6 de julio de 2017

En busca de temas

Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Cuando se acerca el miércoles, día en el que desde el 26 de abril de 2006 El Adelantado de Segovia publica un artículo mío en su sección de Opinión –gracias por tu confianza, querida directora–, miro a mi alrededor o dentro de mí en busca de un tema que pueda interesar a los lectores.
Puede ocurrir que tenga que elegir entre varias posibilidades, o que haya una que se imponga claramente a las demás, o –lo que es peor– que no vea con nitidez de qué puedo escribir con un mínimo de solvencia e interés.
Hace un par de semanas, en la presentación del libro “Prensa, democracia y libertad”, obra del maestro de periodistas Antonio Fontán, me encontré con otro gran periodista, Ramón Pi, cuyos escritos hacía tiempo que yo echaba de menos en la prensa diaria.
–Me he jubilado –me dijo– y ahora puedo dedicarme a leer, sin la urgencia de mandar al periódico o a la revista con los que colaboraba el obligado artículo.
Y me confesó la desazón que a veces experimenta el articulista al enfrentarse a la página en blanco, hoy más bien a la pantalla vacía del ordenador.
En ocasiones, hay quien, con buena voluntad, me sugiere algún asunto del que tratar en “Las palabras y la vida”.
–Ahí tienes un artículo.
Pero lo que a mi interlocutor le parece interesante, a mí, que soy quien tiene que tratarlo, puede dejarme indiferente. Y tengo la experiencia de que los temas que hallan un mayor eco en los lectores suelen ser los más inesperados.
Despliego el abanico de opciones que se me presentaban para el artículo del miércoles 5 de julio, o sea, hoy:
–La brillante idea de la “plurinacionalidad”, alumbrada en el último Congreso Federal del PSOE.
–Mi lucha, cada día más enconada, para abrir envases de todo tipo.
–El calor, los aparatos de aire acondicionado y los ventiladores de toda la vida.
–Los cuarenta años transcurridos desde las primeras elecciones democráticas, en las que votamos con una ilusión que hoy parece defraudada por motivos no siempre aclarados.
–El calor y el cambio climático.
–El reciente convenio firmado entre la FES (Federación Empresarial Segoviana) y la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Segovia capital, al frente de la cual está mi admirada Marifé Santiago Bolaños, incansable en su labor de filósofa, escritora y generadora de ideas y proyectos, con el objetivo de potenciar el trabajo conjunto en pro de una mayor presencia cultural en los distintos ámbitos ciudadanos.
–El calor que aún nos espera en el verano que acaba de comenzar…
Si el criterio para elegir el tema de mi artículo semanal fuera la materia predominante de conversación de mis convecinos, no hay duda de que debería escribir sobre las altas temperaturas que este año se han adelantado a la canícula oficial, seguidas de un acusado descenso.
En resumidas cuentas, que he acabado dedicando al tiempo atmosférico el espacio que me resta de columna.
Alterno actualmente mi residencia habitual espinariega con estancias en Madrid. Recuerdo cuando en los veranos de mi adolescencia en El Espinar llegaba de Madrid mi abuelo Fernando Baró, se ponía una chaquetilla de pijama, se sentaba en el jardín del chalet situado en la calle que hoy lleva su nombre y le decía a mi abuela Mama Luisa:
–Esto es vida, Luisita.
Una joven venida de Córdoba a la Estación de El Espinar salió la noche del fin de semana provista de un jersey, mientras sus amigas, en camiseta sin mangas, la miraban extrañadas.
–Es que tengo frío.
Pero el frío, el relente de las noches de El Espinar, aunque a nuestro parecer no sea tan fresco como antaño, es grato y natural. Nada que ver con el frío artificial de los aparatos de aire acondicionado que, en mí, han vuelto a reavivar el dolor del hombro derecho que ya creía definitivamente superado.

Y la semana pasada, al llegar de Madrid, El Espinar, haciendo honor a su clima serrano, me recibió con algo más que frescor: ¡de madrugada el termómetro marcaba 6 grados!

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