Las palabras y la vida
Alberto Martín Baró
“La economía, estúpido” fue uno de los puntos clave que en
1992 sirvió a Bill Clinton para ganar las elecciones presidenciales a George H.
W. Bush. A esta expresión se añadió el verbo “es”: “Es la economía, estúpido”,
estructura que se ha utilizado después con otras palabras a modo de eslogan
para llamar la atención sobre un aspecto importante por algún motivo, no solo
en campañas electorales, sino también en otros contextos y circunstancias.
Por supuesto que la economía ocupa un lugar destacado en
mítines y demás actos de campaña antes de unas elecciones, como hemos podido
comprobar días pasados, especialmente en los debates retransmitidos por la
televisión pública y por la cadena Antena 3 entre los cuatro líderes de los
principales partidos que concurren a los comicios de mañana 28 de abril.
Y es que entre las preocupaciones de los votantes sobresale
todo lo que, de un modo o de otro, tiene que ver con la economía: el empleo,
los salarios, las pensiones, los impuestos, la vivienda…
Pero ocurre que ni los mismos economistas se ponen de
acuerdo a la hora de arbitrar soluciones a los problemas económicos que afectan
a la vida cotidiana de los individuos: cómo disminuir el paro, cómo asegurar
pensiones suficientes a todos los jubilados, cómo conseguir que los niños y los
jóvenes tengan igualdad de oportunidades para acceder a los distintos niveles
de la educación, cómo garantizar una sanidad de calidad a todos los ciudadanos,
cómo facilitarles una vivienda digna…
No existen recetas mágicas para cubrir estas necesidades de
una población creciente. Y es fácil que los políticos caigan en la tentación de
proponer soluciones simplistas y demagógicas para resolver problemas complejos:
subir los impuestos a los bancos, a las grandes empresas, a los más ricos; o,
al contrario, bajar los impuestos para que los ciudadanos dispongan de más
dinero con el que hacer frente a sus gastos.
Prometen los aspirantes a gobernarnos crear empleo, y un
empleo estable y de calidad. Olvidando algo tan elemental como que quienes
crean empleo son los empresarios, los grandes y los pequeños emprendedores. Los
únicos puestos de trabajo que está en manos de un presidente del gobierno
incrementar son las plazas de funcionarios, como en su corto mandato ha
propuesto el presidente Pedro Sánchez
Otras medidas tomadas por el gobierno de Sánchez han ido
encaminadas a subir el salario mínimo interprofesional, a incrementar las
pensiones ligando su aumento al IPC (y pregunto en mi ignorancia, si el IPC
baja, ¿disminuirán en su tanto las pensiones?). También se ha elevado el sueldo
a los funcionarios y el subsidio por desempleo para los mayores de 52 años.
Se acusa al gobierno saliente de aumentar con estas y otras
medidas el gasto público, incrementando así la deuda y el déficit de la Nación,
y poniendo en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones, con el riesgo
de abocar al Estado a la quiebra.
Seguro que estos peligros macroeconómicos son ciertos. Pero
albergo la sospecha de que al ciudadano de a pie esas perspectivas
catastróficas le traen sin cuidado. En cambio, el dinero contante y sonante en
su bolsillo no hay quien se lo quite. ¿O sí?
No sé si las encuestas que pronostican un triunfo
espectacular de Pedro Sánchez en las elecciones de mañana se cumplirán. Es ya
un tópico desconfiar de los datos demoscópicos, que repetidamente se equivocan.
¿Cómo saben los autores de tales pronósticos que existe un porcentaje
determinado de indecisos que aún no han decidido su voto? Se trata de
extrapolaciones basadas en unas muestras a menudo muy reducidas. A mí y a las
personas de mi entorno nadie nos ha preguntado a quién vamos a votar. Aparte de
que también puede suceder que los encuestados no declaren su intención de voto.
Ha sido frecuente que los votantes de derecha tuvieran vergüenza en confesar
que iban a votar al PP o a otro partido conservador, arriesgándose a ser
tildados de reaccionarios, de fachas.
En cualquier caso, es muy posible que “los viernes sociales”
del gabinete de Sánchez hayan tenido parte en el anunciado vuelco electoral que
prácticamente todas las encuestas vaticinan y que da al PSOE mayor número de
escaños de los que tenía en la anterior legislatura el PP, y este quedaría reducido
a menos de los escuetos 85 con que contaba el PSOE.
Claro que es la economía, estúpido. Pero una economía a ras
de suelo, lejos de los complejos cálculos macroeconómicos y de los vaticinios
de quiebra del Estado. ¿Que podemos volver a estar al borde del rescate? ¿Y eso
qué significa, si ni siquiera un ministro de Economía del gobierno de Zapatero
supo preverlo?
Lo que a cualquier amo o ama de casa le resulta
meridianamente claro es que no se puede vivir gastando más de lo que se
ingresa. Sí, es la cuenta de la vieja, estúpido.
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