7 de agosto de 2021

Música y palabras

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Cuando El Espinar arde en acontecimientos culturales y festejos durante el mes de agosto, yo estoy en Santander. Así que me perderé el Festival de Narradores Orales, la presentación del libro Descubriendo nuestras fuentes de Javier Sanz Pérez, o de La última reina de Carmen Gallardo, a cuya obra La reina de las lavanderas dedicamos una tertulia de “El libro del mes” con presencia de la autora. Actos musicales como el XX Concierto de las Teas “México Lindo Sinfónico” con Nuria Fergó, en la plaza de toros; o la interpretación por Gaspar Payá y Cristina Angulo de canciones de Norah Jones, Kiko Veneno y Dolly Parton, entre otros, en “Despacito”, en la Corredera; o el Concierto de Pasodobles de la Banda Municipal de Música de El Espinar en la Plaza de la Constitución, tendrán lugar sin mi asistencia.

Pero la música viene en mi auxilio en el Festival Internacional de Santander. Los meses de agosto desde hace cinco años me revisto de “melómano”, no en el sentido de entendido en música, sino en el más humilde de amante de la música.

El martes 3 de agosto, la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, bajo la dirección del maestro valenciano Gustavo Gimeno, nos ofreció el Concierto rumano de György Ligeti, el Concierto n.º 1 de Franz Liszt, con Yuja Wang al piano, y la Sinfonía n.º 8 de Antonin Dvorak. Por mi deformación profesional como escritor, no puedo prescindir de las palabras. Y así me atrevo a destacar en el Concierto rumano la “sonoridad”, en el Concierto n.º 1 de Liszt el “lirismo” y en la Sinfonía n.º 8 la “riqueza instrumental”.

La misma Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, también con el director Gustavo Gimeno, nos brindó el miércoles 4 de agosto el Concierto para violín de Felix Mendelssohn, con el violinista Julian Rachlin, y la Sinfonía n.º 5 de Ludwig van Beethoven. Siguiendo con mi ocurrencia de la anterior audición de sintetizar en un apelativo la impresión que me producía cada obra, me viene a las mientes atribuir el calificativo de “delicadeza” al Concierto para violín de Mendelssohn. Del mismo modo que a la Sinfonía n.º 3 de Beethoven se la conoce con el sobrenombre de Heroica y a la n.º 8 con el de Patética, a la n.º 5, una de las más interpretadas del repertorio clásico, se la ha solido designar como Sinfonía del Destino, por la creencia de los artistas del Romanticismo en la fuerza del sino. ¿Cómo resumir en una palabra o expresión la Quinta Sinfonía beethoveniana? Como en mis anteriores designaciones, reconozco que intentarlo es algo subjetivo. Pero mientras escuchaba los continuos “tutti” que se sucedían en la interpretación de la Filarmónica de Luxemburgo no pude sustraerme al epíteto de “grandiosa” para esta maravilla de la inspiración y la composición del genio de Bonn.

De los profesores luxemburgueses pasamos el jueves 5 de agosto a la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española bajo la batuta de Pablo González. Se abrió la velada con el Concierto para piano y orquesta n.º 2 de Frédéric Chopin y la actuación solista de Dmytro Choni, último ganador del Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea. Mi hermana Alicia, profesora de música durante toda su vida, caracterizaba la obra pianística del compositor polaco con el término “sentimiento”. Yo, llevado de las escalas cromáticas que abundan en esta composición, me atrevo a añadir “virtuosismo”.

Si me considero bastante conocedor y admirador de la música de Chopin, no puedo afirmar lo mismo de la obra de Dimitri Shostakovich, incluida la Sinfonía n.º 9 que completaba el programa del 5 de agosto. Pues bien, mi prevención ante la música del compositor de San Petersburgo se volvió en cálido entusiasmo al escuchar esta Sinfonía. Y no me contenté con aplicarle un calificativo, sino que la comparé tanto con el oleaje del mar como con la galopada de briosos corceles.

No recomiendo a mis lectores este ejercicio de designar con palabras una composición musical. La música debe escucharse con el corazón, en silencio de todo ruido verbal, para que el ritmo, los acordes, las melodías y los timbres de los distintos instrumentos penetren hasta lo más íntimo de nuestras almas.

 

 

 

 

 

 

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