19 de julio de 2020

Auge de los nacionalismos


Las palabras y la vida 
Alberto Martín Baró

Si algo ha quedado claro en las elecciones autonómicas del pasado 12 de julio es la victoria de los nacionalismos. En Galicia ha triunfado con mayoría absoluta Alberto Núñez Feijoo y en el País Vasco ha afianzado su liderazgo el lehendakari Íñigo Urkullu.
Con tres diferencias notables entre los dos líderes vencedores. La primera consiste en que Feijoo no necesita ningún apoyo externo para gobernar, mientras que Urkullu tendrá que buscar fuera del PNV los votos que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta, cifrada en 38 escaños.
La segunda diferencia estriba en el papel que en un caso y en otro desempeña el partido bajo cuyas siglas militan Feijoo y Urkullu. El PNV es hegemónico en la comunidad vasca y habría ganado las elecciones con otro candidato distinto a Urkullu. En cambio yo no me atrevería a asegurar que el PP hubiera obtenido el mismo resultado sin Feijoo.
Hay una tercera diferencia que se refiere al nacionalismo que representan Feijoo y Urkullu. Uno y otro profesan ese sentimiento de pertenencia a su nación y de identificación con su realidad y su historia. Pero en Feijoo no existe la aspiración a conseguir para Galicia un Estado propio e independiente de España. Esta aspiración sí existe en Urkullu y en el PNV, aunque no con la contundencia de los independentistas catalanes. Saben los nacionalistas vascos que su talante “moderado” les reporta hoy por hoy más beneficios políticos que un desafío abierto al ordenamiento de la Constitución española de 1978.
El nacionalismo más radical, secesionista y xenófobo está representado en Galicia por el BNG, que ha pasado a ser la segunda fuerza más votada. Este papel, con tintes si cabe más excluyentes, lo desempeña en Euskadi Bildu, el partido heredero de ETA, que nunca ha condenado los crímenes de la organización terrorista.
Los defensores de la Constitución del consenso están prácticamente desaparecidos en el País Vasco, con la derrota de PP y Cs. El PSE hace tiempo que se dedicó a blanquear los nacionalismos y dejó de ser constitucionalista.
Dudo mucho que Galicia, a pesar del rotundo triunfo de Feijoo, militante no demasiado entusiasta del PP, pueda y quiera contribuir a la unidad de la nación española y a la consolidación de un Estado español que hace aguas sin que los españoles de cualquier rincón de España nos decidamos a salvar la nave.
Así nos va en el exterior.

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