1 de marzo de 2020

Ni socialistas ni comunistas


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Quienes disienten del actual Gobierno español suelen calificarlo de “socialcomunista” en un sentido despectivo. Sin embargo, el calificativo de “social” encierra un significado tan amplio que no puede restringirse a una connotación despreciativa, de rechazo. Lo social denota a menudo una actitud y una actuación positivas, de preocupación por los demás.
Pero, si se sustituye “social” por “socialista”, no se hará sino reflejar que el Partido Socialista Obrero Español, el PSOE, es socio de la coalición que en la actualidad rige los destinos de “este país”, antes España, junto con Unidas Podemos, UP.
Los miembros de UP no se reconocen, por lo general, como comunistas, porque saben que el comunismo no goza de buena prensa en una gran mayoría de ciudadanos españoles. El mismo PCE, el Partido Comunista Español, se integró en Izquierda Unida, IU, siglas bajo las que militan políticos, como el actual ministro de Consumo Alberto Garzón, que concurrieron a las últimas elecciones generales en coalición con UP.
Pues bien, sea cual fuere el sentido, negativo o positivo, que quiera darse al término “comunista”, ni UP es comunista, ni el PSOE es socialista, si nos atenemos a la realidad de ambos movimientos en su historia.
Una de las principales características del socialismo como sistema de organización social y económica es la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes. Está claro que en la sociedad española no se da esta colectivización o estatalización de los medios de producción y distribución de los bienes, la cual tampoco constituye una finalidad de la acción política y económica del PSOE.
Una concepción más amplia del socialismo lo considera como el conjunto de teorías y movimientos políticos y económicos que defienden una organización de la sociedad en la que los intereses colectivos prevalezcan sobre los individuales y que respalden los derechos de la clase obrera.
¿Se atreverán los más acérrimos defensores o militantes del PSOE a sostener que la acción del Gobierno presidido por Pedro Sánchez promueve semejante prevalencia de los intereses colectivos sobre los individuales? Ahí tienen para desmentir esa defensa de lo colectivo las protestas de los agricultores y ganaderos, o las manifestaciones de los trabajadores autónomos, o las de los pensionistas.
En cuanto al respaldo de los derechos de la clase obrera, nos movemos en un terreno resbaladizo al tratar de definir qué se entiende hoy por obrero, segundo adjetivo que figura en las siglas del PSOE. ¿Trabajador manual, asalariado, por cuenta ajena? ¿Persona que vive de su trabajo? Según pongamos el acento en una u otra característica, reduciremos el campo semántico de obrero a los escasos trabajadores exclusivamente manuales que hoy subsisten, o lo ampliaremos de tal modo que seremos obreros todos los que no vivimos de las rentas, sino de nuestro trabajo. El tradicional obrero de mono azul de la industria, o el albañil de la construcción, o el labrador que se afana en el terruño, están, en cualquier caso, en las antípodas de los señoritos, y señoritas, que ocupan los puestos directivos del PSOE, a los cuales, utilizando un descalificativo que hoy apenas se usa, podríamos tildar de burgueses.
Se saldría de los límites que me he impuesto en este artículo descolgar de las siglas del PSOE la E de español, lo que, a la vista de las concesiones de Pedro Sánchez a los independentistas y nacionalistas de toda laya, sin cuyo apoyo no se mantendría en el poder, estaría más que justificado.
¿Son comunistas, aunque no acostumbren a declararlo, los podemitas de Pablo Iglesias Turrón?
Por supuesto que nada bueno debe la humanidad al comunismo tal y como se implantó en la sociedad a partir del Manifiesto comunista (1848) de Karl Marx y Friedrich Engels,  y de la Primera Internacional (1864-1876), cuyos objetivos eran: la conquista del poder político por parte del proletariado, la supresión de las clases sociales y la colectivización de los medios de producción.
La conquista del poder político, del “cielo”, según Pablo Iglesias, sí está en los objetivos de UP, pero no por parte del proletariado. Si los líderes del PSOE pueden ser tachados de señoritos burgueses, no menos distantes del proletariado están los propietarios de un lujoso chalet en Galapagar y quienes aspiran a tenerlo. Los líderes de UP no promueven la supresión de las clases sociales ni, como declaraban en sus comienzos, la defensa de la “gente” frente a los privilegios de la “casta”. Cuando se adoptan las prebendas de las clases acomodadas, la gente deja de interesarles y preocuparles.
Ni el PSOE es socialista, ni Unidas Podemos comunista.
Busquen los que quieren criticar a los actuales miembros del Gobierno de este país, antes España, otros membretes.
Yo les brindo el de señoritos, y señoritas, burgueses.

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