26 de noviembre de 2023

El muro

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

No soy yo, ni es la prensa conservadora, los que hemos sacado a colación el término “el muro” para referirnos al verdadero, mejor dicho el único, objetivo de Pedro Sánchez. Fue el propio presidente aún en funciones del Gobierno quien en el debate de investidura aseguró: “Si algo ha dejado claro la derecha reaccionaria es que no se va a detener. Por eso en este debate estamos eligiendo algo muy importante: o bien alzamos un muro ante estos ataques recurrentes a los valores de la España democrática y también constitucional, o bien les damos salvoconducto”.

O sea, lo que presenta como objetivo de su legislatura es alzar un muro que haga imposible la alternancia en el Gobierno de la Nación española, es decir, que haga imposible la democracia y le perpetúe a él en el poder.

La falacia de tal necesidad de “alzar un muro” es fácil de demostrar. Si algo ha caracterizado a la derecha, sea reaccionaria o ultraderecha –los términos con los que Sánchez siempre se dirige a la oposición–, en la pasada legislatura, por no remontarnos más lejos, es la falta o la debilidad de ataques a su gobierno, y menos aún a los valores de la España democrática y constitucional.

¿Quién se ha aliado o pactado con las fuerzas políticas que se proponen abiertamente destruir la España constitucional, a saber, ERC, Junts y Bildu, y antes que con estos partidos independentistas, con los comunistas de Podemos y Sumar, a los que ha sentado en el Consejo de Ministros sin que le quitaran el sueño?

Pues bien, el muro que Sánchez propone alzar trae inevitables resonancias al que en tiempos no muy lejanos dividió en Alemania al comunismo y la democracia, impidiendo que los habitantes del Este, paradójicamente denominado “democrático”, pudieran pasarse al Oeste federal, éste sí demócrata.

Es lo que trae consigo hablar de muro. Un muro tiene una doble función: por un lado, impide a los de fuera entrar, y por otro, encierra a los que están dentro no dejándoles salir.

¿Pretende Sánchez encerrar a cuantos le han votado dentro de los muros de un socialcomunismo, que se cuida mucho de denominarse como tal? ¿Qué son Podemos y Sumar sino comunistas, eso sí vergonzantes, que no se atreven a presentarse como tales, pero defienden todo lo que a lo largo de la historia y en el presente ha conducido a los pueblos que lo han abrazado, o sufrido, a la pobreza y a la falta absoluta de libertad? ¿Éste es el programa que Sánchez plantea a los que se parapeten tras ese muro que él propone alzar?

Es llamativa la renuencia de los socialistas a abandonar el PSOE, o a dejar de votarlo, aunque estén en desacuerdo con la ley de amnistía que es, no lo olvidemos, el principal campo de batalla del que ha dependido la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno. Una amnistía que, antes de las elecciones del 23J, ministros de Sánchez como Grande-Marlaska y María Jesús Montero, y el propio Sánchez, declararon que consideraban claramente inconstitucional. ¿Se encuentran los socialistas que se oponen a la ley de amnistía enclaustrados tras un muro que les impide saltar a la libertad, como el muro de Berlín no dejaba a los habitantes del Este otra alternativa que jugarse la vida si querían escapar del encierro?

No estuvo afortunado Pedro Sánchez al mentar el muro en la casa que comparte con los comunistas, los de Sumar, aunque haya dejado fuera del confort de los Ministerios y otras prebendas a los cinco diputados también comunistas de Podemos.

Que, no lo dude, cuando comprueben que con él ya no tienen nada que ganar, ni que perder, le dejarán en la estacada, siguiendo la inveterada tradición de traiciones del comunismo.

 

 

 

19 de noviembre de 2023

Golpe de Estado

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

A Franzina Armengol no le gustó la expresión “golpe de Estado”, que utilizó Santiago Abascal en la sesión de investidura de Pedro Sánchez para referirse a la operación montada por el candidato con Bildu, ERC y Junts para salir investido presidente del Gobierno.

¿Qué digo, a Franzina Armengol no le gustó? ¡Si la presidenta de las Cortes no es más que un muñeco riente que largó el discurso que le había preparado Sánchez o alguno de sus tropecientos asesores! Franzina Armengol, como premio a haber perdido las elecciones autonómicas y el gobierno de Baleares, ha sido colocada en ese puesto, la tercera autoridad del Estado español tras el Rey y el presidente del Gobierno, que le viene grande por los cuatro costados.

Pero dejaré a Franzina Armengol que disfrute de sus momentos de inmerecida gloria y me centraré en el principal culpable del golpe de Estado que denunció el miércoles pasado el presidente de Vox.

Porque lo que parecen ignorar tanto Armengol como Sánchez es que un golpe de Estado se perpetra no sólo mediante la “Usurpación violenta del gobierno de un país” (Diccionario panhispánico de dudas), sino también por el “Desmantelamiento de las instituciones constitucionales sin seguir el procedimiento establecido” (Diccionario panhispánico del español jurídico).

