Las palabras y la vida
Alberto Martín
Baró
–Mira,
Paco, estas manos llenas de artrosis después de toda una vida dedicada al
tenis.
Quien
así hablaba a Paco, o sea a mi padre, el escritor y poeta Francisco Javier
Martín Abril, era su amigo Federico Couder Grijuela, que había disputado
treinta campeonatos de España en treinta y ocho años de dedicación al tenis
profesional. Su hijo, Juan Manuel Couder Sánchez, abrió la puerta a toda una
generación de brillantes tenistas, como Andrés Gimeno, Manolo Santana, José
Luis Arilla, Juan Gisbert y Manolo Orantes, entre otros que ahora no me vienen
a la memoria.
Mi
padre, que todo el deporte que había practicado en su vida se limitaba a unos
paseos en bici por el Pinar de Antequera con algunos de sus hijos adolescentes,
conservó hasta el final de sus días unas manos finas y elegantes, cuyo único
ejercicio fue teclear en la máquina de escribir el artículo diario que luego
enviaría al Ya, a La Gaceta del Norte, a la Agencia Logos o a El Norte de
Castilla.
Me
ha impresionado un dibujo publicado recientemente en el diario ABC, con las
lesiones de Rafa Nadal localizadas en distintas zonas de su cuerpo. De las 14
reseñadas, me limito a mencionar las que me parecen más graves: fisura en el
tercer arco costal izquierdo, desgarro abdominal, tendinitis y fractura en
ambas rodillas, artroscopia en el tobillo derecho y síndrome de Müler-Weiss en
el pie izquierdo.
El
constante dolor causado por algunas de estas lesiones no ha impedido a Nadal
ganar 90 títulos, de ellos 21 de Grand Slam, lograr 972 victorias y vencer en 63
campeonatos en tierra batida, entre los que sobresalen los de Roland Garros.
Hace
unos días anunciaba su retirada del tenis de competición el suizo Roger
Federer, que ya llevaba años ausente de los grandes torneos y que ha atribuido
su retirada a la importancia de la paternidad, pero en esa decisión ha influido
sobre todo su lesión del menisco derecho que degeneró en necrosis ósea. Ha jugado
el viernes pasado su último partido en la Laver Cup, formando pareja con su
rival y amigo Rafa Nadal frente a Sock y Tiafoe. Y aunque ha perdido, ha
mostrado una vez más su tenis elegante, armonioso y eficaz.
La
gran centrocampista del fútbol femenino Alexia Putellas estará durante un año
alejada de los campos de juego tras ser operada de la rotura del ligamento
cruzado de la rodilla izquierda.
Otro
destacado campeón que ha sufrido el calvario de las lesiones es el piloto de
motociclismo Mark Márquez, que el pasado domingo 18 de septiembre solo pudo
completar una vuelta y media en el circuito MotorLand Aragón.
A
estos ejemplos, conocedores del deporte de élite más versados que yo podrían
añadir sin duda otros muchos, que ponen de manifiesto los estragos que los
durísimos entrenamientos y las no menos duras competiciones causan en la salud,
la anatomía y la fisiología de los grandes campeones.
Mientras
tanto los aficionados a los distintos deportes disfrutan con el espectáculo del
“citius, altius, fortius”, con el “más rápido, más alto, más fuerte”, como reza
el lema de los Juegos Olímpicos, sin cuidarse lo más mínimo de la tragedia de
los ídolos caídos.
Ídolos
que, mientras están en la cima, se preocupan, o deberían preocuparse, de
invertir bien el dinero ganado y conseguir alguna ocupación o trabajo para
hacer frente a un futuro menos glorioso.
Los
médicos suelen recomendarnos a sus pacientes sedentarios que hagamos ejercicio y muy especialmente que caminemos.
Al escritor
se le solía aconsejar “nulla dies sine linea”, ningún día sin escribir aunque
solo sea una línea, siguiendo al pintor griego Apeles de Colofón, el cual,
según Plinio el Viejo, no pasaba ningún día sin pintar al menos una línea.
Yo
me digo a mí mismo que no deje pasar un día sin andar al menos una hora. Pero
con harta frecuencia no cumplo tan sensato propósito.