25 de septiembre de 2022

Del deporte de competición al sano ejercicio físico

 Las palabras y la vida 

 Alberto Martín Baró

–Mira, Paco, estas manos llenas de artrosis después de toda una vida dedicada al tenis.

Quien así hablaba a Paco, o sea a mi padre, el escritor y poeta Francisco Javier Martín Abril, era su amigo Federico Couder Grijuela, que había disputado treinta campeonatos de España en treinta y ocho años de dedicación al tenis profesional. Su hijo, Juan Manuel Couder Sánchez, abrió la puerta a toda una generación de brillantes tenistas, como Andrés Gimeno, Manolo Santana, José Luis Arilla, Juan Gisbert y Manolo Orantes, entre otros que ahora no me vienen a la memoria.

Mi padre, que todo el deporte que había practicado en su vida se limitaba a unos paseos en bici por el Pinar de Antequera con algunos de sus hijos adolescentes, conservó hasta el final de sus días unas manos finas y elegantes, cuyo único ejercicio fue teclear en la máquina de escribir el artículo diario que luego enviaría al Ya, a La Gaceta del Norte, a la Agencia Logos o a El Norte de Castilla.

Me ha impresionado un dibujo publicado recientemente en el diario ABC, con las lesiones de Rafa Nadal localizadas en distintas zonas de su cuerpo. De las 14 reseñadas, me limito a mencionar las que me parecen más graves: fisura en el tercer arco costal izquierdo, desgarro abdominal, tendinitis y fractura en ambas rodillas, artroscopia en el tobillo derecho y síndrome de Müler-Weiss en el pie izquierdo.

El constante dolor causado por algunas de estas lesiones no ha impedido a Nadal ganar 90 títulos, de ellos 21 de Grand Slam, lograr 972 victorias y vencer en 63 campeonatos en tierra batida, entre los que sobresalen los de Roland Garros.

Hace unos días anunciaba su retirada del tenis de competición el suizo Roger Federer, que ya llevaba años ausente de los grandes torneos y que ha atribuido su retirada a la importancia de la paternidad, pero en esa decisión ha influido sobre todo su lesión del menisco derecho que degeneró en necrosis ósea. Ha jugado el viernes pasado su último partido en la Laver Cup, formando pareja con su rival y amigo Rafa Nadal frente a Sock y Tiafoe. Y aunque ha perdido, ha mostrado una vez más su tenis elegante, armonioso y eficaz.

La gran centrocampista del fútbol femenino Alexia Putellas estará durante un año alejada de los campos de juego tras ser operada de la rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda.

Otro destacado campeón que ha sufrido el calvario de las lesiones es el piloto de motociclismo Mark Márquez, que el pasado domingo 18 de septiembre solo pudo completar una vuelta y media en el circuito MotorLand Aragón.

A estos ejemplos, conocedores del deporte de élite más versados que yo podrían añadir sin duda otros muchos, que ponen de manifiesto los estragos que los durísimos entrenamientos y las no menos duras competiciones causan en la salud, la anatomía y la fisiología de los grandes campeones.

Mientras tanto los aficionados a los distintos deportes disfrutan con el espectáculo del “citius, altius, fortius”, con el “más rápido, más alto, más fuerte”, como reza el lema de los Juegos Olímpicos, sin cuidarse lo más mínimo de la tragedia de los ídolos caídos.

Ídolos que, mientras están en la cima, se preocupan, o deberían preocuparse, de invertir bien el dinero ganado y conseguir alguna ocupación o trabajo para hacer frente a un futuro menos glorioso.

Los médicos suelen recomendarnos a sus pacientes sedentarios que hagamos ejercicio y muy especialmente que caminemos.

Al escritor se le solía aconsejar “nulla dies sine linea”, ningún día sin escribir aunque solo sea una línea, siguiendo al pintor griego Apeles de Colofón, el cual, según Plinio el Viejo, no pasaba ningún día sin pintar al menos una línea.

Yo me digo a mí mismo que no deje pasar un día sin andar al menos una hora. Pero con harta frecuencia no cumplo tan sensato propósito.

 

 

 

 

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