto de 128 países examinados sobre la base de 50 categorías.
Hay en esa lista de ventajas que brinda España unas que afectan de una manera más indirecta al bienestar de los individuos, como puede ser el ocupar el tercer puesto detrás de Italia y China en patrimonio universal de la Unesco, o tener el segundo mejor porcentaje de esperanza de vida, solo detrás de Japón. Porque el hecho de que haya en nuestro país muchos monumentos artísticos e históricos reconocidos a escala mundial puede no influir de una forma clara y positiva en nuestra existencia cotidiana. Y vivir muchos años no siempre equivale a vivir bien.
Sin embargo, otros muchos de los datos recogidos en el citado informe sí pueden tener una repercusión beneficiosa en nuestra calidad de vida. Mencionaré solo algunos de los baremos que hacen de España, no sé si el mejor país en el que nacer, como asegura Deloitte y Social Progress Imperative, pero ciertamente un país que dista mucho de la España negra que pintan ciertas formaciones políticas. Así, disfrutamos de uno de los sistemas de protección sanitaria más completos del mundo. España goza de un clima y un paisaje diversos y envidiables. Somos reconocidos como uno de los pueblos más sociables. Estamos dentro del grupo de países de Europa con menor violencia doméstica –a mí no me convence la expresión “violencia de género”–. España es líder en trasplantes y donaciones de órganos, en tratamiento de aguas, en construcción de infraestructuras ferroviarias de alta velocidad. España arroja la menor tasa de suicidios de Europa, ha sido elegida en Davos como el mejor país en el que viajar por su seguridad. Es número uno en producción de energía eólica, líder europeo en conservación marítima, líder mundial en playas azules…
Sabido es que los datos estadísticos reflejan solo una realidad porcentual, que luego habrá que contrastar con la situación de los distintos colectivos e individuos.
Retomo la pregunta con la que encabezo mi artículo: ¿Se vive bien en España? A la vista de las categorías económicas, sanitarias y sociales que enumera The Guardian, yo diría que en España se puede vivir bien. Así lo demuestran, por ejemplo, los centenares de miles de ingleses, alemanes y escandinavos que vienen a pasar sus últimos años en nuestro país, atraídos no solo por el sol y las playas. No son turistas de paso, sino que han elegido España para residir en ella de forma estable por un conjunto de beneficios que les supone tal residencia.
Habrá obviamente que distinguir entre regiones y comunidades, entre ciudades y pueblos. No ofrecen las mismas oportunidades para extranjeros y nacionales los pueblos del interior de provincias como Soria, Segovia y Teruel, que pierden población y carecen de recursos de todo tipo, que las capitales de Comunidades Autónomas y ciudades de la costa, con gran dotación de escuelas, colegios y universidades, centros de salud y hospitales, empresas, comercios, industrias, cines, teatros, salas de conciertos, transportes y demás servicios.
O sea que, si preguntamos cómo vivimos hoy los españoles, no basta con enumerar las ventajas que España presenta como país desarrollado, sino que habrá que considerar qué acceso tienen los diferentes ciudadanos a la educación, a la sanidad, al trabajo, al ocio…
Es evidente que España se cuenta en la actualidad entre los países que atraen inmigrantes, sobre todo de Hispanoamérica y del norte de África. Los grandes flujos de migración actuales se dirigen a los países que podemos englobar bajo la denominación de Occidente, naciones de la Unión Europea y los Estados Unidos.
En el caso de España, ¿cuenta nuestro país con las condiciones para que los inmigrantes hispanoamericanos y, sobre todo, africanos encuentren trabajos dignos que les permitan llevar una vida aceptable? ¿Pasarán a engrosar muchos de ellos las cifras de parados, de mendigos o de manteros, cuando no de delincuentes sin nada que perder?
La igualdad de oportunidades para nativos e inmigrantes ha mejorado en España actualmente, en comparación con tiempos no tan lejanos. Pero aún dista mucho de ser una realidad consolidada. En el Panorama de la educación que publica anualmente la OCDE y en el que se comparan los logros educativos de sus países miembros se destaca las posibilidades mayores que tienen para disfrutar de una mejor calidad de vida aquellas personas que han cursado estudios superiores, y también las que han podido acceder a la educación infantil.
Así, a los datos publicados por The Guardian habrá que añadir los baremos del Informe PISA, que no son tan favorables a España en varios apartados de la educación.

