23 de octubre de 2022

Porcentajes, millones y siglas

 Las palabras y la vida 

Alberto Martín Baró

Con motivo de la inflación, que padecemos, y de los Presupuestos Generales del Estado, que padeceremos, el Gobierno, los políticos y los medios de información se empeñan en hablarnos en porcentajes, millones y siglas.

La inflación, o sea, según el Diccionario de la Real Academia, la “Elevación del nivel general de precios”, ha intensificado la costumbre, que viene de atrás, de expresar en porcentajes o tantos por ciento esa subida de precios, y muy en particular del índice de precios al consumo, a saber del IPC. Lo ven, una sigla. Y si me pilla distraído y el informador de turno no se toma el trabajo de desglosarla, pues que no me entero.

Como no me entero cuando me dicen que el IPC ha subido en septiembre de 2022 un 9,0% de acuerdo con el indicador elaborado por el INE. La información de donde tomo este dato da por supuesto que todos sabemos así de pronto que las siglas INE corresponden al Instituto Nacional de Estadística. Y tampoco yo averiguo por esa noticia de si la subida del 9,0% es muy elevada, o normal, y cuánto representa en cifras absolutas.

Con frecuencia datos de este tipo se acompañan de unas gráficas que muestran la evolución en meses y años anteriores de la subida en cuestión, pero de nuevo en porcentajes. ¿Acabarán de una vez diciéndonos a cuánto asciende en números absolutos tal elevación?

A mí me gustaría saber cuánto me cuesta en septiembre de 2022 media docena de huevos, que es la cantidad que suelo comprar, en comparación con lo que me costaba el mes o los meses anteriores. Me dirán que eso ya lo sé por propia experiencia sin que me lo digan los estadísticos. Vale. Pero entonces sus informes no me sirven de nada, si no me permiten comparar lo que yo experimento con lo que experimenta la gente a nivel nacional.

Si me interesa saber a cuántas personas ha llegado el IMV en determinada fecha, no me basta con que me digan que se ha beneficiado de él tal porcentaje de hogares o personas, sino a cuántos hogares y a cuántas personas. Y eso después de aclararme que IMV son las siglas del ingreso mínimo vital, una prestación del INSS, o sea, del Instituto Nacional de la Seguridad Social.

Vayamos ahora a los millones. En los Presupuestos Generales del Estado se barajan cifras millonarias que al ciudadano corriente como yo le dejan frío. Si ya me cuesta saber qué significa en comparación con mi exigua economía la cantidad pongamos de 750.000 euros, los cientos o miles de millones, por ejemplo, de los fondos europeos, o de lo que prevé recaudar el Estado a golpe de impuestos, no tienen comparación posible con los números que manejamos el común de los mortales.

Lo que sí tiene experimentado cualquier ama o amo de casa es que, si los gastos superan a los ingresos, la ruina está garantizada. Por eso, la descomunal deuda pública del Estado español, aunque el dato de que alcanzó en el primer trimestre de 2022 un 117,4% del PIB (por favor, producto interior bruto) no nos diga gran cosa, como tampoco las cifras absolutas de 1.491.447 millones de euros, nos dejan claro que España está en quiebra.

A ver cuál es el Gobierno guapo que le pone el cascabel al gato.

 

 

 

 

 

 

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