Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Ya
sé cómo sigue el refrán popular. Pero no estoy de acuerdo con que el mal de
muchos sea consuelo de tontos. O, al menos, que lo sea siempre.
He
vuelto a padecer vértigos, esos vértigos mañaneros que, al levantarte de la
cama, hacen que el mundo te dé vueltas y, si consigues ponerte en pie, pierdas
el equilibrio y tengas que apoyarte en algo o en alguien para no caerte
redondo. Al mismo tiempo, puede que la inestabilidad vaya acompañada de náuseas
y ganas de vomitar.
Como
suele ocurrirnos con las enfermedades y otros males, cuando los comentamos con
familiares, amigos o conocidos, resulta que muchos de ellos también los
padecen, o los han padecido. Y resulta inevitable que te cuenten su caso y cómo
han combatido y superado ese mal.
De
ahí que no me parezca que el mal de muchos sea consuelo de tontos. Aparte del
innegable sentimiento de compañía que se crea entre los afectados por el mal de
que se trate, está la utilidad de los remedios que a nuestros interlocutores
les han servido de ayuda.
Entre
tales remedios para el vértigo mañanero hay uno muy generalizado que ya el
padre de mi mujer, eminente cardiólogo y endocrino, recomendaba a sus hijos: al
levantarse de la cama, no hacerlo de golpe, sino estar un rato sentados en el
borde mirando al frente. Les aseguro que funciona, como bien sabe mi querida
consuegra Chari Baena.
Como
también funcionan los comprimidos Serc, aunque, al tratarse de un medicamento,
no me atrevo a aconsejar su toma, como insisten los anuncios de la televisión:
“Lea las instrucciones de este medicamento y consulte al farmacéutico”. Dicho
sea de paso, siempre me ha llamado la atención que se aconseje consultar al
farmacéutico y no al médico. Claro que al farmacéutico lo tenemos más a mano.
Tengo la impresión de que mucha gente aprovecha la compra de alguna medicina en
la farmacia para un rato de charla o tertulia.
Una
amiga de mi hermana Alicia y mía, a la que comenté mis vértigos y que yo tomaba
Serc, me dijo que, por su experiencia, más eficaz que Serc era Sulpirida, otro
fármaco que, siguiendo la indicación de nuestra amiga Merche, yo también he
probado. Y sí, es eficaz contra el vértigo, pero a mí me produce somnolencia.
De
pasada les diré que, si leyéramos por entero los prospectos de los
medicamentos, ardua tarea por su extensión, no tomaríamos ninguno, tales son
los riesgos y efectos nocivos que pueden provocar, aunque nos hayan sido
recetados por nuestro médico.
Al
final, más o menos, todos hacemos de nuestra capa un sayo y, a pesar de todas
las contraindicaciones con las que los fabricantes de los fármacos se curan en
salud, seguimos la prescripción del facultativo.
Luego
están los trucos o procedimientos que, aparte de los remedios medicamentosos,
cada cual ha desarrollado en su lucha contra el vértigo.
A
mí me van muy bien unos ejercicios de reeducación vestibular que, estos sí, me
recomendó un prestigioso otorrinolaringólogo, y que consisten en tres
ejercicios oculares, dos movimientos de cabeza y ojos, y cuatro movimientos de
brazos y cuerpo.
Y
es que claro que hay males de muchos y remedios generalizados. Pero, al final,
cada uno somos un mundo aparte y lo que a uno le ayuda, a otro no, fuera del
consuelo que para nada es de tontos.
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