15 de marzo de 2020

Destripe


Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró

Estaba yo viendo con mis nietos mellizos de 4 años en su casa la primera película de Frozen, ya descargada en televisión, sería por el año 2017, cuando mi nieto Mateo me dijo de uno de los personajes:
–Es malo.
Mi hija, riendo, comentó que Mateo me había hecho un spoiler. Para entonces ya había yo oído esa palabra inglesa, pero hasta aquel momento no la había experimentado en mis propias carnes.
Hacer un spoiler es una de esas expresiones que hacen fortuna en nuestra lengua y que, una vez que se instalan en ella, resulta muy difícil erradicarlas o tratar de encontrarles un equivalente español que sea aceptado por los hablantes.
La lista de anglicismos en español sería interminable. Por ceñirme a algunos casos más cercanos, ahí tenemos selfie, que incluso fue declarada palabra del año por el Diccionario Oxford en 2013. Aunque algunos propusimos para sustituirla “autofoto”, e incluso en la edición digital del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) la entrada selfi se remite a autofoto, no creo que hayan oído ustedes a muchos usuarios de la lengua utilizar autofoto, a pesar de que cuenta con un pariente cercano, autorretrato, de honda raigambre en nuestro vocabulario. Ahí está el triunfante selfi, con todas las bendiciones de la Academia, que se ha limitado a suprimir la ‘e’ final de la palabra inglesa.
Influencer no ha tenido tanta suerte en la Academia, que (de momento) no la incluye en su Diccionario y aconseja el uso del equivalente español “influyente”. Los cursis dirán que no es lo mismo, que dónde va a parar un influyente al lado de un influencer.
De la misma manera que es mucho más importante un CEO –siglas en inglés de Chief Executive Officer, que puede traducirse en español literalmente como Oficial Ejecutivo Jefe– que el consejero delegado o el director ejecutivo, puestos a los que equivale el CEO en nuestras empresas.
El prestigio del inglés en muchos ámbitos sociales, científicos y económicos no tiene hoy rival en nuestro país, un prestigio que en otros tiempos y campos pudo estar ostentado por el francés o el alemán. Por no remontarnos al griego o al latín, cuando las lenguas romances aún estaban en formación.
En las modernas tecnologías no hacemos sino tomar prestados términos provenientes del inglés. Algunos han sido traducidos sin más a nuestra lengua, como es el caso del ratón informático. Otros son adaptados a nuestra grafía, como escáner y escanear. Otros, en fin, no acaban de encontrar acomodo en nuestro vocabulario, ni en traducción más o menos literal, ni en adaptación gráfica, como sucede con los famosos hard y software, que el DRAE no tiene más remedio que incorporarlos tal cual.
Con el dichoso whatsapp pasa tres cuartos de lo mismo. Algunos habíamos tirado por la calle de en medio y en ocasiones escribimos “guasap”, como suena en español. Cuando hete aquí que la Academia admite wasap y wasapear, que a mi juicio no es ni chicha ni limoná.
Pero es hora de volver al spoiler de marras. Desde tiempos tan antiguos como 1884 el DRAE admite bajo el lema “destripar”, en su cuarta acepción, la siguiente definición: “4. tr. coloq. Interrumpir el relato que está haciendo alguien de algún suceso, chascarrillo, enigma, etc., anticipando el desenlace o la solución”. Se podrá objetar que esta definición no recoge exactamente el significado de hacer un spoiler como desvelar un hecho desconocido en una obra de ficción. La propia Academia, respondiendo en Twitter a la consulta de un usuario, aconsejó el 25 de marzo de 2019 utilizar el vocablo “destripe” para spoiler en el sentido de “revelación de detalles de la trama de una obra de ficción que reduce o anula el interés de quien aún no los conoce”.
Es muy antiguo el chiste del acomodador que, descontento con la falta de propina de un espectador, le dice por lo bajo: “El asesino es el mayordomo”. Vamos, que le destripó, reventó o arruinó la película.
Creo que en un artículo o reseña habría que avisar previamente “Ojo, destripe”, si se van a desvelar detalles de la trama o del final de una obra de ficción.
Sin embargo, a mí me gustaría que en algunos casos, y ya digo avisando con antelación, se me descubriera el desenlace de algunas películas que he empezado a ver en televisión y en las que no he tenido la paciencia de soportar las tandas de publicidad que interrumpen la retransmisión cada vez con más frecuencia conforme se acerca el final, cuando ya se supone que el espectador está atrapado por la trama.
También me gustaría, en estos días en que luchamos contra el coronavirus, que alguien nos destripara cómo y cuándo va a acabar esta pandemia. Pero esto no sería un destripe, sino claramente una adivinación.

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