O sea, que no hace falta ejercer violencia física o armada, que solemos asociar a una sublevación o asonada militar, para que se produzca un golpe de Estado.

Golpe de Estado es también el desmantelamiento de las instituciones constitucionales que fuera de los cauces reglamentarios ya estaba preparando Pedro Sánchez cuando todavía era presidente en funciones del Gobierno.

Ciertamente es Pedro Sánchez el principal responsable del golpe de Estado y como tal le acusó Santiago Abascal. Pues ha sido Sánchez quien, para salir investido presidente del Gobierno y seguir al menos cuatro años más en La Moncloa, ha subvertido los principales cimientos de la Constitución, como son la unidad de la Nación española, la separación de poderes y la igualdad de todos los españoles ante la ley.

Pero en este atropello a la legalidad constitucional vigente no ha estado solo. Ha contado con la anuencia borreguil y pastueña de un PSOE, que hace tiempo se fue dejando por el camino la E de Español, la O de Obrero y la S de Socialista, y últimamente también se ha quedado sin la P de Partido, convertido en un aplaudidor a la china o la norcoreana de los antojos del líder. Lo cual no les exime a sus 120 diputados de responsabilidad en el golpe de Estado, más grave si cabe en un ministro, una ministra o un alto cargo que, por su condición de juez, jueza o catedrática de Derecho Constitucional –sí, Fernando Grande-Marlaska, Margarita Robles o Carmen Calvo, por citarlos con sus nombres y apellidos–, no podían ignorar la prevaricación que estaban cometiendo.

Y he dejado para el último lugar a los independentistas catalanes, aunque bien podrían ocupar el primero y más responsable en la perpetración del golpe de Estado, que primero se llevó a cabo en Cataluña y luego, mediante los pactos de ERC y Junts con Sánchez, ha extendido sus tentáculos al resto de lo que ya difícilmente podemos denominar España.

Una España en la que los golpistas son amnistiados, los jueces perseguidos, el Estado despojado de sus mecanismos de defensa y más de la mitad de los ciudadanos ya no somos iguales ante la ley y nos vemos privados de los más elementales derechos.

Este es el programa con el que Pedro Sánchez Pérez-Castejón, en un día aciago para la Nación española, ha sido investido presidente del Gobierno.

 

 

 

12 de noviembre de 2023

El Sauce Curvo

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Desde luego, se puede leer Lejos del Sauce Curvo, la novela de Francisco Rodríguez Tejedor a la que dedicamos la tertulia de “El libro del mes” del pasado 9 de noviembre, sin haber leído Memorias del Sauce Curvo, obra del mismo autor, de la que nos ocupamos en la tertulia del 6 de abril de 2016, también presentada, como en esta ocasión, por Javier de la Nava.

Pero la lectura de Memorias del Sauce Curvo nos permite ahondar en las raíces de Germán, el protagonista de ambas novelas, y conocer sus andanzas y travesuras de niño en el pueblo, Sacecorbo, en el que nació el autor y en el que se desarrolló su infancia. Un pueblo pobre de la provincia de Guadalajara, dedicado a la agricultura y, en menor medida, a la ganadería, que en la actualidad cuenta según el Instituto Nacional de Estadística (INE 2022) con 99 habitantes, mientras que a mediados del siglo XIX su población ascendía a 455 habitantes.

El autor y Javier de la Nava hacen hincapié en la realidad de la España vaciada, de la que Sacecorbo, por Paco Rodríguez Tejedor bautizado con el poético nombre, más o menos basado en raíces etimológicas, de Sauce Curvo, es un típico exponente.

Esta segunda novela se estructura en dos partes, diferenciadas también por el tipo de letra, en redonda la que relata la vida actual del protagonista, y en cursiva la que refiere sus recuerdos.

En los recuerdos de Germán desempeñan un papel primordial sus estudios en el internado del Sagrado Corazón de Jesús de Sigüenza. Era la forma en que, en aquella época, los chicos podían salir del pueblo y de sus limitaciones, gracias a una beca, como en el caso de Germán, y siempre del esfuerzo económico y del sacrificio de los padres.

La novela es un homenaje a esta generación de los padres de Germán la generación de la posguerra. El pueblo de Sacecorbo durante la guerra quedó entre las dos fuerzas combatientes.

En la parte referida a la actualidad se nos narra con fechas y datos históricos la Transición que reconcilió a los españoles de ambos bandos.

La familia de Germán llega un momento en que se traslada a Madrid en busca de una mejor situación económica, como hicieron otras muchas familias del Sauce Curvo, que emigraron a Barcelona o a otras ciudades españolas.

En Madrid, Germán prosigue sus estudios, a la vez que empieza a trabajar en un Banco, y concluido el COU asiste a clases nocturnas de Económicas en la Universidad Autónoma. Allí tiene de profesor de Economía Española a mi amigo Ramón Tamames, lo que me ha hecho mucha ilusión.

