26 de julio de 2020

Monarquía o república


Las palabras y la vida 
Alberto Martín Baró

Cada cierto tiempo, con ocasión o sin ella, salta a un primer plano de la actualidad la discusión sobre la conveniencia de instaurar en España una república. Y ello con independencia de las posibilidades reales de reformar la Constitución de 1978, en cuyo artículo 1, apartado 3, se establece: “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”.
Tengo buenos, inteligentes y cultos amigos que se declaran entusiastas defensores de la forma de Estado republicana y, sin haber vivido los tiempos de la II República española, ensalzan los logros culturales, políticos y sociales de aquella época. Existe toda una literatura, un cine, un teatro y un arte que sustentan tal entusiasmo republicano, sin que lo enturbie el hecho de que tres de los principales intelectuales que apoyaron la instauración de la II República, Pérez de Ayala, Marañón y Ortega y Gasset, quedaran decepcionados de su realidad y, de un modo u otro, secundaran la exclamación de Ortega: “No es esto, no es esto”.
Yo no soy monárquico ni republicano. En un plano teórico, me inclinaría por una república en la que su máxima autoridad es elegida por los ciudadanos, frente a las monarquías hereditarias, en las que el poder pasa de padres a hijos.
En un plano práctico, y atendiendo a la historia de España de los últimos siglos, no puedo por menos de reconocer que la Constitución monárquica de 1978 trajo a nuestro país, desangrado por una ignominiosa Guerra Civil y sometido por casi cuarenta años de dictadura, la democracia y la superación de los odios y revanchas cainitas.
En esta implantación de la democracia y superación de rencores desempeñó un papel innegable el rey emérito don Juan Carlos. Esta será una aportación indiscutible a la concordia democrática de los españoles de un personaje al que una campaña de determinadas fuerzas políticas y mediáticas, y los propios errores del exmonarca, están tratando de desprestigiar y, de paso, demoler también la figura del actual rey Felipe VI. Don Juan Carlos tuvo el acierto, u obligado por la necesidad, de abdicar en 2014 en su hijo Felipe. Hoy por hoy no hay abierta ninguna causa penal en contra del rey emérito y es merecedor de la presunción de inocencia, en España tantas veces sustituida por la “pena de telediario”. No pocos de los que hoy atacan en España la monarquía no buscan sustituirla por una república democrática, sino por un régimen populista bolivariano, o abiertamente comunista.
¿Monarquía o república? Con todos sus defectos, democracia.

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