4 de noviembre de 2018

Contradicciones


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró                                                                            

Es muy posible que, cuando se publique este artículo, algunas de las afirmaciones que en el mismo hago sobre los dichos y hechos del presidente del Gobierno hayan dejado de ser válidas. No porque esos dichos y hechos no se hayan producido, sino porque ya han sido sustituidos por otros que contradicen a los anteriores.
Tales cambios de ideas, palabras, actitudes y actuaciones son frecuentes en la mayoría de los gobernantes y políticos de todo signo, pero en Pedro Sánchez han llegado al extremo de que, salvo el deseo de permanecer en el poder a toda costa, no se le pueda atribuir una postura duradera en el tiempo.
Dice el aforismo tomado de una expresión del poeta británico Alexander Pope que rectificar es de sabios”. Si esto fuera cierto, Pedro Sánchez sería el mayor sabio que ha pisado la escena política. Pero ocurre que, a fuerza de desdecirse a sí mismo, no se sabe ni qué piensa ni cuál es su proyecto de gobierno.
Proyecto que brilló por su ausencia en la moción de censura que desalojó del poder a Mariano Rajoy y al Partido Popular, invalidando a mi juicio esa moción. Pues en esta herramienta legal prevista en la Constitución Española no basta con que se presente un candidato alternativo, sino que el candidato debe plantear un programa de gobierno que sea sometido a votación de los grupos parlamentarios. En lo único en lo que coincidieron los partidos que votaron a favor de la moción fue en el rechazo a Rajoy. La promesa hecha por el candidato Sánchez, si accedía a la presidencia del Gobierno, de convocar en un breve plazo de tiempo elecciones generales ha quedado en papel mojado.
¿Es el mismo Sánchez que apoyó al PP y a Ciudadanos en la aplicación del artículo 155 en Cataluña quien, menos de un año después, se niega a utilizar este medio de atajar un plan de secesión que sigue en marcha?
¿Es el mismo Sánchez que tachó con razón a Quim Torra de ser el Le Pen español quien gobierna –es un decir– con el apoyo de los independentistas catalanes y propugna con ellos un diálogo que solo conduce a darles alas?
¿Es el mismo Sánchez que tildó de antisociales los presupuestos de Rajoy quien está gobernando –es un decir– con ellos hasta la elaboración y aprobación de los próximos?
¿Es el mismo Sánchez que prometió derogar la reforma laboral de Rajoy quien, hace solo unos días, envía a Londres a la ministra de Economía Nadia Calviño a tranquilizar a empresarios e inversores asegurando que únicamente se harán retoques a dicha reforma?
¿Es el mismo Sánchez que hace cinco meses aseguró en una entrevista en televisión que en el golpe de Estado de los cabecillas catalanes hubo delito de rebelión quien ahora afirma públicamente lo contrario?
¿Es el mismo Sánchez que aplaudió la dimisión de ministros alemanes por plagiar sus tesis doctorales y destituyó a su ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social Carmen Montón también por plagiar quien se niega a dimitir por su tesis doctoral llena de plagios, además de mentir al responder a Rivera “en sede parlamentaria” que su tesis podía consultarse en Teseo cuando aún no estaba colgada en esta Base de Tesis Doctorales?
¿Es el mismo Sánchez que dijo en 2015 que estaría fuera de su ejecutiva al día siguiente un responsable político que creara una sociedad interpuesta para pagar menos impuestos quien mantiene en su equipo ministerial a Pedro Duque cuando existen dudas sobre la sociedad patrimonial del ministro de Ciencia, Innovación y Universidades?
¿Es el mismo Sánchez que prometió regenerar la vida política española y acabar con la corrupción quien se niega a destituir a la ministra de Justicia, que mintió al insistir en que ni conocía ni había tenido ningún contacto con el corrupto excomisario Villarejo, además de incurrir en posibles delitos aún por investigar?
¿Y qué piensan de todas estas contradicciones de Sánchez los miembros de su partido que en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016 le desbancaron como líder del PSOE? ¿Era el mismo PSOE que rechazó por 132 votos frente a 107 la propuesta de congreso exprés hecha por Sánchez el que el 21 de mayo de 2017 le hizo ganar las primarias en todas las comunidades autónomas excepto en Andalucía y el País Vasco? ¿Tanto había cambiado Sánchez para ser sustituido por una gestora y, al cabo de menos de un año, volverse a alzar con la secretaría general del mismo partido que lo había rechazado?
Callan los llamados barones socialistas, que en Extremadura y Castilla-La Mancha mantienen el poder gracias al apoyo de Podemos, ante la colaboración de Sánchez con Pablo Iglesias. Y Susana Díaz, una de las principales promotoras de la defenestración de Sánchez en 2016, no tiene ningún reparo en abrazarse en plena campaña electoral al actual presidente de la nación, y este en abrazar y apoyar a la presidenta de Andalucía.
¡Lo que unen el poder y el afán de mantenerlo o alcanzarlo!