29 de enero de 2023

Mal de muchos

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Ya sé cómo sigue el refrán popular. Pero no estoy de acuerdo con que el mal de muchos sea consuelo de tontos. O, al menos, que lo sea siempre.

He vuelto a padecer vértigos, esos vértigos mañaneros que, al levantarte de la cama, hacen que el mundo te dé vueltas y, si consigues ponerte en pie, pierdas el equilibrio y tengas que apoyarte en algo o en alguien para no caerte redondo. Al mismo tiempo, puede que la inestabilidad vaya acompañada de náuseas y ganas de vomitar.

Como suele ocurrirnos con las enfermedades y otros males, cuando los comentamos con familiares, amigos o conocidos, resulta que muchos de ellos también los padecen, o los han padecido. Y resulta inevitable que te cuenten su caso y cómo han combatido y superado ese mal.

De ahí que no me parezca que el mal de muchos sea consuelo de tontos. Aparte del innegable sentimiento de compañía que se crea entre los afectados por el mal de que se trate, está la utilidad de los remedios que a nuestros interlocutores les han servido de ayuda.

Entre tales remedios para el vértigo mañanero hay uno muy generalizado que ya el padre de mi mujer, eminente cardiólogo y endocrino, recomendaba a sus hijos: al levantarse de la cama, no hacerlo de golpe, sino estar un rato sentados en el borde mirando al frente. Les aseguro que funciona, como bien sabe mi querida consuegra Chari Baena.

Como también funcionan los comprimidos Serc, aunque, al tratarse de un medicamento, no me atrevo a aconsejar su toma, como insisten los anuncios de la televisión: “Lea las instrucciones de este medicamento y consulte al farmacéutico”. Dicho sea de paso, siempre me ha llamado la atención que se aconseje consultar al farmacéutico y no al médico. Claro que al farmacéutico lo tenemos más a mano. Tengo la impresión de que mucha gente aprovecha la compra de alguna medicina en la farmacia para un rato de charla o tertulia.

Una amiga de mi hermana Alicia y mía, a la que comenté mis vértigos y que yo tomaba Serc, me dijo que, por su experiencia, más eficaz que Serc era Sulpirida, otro fármaco que, siguiendo la indicación de nuestra amiga Merche, yo también he probado. Y sí, es eficaz contra el vértigo, pero a mí me produce somnolencia.

De pasada les diré que, si leyéramos por entero los prospectos de los medicamentos, ardua tarea por su extensión, no tomaríamos ninguno, tales son los riesgos y efectos nocivos que pueden provocar, aunque nos hayan sido recetados por nuestro médico.

Al final, más o menos, todos hacemos de nuestra capa un sayo y, a pesar de todas las contraindicaciones con las que los fabricantes de los fármacos se curan en salud, seguimos la prescripción del facultativo.

Luego están los trucos o procedimientos que, aparte de los remedios medicamentosos, cada cual ha desarrollado en su lucha contra el vértigo.

A mí me van muy bien unos ejercicios de reeducación vestibular que, estos sí, me recomendó un prestigioso otorrinolaringólogo, y que consisten en tres ejercicios oculares, dos movimientos de cabeza y ojos, y cuatro movimientos de brazos y cuerpo.

Y es que claro que hay males de muchos y remedios generalizados. Pero, al final, cada uno somos un mundo aparte y lo que a uno le ayuda, a otro no, fuera del consuelo que para nada es de tontos.

 

 

 

 

 

 

22 de enero de 2023

Progreso y progresismo

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Con ocasión de los nombramientos de los nuevos magistrados del Tribunal Constitucional (TC), de su presidente Cándido Conde-Pumpido y su vicepresidenta Inmaculada Montalbán, han cobrado, o mejor dicho recobrado, actualidad los términos conservadores y progresistas aplicados a jueces y magistrados.

Yo prefiero aplicar a los dos bloques del TC la no superada división de derechas e izquierdas. No creo que el calificativo de “progresistas” cuadre a la nueva mayoría izquierdista del alto tribunal al que corresponde velar por el cumplimiento de la Carta Magna.

Al actual Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez no se le cae de la boca el mantra del “progresismo” referido a su política, a sus decretos-leyes, a sus medidas económicas y sociales, y en general a toda su actuación en cualquier ámbito nacional o internacional. Y los nuevos jueces y magistrados del TC, afines a la izquierda gobernante, se dejan denominar también “progresistas”.