Asistimos con emoción a la evolución amorosa del protagonista desde el rigor del internado al descubrimiento de las chicas, de las mujeres cuyos nombres y caracteres tan distintos evoca Germán, hasta el amor definitivo de la que será su esposa, Clara.

Al mismo tiempo se va produciendo en su memoria el avance del olvido, la enfermedad de Alzheimer, que mantiene la intriga del relato hasta el trágico y a la vez esperanzador desenlace.

En la tertulia, el autor leyó los últimos párrafos de la novela, que yo me permito reproducir aquí como el mejor colofón a este comentario, pues sintetizan los ilusionantes mensajes de Lejos del Sauce Curvo.

“Cierro pues mi maleta de recuerdos. Su hijo es este libro que nacerá en breve. Como me dijo mi abuela Leonor:

–Tú deberás vivir como te marca tu tiempo, que es muy diferente a como fue el mío. Pero no te olvides nunca de tus raíces, de toda la gente que un día te quisimos. Eso, lejos de distanciarte de tu tiempo, te acercará a él, pero con asideros firmes. Te lo aseguro.

Y eso es lo que le digo yo a mi pequeño Germán. Y a las nuevas generaciones. Echar de vez en cuando la vista atrás, hará que vuelvas a sentir los abrazos de la gente que tanto te quiso. Sabrás que, debajo de ti, hay unos cimientos firmes, hechos de amor y esfuerzo de todos los que te precedieron y amaron.

Suena el teléfono de la cocina, oigo hablar a mi mujer Clara.

–Pues está terminando su libro. Sí, veníos para acá, podemos bajar a la piscina de la urba… Sí, por supuesto, dile a Germán que el abuelo le enseñará a nadar de espalda…

Ahora sí que puedo oír la conversación de Clara. Se me acelera el corazón, palpita la vida que llega otra vez a mi lado. Así que tengo que terminar este libro. La vida no puede esperar.

Porque toda ella es solo esperanza.”

 

 

5 de noviembre de 2023

Ni convivencia, ni democracia

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Vale, Sánchez, conceda la amnistía a todos sus socios independentistas, separatistas y hasta terroristas, enemigos jurados y confesos de España, cuyo nombre evitan incluso pronunciar, pero por favor no hable de su propósito de avanzar en la convivencia.

Y digo Sánchez, aunque el registro en el Congreso de los Diputados del proyecto de Ley de Amnistía lo hará nominalmente el PSOE, porque el PSOE no existe. Ha sido deglutido por su secretario general y sólo sirve para ponerse en pie y aclamar al líder supremo, como hacen los miembros del partido comunista de China o de Corea del Norte.

Avanzar en la convivencia ¿con quiénes? Pues con quienes dieron un golpe de Estado en 2017 y declararon, por boca del entonces presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, Cataluña como república independiente, aunque esa independencia durara sólo ocho segundos. Juzgados y condenados los autores del golpe, fueron primero indultados y ahora exigen la amnistía, mientras aseguran que “lo volverán a hacer”, o sea, independizar a Cataluña como nación soberana.

¿Con quiénes desea convivir, presidente en funciones Sánchez? Se convive con aquellos con los que se comparte una vida, un territorio, unos fines, pero no con quienes pretenden romper cualquier vínculo de unión, cualquier proyecto en común.

De consumarse la independencia de Cataluña como nación, a la que previsiblemente se uniría el País Vasco, ¿con quiénes conviviría usted, afincado y aislado en La Moncloa, presidente ya de una España residual, rota y dividida, cuya unidad, consagrada en una Constitución que usted juró respetar y defender, ha saltado por los aires en tres, o tal vez más, naciones soberanas e independientes?

No nos vengan, Sánchez o Zapatero, con el cuento de una España plurinacional, que sólo existe en sus delirios cambiantes de opinión, mientras que la realidad sería la de tres, o más, Estados taifas independientes.

Ni convivencia, ni democracia. No, Sánchez, usted nunca ha ganado por mayoría, ni absoluta ni relativa, unas elecciones. Y la mayoría, con todos sus defectos, es una de las reglas de oro de la democracia. Usted ha tenido que agenciarse una mayoría que le permita gobernar aliándose y pactando con quienes aseguró que nunca se aliaría o pactaría, comunistas, independentistas y terroristas.

Usted, Sánchez, tampoco sabe convivir, dentro de lo que quede de España, con quienes no compartimos sus por lo demás cambiantes ideas.

En España hubo, sí, una ley de amnistía en 1977 para cerrar las heridas y superar los odios de la Guerra Civil y convivir en paz quienes se habían matado a garrotazos.

Ni convivencia, ni democracia. Si usted, Sánchez, estuviera seguro de que obtendría una mayoría convocando unas nuevas elecciones en el conjunto de los españoles, no tendría necesidad de buscar esa mayoría en socios espurios que, no lo dude, le apuñalarán, metafóricamente, por la espalda en cuanto se descuide y salga de La Moncloa sin sus 70 escoltas.