Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
No retorno al Espinar. La gramática no permite en este caso y en otros similares hacer la contracción ‘al’. Aunque cualquier día la Real Academia Española nos deja hacerlo, como en su día decidió que la elle y la doble erre no eran letras, sino dígrafos, y en 1994 las eliminó del alfabeto español, que pasó a tener 27 letras en lugar de 29.
Pero vayamos al núcleo de este artículo. Se extrañan personas con las que me cruzo por la calle de no verme hace tiempo en El Espinar. La razón es que me he trasladado a vivir en Madrid, entre otros motivos porque en la capital de España está la casa de mi mujer Angelina Lamelas y porque en Madrid, aunque parezca extraño, tengo más a mano la atención médica que, viviendo en El Espinar, hace que debas trasladarte a Segovia e incluso a Valladolid para determinados tratamientos.
Pero una vez en El Espinar desde primeros del presente mes de julio vuelvo a disfrutar de sus cielos azules y del sol de la infancia.
Cuando en Madrid y en otros lugares de España están sufriendo temperaturas que llegan a superar los 40 grados, en El Espinar no pasamos de unos agradables veintitantos.
Por desgracia ya no puedo recorrer los caminos, los senderos y las cañadas que en tiempos pasados me permitían transitar por el camino del Ingeniero, subir a Cueva Valiente o al peñón de Juan Plaza. Que ahí siguen con su agreste belleza, como elementos definitorios del paisaje espinariego.
La última vez que subí con mis hijos, nietos y algunos amigos a la Cantera de Navalvillar me quedé sin resuello y tuve que ser ayudado por uno de esos amigos, en este caso amiga. Entonces mi yerno me recomendó caminar todos los días al menos una hora, recomendación que seguí durante algún tiempo y que coincide con la prescripción de la uróloga que me trata.
Mi enfermedad me lleva a olvidar los nombres de amigos de toda la vida y a no reconocerlos cuando ellos me paran por la calle. Aprovecho estas líneas para pedirles que me perdonen.
Pero estos olvidos no son debidos a El Espinar ni a sus habitantes de cutio o veraneantes.
He delegado en la eficaz y gran escritora Ana G. Novac la coordinación de las tertulias “El libro del mes”, que siguen celebrándose en el marco incomparable del restaurante El Espino gracias a su anfitriona Isabel Codina.
Y confío en que mi buen amigo y experto director de “La Voz de El Espinar” considere pertinente incluirme en las ´páginas del periódico para que mis amigos espinariegos no me pregunten cuando me encuentran por la calle por qué no escribo en “La Voz de El Espinar”.
Aunque es posible que no cumpla los requisitos de extensión que Marco García Hiernaux fija a los colaboradores, confío en llenar con fotografías de El Espinar la página de mi colaboración.
Ahí incluiré parajes tan bellos como la mata de Santo Domingo con los restos y el arco de la ermita, los pinares del monte de Peña la Casa y la citada cantera de Navalvillar.
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