26 de enero de 2020

Los hijos


 Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

No hay duda de que el problema principal que tiene la educación en España es el pin parental implantado en los centros escolares de Murcia por el gobierno de esta comunidad autónoma. Que el sistema educativo español esté por debajo de la media de los 37 países que forman parte de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en el Informe PISA que elabora anualmente dicha organización no tiene ninguna importancia. Como tampoco la tiene que ninguna universidad española esté entre las diez primeras del mundo por la calidad de su enseñanza.
He de reconocer que, hasta que no ha saltado la polémica en los medios de comunicación sobre el pin parental, yo ignoraba lo que significaba esta denominación. ¿Sería algo así como el número que te pide para entrar el ordenador o el teléfono móvil después de haberse quedado sin carga la batería? Pues no. Se trata de permitir a los padres de alumnos que autoricen o no la asistencia de sus hijos a determinadas actividades extraescolares, en especial las destinadas a impartir enseñanzas que afectan a lo religioso y lo moral.
Los que defienden este control parental apelan al artículo 27, 3 de la Constitución Española, que establece lo siguiente: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
En contra del pin parental han salido en tromba la ministra de Educación, la de Igualdad, el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana –en un acto del PSOE que nada tenía que ver con la educación– y el presidente del Gobierno.
Especial eco, por ser la titular del ministerio de Educación, han tenido las declaraciones de Isabel Celáa en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros del viernes 17 de enero: “No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”.
Plantear la discusión sobre el pin parental en términos de a quién pertenecen los hijos es un craso error. Por supuesto, señora Celáa, que a los hijos no los inscribimos en el Registro de la Propiedad, sino en el Registro Civil. ¿Quiere esto decir que los hijos pertenecen al Estado o al Gobierno de turno?
Semejante concepción nos retrotrae a los sistemas comunistas más totalitarios que ha habido en la historia y que hoy están vigentes en países tan progresistas y prósperos como Cuba, Corea del Norte, Vietnam…, y forman coalición con los socialistas en el actual Gobierno de España.
Hablamos de “mis” hijos y de “tus” hijos, como la Constitución habla de “sus” hijos refiriéndose a los de los padres. Habrá que erradicar del lenguaje esos adjetivos posesivos.
Y, al mismo tiempo, habrá que utilizar el lenguaje inclusivo, para no referirnos solo a los padres, como hace la Constitución, sino a los “padres y madres” Que la Real Academia Española haya rechazado la petición de la vicepresidenta primera de reformar la Constitución teniendo en cuenta el lenguaje inclusivo es una muestra más del autoritarismo retrógrado y machista de esta institución.
Al leer ciertas declaraciones de la nueva directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Jimeno, y su libro Sex, en el que promueve el sexo violento y defiende la pornografía, entre otras joyas que no voy a reproducir, entiendo la preocupación de los padres –perdón, y madres– de Murcia por el adoctrinamiento sexual de sus hijos –e hijas–.
¿Sabría usted, querido lector descifrar lo que significan las siglas LGTBI, eso suponiendo que a la hora de escribir este artículo no se hayan añadido algunas letras más? Pues es muy importante que los alumnos de nuestros centros escolares se pongan al día en la diversidad de opciones sexuales que se les presentan y que nada tienen que ver con la constitución natural de sus cuerpos. Tengo familiares y amigos que son homosexuales y viven con toda normalidad su homosexualidad, sin hacer de ella un motivo de confrontación ni de orgullo. ¿Por qué “orgullo gay”?
El ser humano es durante mucho tiempo una de las criaturas más desvalidas, que necesita de la alimentación y de los cuidados de su familia para poder sobrevivir. Es responsabilidad de los padres atender a estas necesidades.
Y, cuando los niños están en edad de aprender, los padres tienen el derecho y el deber de procurarles la enseñanza en el centro escolar que elijan, si es que tienen la posibilidad de esta elección. Y, en todo caso, tendrán el derecho y el deber de participar a través de las asociaciones de madres y padres, las AMPA –aquí sí se ha impuesto el desdoblamiento–, junto con toda la comunidad educativa, en la elaboración de los planes de estudios. Una urgencia, frente a falsas prioridades, sería lograr un gran pacto educativo entre las distintas fuerzas políticas que ponga fin a la larga e inoperante sucesión de leyes de educación.
Pero este pacto no interesa al presidente del Gobierno, ocupado en dialogar con independentistas de los que depende su presidencia.

