por Carmen Silva
(Se puede ver una
breve biografía de Carmen Silva en la entrada El brindis que no pude hacer.)
Los laboratorios
farmacéuticos, los investigadores, los médicos y los enfermos desahuciados
deberían celebrar un congreso para que entre todos descubrieran la fórmula para
comercializar el cariño. Tal vez consigan crear un jarabe, un blíster con
pastillas o inyectables, pues poco puede importarnos el pinchazo de una
inyección si nos asegura una vida feliz. Puedo dar fe de que el cariño es más
curativo que toda la farmacopea reunida, mucho más que el descubrimiento del
doctor Fleming, más que las máximas recomendaciones de Sigmund Freud, que a fin de cuentas lo razonaba todo con
la parte más material, pero incluida en las recetas de comunicación, de
proximidad, de unión, de cariño: el sexo. Para Freud, toda dolencia necesitaba
una buena dosis de sexo, y es posible que tuviera razón, porque la psique
humana odia la soledad. No es bueno que el hombre esté solo, sentenció Dios
después de la creación de Adán. Y de esta sentencia nació Eva. Hasta aquellos,
entre los que me incluyo, que decimos amar la soledad y la independencia,
mentimos al decirlo. No se trata de una mentira deliberada, amamos la soledad
siempre que podamos optar por la compañía en un momento determinado.
Las
manifestaciones de cariño son diversas, pero solo podemos considerarlas reales
cuando van dirigidas a la consecución de un deseo no material del enfermo,
cuando nuestros actos buscan la felicidad del ser querido.
Como
casi todo el mundo, tengo mis aficiones, mis manías y mis caprichos.
Puedo
asegurarles que he visto la muerte muy cerca de mi persona y que la mayor
satisfacción me la ha dado una hija que, tras advertirme su disconformidad con
su propio acto, me ofrece llevarme adonde yo sola no podría ir para cumplir un compromiso
adquirido que me producía felicidad. Eso se llama Amor.
Recibir
cientos de correos electrónicos, de whatsapps, de llamadas telefónicas a las
que no contestaba…, todo eso es cariño
Ante
esto me dirán ustedes que eso puede suceder cuando se tiene mucha familia o
muchos amigos, y es cierto, pero díganme: ¿han dado ustedes cariño cuando
alguna persona cercana lo necesitaba?
El
cariño cura, pero no se fabriquen ustedes un cariño a su medida, sino a la
medida del que lo necesita. Y, sobre todo, no administren la medicina con
efectos secundarios, con contraindicaciones o contrapartidas.