30 de marzo de 2017

La actualidad

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
El periodista y todo profesional que trabaja en los medios de comunicación deben estar continuamente dispuestos a reaccionar ante los cambios imprevistos que nos depara la actualidad.
La actualidad, por definición, siempre ha sido y es efímera, mudable. Mutabilidad que, en nuestros días, está acentuada por factores como la globalización y la conexión en tiempo real con cuanto sucede en cualquier parte del mundo.
Ello exige del reportero, del corresponsal, pero también del articulista de opinión, flexibilidad y capacidad de adaptarse a la noticia candente. Más de una vez, por causa de un inesperado suceso, o a la espera de los resultados de unas elecciones, he tenido que cambiar o aplazar el artículo que tenía preparado para entregar a El Adelantado.
Las emisoras de radio y las cadenas de televisión interrumpen su programación para informar del último atentado, como el ocurrido en Londres el pasado miércoles 22 de marzo, que ha conmocionado de nuevo al Occidente civilizado.
Aún estábamos comentando el enésimo anuncio de desarme de los encapuchados de ETA, cuando el terrorismo islámico les roba la atención y el protagonismo mediáticos. Porque no olvidemos que uno de los principales fines de toda acción terrorista es la propaganda, el mantenimiento y la extensión del temor en la población civil, con vistas a la consecución de sus propósitos, por inalcanzables que puedan parecer.
A raíz de la difusión de la supuesta voluntad de ETA de entregar las armas, y de las negociaciones del Gobierno de Rajoy con el PNV para conseguir la aprobación de los presupuestos generales del Estado, salta la exigencia nacionalista del acercamiento de los presos de ETA, en la consabida conducta chantajista a la que nos tiene acostumbrados el nacionalismo cada vez menos disimuladamente independentista o declaradamente secesionista.
Junto a las novedades inesperadas están otras configuraciones de la actualidad, como los días dedicados a recordar un asunto o un problema: el Día Internacional de la Mujer, el Día del Síndrome de Down, el Día Internacional de la Felicidad, el Día Mundial del Agua, o el Día Internacional de la Vida, por citar solo algunas de las efemérides más recientes.
Puestos a expresar buenos deseos, o a combatir y cambiar conductas negativas, a la ONU, o a otros organismos patrocinadores de tales consignas, apenas les van a quedar días al año para sus bienintencionadas campañas. Si a la lucha contra el cáncer se agregan en sucesivas jornadas las demás enfermedades que amenazan y minan la salud humana, habrá que pensar en sumar días a los 365 del año sidéreo, 366 si es bisiesto.
Me ha causado grata sorpresa descubrir que existe un día consagrado a la felicidad. ¡Ahí es nada! Como si fuera posible saber en qué consiste ese estado dichoso al que todos aspiramos.
Deseamos a los recién casados que sean felices, se publican listas de los países en los que sus habitantes son más felices que los de otros. Se adoptan criterios para medir el mayor o menor estado de felicidad.
En el último informe de la ONU sobre el Índice de Felicidad se combinan seis variables: el producto interior bruto, las ayudas sociales, la esperanza de vida, la libertad, la generosidad y la falta de corrupción. Según tales baremos, en los que predomina un enfoque social y político, los más felices serían los noruegos, seguidos de daneses, islandeses, suizos y finlandeses. España ocupa el puesto 34 en esta clasificación.
En un plano más personal, salud, dinero y amor son tres requisitos que la sabiduría popular considera indispensables para que los individuos seamos dichosos. Otros ingredientes que se nos pueden ocurrir para una receta de la felicidad, como una familia bien avenida, amistades fieles, trabajo gratificante, bienestar y alegría de vivir, estarían incluidos en esa contundente triada.
Pertrechados con una buena salud, con unos recursos materiales suficientes para una vida aceptable y con la más satisfactoria de las emociones, el amor, el cariño de la pareja, de padres, hijos y demás familiares, de los amigos, los vaivenes de la actualidad no sacudirán ni harán tambalearse el sólido edificio de nuestra más profunda identidad.


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