19 de enero de 2020

El Gobierno de Pedro Sánchez


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Me he tomado el trabajo de leer detenidamente los currículos de los nuevos ministros del Gobierno nombrados por Pedro Sánchez y he de reconocer que, en su mayoría, cuentan con una larga experiencia en el sector público y no pocos poseen títulos universitarios y han ejercido la docencia en distintos periodos de su vida. Sin embargo, ninguno ha trabajado en la empresa privada.
No comparto la adscripción ideológica y partidista de muchos de ellos, y ellas, pero es lógico que Pedro Sánchez haya vuelto a contar para este nuevo equipo ministerial con quienes ya fueron titulares de carteras en la anterior legislatura, a saber, Carmen Calvo, ahora vicepresidenta primera y ministra de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática; Nadia Calviño, vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital; Teresa Ribera, vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico –será por nombres–; José Luis Ábalos, ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, antes Fomento; Margarita Robles, ministra de Defensa; Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior; Isabel Celáa, ministra de Educación y Formación Profesional; María Jesús Montero, ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno; Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo; Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación; y Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación. A estos se han añadido en el nuevo Gobierno Arancha González Laya en Exteriores, Juan Carlos Campo en Justicia, José Luis Escrivá en el nuevo ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, Carolina Darrrías en Política Territorial y José Manuel Rodríguez en Cultura y Deporte.
Los 17 ministerios del anterior ejecutivo han pasado a ser 22 y, frente a una vicepresidencia, en el presente hay cuatro. Se han desdoblado carteras y se han creado otras para dar cabida a los miembros de Unidas Podemos: junto a Pablo Iglesias, que asumirá la vicepresidencia segunda con la gestión de Derechos Sociales y la Agenda 2030, Irene Montero será ministra de Igualdad; Yolanda Díaz, ministra de Trabajo; Alberto Garzón, titular de Turismo, ministerio de nueva creación; y Manuel Castells ministro de Universidades, que se ha desgajado de Ciencia e Innovación. Si a estos ministerios añadimos las secretarías de Estado, las direcciones generales, las asesorías, los observatorios y demás departamentos con sus correspondientes encargados y despachos, el gasto económico será enorme.
Costará aprenderse el nuevo organigrama, si es que los independentistas de ERC permiten el encaje de bolillos del gobierno de coalición. Podemos tragará lo que sea con tal de permanecer en el poder, aunque sea con las limitaciones impuestas por Sánchez, del mismo modo que Pablo Iglesias ha pasado de reprobar a la anterior ministra de Justicia a apoyar su nombramiento como fiscal general del Estado. Otras incoherencias de la pareja Iglesias-Montero, que no hace mucho clamaban contra las empresas que incluían a matrimonios en sus Consejos de Administración o en otros departamentos, o criticaban con saña a Luis de Guindos por su costoso dúplex, antes de adquirir el megachalet de Galapagar sin que sus bases populistas se lo hayan reprochado, tales cambios de ideas y conductas no llaman la atención ni desentonan en el reino de la incongruencia y de la falta de palabra de Sánchez.
Valoración aparte merece la calificación que ha hecho Sánchez de la trayectoria de Dolores Delgado como “impecable” y de probada independencia. Si ya es cuestionable nombrar fiscal general del Estado a quien horas antes ha ocupado el ministerio de Justicia, el ejercicio en el mismo de Dolores Delgado ha estado plagado de ineficacia y de sombras. Las grabaciones de Villarejo en una francachela con la entonces fiscal de la Audiencia Nacional y con el exjuez Baltasar Garzón contienen, además del insulto de “maricón” a quien más tarde sería compañero de “Lola” en el gobierno de Sánchez, el comentario tan feminista de que ella, en caso de ser juzgada, prefería un tribunal de hombres, “de tías no quiero”, y su connivencia con el prostíbulo montado por Villarejo para obtener “información vaginal” de importantes personalidades. Y al comentar que algunos jueces y magistrados habían mantenido relaciones sexuales con menores en un viaje a Colombia, posiblemente Dolores Delgado estaba incurriendo en un delito al no denunciar tal comportamiento ante las instancias judiciales pertinentes. Todo ello ciertamente “impecable”.
¿Y qué pide el presidente Pedro Sánchez a la nueva fiscal general del Estado? Que sea Independiente y que cumpla y haga cumplir la Ley. Como si tales exigencias fuera posible no satisfacerlas. O sí, a juicio de alguien que, en una entrevista en Radio Nacional, preguntó al entrevistador: “¿De quién depende la Fiscalía?” A la tímida respuesta de que “Del Gobierno”, Sánchez concluyó: “Pues ya está”.
Pero todo sea para “desjudicializar” la política en aras del diálogo con quienes solo se sientan a hablar, en una mesa entre iguales, si se aceptan sus condiciones previas: la autodeterminación y la puesta en libertad de los políticos presos “injustamente” condenados a severas penas de cárcel e inhabilitación.

