16 de mayo de 2021

La profesión y el trabajo de la política

 

Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Me planteaba al final de la entrada anterior de este blog dos preguntas que intentaría responder en la entrada de hoy: ¿Puede ser la política una profesión y un trabajo? ¿Tienen los políticos y los partidos en los que militan una función en el gobierno de tecnócratas que yo propugno?

La primera pregunta puede parecer baladí o superflua, toda vez que existe una carrera universitaria que prepara para ejercer la profesión y el trabajo del político. Al político lo define escuetamente el Diccionario de la Real Academia Española como la persona “Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado”, mientras que en el mismo Diccionario la política viene definida como “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados” y como “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”.

Lo que ocurre con harta frecuencia en nuestros días y en España, por ceñirnos al presente y a nuestro país, es que la forma de acceder al desempeño de la “actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos” no sigue unas pautas de rigurosa preparación de los candidatos a ejercerla, bien sea habiendo cursado los estudios universitarios de Políticas u otra carrera superior, acompañados de práctica y experiencia en “las cosas del gobierno y negocios del Estado”, sino que prima la pertenencia a un partido político y la promoción dentro del mismo.

Así, comenzando por los secretarios generales y dirigentes de los distintos partidos, su selección se produce en unos congresos internos, en los que no suelen triunfar los mejor preparados y con mayor experiencia, y sin que participen candidatos no pertenecientes al partido en cuestión.

Demos un paso más. Cuando en las elecciones, ya sean generales, autonómicas o locales, los ciudadanos votamos a un partido político, lo hacemos a una lista cerrada en la que puede que solo conozcamos al candidato que la encabeza. Esa lista ha sido elaborada por la dirección del partido siguiendo unos criterios que a menudo distan mucho de basarse en la profesionalidad, preparación y méritos de los elegidos, y se tienen en cuenta otras razones, como la fidelidad al jefe, la afinidad, la amistad o incluso el parentesco y el pago de favores.

O sea, que la actividad política se lleva a cabo por quienes militan en un partido político, que son los únicos que, en circunstancias normales, pueden acceder al cargo de presidente del Gobierno, a los puestos de diputados o senadores de las Cortes generales, de los parlamentos autonómicos, de los ministerios centrales o de las consejerías autonómicas, y de alcaldes o concejales de las corporaciones locales.

Por tanto, resumiendo la respuesta a la primera pregunta planteada, la política sí puede ser una profesión y un trabajo. Pero, a diferencia de lo que ocurre en otras profesiones y en otros trabajos, no los ejercen, en general, quienes cuentan con más preparación, experiencia y méritos, sino los que saben medrar dentro de las estructuras endogámicas de los partidos políticos. Solo así se explica que determinados personajes lleguen a desempeñar cargos ajenos a su competencia y conocimientos.

A la segunda pregunta acerca de si los políticos y los partidos en los que militan pueden tener un puesto y una función en el gobierno de tecnócratas que yo defiendo, trataré de contestar en la próxima entrada de este blog.

 

 

 

 

 

 

 

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