Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Si algo ha
quedado claro en las elecciones autonómicas del pasado 12 de julio es la
victoria de los nacionalismos. En Galicia ha triunfado con mayoría absoluta
Alberto Núñez Feijoo y en el País Vasco ha afianzado su liderazgo el
lehendakari Íñigo Urkullu.
Con tres
diferencias notables entre los dos líderes vencedores. La primera consiste en
que Feijoo no necesita ningún apoyo externo para gobernar, mientras que Urkullu
tendrá que buscar fuera del PNV los votos que le faltan para alcanzar la
mayoría absoluta, cifrada en 38 escaños.
La segunda
diferencia estriba en el papel que en un caso y en otro desempeña el partido
bajo cuyas siglas militan Feijoo y Urkullu. El PNV es hegemónico en la
comunidad vasca y habría ganado las elecciones con otro candidato distinto a
Urkullu. En cambio yo no me atrevería a asegurar que el PP hubiera obtenido el
mismo resultado sin Feijoo.
Hay una
tercera diferencia que se refiere al nacionalismo que representan Feijoo y
Urkullu. Uno y otro profesan ese sentimiento de pertenencia a su nación y de
identificación con su realidad y su historia. Pero en Feijoo no existe la
aspiración a conseguir para Galicia un Estado propio e independiente de España.
Esta aspiración sí existe en Urkullu y en el PNV, aunque no con la contundencia
de los independentistas catalanes. Saben los nacionalistas vascos que su
talante “moderado” les reporta hoy por hoy más beneficios políticos que un
desafío abierto al ordenamiento de la Constitución española de 1978.
El
nacionalismo más radical, secesionista y xenófobo está representado en Galicia
por el BNG, que ha pasado a ser la segunda fuerza más votada. Este papel, con
tintes si cabe más excluyentes, lo desempeña en Euskadi Bildu, el partido
heredero de ETA, que nunca ha condenado los crímenes de la organización
terrorista.
Los
defensores de la Constitución del consenso están prácticamente desaparecidos en
el País Vasco, con la derrota de PP y Cs. El PSE hace tiempo que se dedicó a
blanquear los nacionalismos y dejó de ser constitucionalista.
Dudo mucho
que Galicia, a pesar del rotundo triunfo de Feijoo, militante no demasiado
entusiasta del PP, pueda y quiera contribuir a la unidad de la nación española
y a la consolidación de un Estado español que hace aguas sin que los españoles
de cualquier rincón de España nos decidamos a salvar la nave.
Así nos va
en el exterior.
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