En contraposición al supuesto progresismo avanzado de la izquierda están la derecha y la ultraderecha, a las que los izquierdistas tachan de retrógradas y fascistas o “fachas”.

He recurrido al Diccionario de la lengua española (DLE) de la RAE para tratar de aclarar qué son el progreso y el progresismo. Progreso, según el DLE, es la “Acción de ir hacia delante” y, en otra acepción, “Avance, adelanto, perfeccionamiento”. Progresismo, de nuevo según el DLE, es “Dicho de una persona o de una colectividad: De ideas y actitudes avanzadas”.

La definición de DLE de progreso por medio de sinónimos como “Avance, adelanto, perfeccionamiento” da por descontado que todo progreso es bueno, pues significa una mejora de lo existente. Y, por lo tanto, también el progresismo y el progresista son mejores que sus opuestos conservadores.

Una somera mirada a la historia de la humanidad y, en concreto, a la de España bastaría para echar por tierra la afirmación de que todo progreso significa avance o perfeccionamiento. El progreso de la agricultura, del aprovechamiento de los bosques, de la industria, de los transportes, de la construcción, ha conllevado a menudo fenómenos como los daños a la naturaleza y al medio ambiente, la contaminación, las aglomeraciones urbanas, las migraciones de pueblos, que no pueden considerarse precisamente como avances o perfeccionamiento.

Por otro lado, el progreso va acompañado con frecuencia de un retroceso en valores espirituales, en libertad, frente al afán de posesiones y riquezas.

Y si el progreso no siempre significa un avance o perfeccionamiento, el progresismo y el progresista tampoco pueden hacer alarde de avance o perfeccionamiento.

Se impone, como cabe deducir de las anteriores consideraciones, distinguir entre progreso material, ceñido exclusivamente al avance técnico o tecnológico, y progreso espiritual, que tiene en cuenta los valores humanos de la persona, como la libertad individual, el amor al prójimo, el desprendimiento, el respeto a la naturaleza y la vida, incluida la vida en gestación, las creencias religiosas, la defensa de la familia, la igualdad real, desde luego entre hombres y mujeres, pero también entre clases sociales, entre ricos y pobres…

Solo esforzándose por alcanzar estas metas podrán derechas e izquierdas denominarse progresistas y trabajar juntas por suprimir o aminorar la brecha que aún existe entre seres y grupos humanos por nacimiento, educación y posibilidades o recursos a su alcance.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

15 de enero de 2023

Un Tribunal Constitucional de mayoría izquierdista

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

A la inmensa mayoría de los ciudadanos no instruidos en Derecho, entre los que me incluyo, nos resulta incomprensible la jerga jurídica con la que los medios de comunicación tratan de informar sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Constitucional (TC).

Para nombrar y renovar a los miembros de estos dos órganos previstos en la Constitución para el recto funcionamiento de las altas instituciones del Estado de derecho, existen, expresados de forma simplificada, dos criterios:

–El criterio de quienes opinan que son los propios jueces los que deben elegir a los jueces.

–El criterio  de quienes avalan el actual sistema de cuotas a propuesta de los partidos políticos, del Congreso de los diputados y del Senado, además del CGPJ.

La elección de jueces por los jueces parecería en principio preservar la independencia del poder judicial frente al legislativo y al ejecutivo. Pero ¡ay! aquí topamos con una innegable realidad: los jueces y magistrados suelen pertenecer a asociaciones judiciales, como la Asociación Profesional de la Magistratura, la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, Juezas y Jueces para la Democracia y el Foro Judicial Independiente, a la mayoría de las cuales se les atribuye un carácter conservador o progresista. Es decir, que hay jueces y magistrados con ideas de derechas o de izquierdas, que son muy libres de profesar, pero que les inclinarán a elegir a sus congéneres de las mismas ideas.

Lo cual me lleva al segundo sistema de nombramiento y elección de jueces y magistrados, en el que intervienen los partidos políticos, el Congreso, el Senado y el COGPJ. Si los líderes de los partidos políticos mayoritarios, los miembros del Gobierno y del poder legislativo tuvieran la convicción y la experiencia de que todos los jueces y magistrados son, como prescribe el Artículo 117 de la Constitución, “independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley”, no tendrían tanto interés en que los nombramientos del los miembros del CGPJ y del TC dependieran de ellos.

