Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
La mayoría de los analistas
políticos coinciden en atribuir los indultos concedidos por Sánchez a los
golpistas catalanes al deseo del presidente del Gobierno de permanecer en el
poder el mayor tiempo posible. Lo cual es una obviedad: todo gobernante hará
cuanto esté en su mano para mantenerse en el puesto que ocupa.
Tratándose de un personaje
que una y otra vez ha incumplido sus propias promesas con tal de seguir
durmiendo en la Moncloa, nada tiene de extraño que su rechazo a los indultos
repetidas veces proclamado se haya convertido en concesión de los mismos contra
viento y marea. Y contra el sentir clara e insistentemente manifestado de los
propios beneficiados por los indultos.
Sin embargo, algo no me
cuadra en este, como digo, afán de todo mandatario por seguir mandando, cuando
se aplica a Pedro Sánchez. Verdad es que necesita el apoyo de la Esquerra y
demás nacionalistas antiespañoles para no ser desbancado del banco azul del
Congreso de los Diputados, como lo necesitó para ocuparlo.
Pero Sánchez, a pesar de
todas sus carencias e ignorancias, que son muchas, sabe perfectamente que el
apoyo de los independentistas, de los indultados y de los que sin necesidad de
indultos gobiernan en la Generalitat de Cataluña, está condicionado por unas
exigencias, como son la amnistía y el referendo de autodeterminación, que un
presidente del Gobierno de España no puede conceder a riesgo de violar
flagrantemente la Constitución española.
Sí, se me objetará, pero
mientras tanto, mareando la perdiz con una mesa bilateral de negociación, este presidente
cortoplacista gana tiempo.
También esto es evidente en
quien nos tiene acostumbrados a acercarse al precipicio sin despeñarse en él,
con o sin la compañía imprescindible de su jefe de Gabinete Iván Redondo.
Pero, insisto, en los planes
a corto plazo de este acreditado embaucador de propios y extraños hay algo más.
Este algo más barrunto que consiste en lo que ya ha conseguido: que solo se
hable de los indultos y del “conflicto catalán”.
¿Quién se acuerda ahora de su
nefasta gestión de la pandemia, de los miles de muertos causados por la
covid-19, que según los datos del Instituto Nacional de Estadística y de otros
organismos competentes, superan con mucho las cifras aportadas por Sanidad y
sus ineptos ministros y portavoces?
¿Quién trae a colación los
pésimos datos económicos, la deuda pública, el paro no solo el juvenil, la
quiebra de pequeñas y medianas empresas, el cierre de comercios, el abandono de
los autónomos, la subida más o menos solapada de impuestos?
¿Quién habla ya de las
fallidas mociones de censura en las Comunidades de Murcia y de Castilla y León,
o del batacazo sufrido por el PSOE y Podemos en la elecciones autonómicas de la
Comunidad de Madrid?
El peñazo del proceso
soberanista catalán, incluidos los indultos, ha conseguido que temas
verdaderamente importantes para el conjunto de la sociedad española queden
relegados al olvido, mientras el presidente del Gobierno y sus serviles
ministros, y ministras, se revisten de hueca palabrería, devaluando nobles
conceptos como concordia, convivencia, armonía, perdón, magnanimidad, diálogo…
¿Pedro Sánchez y sus corifeos
magnánimos y dialogantes?
¡Venga ya!