Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
Quienes disienten del actual Gobierno español suelen
calificarlo de “socialcomunista” en un sentido despectivo. Sin embargo, el
calificativo de “social” encierra un significado tan amplio que no puede
restringirse a una connotación despreciativa, de rechazo. Lo social denota a
menudo una actitud y una actuación positivas, de preocupación por los demás.
Pero, si se sustituye “social” por “socialista”, no se hará
sino reflejar que el Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, es socio de la
coalición que en la actualidad rige los destinos de “este país”, antes España,
junto con Unidas Podemos, UP.
Los miembros de UP no se reconocen, por lo general, como
comunistas, porque saben que el comunismo no goza de buena prensa en una gran
mayoría de ciudadanos españoles. El mismo PCE, el Partido Comunista Español, se
integró en Izquierda Unida, IU, siglas bajo las que militan políticos, como el
actual ministro de Consumo Alberto Garzón, que concurrieron a las últimas
elecciones generales en coalición con UP.
Pues bien, sea cual fuere el sentido, negativo o positivo,
que quiera darse al término “comunista”, ni UP es comunista, ni el PSOE es
socialista, si nos atenemos a la realidad de ambos movimientos en su historia.
Una de las principales características del socialismo como
sistema de organización social y económica es la propiedad y administración
colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes.
Está claro que en la sociedad española no se da esta colectivización o
estatalización de los medios de producción y distribución de los bienes, la
cual tampoco constituye una finalidad de la acción política y económica del
PSOE.
Una concepción más amplia del socialismo lo considera como
el conjunto de teorías y movimientos políticos y económicos que defienden una
organización de la sociedad en la que los intereses colectivos prevalezcan
sobre los individuales y que respalden los derechos de la clase obrera.
¿Se atreverán los más acérrimos defensores o militantes del
PSOE a sostener que la acción del Gobierno presidido por Pedro Sánchez promueve
semejante prevalencia de los intereses colectivos sobre los individuales? Ahí
tienen para desmentir esa defensa de lo colectivo las protestas de los
agricultores y ganaderos, o las manifestaciones de los trabajadores autónomos,
o las de los pensionistas.
En cuanto al respaldo de los derechos de la clase obrera,
nos movemos en un terreno resbaladizo al tratar de definir qué se entiende hoy
por obrero, segundo adjetivo que figura en las siglas del PSOE. ¿Trabajador
manual, asalariado, por cuenta ajena? ¿Persona que vive de su trabajo? Según
pongamos el acento en una u otra característica, reduciremos el campo semántico
de obrero a los escasos trabajadores exclusivamente manuales que hoy subsisten,
o lo ampliaremos de tal modo que seremos obreros todos los que no vivimos de las
rentas, sino de nuestro trabajo. El tradicional obrero de mono azul de la
industria, o el albañil de la construcción, o el labrador que se afana en el
terruño, están, en cualquier caso, en las antípodas de los señoritos, y
señoritas, que ocupan los puestos directivos del PSOE, a los cuales, utilizando
un descalificativo que hoy apenas se usa, podríamos tildar de burgueses.
Se saldría de los límites que me he impuesto en este
artículo descolgar de las siglas del PSOE la E de español, lo que, a la vista
de las concesiones de Pedro Sánchez a los independentistas y nacionalistas de
toda laya, sin cuyo apoyo no se mantendría en el poder, estaría más que
justificado.
¿Son comunistas, aunque no acostumbren a declararlo, los
podemitas de Pablo Iglesias Turrón?
Por supuesto que nada bueno debe la humanidad al comunismo
tal y como se implantó en la sociedad a partir del Manifiesto comunista (1848) de Karl Marx y Friedrich Engels, y de la Primera Internacional (1864-1876),
cuyos objetivos eran: la conquista del poder político por parte del
proletariado, la supresión de las clases sociales y la colectivización de los
medios de producción.
La conquista del poder político, del “cielo”, según Pablo
Iglesias, sí está en los objetivos de UP, pero no por parte del proletariado.
Si los líderes del PSOE pueden ser tachados de señoritos burgueses, no menos
distantes del proletariado están los propietarios de un lujoso chalet en
Galapagar y quienes aspiran a tenerlo. Los líderes de UP no promueven la
supresión de las clases sociales ni, como declaraban en sus comienzos, la
defensa de la “gente” frente a los privilegios de la “casta”. Cuando se adoptan
las prebendas de las clases acomodadas, la gente deja de interesarles y
preocuparles.
Ni el PSOE es socialista, ni Unidas Podemos comunista.
Busquen los que quieren criticar a los actuales miembros del
Gobierno de este país, antes España, otros membretes.
Yo les brindo el de señoritos, y señoritas, burgueses.
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