30 de mayo de 2021

Una quimérica concordia

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Una amplísima mayoría de los ciudadanos españoles piensa que la concesión del indulto por el Gobierno de Sánchez a los golpistas catalanes obedece a la necesidad que el presidente tiene del apoyo de ERC y otras fuerzas nacionalistas para mantenerse en el poder.

Solo Sánchez, el jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno Iván Redondo y los miembros del Consejo de Ministros, órgano al que corresponde conceder el indulto, amén de algunos medios de comunicación sanchistas, comparten la tesis del presidente de que indultar a los sediciosos catalanes traerá la "concordia” a Cataluña, mientras que negar esa medida de gracia representa una “revancha” y una “venganza”.

Olvidan, o simulan ignorar, Sánchez y sus corifeos los siguientes hechos indiscutibles.

En primer lugar, los independentistas condenados por el Tribunal Supremo por sedición, malversación y desobediencia rechazan el indulto, o sea, una medida de gracia por la que se dispone la remisión de todas o de alguna de las penas impuestas al condenado por sentencia judicial firme. Los secesionistas solo aceptan la amnistía, es decir, la derogación retroactiva de la consideración de un acto como delito, que conlleva la anulación de la correspondiente pena.

En segundo lugar, los implicados en el procès han manifestado en repetidas ocasiones y con meridiana claridad que lo volverán a hacer. Y aunque el arrepentimiento no es condición indispensable para la concesión del indulto, sí invalida la pretendida solución del “conflicto” independentista y la concordia que el indulto aportaría a la dividida y enfrentada sociedad catalana, entre los propios catalanes y con el resto de españoles.

En tercer lugar, no cabe más que en la mente desvariada de Sánchez y compañía dar a entender que el fallo del Supremo y, en general, la justicia española se guían o dejan llevar por la “revancha” y la “venganza”.

Todas las cesiones que se han hecho por parte de los Gobiernos centrales españoles a los independentistas catalanes únicamente han conducido a que los mismos sigan recalcitrantes en exigir una mesa de diálogo y un referéndum de autodeterminación y en sus pretensiones de proclamar una República catalana independiente.

No obstante todo lo dicho, yo tengo la secreta sospecha de que los golpistas o sediciosos catalanes en realidad no quieren la independencia. Si este deseo fuera sincero, ¿cómo se explica que el 27 de septiembre de 2017 el entonces presidente de la Generalidad proclamara solemnemente en el Parlament la República catalana para unos segundos después dejar en suspenso dicha proclamación? Y acto seguido puso pies en polvorosa y escapó con nocturnidad y alevosía al extranjero, donde sigue huido de la justicia española.

A los líderes independentistas les va muy bien con su juego de reclamar la mesa de diálogo y la autodeterminación, para tener contenta a su parroquia y simular que trabajan por la causa de la República catalana independiente, mientras Cataluña recibe cuantiosas ayudas económicas y prebendas de todo tipo de la represiva, vengativa y revanchista España, y ellos mismos viven cómodamente instalados en el poder.

Y miran de reojo a sus colegas presos, cuidándose mucho de no incurrir en los delitos por los que los tales golpistas, sediciosos y malversadores fueron condenados. Una de las finalidades de la justicia es escarmentar, en cabeza del penado o ajena, para evitar la repetición o la comisión del crimen. Finalidad que el indulto de Sánchez pretende socavar.      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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