El pasado 9 de enero tomaban posesión de sus nuevos cargos los magistrados César Tolosa, María Luisa Segoviano, Laura Díez y Juan Carlos Campo, los cuatro de signo izquierdista, más aún, Juan Carlos Campo fue ministro de Justicia en el primer ejecutivo de Pedro Sánchez y Laura Díez fue directora general del Ministerio de la Presidencia. Así el TC ha pasado de tener 6 magistrados conservadores y 5 izquierdistas a 7 de izquierdas y 4 conservadores.

Dos días después, el 11 de enero, fueron elegidos presidente del TC Cándido Conde-Pumpido en sustitución del conservador Pedro González-Trevijano, y vicepresidenta Inmaculada Montalbán frente al conservador Ricardo Enríquez, no siguiéndose la costumbre de repartir la presidencia y la vicepresidencia del TC entre ambos bloques.

Por si cupiera alguna duda sobre la adscripción y las intenciones de los nuevos miembros del TC, no hay más que ver la satisfacción de los ministros de Sánchez asistentes a la toma de posesión de los mismos, como la vicepresidenta Yolanda Díaz, el ministro de Presidencia Félix Bolaños, que fue jefe de Laura Díez, y la titular de Defensa Margarita Robles.

No quiero significar con estas palabras que todos los jueces y magistrados sean partidistas y, en este caso, izquierdistas, mal llamados progresistas, como si el progreso fuera exclusivo patrimonio de la izquierda. Pero los antecedentes de los nuevos componentes del TC, como Conde-Pumpido en sus tiempos de fiscal general del Estado en el Gobierno de Rodríguez Zapatero y la negociación política con la banda terrorista ETA, y las declaraciones de María Luisa Segoviano abierta a considerar cualquier planteamiento sobre la autodeterminación, hacen abrigar serias dudas sobre su imparcialidad a la hora de defender la Carta Magna y “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indisoluble de todos los españoles”.

 

 

 

 

 

 

 

 

8 de enero de 2023

El mundo de la telefonía

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Pasar por la experiencia de cambiar de compañía telefónica es un trance comparable a un proceso de divorcio que, según cuentan quienes lo han vivido, lo cual no es mi caso, deja amargas secuelas.

Cuando un nuevo operador telefónico te ofrece sus servicios, todo son ventajas y facilidades. Pero ¡ay de ti! si decides cancelar una cuenta. Puedes encontrarte con cláusulas de permanencia que, por no leer la letra pequeña del contrato, ignorabas y que, al ser incumplidas, te representan penalizaciones económicas.

Mi mujer y yo hemos pasado por esta penosa experiencia en medio del supuesto feliz Año Nuevo 2023.

A estas alturas de nuestra relación con las compañías telefónicas y de nuestro uso del móvil que se supone inteligente, aún desconocemos la mayor parte de la terminología y de las siglas que se utilizan en este campo.

¿Usted, apreciado lector, sabría contestarme, así a bote pronto, que significa la sigla ADSL, de uso habitual en el mundo de internet? Yo he tenido que consultarlo en Google. Según el Diccionario de la lengua española (DLE), ADSL es la sigla inglesa de asymetric digital subscriber line, o sea ‘línea de abonado digital asimétrica’, que se define como “Sistema digital de modulación de señales que permite la transmisión a través de la línea telefónica con elevado ancho de banda y mayor velocidad hacia el abonado que desde este hacia la central”. Definición que, al menos a mí, me deja más dudas de las que tenía.

Otra palabra que se usa con frecuencia en este campo es router. De nuevo recurro al DLE, que la define como “Dispositivo que distribuye el flujo de paquetes de información entre redes de la manera más eficaz”. Y también: “Programa informático que realiza las mismas funciones que un router”. Por cierto, que la RAE ya ha introducido entre sus actualizaciones la adaptación al español de router como rúter. Y es posible que su operador le explique que puede utilizar su móvil como rúter radio.

