22 de enero de 2023

Progreso y progresismo

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Con ocasión de los nombramientos de los nuevos magistrados del Tribunal Constitucional (TC), de su presidente Cándido Conde-Pumpido y su vicepresidenta Inmaculada Montalbán, han cobrado, o mejor dicho recobrado, actualidad los términos conservadores y progresistas aplicados a jueces y magistrados.

Yo prefiero aplicar a los dos bloques del TC la no superada división de derechas e izquierdas. No creo que el calificativo de “progresistas” cuadre a la nueva mayoría izquierdista del alto tribunal al que corresponde velar por el cumplimiento de la Carta Magna.

Al actual Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez no se le cae de la boca el mantra del “progresismo” referido a su política, a sus decretos-leyes, a sus medidas económicas y sociales, y en general a toda su actuación en cualquier ámbito nacional o internacional. Y los nuevos jueces y magistrados del TC, afines a la izquierda gobernante, se dejan denominar también “progresistas”.

En contraposición al supuesto progresismo avanzado de la izquierda están la derecha y la ultraderecha, a las que los izquierdistas tachan de retrógradas y fascistas o “fachas”.

He recurrido al Diccionario de la lengua española (DLE) de la RAE para tratar de aclarar qué son el progreso y el progresismo. Progreso, según el DLE, es la “Acción de ir hacia delante” y, en otra acepción, “Avance, adelanto, perfeccionamiento”. Progresismo, de nuevo según el DLE, es “Dicho de una persona o de una colectividad: De ideas y actitudes avanzadas”.

La definición de DLE de progreso por medio de sinónimos como “Avance, adelanto, perfeccionamiento” da por descontado que todo progreso es bueno, pues significa una mejora de lo existente. Y, por lo tanto, también el progresismo y el progresista son mejores que sus opuestos conservadores.

Una somera mirada a la historia de la humanidad y, en concreto, a la de España bastaría para echar por tierra la afirmación de que todo progreso significa avance o perfeccionamiento. El progreso de la agricultura, del aprovechamiento de los bosques, de la industria, de los transportes, de la construcción, ha conllevado a menudo fenómenos como los daños a la naturaleza y al medio ambiente, la contaminación, las aglomeraciones urbanas, las migraciones de pueblos, que no pueden considerarse precisamente como avances o perfeccionamiento.

Por otro lado, el progreso va acompañado con frecuencia de un retroceso en valores espirituales, en libertad, frente al afán de posesiones y riquezas.

Y si el progreso no siempre significa un avance o perfeccionamiento, el progresismo y el progresista tampoco pueden hacer alarde de avance o perfeccionamiento.

Se impone, como cabe deducir de las anteriores consideraciones, distinguir entre progreso material, ceñido exclusivamente al avance técnico o tecnológico, y progreso espiritual, que tiene en cuenta los valores humanos de la persona, como la libertad individual, el amor al prójimo, el desprendimiento, el respeto a la naturaleza y la vida, incluida la vida en gestación, las creencias religiosas, la defensa de la familia, la igualdad real, desde luego entre hombres y mujeres, pero también entre clases sociales, entre ricos y pobres…

Solo esforzándose por alcanzar estas metas podrán derechas e izquierdas denominarse progresistas y trabajar juntas por suprimir o aminorar la brecha que aún existe entre seres y grupos humanos por nacimiento, educación y posibilidades o recursos a su alcance.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario