Las palabras y la vid
Alberto Martín Baró
Por
si nos quedaba alguna duda sobre el escaso, por no decir nulo, interés de la
gran mayoría de los políticos por los problemas de la gente común, el
espectáculo denigrante de la lucha de los descabalgados de sus cómodos puestos
para entrar en las listas de candidatos que les permitan seguir viviendo del
erario público, o sea de nuestros impuestos, nos convencerá de que nuestro voto
el 23 de julio debe ser de un rechazo a toda la casta política en general, pero
muy en especial a los que han ejercido el gobierno de la nación en los pasados
años desde la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy.
He
de confesar que me siento huérfano de representación por parte de los partidos
políticos que integran el espectro de las siglas que concurren a las elecciones
generales del 23-J.
El proyecto político de Ciudadanos, que llegó
a ganar las elecciones en Cataluña el 21 de diciembre de 2017, aunque no pudo
gobernar por la alianza de todas las fuerzas independentistas, se aproximaba a
mi concepción de un centro liberal.
En
la actualidad comparto con Vox muchas de sus reivindicaciones políticas y
sociales, tachadas por la izquierda de radicales, de extrema derecha y de
fascistas.
Por
si no fueran suficientes los planteamientos y las ideas de Vox para merecer mi
voto, la virulencia de los ataques de Pedro Sánchez y de sus aplaudidoras
huestes contra los seguidores de Abascal serían motivo más que sobrado para dar
a esta formación política mi confianza.
Pedro
Sánchez y el PSOE que le ha apoyado no han tenido reparo en aliarse y llegar a
pactos con las fuerzas más anticonstitucionales, más extremistas y más
antiespañolas, como los comunistas de Unidas Podemos, los partidarios de ETA
como Sortu y Bildu, con Otegui, terrorista condenado, al frente, y todo el
impresentable magma de independentistas catalanes y vascos, no tienen ninguna
autoridad ni argumentos para arremeter contra Vox.
Claro
que hay que reformar la Constitución Española, pero no en el sentido en que
trabajan Sánchez, el PSOE y sus aliados para dar carta blanca a una “nación de
naciones”, sino en la línea de abolir las funestas, inútiles y carísimas
Comunidades Autónomas, que un país como España endeudado hasta las cejas no
puede permitirse.
¿Que
defiendo una utopía anticonstitucional? ¿Y es constitucional que el presidente
del Tribunal Constitucional, encargado de velar por la validez del texto
aprobado en su día por la gran mayoría del pueblo español, declare por su
cuenta y riesgo el aborto como un derecho de la mujer?
Yo
me considero con argumentos más que sobrados para suprimir las Comunidades
Autónomas, insisto, inútiles para los ciudadanos y ruinosas para la nación
española.
Y
voy a dar mi voto a Vox por su valentía en defender las ideas y los valores que
son los de más de tres millones y medio de españoles, entre los que me cuento.
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