12 de enero de 2020

El Parlamento de España ya no es español


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

La investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España se ha caracterizado por una serie de circunstancias que se pueden resumir como sigue:
1. Es la primera vez en la historia de nuestra democracia, desde la aprobación en referéndum por la mayoría del pueblo español de la Constitución de 1978, que se presenta a la investidura un candidato apoyado por una coalición de partidos, en este caso el PSOE y Unidas Podemos (UP).
2. Esta coalición, que ya pudo haberse formado después de las elecciones del 28 de abril de 2019, no se llevó efecto por las profundas discrepancias entre los líderes de ambos partidos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. A Pedro Sánchez –recordemos sus propias declaraciones– le quitaba el sueño, no solo a él, sino también al 95 % de los españoles, la posibilidad de introducir en el Consejo de Ministros a Pablo Iglesias y a otros miembros de la formación podemita.
3. 48 horas después de las elecciones del 10 de noviembre de 2019, sin que las posiciones de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias, y de sus respectivos partidos, hayan cambiado en lo sustancial, y sin tantear cualquier posibilidad de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas, se firmó un pacto entre el PSOE y UP.
4. Como la suma de los 120 diputados del PSOE y los 35 de UP estaban lejos de la mayoría absoluta, que en el Congreso español se cifra en 176, Sánchez tuvo que iniciar unas negociaciones con otras agrupaciones políticas para conseguir, si no dicha mayoría absoluta, al menos una mayoría simple en segunda vuelta, a saber obtener más síes que noes.
5. El resultado de la votación de la mañana del 6 de enero ha sido también la victoria más escuálida de nuestra historia democrática: 167 votos a favor (PSOE, UP, PNV, Más País, Teeruel Existe, BNG, Compromis y NC) frente a 165 votos en contra (PP, Vox, Cs, JpC, CUP, Navarra Suma, PRC y CC) y 18 abstenciones (ERC y Bildu).
6. Nada menos que diez partidos, entre los que se cuentan comunistas, nacionalistas y regionalistas, han dado su sí a la candidatura de Sánchez, mientras que se han abstenido los independentistas catalanes de ERC y los herederos de los terroristas vascos de Bildu. Habrá, sí, Gobierno, pero es problemático que haya gobernabilidad. La intervención del portavoz de ERC Gabriel Rufián ha dejado bien claras las exigencias de su formación: autodeterminación, amnistía para los presos sediciosos y mesa de negociación entre Gobiernos al mismo nivel. Por si hubiera alguna duda sobre la postura de ERC, su diputada Montserrat Bassa puso el broche de oro de las preocupaciones republicanas: “Me importa un comino la gobernabilidad de España. No son solo los jueces, ustedes (al PSOE) también son verdugos”. Tales declaraciones hacen presagiar una legislatura no solo breve, sino además marcada o bien por la traición y prevaricación de Sánchez si concede lo que legalmente no puede dar, o bien por la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. ¿Y van…?
6. Frente al bipartidismo, tan denostado por no pocos analistas políticos y las formaciones que venían a regenerar nuestra democracia, ahora impera en las Cortes españolas un regionalismo o cantonalismo que nos retrotrae a 1873 y la Primera República. España tiene un Parlamento que ha dejado de ser español. Los diputados que se sientan en sus escaños, con la excepción de los constitucionalistas, entre los que ya no se cuenta el PSOE de Sánchez, solo miran por los intereses de sus regiones, que ellos pretenden “naciones”. Junto a los independentistas catalanes declarados, que no solo aspiran a la secesión de España, sino a la creación de un Estado independiente en forma de república, están también representados en el Congreso diputados del País Vasco, que solo se sienten vascos, no españoles, y de una manera menos abrupta que los independentistas catalanes trabajan asimismo por su independencia; el BNG, Nueva Canaria, Cmpromis y hasta Teruel Existe, únicamente interesados por sus hasta ahora Comunidades Autónomas, “naciones” para Iceta y otras lumbreras.
7. Bajo el señuelo del progresismo se agazapan ideologías y prácticas que han demostrado ser funestas no solo para el desarrollo económico y la creación de puestos de trabajo, sino también para la democracia, la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos, lo que es patente en regímenes como el bolivarismo de Venezuela que defienden los comunistas podemitas.
8. Se ha tildado a Pedro Sánchez de “mentiroso compulsivo”. Puede que sí haya mentido. Pero a mí me preocupan, más que sus mentiras, su falta manifiesta de principios éticos, su incoherencia al afirmar una cosa y su contraria, su palabra carente de todo valor.
9. Se ha instalado en la vida política el frentismo de unos bloques incapaces de llegar a acuerdos por el bien común de una España sustituida por “este país”.
Y 10. ¿A qué vienen al Parlamento hasta ahora español los independentistas y nacionalistas de toda laya? ¿A cobrar un sustancioso sueldo por atacar a las instituciones que se lo pagan? Culpa también del Estado y de los votantes.