En mi casa de El Espinar, de pronto me he encontrado sin conexión a internet, porque ya el rúter no funcionaba y el operador me informó de que había que instalar fibra óptica. O sea, de nuevo según el DLE, “Hilo o haz de hilos de vidrio altamente transparente por el cual se transmite información a grandes distancias mediante señales luminosas”. Muy bien, pero cuando los técnicos vinieron para instalarla se encontraron con que el cajetín de la comunidad de propietarios estaba lleno. Así que continúo sin internet.

Siguiendo con el cambio de compañía, la anterior y la nueva darán por supuesto que usted sabe qué es la portabilidad. Pues yo no lo sabía y, por si usted se encuentra en mi caso, le brindo la definición del DLE: “Derecho que tiene el usuario de telefonía de mantener su número de operador de telefonía móvil”. También encuentro en Google la definición: “Acción de trasladar el número de teléfono móvil de una compañía de telefonía a otra”. Por mi experiencia, esta definición se ajusta más a la realidad que la del DLE.

Un consejo a modo de conclusión: a no ser por causa de fuerza mayor, y aunque le prometan el oro y el moro, no cambie de operador de telefonía.

 

 

 

 

 

 

 

1 de enero de 2023

Novedades del Diccionario de la lengua española

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

El pasado martes 20 de diciembre de 2022 el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Alonso, y la directora del Diccionario de la lengua española (DLE), la académica Paz Battaner, presentaron la actualización 23.6 de dicho Diccionario.

Esta actualización incluye 3152 novedades, entre las que se encuentran no solo nuevos términos, sino también enmiendas a artículos ya existentes y supresiones.

Por supuesto, no me he leído todas las actualizaciones, que ya se pueden consultar en la página web www.dle.rae.es. Tomo de la comunicación oficial de la RAE algunas de las modificaciones que se incorporarán en la 24.ª edición del DLE que se publicará en 2026, coincidiendo con el tercer centenario de la publicación del primer diccionario elaborado por la RAE, el Diccionario de Autoridades (1726-1739).

Entre los nuevos términos son de destacar los procedentes del ámbito social, como la palabra edadismo, definida como “discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas”.

Otras de las incorporaciones de este ámbito son conspiranoico, “persona obsesiva y desconfiada que ve conspiraciones por todas partes”, micromachismo, “forma de machismo que se manifiesta en pequeños actos, gestos o expresiones habitualmente inconscientes”, y ruralizar, “adoptar prácticas y costumbres rurales en un entorno urbano”.

Hace ya bastantes años, yo me permití en mis traducciones añadir al término brecha la acepción que ahora se incluye en las actualizaciones del DLE: “diferencia o distancia entre situaciones, cosas o grupos de personas, especialmente por la falta de unión o cohesión”.

No podían faltar incorporaciones relativas al ámbito tecnológico, como macrodatos, videojugador, comercio electrónico, obsolescencia programada

Como el mundo gastronómico está de moda, esta actualización del DLE incorpora panetone y panetón, nuevas acepciones de sancocho, en referencia al guiso canario, y compango, en alusión al conjunto de ingredientes cárnicos, ahumados o embutidos, con que se elaboran la fabada y algunos cocidos.

De las ciencias naturales, se incorporan voces pertenecientes a la zoología como dingo, mamífero carnívoro cánido australiano, facóquero, mamífero artiodáctilo africano del grupo de los suidos y mantarraya, especie de elasmobranquio del orden Myliobatiformes, y al ámbito de la medicina como cortisol, hiperinmune, lidocaína o monodosis.

Otras palabras que aparecen en la actualización son micromecenazgo, microplástico, manguito, cuarentañero; las literarias garciamarquiano y cortazariano, o expresiones del habla coloquial como copiota, gusa o habemus.

Esta actualización incluye, asimismo, propuestas que el escritor y académico Javier Marías (1951-2022) presentó ante las comisiones en las que se articula el trabajo académico.

Destaca la adición al término traslaticio de la acepción “perteneciente o relativo a la traducción”, oficio que el académico madrileño ocupó profesionalmente y que fue una de sus pasiones desempeñada con maestría.

En la información proporcionada por la RAE sobre la actualización 23.6 del DLE no aparecen las definiciones de términos que ya se incluyen en la página web www.dle.rae.es, a la que a mí no me ha sido posible acceder por problemas con internet. En cuanto encuentre esas definiciones las transcribiré en una próxima entrada de mi blog.

¡Feliz Año Nuevo, queridos lectores!