Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Bastaría
con levantar la mirada por encima del seto hacia el sur para divisar los montes
de Cueva Valiente y Peña la Casa.
Sé
que por el este se alzan el Montón de Trigo, la Peña del Águila y la Peñota,
aunque el seto crecido me impida verlos.
Por
el norte, sí puedo avistar, entre árboles que yo planté hace años, el cerro del
Caloco.
Y
por el oeste, la pared blanca de la casa no me deja ver Cabeza Renales.
Pero
esta tarde nublada con atisbos de tormenta, que se quedará en nada, aunque
hayan sonado un par de truenos, voy a circunscribirme a los encantos de este
jardín, que sus anteriores propietarios bautizaron juntamente con la casa como
“El sexto pino”, aunque para mí no está más lejos que el quinto pino.
Está
bien cerca, se confunde con mi ser. Curzio Malaparte, de quien releo estos días
Mujer como yo, diría “Jardín como yo”.
Por
doquier está mi mano, que siega el césped, tan difícil de mantener verde y
raso, aunque a mi hijo Guillermo le gusta crecido y salvaje, cuajado de
margaritas y otras flores silvestres.
Ya
he dicho que planté diversos árboles, como un arce y un pino, que han crecido
desmedidamente.
También
planté un arce japonés, regalo de mi amigo de siempre y hoy consuegro Fernando
Matute.
Ya
me encontré plantados y exuberantes el membrillero y las mimosas. El año pasado
no sabíamos qué hacer con tantos y voluminosos membrillos en el septiembre de
Antonio López, que este año una helada tardía ha reducido, si cuajan, a un par
escaso.
Hay
rosas rosadas y rojas, que el viento deshoja sin atender al consejo de Juan
Ramón: “No le toques ya más, que así es la rosa”.
¿Veré
yo convertidos en árboles hechos y derechos los jóvenes tilo, arce y serbal de
los cazadores plantados de la mano de Guillermo, como de la mano de fray Luis
brotó su huerto?
Se
ha alejado el conato de tormenta, se ha acentuado el silencio y revolotean los
gorriones picoteando las migas de pan que les echamos.
Placidez
de alma, serenidad del cielo que ha tornado en azul.
¿Sabían
que al final de su azarosa vida Curzio Malaparte se convirtió al catolicismo?
Yo,
una tarde más, doy gracias a Dios por el regalo ubérrimo que es un jardín como
yo.