5 de enero de 2020

El prójimo


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

He empezado el año con un nuevo móvil. No ha sido pretendido, pero ocurrió que el cristal del anterior se rompió al caérseme el hoy imprescindible artilugio, y el dependiente de la tienda a la que acudí me convenció para adquirir un aparato con más megas y prestaciones.
Como es obvio, le pedí que me descargara en el recién adquirido teléfono todos los números y direcciones de correo de mis contactos. Cuando vio que estos superaban la cifra de 1600 se quedó asombrado, como también me extrañé yo. No era posible. El joven, que a mi pregunta por su procedencia me respondió que era natural de Bangla Desh, pasó todos los datos a mi flamante móvil. Días después descubrí que muchos contactos estaban registrados hasta tres veces. Aun así, después de borrar los datos repetidos, han quedado más de 500 contactos. A bastantes de ellos no soy capaz de ponerles cara, y su nombre, el número de su móvil y su correo electrónico no me dicen nada.
Mi intención no era abrumar al lector con una introducción tan prolija. Quería simplemente constatar, una vez más, cómo los llamados móviles inteligentes nos han cambiado la vida. En las pasadas fiestas de Navidad y Año Nuevo, las felicitaciones que he recibido, y mandado, han sido a través del whatsapp o del correo electrónico, con la excepción de algunas llamadas de voz. Prácticamente, al menos en mi caso, han desaparecido los christmas, a los que en tantos años de vigencia no conseguimos encontrarles una denominación equivalente en español. Como tampoco hemos hallado un nombre castellano para el whasapp, al que algunos castellanizan como guasap con no demasiada aceptación.
Esta corriente de buenos deseos con que, en ocasiones una sola vez cada año, nos comunicamos con familiares, amigos y conocidos, he tenido a veces la tentación de minusvalorarla. Pero esta vez me he esforzado por llenarla de contenido. No está nuestra existencia actual tan sobrada de lazos de armonía y buena voluntad como para menospreciar cualquier manifestación, por pequeña que sea, de comunicación fraternal.
Me comentaba hace unos días al salir de misa un cuñado de mi mujer que cómo se nos puede mandar amar a Dios. Le dije que yo también me he preguntado más de una vez por el sentido del primer mandamiento del Decálogo.
El amor a Dios no solo se prescribe en el Antiguo Testamento, así en el Deuteronomio 6, 5: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. También Jesús, en respuesta a un fariseo que le preguntaba para ponerle a prueba cuál era el principal mandamiento de la Ley, le contestó con las mismas palabras del Deuteronomio. Mas añadió:
–Este mandamiento es el principal y primero. Pero el segundo es equivalente al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22, 34-40).
En el Evangelio de San Lucas, un doctor de la Ley, ante la equiparación que hace Jesús del amor a Dios y el amor al prójimo, le preguntó:
–¿Y quién es mi prójimo?
A esta pregunta, Jesús responde con la parábola del buen samaritano. Todos la conocemos. Mientras que un sacerdote y un levita pasan de largo ante un hombre al que han robado unos ladrones en el camino de Jerusalén a Jericó y abandonado mal herido, un samaritano, o sea alguien a quien los judíos creyentes despreciaban, que también pasaba por allí, se conmovió, se acercó y le curó las heridas. Después le puso sobre su propia montura, le condujo a un albergue y le dio al posadero dinero para que le cuidara.
–¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? –le preguntó Jesús al doctor.
–El que tuvo compasión de él –le respondió aquel.
Y Jesús le dijo:
–Pues ve y haz tú lo mismo (Lucas 10, 25-37).
“El que dice que ama a Dios y aborrece a su hermano es un mentiroso, porque quien no ama a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Así de contundente se expresa el apóstol Juan en su primera carta (1 Juan 4, 20).
Pero sigo sin aclararme la dificultad de amar a un Dios a quien no vemos. Y, además, con un amor que se nos prescribe como mandamiento. El mismo Jesús, cuando los discípulos le piden que les enseñe a orar, les propone la oración del Padrenuestro. Es decir, que Dios quiere que nos dirijamos a él como a un padre. Dios nos ha amado primero. Nada tiene de extraño que se nos mande amarle.
De todos modos, al prójimo, al hermano, siempre los tenemos cerca de nosotros. No a todos podemos quererlos con amor de simpatía. Pero a todos podemos ayudarles y prestarles pequeños y no tan pequeños servicios. Interesarnos y preocuparnos por ellos. O, por lo menos, desearles en estos días paz y felicidad
Paz y felicidad que yo, querido lector, le deseo de todo corazón.