Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Desde luego, se puede leer Lejos del Sauce Curvo, la novela de Francisco Rodríguez Tejedor a la que dedicamos la tertulia de “El libro del mes” del pasado 9 de noviembre, sin haber leído Memorias del Sauce Curvo, obra del mismo autor, de la que nos ocupamos en la tertulia del 6 de abril de 2016, también presentada, como en esta ocasión, por Javier de la Nava.
Pero la lectura de Memorias del Sauce Curvo nos permite ahondar en las raíces de Germán, el protagonista de ambas novelas, y conocer sus andanzas y travesuras de niño en el pueblo, Sacecorbo, en el que nació el autor y en el que se desarrolló su infancia. Un pueblo pobre de la provincia de Guadalajara, dedicado a la agricultura y, en menor medida, a la ganadería, que en la actualidad cuenta según el Instituto Nacional de Estadística (INE 2022) con 99 habitantes, mientras que a mediados del siglo XIX su población ascendía a 455 habitantes.
El autor y Javier de la Nava hacen hincapié en la realidad de la España vaciada, de la que Sacecorbo, por Paco Rodríguez Tejedor bautizado con el poético nombre, más o menos basado en raíces etimológicas, de Sauce Curvo, es un típico exponente.
Esta segunda novela se
estructura en dos partes, diferenciadas también por el tipo de letra, en
redonda la que relata la vida actual del protagonista, y en cursiva la que
refiere sus recuerdos.
En los recuerdos de Germán
desempeñan un papel primordial sus estudios en el internado del Sagrado Corazón
de Jesús de Sigüenza. Era la forma en que, en aquella época, los chicos podían
salir del pueblo y de sus limitaciones, gracias a una beca, como en el caso de
Germán, y siempre del esfuerzo económico y del sacrificio de los padres.
La novela es un homenaje a
esta generación de los padres de Germán la generación de la posguerra. El
pueblo de Sacecorbo durante la guerra quedó entre las dos fuerzas combatientes.
En la parte referida a la
actualidad se nos narra con fechas y datos históricos la Transición que
reconcilió a los españoles de ambos bandos.
La familia de Germán llega
un momento en que se traslada a Madrid en busca de una mejor situación
económica, como hicieron otras muchas familias del Sauce Curvo, que emigraron a
Barcelona o a otras ciudades españolas.
En Madrid, Germán prosigue
sus estudios, a la vez que empieza a trabajar en un Banco, y concluido el COU
asiste a clases nocturnas de Económicas en la Universidad Autónoma. Allí tiene
de profesor de Economía Española a mi amigo Ramón Tamames, lo que me ha hecho mucha ilusión.
Asistimos con emoción a la
evolución amorosa del protagonista desde el rigor del internado al
descubrimiento de las chicas, de las mujeres cuyos nombres y caracteres tan
distintos evoca Germán, hasta el amor definitivo de la que será su esposa,
Clara.
Al mismo tiempo se va
produciendo en su memoria el avance del olvido, la enfermedad de Alzheimer, que
mantiene la intriga del relato hasta el trágico y a la vez esperanzador
desenlace.
En la tertulia, el autor
leyó los últimos párrafos de la novela, que yo me permito reproducir aquí como
el mejor colofón a este comentario, pues sintetizan los ilusionantes mensajes de
Lejos del Sauce Curvo.
“Cierro pues mi maleta de recuerdos. Su hijo es este libro que nacerá en breve. Como me dijo mi abuela Leonor:
–Tú deberás vivir
como te marca tu tiempo, que es muy diferente a como fue el mío. Pero no te
olvides nunca de tus raíces, de toda la gente que un día te quisimos. Eso,
lejos de distanciarte de tu tiempo, te acercará a él, pero con asideros firmes.
Te lo aseguro.
Y eso es lo que le digo yo a mi pequeño Germán. Y a las nuevas generaciones. Echar de vez en cuando la vista atrás, hará que vuelvas a sentir los abrazos de la gente que tanto te quiso. Sabrás que, debajo de ti, hay unos cimientos firmes, hechos de amor y esfuerzo de todos los que te precedieron y amaron.
Suena el teléfono de la cocina, oigo hablar a mi mujer Clara.
–Pues está terminando su libro. Sí, veníos para acá, podemos bajar a la piscina de la urba… Sí, por supuesto, dile a Germán que el abuelo le enseñará a nadar de espalda…
Ahora sí que puedo oír la conversación de Clara. Se me acelera el corazón, palpita la vida que llega otra vez a mi lado. Así que tengo que terminar este libro. La vida no puede esperar.
Porque toda ella es solo esperanza.”
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