6 de junio de 2021

La riqueza de El Espinar

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Dos incómodos clavos en la planta del pie izquierdo me impulsan a acudir al podólogo. Es un hombre joven, de 40 años, que ha abierto su consulta en el madrileño Parque de las Avenidas, al lado de la farmacia en la que yo me proveo de mascarillas, geles hidroalcohólicos y los pocos medicamentos que consumo, pues soy más aficionado a los productos de herbolario. Mientras el podólogo me atiende, converso con él, y así me entero de que nació en El Arenal, un pequeño pueblo de la provincia de Ávila cerca de Arenas de San Pedro. Muy pronto se trasladó a Madrid, donde alterna su trabajo de podólogo con el de enfermero en una clínica madrileña. A la pregunta obligada de cómo le va la consulta, me contesta que durante el confinamiento de las primeras olas de la pandemia estuvo a punto de echar el cierre. Nos une la afición al senderismo de montaña. El Arenal está situado en el entorno de la sierra de Gredos y en su vegetación predominan los pinos, pero también abundan los frutales y los olivos, en particular los cerezos, hasta el punto de que la localidad exporta cerezas, que constituyen una de las principales fuentes de ingresos para una población de menos de 1.000 habitantes.

Al tratar de responder a su pregunta sobre la población de El espinar, su paisaje y su economía, me avergüenza carecer de datos precisos y actualizados. He publicado cuatro libros sobre esta villa en la que estoy empadronado y en la que resido desde hace más de veinte años, además de haber veraneado en ella desde mi infancia: El cuaderno de San Rafael, Apuntes al oeste de Guadarrama, El cuaderno de El espinar y Paseos y excursiones por El Espinar. Este pueblo, su naturaleza y sus gentes han sido también tema preferente de mis más de 750 artículos, aparecidos en distintos medios y en mi blog.

Soy más propenso a cultivar la escritura literaria y costumbrista, y hasta a dejarme llevar de una afición nostálgica a evocar usos y trabajos del pasado. Me encanta leer, de la sabia mano de Juan Andrés Saiz Garrido, los esfuerzos denodados de los gabarreros. O la reciente publicación de Juan Frutos y Pedro Bigeriego sobre Los molinos harineros de El Espinar. En mis paseos, rememoro las huellas que quedan de la cantería, de la carpintería, de la minería…

Me pongo en contacto con mi gran amigo Juan María Martín Montejo, que fue alcalde de El Espinar y sigue vinculado al Ayuntamiento en el Gabinete de la Alcaldía. Como la Diputación no puede facilitar información debido a problemas informáticos, Juan me actualiza el dato de población, que a 1 de enero del presente año ascendía a 9.648 censados y que a día de hoy habrá aumentado ligeramente. Y en cuanto vaya a El Espinar, me pasaré para consultar el listado de actividades económicas elaborado por la Cámara de Comercio.

El Espinar ha sido declarado, junto con La Granja de San Ildefonso, Reserva de la Biosfera. ¿Qué ventajas de tipo económico y medioambiental reporta esta declaración a nuestro municipio?

También me interesaría disponer de un censo de las empresas ubicadas en polígonos industriales como Los Llanos. Me informan de que debo solicitar este dato en Urbanismo.

¿Qué actividad desarrolla la fábrica de maderas situada en la carretera de La Coruña, además de almacenar los troncos que veo cuando paso en coche de El Espinar a San Rafael?

Los ganaderos a menudo se han quejado de que la ganadería vacuna, predominante en nuestro pueblo, no es negocio. Mas yo sigo viendo pastar a las vacas en los verdes prados espinariegos. Y se ha construido recientemente un importante matadero en la carretera que une El Espinar con la de San Rafael-Segovia.

Además de las distintas administraciones públicas, de nivel estatal, autonómico, provincial y local, sé que existen asociaciones particulares que trabajan encomiablemente en distintos campos, como el Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) y la Asociación Cultural Centenario Ermita del Carmen (ACCE).

A causa de la pandemia y de la covid-19, observo que no pocos comercios, negocios, bares y restaurantes han cerrado.

Estoy seguro de que el invencible ánimo de espinariegos y llegados de otros lugares de España, incluidos inmigrantes, pondrán en pie de resurgir económico nuevas actividades e industrias, que les permitirán a ellos y a sus familias vivir de su trabajo.

Que la Administración no les ponga trabas y les facilite llevar a buen término sus iniciativas.

Porque la principal riqueza de un pueblo son sus gentes.

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