Las palabras y la
vida
Alberto Martín Baró
Leo en el blog de Julia Sáez-Angulo que el 7 de julio de
2025 ha fallecido en Boadilla del Monte (Madrid), donde residía, la escritora Carmen
Silva y Velasco, nacida en Madrid en 1938.
Conocí tarde a Carmen Silva. La primera vez que asistí a un
acto en el que ella intervenía fue una tarde fría de noviembre de 2013 en la
cálida rebotica del herbolario Margaritas en El Espinar. Carmen presentaba un
libro de su amiga María Carmen Gracia Abad, más conocida en los círculos
literarios como May, investigadora histórica y arqueológica, poeta y narradora.
En este caso, su libro, objeto de la presentación, era un poemario titulado Tarot, espejo de la vida. Carmen Silva,
periodista, poeta y narradora, se adentró en los arcanos del Tarot, después de
confesar que en una primera lectura no había entendido nada. Como a mí me había
ocurrido lo mismo, mi atención se intensificó. Porque una segunda lectura, más
reposada y hasta en voz alta, le fue descubriendo a ella los profundos a la par
que inteligibles contenidos de aquellos poemas.
Me sirve este mi primer encuentro con Carmen Silva para
ilustrar uno de los rasgos de su personalidad humana y literaria que quiero
poner de relieve en mi recuerdo.
Una cualidad de Carmen que en aquella ocasión se me reveló y
que después pude confirmar en otros muchos actos es el valor que concedía a la
amistad. Amistad que aquel día se volcó en May, su compañera de tantas
aventuras literarias, y que después he visto cómo abrazaba a innumerables
escritores o simplemente amigos. Carmen siempre estaba disponible para todos,
con su sonrisa, con su entrega, con su buen juicio y su incansable trabajo, en
beneficio de las personas, de los proyectos y de los grupos, ya fuera Tintaviva
o Boadilla Troquel.
Doy un salto en el tiempo al mes de octubre de 2015. ¿Sería
posible que esas personas que hacían cola ante la puerta del edificio de la
SGAE en la madrileña calle de Fernando VI esperaran para asistir a la
presentación de una revista de poesía? Pues sí, no solo era posible, sino
además real. Una consoladora realidad. Gracias a la mediación de May y a la
generosidad de Carmen Silva, yo participaba con dos poemas en la revista Troquel, cuyo número 4 se presentaba.
Aquella fiesta de la poesía me da pie para resaltar nuevas
luces de Carmen Silva. Por un lado, su ya mencionada amistad, que abarca a
figuras consagradas de la literatura. En el número 4 de la revista Troquel, la firma invitada era Antonio
Gala. Pero también figuraban poemas de la poeta y traductora Clara Janés, del
también poeta Carlos Murciano y del escritor, historiador, periodista y
político Juan Van Halen.
En la presidencia del acto acompañaban a Carmen Silva la
pintora Trinidad Romero, de la que aparecían en la revista espléndidas
ilustraciones, la entonces secretaria de la Asociación Boadilla Troquel Gema
Martín-Romo, la periodista y escritora Julia Sáez-Angulo, subdirectora de la
revista, el abogado y escritor Francisco de la Torre, y Beatriz Villacañas,
poeta, ensayista, catedrática y crítica literaria. Todos ellos, amigos
entrañables de Carmen Silva.
Pero Carmen siempre estuvo abierta a admitir en su círculo
de amistades, en el grupo Boadilla Troquel que presidió y en la revista Troquel a nuevos nombres y valores.
Me traslado con el recuerdo a Córdoba en el mes de abril de
2016. De nuevo Carmen Silva promovía una lectura poética, nada menos que en la
Sala Julio Romero de Torres del Real Círculo de la Amistad. Presentaba el acto
el escritor, poeta, traductor, ensayista, catedrático de Lengua y Literatura, y
socio fundador del Ateneo de Córdoba Manuel Gahete e intervinimos como poetas
Matilde Cabello, Carmina Casala, May Gracia, Angelina Lamelas, Alberto Martín
Baró, José María Molina Caballero, Antonio Moreno Ayora, Balbina Prior, Jesús
Riosalido, Carmen Silva y Beatriz Villacañas.
En una cena en la que la noche anterior compartimos mesa con
Carmen Silva varios de los poetas mencionados, Carmen nos hizo unas íntimas
confidencias sobre lo que había significado en su vida, amén de la amistad, el
amor, los hombres que se habían enamorado de ella. Fruto de ese amor es su
familia, son sus hijos y nietos. Cuando en su poesía Carmen canta al amor, al
amor espiritual, sexual y erótico, sus arrebatos y decepciones, sus entusiasmos
y nostalgias, habla con conocimiento de causa, desde lo más íntimo de su
experiencia vital.
En un plano personal, a Carmen tengo que agradecer, al
habernos invitado a aquella lectura poética, que nos conociéramos Angelina y
yo, y en una mañana radiante de primavera cordobesa se iniciara nuestra
historia de amor. Gracias, Carmen.
Para Carmen, la ciudad lejana de García Lorca se le había
hecho cercana con el reconocimiento de su trayectoria literaria al haberla
nombrado académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas
Letras y Nobles Artes de Córdoba.
Escuchar a Carmen Silva recitar sus poemas era un verdadero
placer. Yo lo experimenté en la Sala Manuel de Falla de la SGAE, en la Casa de
La Rioja en Madrid, en la citada Sala Julio Romero de Torres del Real Círculo
de la Amistad de Córdoba, en el Casino de Salamanca y en la sede de la
Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE) en la calle de Leganitos
de Madrid.
Cuando en alguna ocasión, por la razón que fuera, Carmen
Silva no pudo estar presente en un recital o presentación de un libro en que
había sido anunciada, su ausencia se hacía sentir de forma clamorosa.
En este mi emocionado homenaje a Carmen Silva quiero apuntar
una breve mirada a sus escritos, como ya he dicho, de caleidoscópica variedad y
riqueza. Y soy incapaz de reseñar características de su polimórfica sinfonía.
Releo algunas páginas de cuatro libros que he abierto para escribir estas
líneas: el poemario Conversaciones de la
alondra con el espíritu de Dios, editado
por Curva Polar en 2016, los también poemarios Hoy no es ayer y Academia de
sombras, editados en 2016 y 2017, respectivamente, por la Asociación de
Escritores y Artistas Españoles, y el libro de relatos Algo más que un cuento, editado por Atlantis en 2018. Conforme
releo algunas de estas páginas me invade la indescriptible sensación de estar
ante una escritora de raza que dominaba todo lo que abordaba. Y solo se me
ocurre la admirada exclamación: “¡Qué maravillosamente bien escribía Carmen
Silva!”.
Y ella no se contentaba con escribir de forma magistral en
los más variados registros, sino que ejercía su magisterio enseñando a
expresarse mediante la palabra en talleres de escritura a alumnos que luego
proclamaban en sus escritos su deuda literaria con Carmen Silva.
Su labor infatigable en pro de la literatura y, muy en
especial, de la poesía, no le impidió saber delegar, así, en los dos últimos
números de la revista Troquel, en el
sabio quehacer editorial de Julia Sáez-Angulo y Rogelio Sánchez Molero.
Pero, Carmen, tu saber, tu experiencia, tu habilidad para
obtener subvenciones, que todo hay que decirlo, tu prodigiosa imaginación, tu
dominio de la palabra adecuada a cada invención, a cada sentimiento, a cada
narrativa, son irremplazables.
Carmen, eres insustituible. Te admiramos y te queremos.
Descansa en paz.